domingo, 21 de septiembre de 2014

Sigilografía versus Filatelia


Publicado en Crónica Filatélica, nº 242, Abril 2006


La sigilografía, hasta el siglo XVIII conocida como esfragística, es una ciencia historiográfica que se ocupa del estudio material y formal de los sellos, en su acepción estricta. Para la misma, se entiende por sello cualquier tipo de imagen, signo o representación utilizada con fines validatorios e identificativos de los documentos o escritos en los que se incluye por estampación o aposición. Los sellos así concebidos surgieron en las más diversas y remotas culturas a la par que los propios documentos y la escritura misma, si bien, obviamente, sus funciones han ido variando a través del tiempo.
 
La pérdida de la función validatoria de los sellos así considerados es patente en el mundo actual. Aunque se ha conservado la costumbre de estamparlos o imprimirlos, tanto en el ámbito administrativo como en el judicial, comercial, profesional e institucional, aún en aquellos casos en los que las leyes exigen su presencia, su función básica es la corroborativa, no afectando dicha exigencia a la validez legal del documento, sino más bien a su solemnidad.
 
Dentro de este concepto restringido de sello, basado en su unidad tipológica y en su fuerte valor jurídico, no cabría considerar el sello postal, el objeto de estudio de la Filatelia, definida por la Real Academia como la afición a coleccionar y estudiar sellos de correos. Tampoco entrarían dentro del mismo otros signos de clara función recaudatoria, burocrática o administrativa, como los timbres móviles del Estado que, como en el caso de los sellos postales, son considerados como una justificación o recibo de haber satisfecho una tasa.
 
No obstante lo anterior, no cabe ninguna duda de que los sellos de correos son herederos directos de los primeros. El uso generalizado desde el siglo XVII de los sellos en tinta, con tipología afín a los tradicionales sellos diplomáticos, la llamada renta del papel sellado, instaurada por Felipe IV en 1636, estableciendo la obligatoriedad del uso del papel sellado con las armas reales para todos los documentos otorgados entre particulares, y los presellados en seco para adherir son sus claros antecesores.
 
El sello real con las armas de Castilla y León, conocido como sello negro, fue utilizado desde 1715 como franquicia postal o carta franca de porte. Un año después, el correo pasó a considerarse de carácter público y se comenzó a marcar las cartas con las localidades de expedición. En las leyes que regularon este servicio, como en las promulgadas en 1756 y 1779, se utiliza explícitamente el término sello en referencia a las oficinas en las que se llevaban a cabo estas marcas, lo que indudablemente fue determinante para que dicho nombre se conservase para los sellos postales adhesivos en 1850.
 
Coetáneamente se comenzó a utilizar el papel presellado para algunos documentos, singularmente los conocidos como oficios que, como en el caso de las marcas postales, tenían una tipología diferente a los sellos diplomáticos, con leyendas horizontales y sin gráfila u orla. De los presellados para adherir realizados en tinta heredaron su forma, cuadrada o rectangular, para facilitar su recortado. Como era habitual en los sellos en seco, muy utilizados en la época de Fernando VII, el motivo de las primeras emisiones postales fue la cabeza o el busto del soberano reinante.
 
Podemos por tanto llegar a la conclusión de que existe una cierta continuidad entre esa ciencia y esta afición. El estudio de los sellos, con tantos milenios de existencia, solamente viene siendo considerado como científico desde finales del siglo XIX y el XX, en el que todos los lectores de esta revista nacimos. No ha de pasar tanto tiempo para que, a mi modesto entender, la actual afición pase a considerarse, en el ámbito académico, como una nueva ciencia historiográfica con rango científico-técnico universitario.
 
La Filatelia cumple múltiples funciones en la sociedad actual, tanto en el campo puramente lúdico como en el económico, aunando el placer del coleccionismo con la seguridad en la inversión. Pero no podemos olvidar que las emisiones postales son fiel reflejo de todas las ciencias y las letras, de lo más granado de la cultura y de la naturaleza de los Estados que las realizan.
 
Para cualquier actual ciudadano del orbe sería impensable un mundo en el que el sello de correos no hubiese existido. Y cada uno de ellos, entre los millones emitidos, es un documento vivo de la Historia.

miércoles, 3 de septiembre de 2014

La moneda de Pedro II de Aragón

Publicado en Numismático Digital el 3 de septiembre de 2014
http://www.numismaticodigital.com/noticia/7629/


En el reinado de Pedro II el Católico de Aragón, el monarca que venció junto a otros reyes hispanos en la cruzada contra los almohades en las Navas de Tolosa, y que encontró la muerte un año después a manos de otros cruzados en Muret, defendiendo a sus súbditos occitanos, se produjeron importantes acontecimientos en el ámbito numismático.

A finales del siglo XII el numerario corriente en Aragón estaba compuesto por vellón propio batido en dineros y en meajas u óbolos, que coexistía con los morabetinos almorávides y castellanos de oro y con otras monedas procedentes igualmente de Castilla, de Cataluña y de Bearne. Ante esta situación, el monarca ordenó que en el reino circulase únicamente la moneda jaquesa, tasando el resto del circulante en relación a la misma, según su talla y ley y valorada en sueldos y dineros jaqueses. Durante su reinado debieron funcionar varios talleres, y concedió al obispo de Huesca la décima parte del beneficio obtenido por su labra. En 1212 concedió a la Orden del Temple la custodia de los cuños de la moneda jaquesa.

En las emisiones aragonesas que se llevaron a cabo en su reinado, dineros y óbolos, se recogen en sus anversos el busto coronado del monarca, y en sus reversos el conocido como arbor ad modum floris, árbol crucífero presentado como un arbusto con dos ramas con una cruz saliendo de su tronco, y la leyenda ARA GON a ambos lados. Este motivo fue, como recogía Mateu y Llopis, originario del numario condal y episcopal catalán, pasando posteriormente a ser representado en Navarra, Aragón y Valencia, siguió vigente en los dineros de vellón en las emisiones de la Corona de Aragón incluso hasta finales del siglo XVII, y se encuentra asimismo en las emisiones castellanas de Alfonso VI y Alfonso VII.

También es durante su reinado cuando se instaura el derecho del monedaje para Aragón y Cataluña, que se fijó en las Provisiones de Huesca de noviembre de 1205. Esta gabela consistía en el derecho real de un maravedí, siete sueldos jaqueses,  cada siete años, a cambio de que el soberano consintiera en no fabricar nueva moneda y renunciase al lucro que conllevaba su labra. Se cobraba a los súbditos musulmanes y cristianos con un patrimonio o bienes raíces superior a los setenta sueldos jaqueses, con la sola exclusión de los ricos omnes. El tributo obligaba igualmente a los infanzones, a los caballeros, a las gentes pertenecientes a los señoríos de las órdenes militares y a los clérigos regulares de cualquier orden. Posteriormente se exoneró del mismo a las aljamas judías, a los caballeros, a los infanzones y a los clérigos.

Importante es en el ámbito monetario el Real Privilegio por el que en el año 1208 eximió a los oficiales de la fábrica de moneda de Barcelona de los tributos reales, hueste, cabalgada y otros mientras trabajasen en sus oficios. El documento, transcrito íntegramente en su latín original por Josep Salat, muestra la importancia que se le daba al trabajo de los monederos, al exonerarles tanto del pago de impuestos como del servicio de armas, tanto en su propio territorio como en otros reinos. Este privilegio fue asimismo confirmado por su hijo Jaime I y por el infante don Pedro durante su vida y diez años después de su fallecimiento.

Anna M. Balaguer afirma que es más que posible confirmar que, movido por su necesidad de fondos debida a las guerras que llevó a cabo contra los almohades y en el Languedoc, el rey acuñó moneda en Vic, consintiendo una emisión de baja ley en la que los beneficios revirtieron a la Corona, citando el caso de un diner a nombre de PETRUS y que no porta la simbología religiosa propia de las emisiones de esta sede episcopal. Batió igualmente moneda en Cabrera, según esta autora.  

Pedro II, I de Cataluña, fue el creador de los conocidos como dineros y óbolos de cuaterno o quatern de la ceca de Barcelona, cuyo marco valía en 1203 44 sueldos, como en 1180. Esta moneda se recoge en los documentos como bone moneta barchinone. Este numerario de cuaterno fue creado por decisión del IX de las Calendas de Abril de 1212. Conocida también como moneda de cort, estaba compuesta de ocho marcos de cobre y cuatro de plata, y su fabricación duró doce años. En 1221 su hijo Jaime I creó la moneda de los doblenc, la primera moneda catalana que porta las barras de la Corona, con un valor de  88 sueldos el marco, y  en 1256 se instauró la definitiva del tern, con una parte de plata y tres de cobre en su liga.

La moneda catalana se tallaba con una ley de 4 dineros, lo que se observó según los estudios de Anna M. Balaguer en las acuñaciones barcelonesas, salvo en una emisión fraudulenta llevada a cabo entre los años 1211 y 1213.  En el mismo sentido se manifestaba Asso del Río a finales del siglo XVIII en relación a la moneda aragonesa, afirmando que aún siéndole imposible establecer las que pertenecieron realmente a su reinado, de la confirmación posterior de su hijo por el Privilegio de Daroca de 1223 y de su ofrecimiento de que no corriese en el reino otra que la de su padre, podía inferirse que estuvo ajustada a la ley y al peso acostumbrados.

Corría asimismo en sus estados la moneda melgoriense, como recogía en el siglo XVIII don Gaspar Melchor de Jovellanos:

   Corrió también en aquel siglo, y acaso antes por ser moneda muy antigua y preciada en el comercio de las provincias orientales de España y Francia, la moneda llamada malgulense… Su verdadero nombre era melgoriense, pues se labraba en Melgueil, en latín Melgorium, y en el antiguo vulgar, Manguyo, de do le vino el de malgulense. Labrábanla los condes de Melgueil, que tenían su estado y residencia cerca de Magalona, por donde algunos creyeron equivocadamente que se llamó magalonse, y es la misma que habla Dameto, llamándola malgrina, y contándola entre las suprimidas por el rey don Jaime en 1247.

   No es extraño que esta moneda fuese también admitida en el comercio, así por su buena ley, como por otra razón que se deduce de la Historia del Langüedoc, tomo II, pág. 110. 

  Según esta, en el producto del cuño de Melgueil adquirieron cierta parte los señores de Mompeller, y para preservarla sin mengua, se otorgó en 1130 cierta concordia entre Bernardo, conde de Melgueil, y Guillermo, señor de Mompeller, por la cual el primero se obligó á conservar fiel y perpetuamente la ley establecida para su moneda, y el segundo, á no labrarla ni falsificarla. Y como ambos derechos recayeron después en la casa de Aragon, así por el matrimonio de Beatriz, condesa de Melgueil, con Berenguer Ramón, señor de Provenza, como por el de la heredera de Mompeller con Pedro II de Aragon, padres del Conquistador, no es extraño que la moneda melgoriense se hiciese tan comun por sus estados. 

Así, como recogía Poey d’Avant, en 1204 el monarca aragonés contrató con Raimundo VI, conde de Tolosa, todas sus posesiones en el condado de Milhau y de Gévaudan por la suma de 150.000 sueldos melgorienses, valorados en 30.000 marcos de plata fina. Este ejemplo, entre otros, mostraba para este autor que esta moneda tenía amplia circulación en el Midi francés, siendo igualmente una moneda de cuenta formada por un número variable de dineros.

Si bien el condado de Montpellier pasó a ser un dominio de la Casa de Aragón en 1204 por el matrimonio de Pedro con María, la hija de Guillermo XII, fue en el reinado de su hijo Jaime cuando se batieron gros en su ceca con la leyenda IACOBVS DEI GRA REX ARAGONV y una cruz de lados iguales con coronas en cada uno de sus lados en el anverso, y DOMINVS MONTIS PESULANI y un escudo en su reverso con un lambel a cuatro pendientes y un cangrejo dentro de un círculo y con seis lóbulos exteriores en su reverso, de un peso de 72 gramos. En algunos textos franceses del siglo XIX estas monedas son adjudicadas al monarca Jaime II.

Según Poey, los reyes de Aragón fueron los primeros que emitieron moneda con la titulación de condes de Provenza y asimismo los primeros que utilizaron en busto en sus óbolos y dineros, lo que no mucho más tarde fue copiado por los reyes de Francia. Alfonso II, el padre de Pedro II, los acuñó tanto con busto como con corona, con las leyendas REX ARAGONE en anverso y PROVINCIA en reverso. Rousseau informaba que en su colección tenía un óbolo de Ramón Berenguer IV, fechado erróneamente entre 1209 y 1245, con el escudo de Aragón en el anverso y la leyenda R.BE.CO.MES, y PVINCIE y cruz cortando la leyenda en el reverso, y afirmaba que no había más de tres o cuatro ejemplares conocidos del mismo.

De Witte afirmaba que en los óbolos batidos por Alfonso II en Provenza el motivo del anverso no era, como afirmaban otros autores, un busto informe, sino una mitra orlada de perlas. La leyenda prueba que es una emisión real, mientras que la mitra a su entender mostraba que un prelado estaba interesado en el proceso de fabricación. Este prelado sería, según este autor, el Arzobispo de Arles, Raimundo de Bollène. Este autor recogía asimismo que en los dineros y óbolos con la mitra abundaban en todos los gabinetes numismáticos provenzales.

Bibliografía:

ASSO Y DEL RIO, I.J., Historia de la economía política de Aragon, Zaragoza, 1789, p. 439.
BALAGUER, A.M., Història de la moneda dels comtats catalans, Barberà del Vallès, 1999.
CAYÓN, A., C. y J., Las monedas españolas. Del tremis al euro. Del 411 a nuestros días, XII ed., Madrid, 1998.
CHAVERT, J., Description de monnaies françaises royales et féodales, Paris, 1862.
NOCEDAL, C., Biblioteca de Autores Españoles, desde la formación del leguaje hasta nuestros días. Obras publicadas é inéditas de don Gaspar Melchor de Jovellanos, T. II, Madrid, 1859, p. 485.
MATEU IBARS, J. y M.D., Colectánea paleográfica de la Corona de Aragón: Texto y transcripciones, Barcelona, 1991, pp. 581.
MATEU Y LLOPIS, F., “El "arbor ad modum floris" en dineros de Cataluña, Navarra, Aragón y Valencia, siglos X a XIII”, Príncipe de Viana, nº 116 y 117, 1969, pp. 245-254.
ORCÁSTEGUI GROS, C., “La reglamentación del Impuesto del Monedaje en Aragón en los siglos XIII-XV”, Aragón en la Edad Media, V, Zaragoza, pp. 113-121.
POEY D’AVANT, F., Description des monnaies seigneuriales françaises composant la collection de m. F. Poey d'Avant, Fontenay-Vendée, 1853.
FILLON, B., Collection Jean Rousseu, Monnaies féodales françaises, Paris, 1860.
SALAT, J., Tratado de las monedas labradas en el Principado de Cataluña, T. I y II, Barcelona, 1818.
WITTE, J. de, LONGPERIER, A. de, Revue Numismatique Tome Dixieme, Paris, 1865.

Documentos del Archivo del Ayuntamiento de Zaragoza :

Serie Diplomática, R015, Privilegio Real, 1218, septiembre, 1. Lérida. Jaime I, rey de Aragón, confirma la moneda jaquesa batida por su padre, Pedro II, y dispone medidas sobre su protección y curso legal.
Serie Diplomática, R017, Privilegio Real, 1221. abril, 19. Huesca. Jaime I, rey de Aragón, y su curia, confirman la moneda jaquesa acuñada por Pedro II, regulan su empleo y sancionan sus alteraciones.
Serie Diplomática, R017, Privilegio Real, 1223, marzo, 18. Daroca. Jaime I, rey de Aragón, otorga nueva confirmación de la moneda jaquesa acuñada por su padre Pedro II, que protege con diversas medidas.

 Páginas web :

Artículos Numismática y Jaquesa, moneda de la Gran Enciclopedia Aragonesa.

Colecciones Caballero Historia de la Moneda