jueves, 28 de enero de 2016

La moneda castellana acuñada durante el reinado de Fernando VI

Publicado en Panorama Numismático, 28 de enero de 2016
 
http://www.panoramanumismatico.com/articulos/la_moneda_castellana_acunada_durante_el_reinado_de_fern_id02321.html

Durante el reinado de Fernando VI (1746-1759) se continuó acuñando moneda con los valores y los tipos de su padre, Felipe V. La buena acogida de los durillos, según Gil Farrés, evitó la acuñación de reales de a ocho, potenciando este monarca a esta especie monetaria mediante la abundante emisión de estos medios escudos. En Madrid y en Sevilla se emitieron reales sencillos y dobles con escudo grande y cuartelado, y medios reales con igual reverso y en el anverso escudo cuartelado.

Desde 1747 en Madrid y el año siguiente en Sevilla, la leyenda utilizada en el reverso de las onzas fue NOMINA MAGNA SEQVOR, seguimos al más grande. La Pragmática de 28 de febrero de 1747 estableció la labra de moneda menuda de cobre, de un maravedí, en el Real Ingenio de Segovia, usando los tipos ya utilizados en las emisiones de 1741, debido a la gran escasez que había de numerario de pequeño formato.
Las piezas debían contener en su anverso un escudo contra cuartelado de castillos y leones con cuartel de lises en su centro, y a sus lados la marca de ceca y el numeral romano I, y leyenda FERDINAND VI D G HISP REX. En su reverso debía aparecer un león rampante con corona sobre la esfera terrestre, y la leyenda VTRIVMQUE VIRTUTE PROTEGO, protejo ambos con la virtud, y el año de acuñación. Se da la anomalía de que existen monedas con fecha de emisión 1746, siendo la orden para su labra del diciembre de 1747. 
En su época se intentó llevar a buen término lo prevenido en la reforma de 1728, esfuerzo unificador que pretendía desmonetizar las monedas sin cordoncillo y las piezas macuquinas. Dicho fin no pudo lograrse, dado que los volantes no fueron capaces de acuñar nuevas monedas ajustadas a las nuevas normas suficientes para garantizar las necesidades de numerario para la circulación.
Por Real Decreto de 2 de diciembre de 1747 se ordenó que todas las monedas esféricas que se labrasen en las cecas metropolitanas y de las Indias debían necesariamente llevar en su canto un cordoncillo o laurel, para evitar su limadura o cercén, y que fuesen admitidas en el comercio. En fecha 19 de diciembre de 1747 se dictó una Pragmática prohibiendo la circulación de las monedas esféricas que tuviesen faltas en el cordoncillo o circunferencia por cercen. Estas monedas deberían llevarse a las Casas de Moneda, y se satisfaría a sus poseedores el importe de las mismas como pasta. Las monedas batidas a partir de 1728 y todas las que se labrasen con posterioridad con cordoncillo al canto debían ser admitidas en el comercio sin ser pesadas y por su valor íntegro.
En las Ordenanzas para el gobierno de la labor de monedas que se fabricaren en la Real Casa de Moneda de México y demás de las Indias de 1º de agosto de 1750, se fijó el ratio bimetálico entre el oro y la plata en España en la proporción 15,06 a 1, y en las Indias en 16 a 1, lo que supuso un importante beneficio en el cambio del oro por la plata. Ello llevó a que, durante veinte años, las llegadas de metal áureo a la Península fueran anormalmente bajas, a pesar de los continuos requerimientos para que todo el oro recogido en las Cajas Reales fuese remitido a España. A juicio de Hamilton, esta medida fue la única equivocación importante en términos monetarios de este reinado, y supuso que la mayor parte del oro en circulación en las Indias fuese absorbido por los pagos de los créditos públicos y los de los salarios de los oficiales.
En 1752 los comerciantes de Cádiz se quejaron al monarca, afirmando que la falta de numerario de vellón para los cambios suponía un serio problema para el buen fin de sus negocios, y el Tesoro Real suministró rápidamente el numerario en la cantidad adecuada. El 20 de mayo de 1752 se ordenó retirar la moneda circulante antigua acuñada en las Indias, batida a martillo antes de 1728, cercenada e incluso falsificada, a costa de la Corona.
El intento uniformador se muestra asimismo en el proyecto de cierre de todas las Casas de Moneda peninsulares, incluyendo Sevilla y Segovia, centrando la acuñación en la ceca capitalina. Ignacio de Luzán, Superintendente de la Casa de Moneda de Madrid y miembro de la Junta de Comercio y Moneda, elaboró un informe planteando esta posibilidad.
Para Luzán, el cierre de la ceca sevillana vendría justificado por motivos de rentabilidad, y en los defectos del numerario acuñado en la misma, que redundaban en el descrédito de la moneda allí batida. Asimismo, de su informe se desprende que quería que la ceca madrileña tuviese el control y la dirección de las labores en las Casas de Moneda indianas, y que asimismo que los oficiales que fuesen destinados a ellas fuesen formados en la capital. Asimismo, en Madrid se habrían de fabricar los útiles e instrumentos necesarios para las labores, y se probarían también los inventos.
Tenemos una postrera referencia numismática de este monarca en su sepulcro, situado en el convento de las Salesas Reales de Madrid, construido por iniciativa de su esposa María Bárbara de Braganza en 1747, monumental edificio barroco en cuya construcción se invirtieron ochenta y tres millones de reales. Un dicho popular de la época, todavía en uso, se refería al enorme gasto que supuso:
                                              Bárbara reina,
                                              Bárbaro gusto,
                                              Bárbara obra,
                                              Bárbaro gasto.

El sepulcro fue diseñado por Sabatini, y del conjunto escultórico se ocupó Francisco Gutiérrez. En el mismo hay dos esculturas franqueando el catafalco, la Justicia y la Abundancia. Esta última lleva en su mano el cuerno de la abundancia, en donde son visibles y fácilmente reconocibles algunas de las más valoradas monedas españolas y portuguesas de la época, que han quedado inmortalizadas en mármol.
Entre ellas, son reconocibles reversos de pesos columnarios de las cecas indianas, reversos de reales dobles batidos en Madrid en 1757, bustos del mismo monarca de las onzas acuñadas en México en 1757, el anverso de un real de a dos de la ceca de México, con marca M, el busto de su hermano y sucesor, Carlos III, que terminó la obra, y de una emisión de una onza de Lima de 1761, y reversos de monedas portuguesas, de Juan V o José I, de 400 reis o novos escudos.
Virginia Tovar recoge la curiosa historia de la Casa del Duende, donde en el reinado de Fernando VI se descubrió la existencia de monederos falsos que acuñaban doblillas de oro de Brasil, y que inventaron una historia de enanos con poderes sobrenaturales que hicieron huir a sus sucesivos inquilinos.   


Para saber más

AGUIRRE, S., Prontuario alfabético y Cronológico por orden de materias de las Instrucciones, Ordenanzas, Reglamentos, Pragmáticas, y demás Reales Resoluciones que han de observarse para la administración de Justicia y gobierno de los pueblos del Reyno, 3ª Impresión, T.III, Madrid, 1799.
Archivo Histórico Nacional, Sala de Alcaldes de Casa y Corte, Lib. 1335e, Fols. 36-38.
BELTRÁN MARTÍNEZ, A.,  Introducción a la Numismática universal, Madrid, 1987.
CARNERO ARBAT, G., “El informe sobre casas de moneda de Ignacio de Luzán: un proyecto de reforma monetaria en la España de Fernando VI”, en Homenaje al Profesor Antonio Vilanova, Barcelona, 1989, vol. II, pp. 104-118.
DASÍ, T, Estudio de los Reales de a Ocho llamados Pesos-Dólares-Piastras-Patacones o Duros Españoles, T. III, Valencia, 1950-1951.
FERIA Y PEREZ, R., “La industrialización de la producción monetaria en España, 1700-1868”, en VI Jornadas Científicas sobre documentación borbónica en España y América (1700-1868), Madrid, 2007, pp. 155-176.
FONTECHA Y SANCHEZ, R. de, La moneda de vellón y cobre de la Monarquía Española (Años 1516 a 1931),  Madrid, 1968.
FRANCISCO OLMOS, J.M. de, “Propaganda política en la moneda de los Borbones”, en VI Jornadas sobre Documentación Borbónica en España y América (1700-1868), Madrid, 2007, pp. 177-234.
GIL FARRÉS, O., Historia de la moneda española, Madrid, 1976.
HAMILTON, E.J., “Monetary Problems in Spain and Spanish America, 1751-1800”, The Journal of Economic History, Vol.4, nº 1, May, 1944, pp. 21-48.
LÓPEZ ÁVILA, S., “Las monedas del sepulcro de Fernando VI”, Crónica Numismática, junio 2001, pp. 50-53.
PÉREZ SINDREU, F. de P., « Variaciones en el valor de las monedas durante el siglo VXIII para paliar la escasez de plata y evitar la salida de las monedas españolas al extranjero”, Gaceta Numismática 155, diciembre 2004, pp. 43-53.
RODRÍGUEZ LORENTE, J.J., "Aportación al estudio de los reales de a dos. Las acuñaciones de la Ceca de Madrid", NVMISMA, nº 72, enero-febrero 1963, pp. 51-54.
RUIZ TRAPERO, M.,” La moneda circulante en época de Carlos III (1759-1788)”, en Carlos III y la Casa de la Moneda, Catálogo de la exposición celebrada en el Museo Casa de la Moneda, Madrid, diciembre 1988-febrero 1989.
SANTIAGO FERNÁNDEZ, J. de, “Legislación y reforma monetaria en la España Borbónica”, en VI Jornadas sobre Documentación Borbónica en España y América (1700-1868), Madrid, 2007, pp. 403-436.
TOVAR MARTÍN, V., "Arquitecturas singulares de Madrid: Las casas del Duende, Rebeque, Capones, Tesoro, Carracas, Pages y otras más", Boletín de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, Primer semestre de 1992.

jueves, 7 de enero de 2016

Los resellos chinos

Publicado en Numismático Digital, 7 de enero de 2015

http://www.numismaticodigital.com/noticia/9138/los-resellos-chinos.html

Uno de los aspectos más curiosos de la circulación de la plata de las Indias españolas por el Lejano Oriente es la existencia de gran número de resellos chinos en las piezas de ocho reales o pesos. Esta forma de controlar la calidad y el peso de la plata acuñada obedece a la necesidad de este numerario para el comercio en la zona, y fue una medida adoptada por comerciantes y banqueros con la finalidad de garantizar la buena ley de dichas piezas.

Estas marcas monetarias obedecen fundamentalmente a dos fines: el comercial y el cultural. En el plano comercial, se trata habitualmente de signos grandes, y su función era tanto de registro de movimiento de los banqueros y negociantes - caja, salida, beneficio, tesoro, etc.-, como de autentificación de la pieza, toda vez que, al parecer, las emisiones fraudulentas de las monedas de los monarcas hispánicos menudeaban en la zona. Junto con ellos, aparecen otro tipo de resellos, normalmente muy numerosos, que realizaban los pequeños comerciantes.
Su ámbito abarca desde signos de agradecimiento a  múltiples marcas en la misma moneda, tanto de las emisiones hispánicas en sentido estricto como de monedas españolas ya anteriormente reselladas. La comprensión de su significado es muy difícil para los occidentales, toda vez que de los diferentes idiomas hablados en China, aunque su escritura está normalizada en varias formas - chino continental, comercial, culto, etc.-, es posiblemente la más compleja y difícil de entender para un extranjero.
La moneda de mundos y mares o columnaria, acuñada a partir de 1732, devino indispensable para la compra de la seda china, por lo que en muchas fuentes se cita como moneda de la seda entre los involucrados en su tráfico. Esta moneda era remitida a Cantón, a Macao y a Xiamen, y a diferencia de las monedas españolas que las substituyeron, fue raramente marcada con resellos chinos, por lo que parece que eran garantía suficiente para sus banqueros.
Si bien existen resellos de los siglos anteriores, la práctica se generalizó cuando se descubrió el fraude realizado en la ceca de Birmingham y otras falsificaciones de piezas de a ocho de cobre chapeados,  plateados o de plata de muy baja ley, a finales del siglo XVIII, que inundaban el mercado chino. Asimismo, la India y China eran el destino de los reales de peor calidad circulantes en la América española, y eran remitidos allí mediante el comercio con las Filipinas, vía Galeón de Manila.
Los abusos y falsificaciones hicieron que el público perdiese la confianza en las emisiones, y se llegó al extremo de rechazar cualquier moneda de plata, española y posteriormente de las repúblicas iberoamericanas o de otros países, que no estuviesen previamente reconocidas, pesadas y autentificadas mediante el resello de un banquero. Según Eckfeldt y Du Bois, los chinos eran conocidos por ser expertos en juzgar la fineza de los metales, especialmente de la plata, y los cambistas solían separar los pesos buenos de los malos de una manera rápida y segura.
Por los ejemplares que han llegado a nuestra época, las piezas reselladas se corresponden en su mayor parte al reinado de Carlos IV y a la ceca de México, si bien también se encuentran resellos en monedas de Fernando VII e Isabel II, y asimismo en las emisiones anteriores correspondientes a los reinados de Felipe V, Fernando VI y Carlos III.
Fontenla llevó a cabo un estudio de 2.055 monedas reselladas aparecidas en diversos catálogos de ofertas numismáticas, en las que recogió como la moneda más antigua aparecida un real de a ocho mexicano de 1735. Su estudio mostraba asimismo la escasez de monedas reselladas hasta 1765, que aumentó ligeramente hasta 1771, y con un máximo en 1777. En este estudio consideraba que la entrada de la moneda española en China se producía en su año de emisión o en fechas muy cercanas.
Es muy difícil, como afirma Montaner en su magnífico estudio sobre las monedas españolas reselladas en el mundo, la catalogación por tipos de estas marcas monetarias. Las mismas consisten en caracteres referidos a su calidad, como justa, verdadera o correcta; a la riqueza, como moneda, beneficio o prosperidad; e incluso a adjetivos distinguidos como grande, primero o inmenso, que son igualmente nombres propios. Más raramente aparecen marcas figurativas, como un sol o un sapèque, esta última una moneda china e indochina de bronce o cobre con un agujero cuadrado en el centro.
La práctica del resellado apareció en el siglo XVII. Se verificaban la ley y el peso de las medidas por métodos diversos, y se marcaban por el comerciante que había realizado el control mediante un punzón, operación que se repetía cada vez que la pieza cambiaba de mano. Con el tiempo, las mismas se cubrían de contramarcas, haciendo inidentificables las monedas, e incluso se rompían. Finalmente, la moneda destruida o muy deteriorada se vendía por su peso y valor intrínseco, entre 6 y 700 piezas de cobre.
Según Te K’un, el primer banquero o comerciante en cuyas manos caía la moneda la resellaba con un minúsculo ideograma, dando desde entonces al comerciante y al particular su garantía del valor actual de la moneda. Esto se repetía con cada subsiguiente banquero, hasta que al final el dólar resellado parecía un disco o una taza de plata batida. La práctica se llevó a cabo hasta los tiempos de la República, y muchos dólares del país sufrieron el mismo destino. Pero en el norte y a lo largo del Yangtsé la moneda circulaba como había sido acuñada.
En 1838, Díaz Arenas recogía que:

Todos los pesos españoles que van a China se señalan con las marcas de las diferentes boticas (tiendas o casas de comercio chinas) por donde circulan, las cuales al fin causan su división en varios pedazos, y circulan por el peso en el comercio, y de que los pesos de Carlos IV que se llevan de Manila ganan de 8 a 10.

Según recoge Foerster, Eduard Kann, un oficial del ejército chino y eminente numismático, autor de varios libros sobre moneda china, en la ciudad de Foochow existía la práctica del resellado tan frecuentemente que desvirtuaba cualquier señal de acuñación original en la moneda, que acababa … en algunos casos asumiendo la forma y apariencia de un champiñón con viruela. 
En la obra de Roberts se afirmaba que cada moneda tenía la marca de la persona por cuyas manos había pasado, y que como el número de resellos rápidamente se hacía muy numeroso, era habitual que los trozos de las monedas se volviesen nuevamente a resellar y cada vez se hiciesen fragmentos más pequeños, que finalmente eran aceptados en el comercio por su peso. 

Bibliografía

CASTÁN, C., “Apuntes sobre los resellos y contramarcas chinas”, Crónica Numismática, febrero 2003, pp. 48-49.
DÍAZ ARENAS, R., Memoria sobre el comercio y navegación de las Islas Filipinas, Cádiz, 1838.
ECKFELDT, J.R., DU BOIS, W.E., A manual of gold and silver coins of all nations, stuck within the past century, Philadelphia, 1842.
FOERSTER, G.H., “La moneda viajera”, Crónica Numismática, octubre 2000, pp. 48-49.
FONTENLA BALLESTA, S., “Nota sobre los reales de a ocho y sus resello orientales”, Cuadernos de Numismática, Vol. 3, nº 24-25, mayo/junio 1980, pp. 27-29.
MONTANER AMORÓS, J., Los resellos. Las monedas españolas reselladas en el mundo, Valencia, 1999.
PÉREZ, G.S. “Manila galleons and Mexican pieces of eight (Mexico’s Contribution to the Financial and Commercial Development of the Philippines)”, Nvmisma 18, enero-febrero 1956, pp. 39-54.
ROBERTS, E., Embassy to the Eastern Courts of Cochin-China, Siam and Muscat, in the U.S. Sloop-of-War Peacock, David Geisinger, Commander, during the years 1832-3-4, New York, 1837.
SÁNCHEZ DE ARZA, V., “Reales de a ocho contramarcados con caracteres chinos”, Nvmisma 64, septiembre-octubre 1963, pp. 9-20.
TE K’UN, C., “A brief history of Chinese silver currency”, en Selections from the Numismatist, American Numismatic Association, Whitman Publishing Company, 1961, pp. 260 y ss.
THIERRY, F. “Les réaux espagnols et les contramarques chinoises”, Acta Numismàtica 16, 1986, pp. 175-190.