miércoles, 5 de septiembre de 2012

Será porque aquí no hablamos francés …

Publicado en Numismático Digital, 4 de septiembre de 2012




El historiador hispano-dominicano Fray Cipriano de Utrera transcribió en su magnífica obra sobre la moneda provincial de la Isla Española los documentos del Archivo General de Indias que muestran las objeciones y resistencia que el Cabildo de Santo Domingo opusieron a la orden de Toussaint Loverture de armonizar el valor de la moneda circulante en las partes francesa y española de la isla tras la anexión en 1801. Entre sus escusas, se encuentra la de no haber encontrado en el Cabildo quien pudiera traducir los sucesivos decretos que fueron recibidos en francés.

François Dominique Toussaint-Louverture es una de las figuras capitales de la lucha por la abolición de la esclavitud, e incluso Nelson Mandela le citaba como su modelo. Nacido esclavo en la parte francesa de la Isla Española en 1743, fue animado por su dueño, Baillon de Libertat, para que aprendiese a leer y escribir, y fue liberado en 1776. Tras el estallido de la Revolución Francesa y la revuelta de Bois-Caiman de 1791, paso a la parte española de la Isla en 1793, recibiendo instrucción militar para combatir a los franceses y siendo nombrado general.

El 5 de mayo de 1794 abandonó el servicio de España y combatió a sus fuerzas que, bajo sus anteriores superiores, habían invadido junto con la flota británica la parte francesa de la isla, alcanzando durante el Directorio el grado de general de división. Para dar cumplimiento al Tratado de Basilea de 1795, que cedía Santo Domingo a Francia, en enero de 1801 ocupó en un mes y sin resistencia la parte española de la isla.

Es en estas circunstancias cuando, en fecha 21 de Nivoso del año IX de la República Francesa, 11 de enero de 1801 en nuestro calendario, dictó una Ordenanza en su Cuartel General de Azúa por la que se establecía el nuevo valor de los pesos fuertes, con una valoración anterior de ocho reales, en once reales, el que tenían en la parte francesa, algo que consideraba indispensable para que no hubiese distintos pesos y medidas en un mismo gobierno. Esta Ordenanza debía ser traducida al español, leída y publicada, apercibiéndose contra su incumplimiento.

Los miembros del Cabildo respondieron pocos días después al General, en fecha 2 de febrero del mismo año, poniendo de manifiesto los inconvenientes de dicha reforma. Afirmaban asimismo que debía modificarse en proporción el valor de las demás monedas circulantes, los cuatro reales, las pesetas, los reales sencillos y los medios, dado que de no ser así y si se estimaban únicamente por valor intrínseco se producirían graves perjuicios, especialmente para los tenedores de moneda menuda y para los que se dedicaban al comercio al por menor. Por ello, solicitaban que se les remitiese una relación con el valor de todas las monedas de menor formato.

Ese mismo día, el 13 de Lluvioso del año IX, Loverture indicaba a los Agentes Municipales, el antiguo Cabildo, que dicha medida debía aplicarse, dado que sus soldados estaban acostumbrados a la valoración de los once reales, y si subsistiese la valoración española entenderían que se les dejaba de pagar tres reales por peso, dejando a su leal saber y entender las medidas que estimasen oportunas para paliar los perjuicios que la medida pudiese ocasionar al público.

Dos días después, el Cabildo contestaba que estimaba que el valor del real de a cuatro debía fijarse en cinco reales y medio. En cuanto a las pesetas, afirmaba que el circulante estaba compuesto de piezas de cruz, tan antiguas y desgastadas por el uso que había perdido gran parte de su estimación con respecto a los pesos columnarios, por lo que debería correr con un valor de dos reales y medio. En cuanto a los reales sencillos y medios reales, afirmaba que podrían quedarse en su antiguo valor, dado que no había moneda fraccionaria para completarlo en proporción, y que si bien con ello se producía un quebranto de un 12 ½ % en el cambio de la moneda menuda a la fuerte, la pérdida era menor que el 37 ½ % que se hubiese producido de no estimar la moneda menuda.

Junto a lo anterior, solicitaban que en los tratos y contratos firmados con anterioridad a la Ordenanza se respetase su valor en pesos fuertes, al igual que en sus frutos. Y asimismo, piden excusas por la demora alegando que recibían los decretos en francés, y había que buscar quién entendiese esta lengua. Como en la canción de Juan Luis Guerra, será porque aquí no hablamos francés, vous parlez?, no Monsieur.

La transcripción de esta Ordenanza, la original en francés, puede consultarse en el libro de Zay que mencionamos en la bibliografía. Asimismo, podemos continuar con esta obra las peripecias monetarias de Santo Domingo que el ínclito Utrera no pudo encontrar en el Archivo General de Indias. Así, un año después, el 15 de Nivoso del año X, 5 de enero de 1802, una nueva Ordenanza de Loverture afirmaba que después de mucho tiempo de ver la necesidad de reemplazar el numerario circulante de la colonia, ordenaba batir en la ceca de Santo Domingo moneda de dobles escalines, escalines sencillos y medios.

En una cara debían llevar la efigie de la República con la leyenda Republique française, y en la otra cara el valor de la moneda y la leyenda Colonie de Sª Domingue. A partir de ese día, los dobles escalines, los sencillos y los medios acuñados en Santo Domingo debían ser recibidos por los habitantes, al mismo valor que los que se hallaban en circulación del mismo facial, siendo el valor de once escalines por cada pieza de a ocho, grueso o gourde.

Mientras que el circulante de la antigua parte francesa de la isla seguiría circulando como hasta ese momento, el de la parte española debía ser fundido para transformarlo en la nueva moneda menuda, por lo que se invitaba a sus poseedores a llevarla al Tesoro Público, siéndoles entregado un gourde por cada once escalines. Se prohibía taxativamente la saca de moneda de la colonia, bajo pena de confiscación de la que se encontrase a bordo de los barcos antes de su expedición. Se renovaban asimismo las penas previstas en las Ordenanzas anteriores.

Zay describe asimismo las diferentes piezas. La moneda de dos escalines, con un diámetro de 23 milímetros y un peso de 3 gramos 600, tiene la leyenda arriba indicada, y una representación de la República a izquierda, vestida con un vestido atado a la cintura con un cordel. En su mano derecha lleva un fascio atravesado por una hacha y en la izquierda una pica que porta un gorro frigio. En su reverso está la leyenda arriba indicada y en el campo, el valor DEUX ESCALIN. Su canto, como en todas las demás monedas de la serie, era estriado.

El escalín sencillo, de 19 milímetros y peso de 1 gramo 710, tiene similares tipos, salvo que en exergo tiene tres globos y en el reverso la leyenda UN ESCALIN. En cuanto al medio, de 16 milímetros y peso de 0 gramos 810, en su anverso lleva un florón, y en su reverso la leyenda DEMY ESCALIN. Estas monedas habían sido según Zay descritas en 1849 por Bonneville como haitianas.

Recoge asimismo la afirmación del general Kervesau, hecha desde la parte española de la isla, de que Toussaint Loverture quería establecer la fábrica en Santo Domingo, y que las piezas batidas, escalines y gourdes, llevasen en el anverso a la República y en su reverso su propio nombre. Las labores habrían sido encomendadas a un francés llamado Tixier. Estas afirmaciones, según Zay, no se encontraban justificadas ni por las piezas puestas en circulación ni por el hecho de que Loverture no hiciese mención en su Ordenanza de los gourdes, y no se conoce documentación que pueda sostenerlas.

Por su calidad se ha defendido por algunos autores que las mismas fueron acuñadas o bien en Inglaterra, que mantenía buenas relaciones con Loverture, como afirma Miguel Estrella Gómez, o incluso en los recién creados Estados Unidos. Pero hemos de tener en cuenta que la elección de la labra en Santo Domingo venía avalada por el hecho de que en la misma ciudad había una Casa de Moneda desde 1542, y tenía los materiales y los equipos necesarios para llevar a cabo la labor. En cuanto a la materia prima, ya hemos comentado que contaba con la fundición de la antigua moneda de plata española circulante para llevar a cabo su reforma.  

La obra de Zay prosigue, pero ya sin nuestro protagonista. Habiendo capitulado el 2 de mayo de 1802, fue hecho prisionero el 7 de junio de 1802 y enviado a Francia, donde murió en Fort de Joux, en las montañas del Jura, enfermo y sin cuidados, el 7 de abril de 1803. Su historia se trasformó en leyenda, siendo vilipendiado por los autores franceses coetáneos y enaltecido por los británicos. Tampoco acabó con él el sufrimiento de Santo Domingo, que retornó a España, sufrió dos invasiones haitianas, volvió nuevamente a ser española y no alcanzó su definitiva independencia hasta 1865.


Bibliografía

DUBROCA, L., La Vie de Toussaint-Loverture, chef des noirs insurgés de Saint-Domingue, Paris, 1802.
STEPHEN, J., History of Toussaint Loverture, London, 1814.
UTRERA, C., La Moneda Provincial de la Isla Española, Edición facsímil del original de 1951, Santo Domingo, 2000.
ZAY, E., Histoire Monétaire des Colonies Françaises, Paris, 1892.
« La monnaie de Toussaint Loverture », en L’escalin, Journal de la Societé Haïtienne de Numismatique, Volumen I, nº 1, Junio 200.