viernes, 28 de julio de 2017

Los vellones de 1660 y la guerra contra Portugal

Publicado en Panorama Numismático, 27 de Julio de 2017

Tras la firma del Tratado de los Pirineos en 1659 y el final de los enfrentamientos contra Francia, tras casi tres décadas de guerra abierta en Europa, los Habsburgo volvieron sus ojos hacia el frente que tenían abierto en el occidente de la Península Ibérica. Para su financiación se recurrió a una emisión a gran escala de vellón de molino con liga de plata en 1660, de corta existencia, dado que por su fácil falsificación se paralizó su emisión en 1664.

   La conocida como Guerra de Restauración portuguesa había comenzado en 1640, durante el convulso periodo en el que Cataluña, Aragón, Andalucía, Nápoles y el propio Portugal se negaron a colaborar con la Unión de Armas e iniciaron movimientos secesionistas. De ellos, sólo la proclamación de la República en Cataluña por Pau Claris y la entrega del Principado al rey Luis XIII de Francia y la defección de Portugal siguieron adelante. En el caso portugués, no todos los territorios reconocieron la secesión, como sucedió con Macao y con el sur del Brasil, en las ciudades de Sao Paulo y Río de Janeiro, si bien sus pretensiones fueron desestimadas por los  monarcas españoles al esperar  recuperar la metrópoli y con ella todos los territorio ultramarinos, y con la plaza de Ceuta, que quedó definitivamente unida a Castilla tras la independencia lusitana.

   Como recoge Fernando Serrano, el levantamiento de Cataluña fue visto como una amenaza directa por parte de Francia y la proyección de las crueles guerras que asolaban Europa en la Península, lo que realmente se plasmó en territorio catalán con su ocupación por los ejércitos franceses, mientras que se consideró la aventura del Duque de Braganza como un disturbio doméstico que, al carecer de fronteras físicas con las potencias occidentales estaba condenado al fracaso. Por ello el esfuerzo bélico se concentró en el frente catalán, y, mientras que a su recuperación se dedicaron crecidas cantidades de moneda de plata, para el frente de Portugal se dedicaron cantidades siempre escasas de moneda de vellón. No se puede obviar asimismo que el dilatado conflicto con Portugal coincide con la Guerra de los Treinta Años, con la de los Ochenta Años en Flandes y con continuos enfrentamientos con Francia e Inglaterra.

   La asignación dedicada al ejército de Badajoz y demás fronteras con Portugal, que alcanzaba a las tropas de Galicia, Puebla de Sanabria, Zamora, Ciudad Rodrigo y Ayamonte, era por tanto satisfecha en la degradada moneda de vellón, alcanzando según Serrano solamente de un dos a un tres por ciento la que era satisfecha en plata entre los años 1643 y 1654. Por ello, este dilatado conflicto consistió principalmente en escaramuzas fronterizas y pequeñas incursiones en ambos lados de la raya, habiendo sólo cinco enfrentamientos que pueden considerarse como auténticas batallas, todas ellas ganadas por los lusitanos, en los 28 años de conflicto.

   El esfuerzo bélico y tributario recayó sobre las áreas fronterizas, especialmente sobre Extremadura, y sobre sus milicias locales, y la especulación, el contrabando y la destrucción se convirtieron en endémicas a ambos lados de la frontera. La circulación de esta mala moneda ahogó asimismo la posibilidad de ahorro de la población por los excedentes agrarios y la creación de cualquier tipo de manufacturas, creando un caos cuyas huellas eran aún visibles un siglo más tarde. En el contexto global de la economía castellana, la remisión a la raya portuguesa de cuantiosas cantidades de vellón incidió en la bajada del premio de la plata, dado que el grueso de ese numerario era expedido hacia occidente desde Madrid.

   En este contexto se ha de enmarcar la creación de la Casa de Moneda de Trujillo, la única fundada hasta ese momento en los reinos de Castilla durante la dinastía de los Habsburgo, que se creó para la exclusiva labor del resellado de moneda, en el contexto del levantamiento de Portugal. Esta ceca comenzó a operar el 12 de abril de 1641, resellando la moneda de ocho maravedíes batidas a martillo. Su actividad cesó el día 6 de marzo del año siguiente, pero volvió a operar nuevamente con los resellos de 1651, 1654 y 1658. Tras la emisión de moneda de molino de 1660, sus últimas labores se realizaron en 1680, y fue definitivamente cerrada un año después.

   El 11 de noviembre de 1651 se volvió a subir el facial del vellón, menos en el caso de la calderilla, a su valor de 1642, produciéndose tumultos, numerosos fraudes y resellos ilegales. Los particulares tenían un plazo de treinta días para llevar a las Casas de Moneda sus piezas para ser reselladas. Dicho resello consistió, para las nuevas piezas de ocho maravedíes, en un óvalo con pequeños adornos, en el que constaba el año del resello y la marca de ceca, en el anverso, y en el reverso la cifra de valor dentro de otro óvalo. Para las piezas que nuevamente tenían un valor de cuatro maravedíes, en el anverso se grabó un círculo, dentro del que se encontraba la fecha con un florón encima y la marca de ceca, mientras en el reverso aparecía un 4 dentro de un círculo y entre dos florones.

   Según Almenara, se acuñaron en virtud de esta pragmática nuevas monedas de vellón grueso con valor de dos maravedíes, hoy en día desconocidas, previniéndose en la misma la labra de cien mil ducados. Esta nueva moneda no fue devaluada según este autor a la cuarta parte, a pesar de ser de cobre puro, y fue equiparada a la calderilla, al decretarse su continuidad,  a pesar de la extinción de todo el vellón grueso decretado a finales del año siguiente. Basa su afirmación de que dicha emisión se llevó a cabo en un informe realizado por Jerónimo de Arredondo, superintendente de la ceca de Trujillo, de fecha 16 de junio de 1652, y en los libros de cuentas de las cecas de Burgos, La Coruña y otras referencias adicionales en otras Casas de Moneda.

   De acuerdo con lo prevenido en la Instrucción remitida a los superintendentes y tesoreros de las cecas el 25 de noviembre de 1651 debían tener las estampas de un castillo por una parte y un león en la otra, y con las leyendas de la orla que tenían los cuños y estampas de las monedas que se labraban del mismo peso y valor, y una talla de 280 maravedíes por marco, con un peso de 1,64 gramos. El metal a utilizar debía ser el de las monedas que se quebrasen con el resello de las piezas de cuatro y ocho maravedíes. Las mismas se debían ejecutar en las nueve Casas de Moneda ordinarias, así como en el Real Ingenio y, si se pudiese, en la ceca de Trujillo.

   Al final de su reinado, Felipe IV realizó una nueva alteración de la moneda de vellón, mandando labrar una nueva especie monetaria de cobre ligada con plata, por Real Pragmática de 29 de octubre de 1660, conocida como de molino, sustituyendo la acuñación a martillo por la de molinos hidráulicos. La idea de construir molinos en todas las cecas fue idea de los arbitristas catalanes para evitar las falsificaciones, y los mismos fueron construidos en un plazo inferior a dos años, siendo contratados por los asentistas que llevaban a cabo las acuñaciones, que eran en la mayoría de los casos ingenieros catalanes, y en otros ingenieros madrileños que copiaron las obras que los ingenieros catalanes hicieron en su ciudad.

   Murray afirma que posiblemente sea la serie más falsificada de la historia numismática española. Según de Santiago, mientras que Segovia, Cuenca y Granada utilizaron la energía hidráulica, el resto de las cecas utilizaron molinos de sangre movidos por mulas. Una vez se decidió su desmantelamiento, llama la atención los importantes gastos que supusieron y los pocos rendimientos que se obtuvieron con su desmontaje, dado que en ningún caso se optó por mantenerlos para acuñar monedas de otros metales. Para esta emisión se abrieron dos nuevas Casas de Moneda, la de la Puerta de Alcalá de Madrid y la de Córdoba.

   Esta moneda contendría un 7% de plata, y una talla de 816 maravedíes por marco. Se trataba, según García Caballero, de una moneda de vellón rico, con una liga de plata de 20 granos por marco. El coste de cada marco de esta moneda era de 4 ochavas, 2 tomines y 8 granos de plata fina de la liga, lo que suponía 4 reales y 29 maravedíes de plata, así como las 7 onzas, 3 ochavas, 3 tomines y 4 granos de cobre, que valían 1 real y 8 maravedíes de plata. Entre ambos metales el coste era de 6 reales y 3 maravedíes de plata, con lo que hasta los 24 reales de plata que se sacaban por marco el beneficio suponía 17 reales y 31 maravedíes, de los que se tendrían que descontar el braceaje, mermas y regalía, siendo la ganancia excesiva.      

   Los faciales de esta emisión eran de dos, cuatro, ocho y dieciséis maravedíes, y en todas ellas en su anverso aparecía el busto del monarca, cambiando los escudos de sus reversos. En su anverso aparece el busto del rey a derecha, con acusado maxilar, bigotes y cabellera y la leyenda PHILIPPVS IIII D.G.; en su reverso el escudo de la monarquía española incluyendo el escusón de Portugal y la leyenda HISPANIARUM REX 1661, a su derecha la marca de valor 16, y a la izquierda la marca de la ceca. En las emisiones posteriores se utilizaron los mismos tipos, pero el valor artístico era muy vario, dependiendo de los ensayadores.

   Se empezó a acuñar a partir del 17 de octubre en las cecas de Burgos, Córdoba, La Coruña, Cuenca, Granada, Madrid, Segovia, Sevilla, Valladolid y Trujillo.  El beneficio de su emisión, en torno al 60%, estaba destinado a la financiación de la guerra con Portugal, según Domínguez Ortiz. Por su fácil falsificación, esta moneda causó muchas alteraciones, y el 29 de octubre de 1661 se ordenó que fuese entregada en las cecas o usada para pagar las contribuciones.

   El 14 de octubre de 1664 se paralizó la emisión de moneda de molino, reduciendo su valor nominal a la mitad, y se prohibió la circulación de la calderilla y de la moneda de cobre puro.  Esta medida tuvo como consecuencia la bajada del premio de la plata de un 150% en septiembre a un 50% en octubre de este mismo año, aunque a partir de este momento comenzará otra vez a subir, alcanzando el 180% en 1669, el 200% en 1675, y el 275% en febrero de 1680.

   Pierre Vilar, comentando el libro Guerra y Precios en España de Hamilton, se planteaba que la inflación del vellón entre 1650 a 1680 no vino exclusivamente determinado por las necesidades de las guerras exteriores, dado que estas medidas tomadas entre 1661 y 1664, que llevaron a un aumento de emisiones y de precios de una intensidad desconocida desde los días del descubrimiento de América, se produjeron en un periodo de paz, aparentemente muy tranquilo, mientras que las desastrosas guerras contra Luis XIV entre 1689 y 1697 no perjudicaron la estabilización conseguida por la deflación en 1680. Este ínclito hispanista no tuvo en cuenta en su análisis, como hemos estudiado en este artículo, este conflicto enquistado, que terminó con la definitiva independencia de Portugal, reconocida finalmente por el Tratado de Lisboa de 1668.


Para saber más:

ALMENARA, E., “Las monedas olvidadas. La acuñación del numerario de cobre durante el resello de Felipe IV”, NVMISMA, nº 251, enero-diciembre 2007, pp. 295-317.
ALMENARA, E., “Una ceca para Extremadura. Trujillo (1641-1681)” NVMISMA, nº 253, enero-diciembre 2009, pp. 101-115.
FRONCHOSO, R., "La Real Casa de la Moneda de Córdoba 1661-1665. Su apertura, cierre y transformación", NVMISMA, nº 250, enero-diciembre 2006, pp. 555-564.
GARCIA CAVALLERO, J., Breve cotejo, y valance de las pesas y medidas de varias Naciones, Madrid, 1731.
MATEU Y LLOPIS, F., "Las acuñaciones iconográficas de vellón de Felipe IV (1661-1664)”, NVMISMA, nº 14, enero-marzo 1955, pp. 99-106.
MURRAY, G., "La Real Casa de Moneda de Molinos de Córdoba; aportación de documentos al descubrimiento de esta ceca moneda por Antonio Orol, a su memoria", NVMISMA, nº 230, enero-junio 1992, pp. 309-338.
MURRAY, G., La mecanización de las cecas españolas: desde Segovia (1585) hasta Potosí (1767), Conferencia dictada en el I Congreso Centroamericano de Numismática, San José, Costa Rica, Museos del Banco Central, 18-21  de septiembre de 2002, disponible en www.SegoviaMint.org
OROL PERNAS, A., "Nueva ceca en Madrid. La casa de moneda de molinos de la Puerta de Alcalá", NVMISMA, nº 222-227, enero-diciembre 1990, pp. 57-80.
OROL PERNAS, A., "La Real Casa de Moneda de Trujillo", NVMISMA, nº 231, enero-diciembre 1992, pp. 205-223.
OROL PERNAS, A., "Madrid-Retiro, la ceca que nunca existió", NVMISMA, nº 231, enero-diciembre 1992, pp. 201-204.
OROL PERNAS, A., "La Real Casa de Moneda de Córdoba en el siglo XVII (una Ceca hasta hoy desconocida)", NVMISMA, nº 231, enero-diciembre 1992, pp. 265-267.
PÉREZ SINDREU, F. de P., " El vellón durante los Austrias y la Casa de Moneda de Sevilla", NVMISMA, nº 248 - Enero-Diciembre 2004, pp. 49-63.
SAINZ VARONA, F.A., "La emisión de vellón de 1661-1664 en la Casa de la Moneda de Burgos y la sigla R de ensayador", NVMISMA, nº 248 - Enero-Diciembre 2004, pp. 65-91.
SANTIAGO FERNÁNDEZ, J. de, Política monetaria en Castilla durante el siglo XVII, Valladolid, 2000.
SANTIAGO FERNÁNDEZ, J. de, “Monedas de vellón circulantes en Castilla durante el Reinado de Carlos II (1665-1700)”, Revue Numismatique, nº 165, 2009, pp. 339-356.
SANTIAGO FERNÁNDEZ, J. de, “El desmantelamiento de los ingenios de Molino en las cecas castellanas en los primeros años del reinado de Carlos II”, Cuadernos de Investigación Histórica, nº 27, 2010, pp. 209-236
VILAR, P., Crecimiento y Desarrollo, Barcelona, 2001.

lunes, 17 de julio de 2017

El origen de la onza española: Los escudos de 1535

Publicado en Oro Información, 17 de julio de 2017.


Durante muchos años se han sucedido los estudios monográficos sobre la capital importancia que tuvo la moneda de plata española de la Edad Moderna, el real de a ocho, también conocido como piastra, peso o simplemente duro, en la creación de los sistemas monetarios de la mayor parte de los países del mundo, y que ha llegado hasta nuestros días en aquellos que tienen como patrón el peso, los diferentes dólares aún en vigor y las principales monedas de Asia, como el Yuan, el Yen o el Won. No abundan, sin embargo, aquellos que estudian la importancia de la moneda española de oro de la misma época, los ocho escudos u onza, que se convirtió con el paso del tiempo en la base de las actuales monedas de inversión a lo largo y ancho del orbe.

Para encontrar el origen de la onza en el sistema monetario español debemos remontarnos hasta 1535. Hasta ese momento, la moneda castellana de oro era el excelente, de magnífica ley, que era sacada hacia los países extranjeros, principalmente a Francia, dado que mientras que su valor en Castilla era de 375 maravedíes, en Portugal era de 410 y en Francia de 450, e incluso en este último país recibía un premio de entre un 40 y 50%. Debido a esta saca, que producía escasez de la misma en los Reinos de Castilla, las Cortes solicitaron reiteradamente la rebaja de la ley de la moneda y el aumento de su valor nominal.

En ese año de 1535 se ordenó por primera vez la acuñación de una nueva especie monetaria, el escudo de oro o corona, para el que se estudiaron como posibles modelos la corona de sol francesa y el escudo de los distintos estados italianos. Ambos tenían una ley y un peso similar, de 22 quilates y de 3,20 a 3,80 gramos. Por Real Cédula de 30 de mayo de ese año firmada en Barcelona se ordenó la labra de estas nuevas coronas o escudos, conocidos como imperiales, para financiar la expedición del Emperador a Túnez, limitando su circulación a los territorios por los que la expedición transcurriese. Para esta acuñación masiva se trajeron a la Ciudad Condal monederos de todos los rincones de los Reinos de España: Pamplona, Perpiñán, Zaragoza, Burgos, Toledo… y se utilizaron para tal fin tanto el Tesoro del Perú, procedente del rescate de Atahualpa, como el rescate de los Príncipes de Francia, pagado por Francisco I.

Nuevamente fue un acontecimiento bélico el que hizo que el escudo se convirtiese en la moneda áurea de la Edad Moderna, la muerte de Francisco II Sforza, que llevó a la anexión del Milanesado a la Monarquía Hispánica hasta la Paz de Utrecht en 1714. En las Cortes de Valladolid de 1537 se fijó su ley en 22 quilates de oro, un 91,66% de finura, un peso teórico de 3,38 gramos y un valor de 350 maravedíes. El título y el peso de la moneda castellana de oro no se volvieron a alterar hasta las reformas llevadas a cabo por la Casa de Borbón, si bien su valor nominal pasó en 1566, durante el reinado de Felipe II, a 400 maravedíes, en 1609, en el de Felipe III,  a 440, y se fue readecuando posteriormente. Su tipología monetaria fue asimismo muy longeva, dado que duró hasta mediados del siglo XVIII, y constaba del escudo grande de la Monarquía en su anverso y la cruz de Jerusalén rodeada de una orla lobulada en su reverso.    

La posterior adopción de los ocho escudos u onza como unidad superior del sistema convirtió a esta moneda en la divisa áurea internacional. El vocablo onza se popularizó en Europa durante el reinado de Felipe III y en los Reinos de las Indias desde que comenzó su labra a partir de 1675, en el reinado de Carlos II. Por Pragmática de 29 de mayo de 1779, casi dos siglos y medio después de su creación, la moneda castellana de oro sufrió una rebaja en su ley a 21 quilates y 2 ½ granos, si bien conservó su talla de 68 escudos por marco de Castilla. En sucesivos artículos conoceremos más curiosidades de esta nuestra universal moneda de oro, que nunca ha de asemejarse con la medida de peso anglosajona, la onza troy, equivalente a 31,10 gr.

Para saber más:

Beltrán, A., Introducción a la Numismática universal, Madrid, 1987, 
Francisco Olmos, J.M. de, “El uso de la tipología monetaria como arma de propaganda en la lucha entre Carlos I y Francisco I”, Revista General de Información y Documentación, Volumen 7, nº1, Madrid, (1997), pp. 345-372.
Francisco Olmos, J.M. de,  “La evolución de la tipología monetaria en Castilla y América durante el siglo XVI, , IV Jornadas científicas sobre documentación en Castilla e Indias durante el siglo XVI, Departamento de Ciencias y Técnicas Historiográficas UCM, Madrid, 2005, pp. 87-140.
García Del Paso, J.I., La Política Monetaria Castellana de los siglos XVI y XVII, Departamento de Análisis Económico, Universidad Complutense de Madrid, Julio 2001.
García Guerra, E., “Moneda en España en los siglos XVI-XVIII”, en Historia de España XIV, Historia Moderna, La economía en la España Moderna, Madrid, 2006, pp. 201-240.
Pérez Sindreu, F. de P., "Acuñaciones mandadas efectuar en Barcelona por Carlos I en 1535", NVMISMA, nº 230, enero-junio 1992, pp. 279-295.
Ruiz Trapero, M., "La Onza: su importancia y trascendencia", V Jornadas Científicas sobre Documentación de Castilla e Indias en el siglo XVII, Madrid, 2006, pp. 313-328.