sábado, 24 de noviembre de 2018

La labra de moneda de cordoncillo en Lima en el siglo XVIII

Publicado en Onoinformación, 19 de noviembre de 2018
https://oroinformacion.com/la-acunacion-de-moneda-de-cordoncillo-en-la-lima-del-siglo-xviii/

Los punzones para la labra de los nuevos cuños llegaron de Madrid el 31 de octubre de 1750, pero venían tan enmohecidos que no se pudieron usar, con lo que Morales de los Ríos tuvo que utilizar los que había traído consigo desde la capital novohispana. En la memoria del virrey José Antonio Manso de Velasco, conde de Superunda, se muestra su optimismo con respecto a la producción de esta nueva moneda, estimando que,  una vez concluidos los trabajos de los volantes y el molino, la moneda había salido a la perfección.  

  Tras la construcción del molino y de tres volantes, las primeras piezas batidas en oro fueron remitidas a la Península por Morales de los Ríos junto con una carta de fecha 25 de mayo de 1751, y en fecha 8 de agosto confirmó que se habían batido en la ceca seis mil marcos de oro, la cantidad inicialmente estipulada. A final del mismo año la producción alcanzó los 13.863 marcos y tres ochavas en moneda de oro, y algunos marcos de plata.
  Una carta de 21 de mayo de 1753 acusó recibo de las cartas remitidas por el virrey y de la recepción de las muestras. Las monedas, según esta misiva, estaban bien labradas en redondez, limpieza, lustre, tamaño e impresión, pero afirmaba que se habría de tener más cuidado con la estampa y la colocación de los sellos en ambos lados.           Asimismo, se informaba de que no se había utilizado el cordoncillo que debían tener las monedas de oro, y que se remitían al virrey los punzones de los retratos, sellos, matrices y el cordoncillo a utilizar. También se afirmaba que las onzas remitidas tenían tres cuartos de grano de ley, y las medias onzas tres cuartos de grano escasos, y se recomendaba tener más cuidado con los ensayes y la fundición de los que se encontrasen en falta.
   Las nuevas matrices llegaron al Callao en dos cajones en fecha 31 de octubre de 1751, y en esa misma fecha fueron remitidas por el conde de Superunda a Morales de los Ríos. La falta de operarios que conocieran las nuevas labores en moneda esférica de oro dificultaba la perfección en el diseño de las nuevas monedas, a juicio del virrey. Asimismo, los propietarios de los metales solicitaban que se les entregase a cambio moneda de oro, y no se conformaban con que se hiciesen las entregas en plata.
   Los oficiales fueron aprendiendo las nuevas técnicas, y desde ese mismo año quedaron remachados los antiguos cuños de oro. Las acuñaciones de plata esféricas comenzaron casi al mismo tiempo, pero la falta de oficiales hizo que se batiese sólo una pequeña parte, aumentándose la producción en 1752. Para que el comercio no se resintiese se siguió batiendo simultáneamente moneda de cuño antiguo, hasta que en 1753, concluidos los tres molinos y seis volantes y habilitados los suficientes operarios, se remacharon los cuños antiguos, batiéndose solamente moneda de cordoncillo.
   La producción de esta Casa de Moneda, según la Memoria del virrey, ascendió desde mayo de 1748 hasta finales de junio de 1756 a 1.910.122 marcos, siendo los derechos cobrados por la Corona, a razón de 3 reales y 32 maravedíes, de 941.016 pesos, 1 real y 29 maravedíes.  En estos años se acuñaron en oro 85.121 marcos, 10.640 marcos anuales, que produjeron unos ingresos de 670.957 pesos, 6 reales y 33 maravedíes.
         Con ello, el volumen total de lo ingresado por la Real Hacienda fue de 1.611.974 pesos y 28 maravedíes, a pesar de que, desde que se erigió nueva Casa de Moneda en Santiago de Chile, las partidas de oro de esa procedencia, anteriormente muy importantes, dejaron de batirse en la ceca capitalina. Colmeiro afirmaba que con los datos aportados por Humboldt, entre 1754 y 1791 se acuñaron en esta ceca 209.926 marcos de oro y 14.570.506 de plata, o 154.379.471 pesos fuertes. Asimismo recogía los cálculos de Canga Argüelles de 1792 a 1813, 10.231.887 pesos en moneda de oro y 100.256.138 en moneda de plata, o 110.488.025 pesos fuertes en 22 años. 
   En fecha 5 de septiembre de 1759 la reina regente, Isabel de Farnesio, remitió una Real Cédula al superintendente de la ceca, comunicándole que con motivo del advenimiento del monarca Carlos III, se había ordenado fabricar nuevos sellos con las Armas Reales a su nombre para remitirlos a las Audiencias y Tribunales de los Reinos de Indias, y que asimismo se debía labrar moneda a nombre del nuevo soberano.
   Las piezas de plata de tipo columnario se comenzaron a labrar en el mismo año de la recepción de la noticia, que llegó en un navío de permiso al Callao el 24 de mayo de 1760. En cuanto a la moneda de oro, la producción se demoró un año, hasta que llegaron los nuevos cuños con el retrato del monarca.
   Con Carlos III comenzó en el Perú la costumbre de batir medallas de proclamación a nombre del nuevo monarca. En fecha 21 de agosto de 1760, el virrey arrojó desde una galería del Cabildo al pueblo gran cantidad de medallas batidas en la ceca de Lima, que en un lado tenían el retrato del monarca y en el reverso las armas de la ciudad sobre el mar, y la leyendas SUP. UND. y OPTIMO PRINCIPI PUBLICUM FIDELITATIS JURAMENTUM. 
   En una carta de febrero de 1777 don Felipe Colmenares y Fernández de Córdoba, Marqués de Zelada de la Fuente, que ocupaba la superintendencia de la ceca de Potosí desde el 16 de marzo de 1772, informaba que, siendo contador de la ceca, estaba al corriente de las devaluaciones secretas ordenadas por la Corona, y se le ordenó fundir las cizallas de oro y la plata en manos del fiel, que no estaba al corriente de las instrucciones, para batirlas en moneda.
   Colmenares debió abrir un libro reservadísimo, donde debía anotar todo de su puño y letra, para contabilizar las utilidades de los cuatro granos de plata y el medio grano de oro de la rebaja. Afirmaba en la carta que el virrey no había tomado medidas para controlar las cuentas presentadas por el tesorero y el fiel de la ceca, por lo que la diferencia era notable entre los libros del fundidor mayor y las de los libros públicos de la ceca, por lo que peligraba el sigilo ordenado por el monarca.
   Colmenares detallaba en la carta los aumentos producidos por la medida entre los años 1772 y 1775, en un total de 30.275 marcos, 4 onzas, 5 ochavas y cuatro tomines en la plata y 320 marcos, 2 onzas, 2 tomines y un grano en el oro:

Metal
Bienio
Marcos fundidos
Aumento
Plata
1772/1773
971,239.3.6.5
14,942.1.1.4
Plata
1774/1775
996,023.3.5.7
15,323.3.4
Oro
1772/1773
11,344.(ilegible)
196.5.6.4.7
Oro
1774/1775
7,123.4.1.3.6
123.4.1.3.6

   El 14 de enero de 1779 el visitador José Antonio de Areche informó a Estanislao Landázuri, superintendente de la ceca, que había encontrado en las Cajas Reales la suma de 158.341 pesos y 2 reales en moneda macuquina, y unos doscientos y tantos mil pesos en las Cajas de la Real Aduana de Lima, y que deseaba que fueran llevadas a la Casa de Moneda para ser batidos en moneda de nuevo cuño.
   Asimismo, Areche intentó que en la ceca limeña se formase una oficina de apartado, a semejanza de la que existía en México, donde separar el oro que pudiese venir ligado en el mineral de plata. En 1780 pidió para ello que viniesen maestros hábiles en la fundición, y el virrey novohispano mandó a dos operarios, siendo uno de ellos el experto Demetrio Guasque. Guasque recibía un salario de 100 pesos mensuales, más 500 pesos anuales que eran entregados a su familia, que seguía residiendo en México.
   Los estudios para poner en práctica la oficina comenzaron el 19 de septiembre de 1783, pero el sistema no pudo aplicarse en el Perú, donde el contenido de oro en los minerales de plata era muy bajo. Además, hubo problemas para fabricar en este territorio los vasos, cornamusas y otros recipientes necesarios para realizar dicho trabajo.
   Por tanto, no se obtuvieron los resultados esperados, y la Real Hacienda hubo de desembolsar una suma muy importante de dinero. Areche fue finalmente destituido en 1789 y castigado a vivir fuera de Madrid, y con una jubilación de sólo medio sueldo.
   Una vez recibida la Real Orden de 21 de febrero de 1784 de recogida de moneda macuquina y labra de cuartillos de plata, el virrey Teodoro de Croix informó al superintendente de su contenido. El encargado de la fielatura contestó al virrey que  no había problema ni en reacuñar la moneda macuquina ni en evitar la remisión a España de moneda menuda, pero en el asunto de la labra de cuartillos la cantidad ordenada, informaba de que ya había batido moneda menuda en mayor cantidad que la comprometida en el remate de su oficio.
   No obstante lo anterior, estaba dispuesto a batir los cuartillos si se rebajaba la cantidad que se había obligado a acuñar en plata menuda, de veintisiete a veinte mil marcos. Si esta propuesta se aceptaba, podrían acuñarse anualmente cuatrocientos marcos en monedas de cuartillos. Asimismo, se informaba que la labra de moneda menuda era más costosa por el instrumental, la fundición de cizallas, las escobillas, etcétera. Los primeros cuartillos se batieron en 1792.

Bibliografía:

CERDAN DE LANDA SIMON PONTERO, A., Memorias de los vireyes que han gobernado el Perú durante el tiempo del coloniaje español, T. IV, Lima, 1859.
COLMEIRO, M., Historia de la Economía Política en España, Tomo II, Madrid, 1863.
DARGENT CHAMOT, E., “La Casa de Moneda de Lima”, en ANES Y ÁLVAREZ DE CASTRILLÓN, G., Y CÉSPEDES DEL CASTILLO, G. (directores), Las Casas de Moneda en los Reinos de Indias, Vol. II, Cecas de fundación temprana, Madrid, 1997.