Publicado en Numismático Digital, 2 de octubre de 2012
El 31 de julio de 1715 un violento huracán hundió diez buques de la Armada
de la Plata, un millar de hombres y el
tesoro que transportaban, reunido durante la Guerra de Sucesión y por un valor
declarado de más de catorce millones de pesos fuertes, entre el canal de Bahama
y Florida. En su rescate tuvieron un importante papel los corsarios de la isla
de Cuba, especialmente el más famoso de ellos, don Juan del Hoyo Solorzano,
sargento mayor de la guarnición de La Habana.
Esta es la fecha oficial y unánimemente reconocida de
este importante naufragio. Sin embargo, no coincide con la dada en la crónica
de los hechos realizada por Jacobo de la Pezuela, Académico de la Historia, en
1868, que sitúa este episodio en marzo de 1716, dando la cifra de veintidós
buques hundidos y quince millones de pesos, y que cita como fuente los
cuadernos de la antigua escribanía de la Habana.
El marqués de Casa Torres, según este autor, convocó a todos
los interesados con la primera noticia del naufragio, que unánimemente
decidieron fletar y armar todos los barcos disponibles, para recuperar los
tesoros anegados junto a un grupo de bancos llamado Palmar de Aiz, cerca de
Cabo Cañaveral. Se encomendó la tarea a Juan del Hoyo, corsario que se había
ganado una gran reputación combatiendo a los ingleses en la recién terminada guerra,
con la fragata Soledad y siete
balandras armadas.
De los barcos hundidos en estos bancos, Hoyo remesó a La
Habana cuatro millones de pesos, sin el orden, la cuenta y razón exigida por la
Real Hacienda. Se observó un repentino incremento del circulante en esta ciudad
y en otras, por lo que se sospechó que los interesados se aprovecharon de los
caudales de la flota. De tal manera corrieron las noticias por todas las
Antillas que mercaderes de Jamaica y Barbuda armaron una flotilla de cinco
naves que al mando del corsario Enrique Jennings se dirigió al lugar del
naufragio, a pesar de que había paz entre ambas naciones.
A primeros de junio de 1716 Jennings desembarcó con
trescientos hombres armados y se apoderó de 350.000 pesos que estaban allí
reunidos, dirigiéndose rápidamente a Jamaica, y dando caza en su vuelta a un
bergantín español que transportaba grana, añil y 3.000 onzas consignadas a La
Habana. Con este botín se declaró pirata independiente y se retiró a las islas
de Bahama, burlando a los comerciantes que habían costeado su expedición y eludiendo
la persecución a la que se vio sometido por los corsarios de La Habana.
Las consecuencias de este indigno acto no se hicieron
esperar. Vicente de Raja, el nuevo Gobernador de Cuba, expidió patentes de
corso y dio noticia a los demás gobernadores del Caribe. Durante este año, los
corsarios de La Habana, Santiago y Tierra Firme apresaron en la bahía de
Campeche veintidós barcos ingleses cargados de palo de tinte. Durante los
siguientes meses, los corsarios españoles dieron caza sin tregua a los
contrabandistas y corsarios extranjeros, y como los ingleses hacían la guerra no
declarada hubo crueles represalias contra los súbditos británicos.
En los años 60 del pasado siglo fueron rescatados del
fondo del mar buena parte de los restantes fondos hundidos en este naufragio, y
para evitar los expolios el Estado de Florida hubo de promulgar una ley para
regular los descubrimientos y la parte de los tesoros que le correspondería por
los mismos. Entre 1964 y 1974 la compañía Real
Eight recuperó gran cantidad de monedas de estos pecios, y la mayor parte
de los fondos en moneda de plata de la Colección del Estado de Florida, 21.962
monedas, que suponen más de un 95% del total, tienen esta procedencia.
Esta colección numismática es asimismo la mayor y la más
completa del mundo en cuanto a las monedas de oro de las dos primeras décadas
del siglo XVIII, y una de las más completas, al menos en números absolutos, en
cuanto a los pesos fuertes, dado que faltan muchos faciales y fechas de los
periodos inicial y final del dominio español de las Indias. Faltan asimismo en
la misma los faciales más bajos de las series de plata, dado que su origen está
obviamente en las remesas enviadas a España.
Bibliografía
CRAIG, A.K., Spanish colonial silver coins in the Florida
Collection, Gainesville, Florida, 2000.
LORENZO ARROCHA, J.M., Galeón, Naufragios y Tesoros, Santa Cruz de la Palma, 1999.
PEZUELA, J. de la, Historia
de la Isla de Cuba, T. II. Madrid, 1868.
TAULER FESSER, R., “La Flota naufragada de 1715 y sus
onzas” http://www.panoramanumismatico.com
Gold
Cobs from the 1715 Fleet, http://www.goldcobs.com
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