miércoles, 5 de diciembre de 2012

Contrabando y acuñación monetaria de la ceca de Perpiñán

Publicado en Numismático Digital, 5 de diciembre de 2012






En el convulso cuarto final del siglo XVIII francés destaca la figura de Jean Ribes, director de la Ceca de Perpiñán, que tejió una red de contrabando de reales de a ocho españoles a gran escala con el que surtía de monetario a toda Francia, dado que las acuñaciones de esta ceca superaban muchos años a los de la ceca capitalina

La salida fraudulenta de plata española hacia Francia fue una constante durante toda esa centuria. A ello contribuyeron tanto el mayor ratio del oro frente a la plata en España como la crónica escasez de moneda metálica en el país galo. En el último cuarto del siglo en el país vecino el excesivo gasto de la Corte, la pésima administración de la Hacienda y la participación en los conflictos bélicos, como la Guerra de Independencia de los Estados Unidos, unido a la práctica inexistencia de industria y a las restricciones en el comercio debidas al férreo control mercantilista, llevaron a la quiebra del Estado. A ello se unió desde 1778 la sequía, que hizo disminuir la producción cerealista y la cabaña ganadera.

La legislación española es reiterativa en sus intentos de paliar este tráfico ilegal, pero ni esta abundancia normativa ni las medidas tomadas en este sentido, como fueron la devaluación de la moneda y la reducción de su ley y el monopolio de las exportaciones otorgado al Banco Nacional de San Carlos consiguieron acabar con la saca a gran escala, si bien parece que la redujeron.

Este contrabando era defendido abiertamente incluso por el cónsul francés en Cádiz, Aubert, y era uno de los principales argumentos del conde de Mirabeu en sus ataques al Banco Nacional de San Carlos. Si bien el principal punto de salida de moneda de manera fraudulenta siguió siendo Cádiz, y se producía a lo largo de las fronteras con Portugal y Francia, fue posiblemente en la frontera catalana donde el tráfico ilícito estaba mejor organizado.

Las estructuras financieras de este tráfico a gran escala estaban soportadas por dos de las grandes fortunas del Rosellón. Los hermanos banqueros Raymond y Françoise Durand surtían de numerario a los contrabandistas para su avituallamiento, y la recepción y redistribución de la moneda introducida era controlada por el propio director de la Casa de Moneda de Perpiñán, Jean Ribes. Ribes, además de este cargo, ostentaba los de Receptor General de Finanzas de Tolosa, Orleans, el Rosellón y Montpellier, y trabajaba tanto como agente del gobierno para reconducir este tráfico como en su propio beneficio desde 1775.

Este tráfico se alimentaba de la perfección alcanzada por las letras de cambio, que permitían realizar los fondos en cualquier plaza que se designase, y su negociación sin problemas en las principales plazas bursátiles francesas. En 1783 y durante un lustro el Banco de San Carlos decidió que la exportación de moneda a Francia se realizase exclusivamente desde el puerto de Bayona, y no fue hasta 1787 cuando se habilitaron otros puntos de salida, en la frontera catalana y en el puerto de La Coruña.

Asimismo, se endurecieron las penas en 1786, dado que por el Tratado firmado el 24 de septiembre todas las monedas españolas que viajasen en cualquier barco de cualquier nacionalidad debían ir acompañadas de un certificado del cónsul español del puerto de embarque en el que constase su carga. Las exportaciones legales a Francia supusieron entre 1783 y 1789 noventa y ocho millones de reales de a ocho, siendo el principal destinatario el banco parisino Lecouteulx et Cie.

Un informe de l’Epinay de 23 de junio de 1785 indicaba que era Barcelona el destino de las letras de cambio giradas en Cádiz, Madrid y esta misma plaza, y los contactos de Ribes se extendían a compañías radicadas en las tres ciudades. La moneda metálica se conducía por arrieros a lomo de mulas vía Riba, Puigcerdá y Veibez hacia los pueblos fronterizos de la Cerdaña. Los puntos de entrada en Francia eran Le Perthus, Tolosa y el país de Foix, para centralizarse finalmente en la población de Montlouis.

Se estima que el número de contrabandistas era de unos cien mil, frente a cuarenta mil agentes de aduanas. El volumen del tráfico era tal que en Montluis se recibían semanalmente entre 50 y 60.000 reales de a ocho. Asimismo, se falseaban importaciones de carne procedente de Francia, se adelantaban fondos a los contrabandistas para ser devueltos en la Ciudad Condal, e incluso se premiaba a los pasajeros que pasasen moneda con destino a Francia. Los agentes españoles perseguían a los contrabandistas incluso en territorio galo, y los encuentros entre ambos acababan en ocasiones en enfrentamientos, e incluso en batallas campales, como pasó en abril de 1787 entre 400 guardias y 150 contrabandistas. En este comercio ilícito participaba activamente la población más humilde de la Cerdaña francesa, siendo la principal fuente de ingresos para muchos de los pueblos fronterizos.

Jean Ribes abastecía de moneda con este tráfico fraudulento a toda Francia. Una parte del producto de este comercio ilícito se quedaba en el área para el comercio regional, buena parte del mismo se reacuñaba y el resto se remitía a Tolosa, Montpellier, Limoges y a los bancos de Lyon, e incluso a la capital y a lugares mucho más alejados, como la Rochelle. Se estima que los escudos batidos en Perpiñán entraban en circulación tres días después de que los reales de a ocho de los que procedía su contenido habían llegado a Francia. Ribes se convirtió asimismo en el principal proveedor de la Caisse d’Ecompte y del gobierno galo, y trabajaba con Calonne, el Controlador General de Finanzas.

En 1786 la producción de medios escudos de plata de la ceca que dirigía es la mayor de toda Francia, y en 1789 se batieron en la misma más de novecientos mil escudos. En 1790 remitió a la Ceca de París dos millones de reales de a ocho, y en Perpiñan se acuñaron ciento once mil marcos de plata. Asimismo, compraba enormes cantidades de moneda española a comerciantes en Barcelona y en el Mediodía francés a un valor de 5 libras, 6 sueldos y 2 o 6 dineros por pieza,  y la revendía, en pocos días, con un pingüe beneficio de más de 8 dineros por pieza.

Los escudos de esta ceca están batidos a nombre de Luis XVI, según el diseño del Grabador Principal Benjamin Duvivier. En su anverso llevan su busto uniformado y con coleta a izquierda y la leyenda LUD XVI D G FR ET NAV REX. En su reverso encontramos un escudo coronado de tres flores de lis dentro de un campo oval rodeado de dos ramas de olivo, la leyenda SIN NOMEN DOMINI BENEDICTUM, el año y la marca de ceca Q. Su contenido en fino es de once dineros, y están batidos en 8,3 piezas el marco. Su diámetro es de 39 milímetros, y su valor facial era de 6 libras.

En el convulso año de 1792 Jean Ribes huyó de Francia y sus bienes fueron confiscados, no volviendo a Perpiñán hasta la época del Consulado, jurando la Constitución de 28 de vendimiario del Año IX. Entre los bienes que reclamó tras su vuelta como emigrado desposeído se encontraba un molino de harina habilitado para la fundición de pasta argéntea, situado en las proximidades de Perpiñán, en un lugar conocido como Quatre Cazals, lo que prueba que Ribes afinaba la plata en el mismo, fuera de las estancias de la ceca que dirigía,  en su propio beneficio.

Bibliografía:
BOMBRÉ, F. « Trafic de piastres à Perpignan au XVIIIº siècle », Bulletin de la SASL, vol. XC, 1982, pp. 53-60.
COLLIN, B., “l’atelier monétaire de Perpignan et le trafic des piastres à la fin du XVIIIº siècle », Acta Numismàtica 17-18, 1988, pp. 263-268 
Novísima Recopilación de las Leyes de España,  L. XII, T. VIII, leyes XII, XIII y XIV.
PÉREZ SARRIÓN, G. "Intereses financieros y nacionalismo. La pugna entre mercaderes banqueros españoles y franceses en Madrid, 1766-1796", Cuadernos de Historia Moderna, Anejos, 2008, VII, pp. 31-72, p. 39 y ss.
VENTURA I SUBIRATS, “La moneda a Catalunya durant el regnat de Carles III”,  Revista d’historia modena, nº 8, 1 , 1988, pp. 499-510.


miércoles, 7 de noviembre de 2012

El Tratado de Unión de la Gran Bretaña y sus consecuencias monetarias

Publicado en Numismático Digital, 7 de noviembre de 2012


http://www.numismaticodigital.com/noticia/6118/Art%C3%ADculos-Numism%C3%A1tica/tratado-uni%C3%B3n-gran-breta%C3%B1a-consecuencias-monetarias.html

En 1707 entró en vigor el Tratado de Unión entre Inglaterra y Escocia. Por el mismo, una Escocia arruinada tras el desastre de la expedición de asentamiento en el Darién renunció a su soberanía, a su Parlamento y a su moneda, recibiendo a cambio de una Inglaterra inmersa en la Guerra de Sucesión Española el reembolso de la deuda contraída y la posibilidad de navegar y comerciar con sus colonias.

Si bien desde 1603 ambos estados tenían un monarca común, tras la entronización de Jacobo VI de Escocia como Jacobo I Estuardo de Inglaterra, jurídicamente seguían siendo entres separados, aunque Escocia no tenía representación diplomática y carecía prácticamente de ejército y marina de guerra. Tras la Revolución Gloriosa de 1688 y la caída del último Estuardo, las relaciones entre ambos países entraron en una profunda crisis.

Las Actas de Navegación inglesas restringían el uso de barcos extranjeros, incluidos los escoceses, en el comercio con Ultramar, y las continuas guerras libradas por los ingleses habían roto sus tradicionales rutas comerciales con otros países europeos. A ello se unía el importante crecimiento industrial escocés, que sería en la centuria siguiente la base del poderío económico británico en la Primera Revolución Industrial.

Durante el siglo XVII, los escoceses habían intentado fundar colonias en el Nuevo Mundo, de corta vida, como fueron las de la actual Nueva Escocia, la isla de Cabo Bretón y Carolina del Sur, habiendo sido esta última destruida por los españoles de San Agustín, Florida, en 1686. Los Estados escoceses promulgaron en 1693 una ley que liberalizaba la creación de compañías de comercio para operar en todo el mundo, y dos años después se creó la Compañía Escocesa de África y las Indias, con un capital inicial fijado en 600.000 libras.

De este importe, la mitad se reuniría en Londres, dándose la circunstancia de que se recaudaron a la apertura de libros, en noviembre de 1695, en tan solo nueve días. Pero las Compañías de las Indias Orientales y de África inglesas obligaron a la Cámara de los Comunes a que forzasen a los accionistas a que retirasen sus depósitos. Los escoceses, indignados, redujeron el capital a 400.000 libras, y a pesar de que se consideró su suscripción una cuestión de patriotismo, se tardaron siete meses en reunirlo.

William Paterson, escocés que había vivido en América del Norte y en Jamaica y que había sido uno de los fundadores del Banco de Inglaterra, decepcionado por la negativa inglesa se trasladó a Edimburgo, y persuadió a la nueva compañía de la creación de una colonia en la deshabitada costa del Darién, en el actual Panamá, la Nueva Caledonia. Su proyecto, tras dos intentos de asentamiento, fue desbaratado por los españoles de Cartagena de Indias, y los últimos escoceses salieron del Darién el 11 de abril de 1700, ante la pasividad de las autoridades inglesas.

Inmersa en la Guerra de Sucesión, Inglaterra ofreció a la arruinada Escocia, posible enemigo en su propia isla, el resarcimiento de todas las deudas y el pago de un interés de un 5%, así como la entrada de sus nacionales en el comercio colonial, a cambio de la unión política de ambos reinos, lo que fue aprobado por ambos parlamentos tras arduas negociaciones y entró en vigor el día 1 de mayo de 1707. Por el mismo Escocia conservaba su Iglesia y su derecho, pero perdía los símbolos de su soberanía, y entre ellos el derecho a tener moneda propia.

En virtud de ello, 320.372 libras y 12 chelines de antigua moneda escocesa de plata y otro circulante argénteo del reino fueron reacuñados en Edimburgo según los patrones ingleses hasta 1717, según informaba sir Isaac Newton al nuevo Parlamento unificado el 21 de septiembre de ese mismo año. Las nuevas piezas batidas en plata fueron coronas, medias coronas, chelines y seis peniques, con la leyenda ANNA DEI GRATIA y el busto de la reina en el anverso a derecha, con los hombros cubiertos por un manto.

En su reverso llevan la leyenda MAG. BRI. FR. ET HIB. REG., cuatro campos formando una cruz con las armas de cada uno de los reinos- Inglaterra, Irlanda, Francia y Escocia-, y en su centro la estrella de la Orden de la Jarretera, y debajo el año de emisión. En su canto llevan la leyenda DECVS ET TVTAMEN y el año de reinado, ANNO REGNI … El abundante numerario batido en Edimburgo lleva la marca de ceca E o E con una estrella bajo el busto de la reina, y es en todo similar a las emisiones inglesas y circuló en ambos territorios.

Una de las primeras medidas tomadas por el nuevo Parlamento, y seguramente una de las más importantes de la historia monetaria del Reino Unido, fue la ratificación en 1708 de una Proclamación de 1704, por la que se ordenaba que los reales de a ocho españoles fuesen la unidad monetaria de sus colonias, por lo que ello conllevaba de renuncia a su soberanía emisora. Todavía hoy en día el dólar sigue siendo la moneda nacional de la mayoría de estos países.

Bibliografía
· HENFREY, H.W., A guide to the study and arrangement of English Coins, Londres, 1870.
· LOZANO, A., “Nueva Caledonia. La aventura escocesa en el Caribe (1689-1700)” en Historia 16, año XXII, nº 254, junio 1997.
.  SEALY, H.N., A Treatise on Coins, Currency, and Banking, Londres, 1858.
·  SUMNER, W. G., ““The Spanish Dollar and the Colonial Shilling”, American Historical Review 3, July 1898, pp. 607-19.

viernes, 5 de octubre de 2012

La Flota de 1715 y los corsarios cubanos

Publicado en Numismático Digital, 2 de octubre de 2012



El 31 de julio de 1715 un violento huracán hundió diez buques de la Armada de la Plata, un millar de hombres  y el tesoro que transportaban, reunido durante la Guerra de Sucesión y por un valor declarado de más de catorce millones de pesos fuertes, entre el canal de Bahama y Florida. En su rescate tuvieron un importante papel los corsarios de la isla de Cuba, especialmente el más famoso de ellos, don Juan del Hoyo Solorzano, sargento mayor de la guarnición de La Habana. 

Esta es la fecha oficial y unánimemente reconocida de este importante naufragio. Sin embargo, no coincide con la dada en la crónica de los hechos realizada por Jacobo de la Pezuela, Académico de la Historia, en 1868, que sitúa este episodio en marzo de 1716, dando la cifra de veintidós buques hundidos y quince millones de pesos, y que cita como fuente los cuadernos de la antigua escribanía de la Habana. 

El marqués de Casa Torres, según este autor, convocó a todos los interesados con la primera noticia del naufragio, que unánimemente decidieron fletar y armar todos los barcos disponibles, para recuperar los tesoros anegados junto a un grupo de bancos llamado Palmar de Aiz, cerca de Cabo Cañaveral. Se encomendó la tarea a Juan del Hoyo, corsario que se había ganado una gran reputación combatiendo a los ingleses en la recién terminada guerra, con la fragata Soledad y siete balandras armadas. 

De los barcos hundidos en estos bancos, Hoyo remesó a La Habana cuatro millones de pesos, sin el orden, la cuenta y razón exigida por la Real Hacienda. Se observó un repentino incremento del circulante en esta ciudad y en otras, por lo que se sospechó que los interesados se aprovecharon de los caudales de la flota. De tal manera corrieron las noticias por todas las Antillas que mercaderes de Jamaica y Barbuda armaron una flotilla de cinco naves que al mando del corsario Enrique Jennings se dirigió al lugar del naufragio, a pesar de que había paz entre ambas naciones. 

A primeros de junio de 1716 Jennings desembarcó con trescientos hombres armados y se apoderó de 350.000 pesos que estaban allí reunidos, dirigiéndose rápidamente a Jamaica, y dando caza en su vuelta a un bergantín español que transportaba grana, añil y 3.000 onzas consignadas a La Habana. Con este botín se declaró pirata independiente y se retiró a las islas de Bahama, burlando a los comerciantes que habían costeado su expedición y eludiendo la persecución a la que se vio sometido por los corsarios de La Habana. 

Las consecuencias de este indigno acto no se hicieron esperar. Vicente de Raja, el nuevo Gobernador de Cuba, expidió patentes de corso y dio noticia a los demás gobernadores del Caribe. Durante este año, los corsarios de La Habana, Santiago y Tierra Firme apresaron en la bahía de Campeche veintidós barcos ingleses cargados de palo de tinte. Durante los siguientes meses, los corsarios españoles dieron caza sin tregua a los contrabandistas y corsarios extranjeros, y como los ingleses hacían la guerra no declarada hubo crueles represalias contra los súbditos británicos. 

En los años 60 del pasado siglo fueron rescatados del fondo del mar buena parte de los restantes fondos hundidos en este naufragio, y para evitar los expolios el Estado de Florida hubo de promulgar una ley para regular los descubrimientos y la parte de los tesoros que le correspondería por los mismos. Entre 1964 y 1974 la compañía Real Eight recuperó gran cantidad de monedas de estos pecios, y la mayor parte de los fondos en moneda de plata de la Colección del Estado de Florida, 21.962 monedas, que suponen más de un 95% del total, tienen esta procedencia.

Esta colección numismática es asimismo la mayor y la más completa del mundo en cuanto a las monedas de oro de las dos primeras décadas del siglo XVIII, y una de las más completas, al menos en números absolutos, en cuanto a los pesos fuertes, dado que faltan muchos faciales y fechas de los periodos inicial y final del dominio español de las Indias. Faltan asimismo en la misma los faciales más bajos de las series de plata, dado que su origen está obviamente en las remesas enviadas a España. 

Bibliografía
CRAIG, A.K., Spanish colonial silver coins in the Florida Collection, Gainesville, Florida, 2000.
LORENZO ARROCHA, J.M., Galeón, Naufragios y Tesoros, Santa Cruz de la Palma, 1999.
PEZUELA, J. de la, Historia de la Isla de Cuba, T. II. Madrid, 1868.
TAULER FESSER, R., “La Flota naufragada de 1715 y sus onzas” http://www.panoramanumismatico.com
TAULER FESSER, R., “Buscadores de Tesoros (I)”  http://www.numismaticodigital.com
Gold Cobs from the 1715 Fleet, http://www.goldcobs.com


miércoles, 5 de septiembre de 2012

Será porque aquí no hablamos francés …

Publicado en Numismático Digital, 4 de septiembre de 2012




El historiador hispano-dominicano Fray Cipriano de Utrera transcribió en su magnífica obra sobre la moneda provincial de la Isla Española los documentos del Archivo General de Indias que muestran las objeciones y resistencia que el Cabildo de Santo Domingo opusieron a la orden de Toussaint Loverture de armonizar el valor de la moneda circulante en las partes francesa y española de la isla tras la anexión en 1801. Entre sus escusas, se encuentra la de no haber encontrado en el Cabildo quien pudiera traducir los sucesivos decretos que fueron recibidos en francés.

François Dominique Toussaint-Louverture es una de las figuras capitales de la lucha por la abolición de la esclavitud, e incluso Nelson Mandela le citaba como su modelo. Nacido esclavo en la parte francesa de la Isla Española en 1743, fue animado por su dueño, Baillon de Libertat, para que aprendiese a leer y escribir, y fue liberado en 1776. Tras el estallido de la Revolución Francesa y la revuelta de Bois-Caiman de 1791, paso a la parte española de la Isla en 1793, recibiendo instrucción militar para combatir a los franceses y siendo nombrado general.

El 5 de mayo de 1794 abandonó el servicio de España y combatió a sus fuerzas que, bajo sus anteriores superiores, habían invadido junto con la flota británica la parte francesa de la isla, alcanzando durante el Directorio el grado de general de división. Para dar cumplimiento al Tratado de Basilea de 1795, que cedía Santo Domingo a Francia, en enero de 1801 ocupó en un mes y sin resistencia la parte española de la isla.

Es en estas circunstancias cuando, en fecha 21 de Nivoso del año IX de la República Francesa, 11 de enero de 1801 en nuestro calendario, dictó una Ordenanza en su Cuartel General de Azúa por la que se establecía el nuevo valor de los pesos fuertes, con una valoración anterior de ocho reales, en once reales, el que tenían en la parte francesa, algo que consideraba indispensable para que no hubiese distintos pesos y medidas en un mismo gobierno. Esta Ordenanza debía ser traducida al español, leída y publicada, apercibiéndose contra su incumplimiento.

Los miembros del Cabildo respondieron pocos días después al General, en fecha 2 de febrero del mismo año, poniendo de manifiesto los inconvenientes de dicha reforma. Afirmaban asimismo que debía modificarse en proporción el valor de las demás monedas circulantes, los cuatro reales, las pesetas, los reales sencillos y los medios, dado que de no ser así y si se estimaban únicamente por valor intrínseco se producirían graves perjuicios, especialmente para los tenedores de moneda menuda y para los que se dedicaban al comercio al por menor. Por ello, solicitaban que se les remitiese una relación con el valor de todas las monedas de menor formato.

Ese mismo día, el 13 de Lluvioso del año IX, Loverture indicaba a los Agentes Municipales, el antiguo Cabildo, que dicha medida debía aplicarse, dado que sus soldados estaban acostumbrados a la valoración de los once reales, y si subsistiese la valoración española entenderían que se les dejaba de pagar tres reales por peso, dejando a su leal saber y entender las medidas que estimasen oportunas para paliar los perjuicios que la medida pudiese ocasionar al público.

Dos días después, el Cabildo contestaba que estimaba que el valor del real de a cuatro debía fijarse en cinco reales y medio. En cuanto a las pesetas, afirmaba que el circulante estaba compuesto de piezas de cruz, tan antiguas y desgastadas por el uso que había perdido gran parte de su estimación con respecto a los pesos columnarios, por lo que debería correr con un valor de dos reales y medio. En cuanto a los reales sencillos y medios reales, afirmaba que podrían quedarse en su antiguo valor, dado que no había moneda fraccionaria para completarlo en proporción, y que si bien con ello se producía un quebranto de un 12 ½ % en el cambio de la moneda menuda a la fuerte, la pérdida era menor que el 37 ½ % que se hubiese producido de no estimar la moneda menuda.

Junto a lo anterior, solicitaban que en los tratos y contratos firmados con anterioridad a la Ordenanza se respetase su valor en pesos fuertes, al igual que en sus frutos. Y asimismo, piden excusas por la demora alegando que recibían los decretos en francés, y había que buscar quién entendiese esta lengua. Como en la canción de Juan Luis Guerra, será porque aquí no hablamos francés, vous parlez?, no Monsieur.

La transcripción de esta Ordenanza, la original en francés, puede consultarse en el libro de Zay que mencionamos en la bibliografía. Asimismo, podemos continuar con esta obra las peripecias monetarias de Santo Domingo que el ínclito Utrera no pudo encontrar en el Archivo General de Indias. Así, un año después, el 15 de Nivoso del año X, 5 de enero de 1802, una nueva Ordenanza de Loverture afirmaba que después de mucho tiempo de ver la necesidad de reemplazar el numerario circulante de la colonia, ordenaba batir en la ceca de Santo Domingo moneda de dobles escalines, escalines sencillos y medios.

En una cara debían llevar la efigie de la República con la leyenda Republique française, y en la otra cara el valor de la moneda y la leyenda Colonie de Sª Domingue. A partir de ese día, los dobles escalines, los sencillos y los medios acuñados en Santo Domingo debían ser recibidos por los habitantes, al mismo valor que los que se hallaban en circulación del mismo facial, siendo el valor de once escalines por cada pieza de a ocho, grueso o gourde.

Mientras que el circulante de la antigua parte francesa de la isla seguiría circulando como hasta ese momento, el de la parte española debía ser fundido para transformarlo en la nueva moneda menuda, por lo que se invitaba a sus poseedores a llevarla al Tesoro Público, siéndoles entregado un gourde por cada once escalines. Se prohibía taxativamente la saca de moneda de la colonia, bajo pena de confiscación de la que se encontrase a bordo de los barcos antes de su expedición. Se renovaban asimismo las penas previstas en las Ordenanzas anteriores.

Zay describe asimismo las diferentes piezas. La moneda de dos escalines, con un diámetro de 23 milímetros y un peso de 3 gramos 600, tiene la leyenda arriba indicada, y una representación de la República a izquierda, vestida con un vestido atado a la cintura con un cordel. En su mano derecha lleva un fascio atravesado por una hacha y en la izquierda una pica que porta un gorro frigio. En su reverso está la leyenda arriba indicada y en el campo, el valor DEUX ESCALIN. Su canto, como en todas las demás monedas de la serie, era estriado.

El escalín sencillo, de 19 milímetros y peso de 1 gramo 710, tiene similares tipos, salvo que en exergo tiene tres globos y en el reverso la leyenda UN ESCALIN. En cuanto al medio, de 16 milímetros y peso de 0 gramos 810, en su anverso lleva un florón, y en su reverso la leyenda DEMY ESCALIN. Estas monedas habían sido según Zay descritas en 1849 por Bonneville como haitianas.

Recoge asimismo la afirmación del general Kervesau, hecha desde la parte española de la isla, de que Toussaint Loverture quería establecer la fábrica en Santo Domingo, y que las piezas batidas, escalines y gourdes, llevasen en el anverso a la República y en su reverso su propio nombre. Las labores habrían sido encomendadas a un francés llamado Tixier. Estas afirmaciones, según Zay, no se encontraban justificadas ni por las piezas puestas en circulación ni por el hecho de que Loverture no hiciese mención en su Ordenanza de los gourdes, y no se conoce documentación que pueda sostenerlas.

Por su calidad se ha defendido por algunos autores que las mismas fueron acuñadas o bien en Inglaterra, que mantenía buenas relaciones con Loverture, como afirma Miguel Estrella Gómez, o incluso en los recién creados Estados Unidos. Pero hemos de tener en cuenta que la elección de la labra en Santo Domingo venía avalada por el hecho de que en la misma ciudad había una Casa de Moneda desde 1542, y tenía los materiales y los equipos necesarios para llevar a cabo la labor. En cuanto a la materia prima, ya hemos comentado que contaba con la fundición de la antigua moneda de plata española circulante para llevar a cabo su reforma.  

La obra de Zay prosigue, pero ya sin nuestro protagonista. Habiendo capitulado el 2 de mayo de 1802, fue hecho prisionero el 7 de junio de 1802 y enviado a Francia, donde murió en Fort de Joux, en las montañas del Jura, enfermo y sin cuidados, el 7 de abril de 1803. Su historia se trasformó en leyenda, siendo vilipendiado por los autores franceses coetáneos y enaltecido por los británicos. Tampoco acabó con él el sufrimiento de Santo Domingo, que retornó a España, sufrió dos invasiones haitianas, volvió nuevamente a ser española y no alcanzó su definitiva independencia hasta 1865.


Bibliografía

DUBROCA, L., La Vie de Toussaint-Loverture, chef des noirs insurgés de Saint-Domingue, Paris, 1802.
STEPHEN, J., History of Toussaint Loverture, London, 1814.
UTRERA, C., La Moneda Provincial de la Isla Española, Edición facsímil del original de 1951, Santo Domingo, 2000.
ZAY, E., Histoire Monétaire des Colonies Françaises, Paris, 1892.
« La monnaie de Toussaint Loverture », en L’escalin, Journal de la Societé Haïtienne de Numismatique, Volumen I, nº 1, Junio 200.