miércoles, 29 de septiembre de 2021

Una historia paralela del hundimiento de la fragata “Nuestra Señora de las Mercedes”

 Publicado en Crónica Numismática, 29 de septiembre de 2021

https://cronicanumismatica.com/una-historia-paralela-del-hundimiento-de-la-fragata-nuestra-senora-de-las-mercedes/

El día 30 de septiembre se estrena una serie del laureado director Alejandro Amenábar dedicada tanto al hundimiento de la fragata “Nuestra Señora de las Mercedes” como a su expolio por la cazatesoros Odissey  y al posterior juicio, por el que la Corte Suprema de Estados Unidos otorgó la propiedad del pecio a España. Mucho se ha escrito sobre la infamia de una escuadra británica que, en la conocida como Batalla del Cabo de Santa María, sin previa declaración de guerra y violando el acuerdo de la Paz de Amiens,  mandó a pique a esta fragata y capturó y llevó a puertos británicos a otras tres más, cargadas de pasajeros civiles, de los impuestos recaudados en las Indias y de caudales privados.

La miríada de libros, artículos científicos y de divulgación que se han publicado durante los últimos años hacen un perfecto relato de estos hechos, y a ellos me remito. Pero realmente no he encontrado en ellos la justificación para que una flota británica fuera enviada por su gobierno a interceptar un convoy cargado de plata en un acto de felonía, algo no inusual en su historia, sabiendo que con ello iba a reanudar una guerra intermitente y de resultado incierto. Y la razón última, aún a costa del acoso de su propia opinión pública, que literalmente se le echó encima desde el mismo momento en que se cometió este vulgar acto de piratería y solicitó la devolución de los caudales y la libertad de las personas retenidas, se encuentra en el precioso –y vil-metal. La necesidad de moneda de plata, tanto para el mercado interior como para el comercio internacional, era perentoria para un naciente Imperio Británico.

El sistema bancario y crediticio británico, muy desarrollado y bien estructurado durante el siglo XVIII, había entrado en crisis en febrero de 1797, durante las guerras contra la Francia revolucionaria, cuando los particulares acudieron en masa a los bancos para retirar sus depósitos en moneda metálica. El Consejo de Ministros tuvo que ordenar la suspensión temporal de los pagos en especie, y ordenó el curso obligatorio del papel moneda, una medida que se prolongó durante 33 años. Para las necesidades más acuciantes, se utilizaron 345.000 reales de a ocho españoles previamente resellados con los punzones usados para quintar la plata, con un pequeño retrato oval y posteriormente cuadrangular del monarca Jorge III, que finalmente fueron retirados por Orden de 9 de mayo de 1798.

Nuevamente se procedió al resello masivo de reales de a ocho españoles, curiosamente… en el año 1804, el año del suceso de la fragata Mercedes. Para ello, según  Eckfeld y Du Bois, funcionarios de la ceca de Filadelfia, se acuñaron dos millones de pesos de cuño español. En todos ellos es visible parte de la moneda original que se utilizó de cospel de estos Bank Dollar.

 Sus motivos fueron, en el anverso, el busto laureado y drapeado del monarca a derecha con la leyenda GEORGIUS III DEI GRATIA, y en el reverso una banda interior con una corona sobre ella y la leyenda FIVE SHILLINGS DOLLAR y la fecha, 1804. En su centro hay una representación de Britania sentada, con una rama de olivo en un campo con las cruces unidas de San Jorge y de San Andrés. El cuño para esta emisión fue encargado al grabador de origen germano Conrad Heinrich Küchler, que incluyó en los motivos del anverso sus siglas, CHK.

En todo caso, estas masivas reacuñaciones realizadas para dotar de circulante al territorio metropolitano y a Irlanda, que las adoptó como moneda provincial de seis chelines irlandeses, no eran el mayor quebradero de cabeza de las autoridades británicas. Su comercio exterior, y muy especialmente el llevado a cabo con Oriente, dependía de la plata de cuño español, dado que sus habitantes, y muy especialmente los chinos, no aceptaban ninguna otra. 

El Té, un producto que había pasado de ser considerado de lujo a bien de primera necesidad en Gran Bretaña, era comercializado en Europa por los daneses, y para adquirirlo era necesaria moneda de plata española. Con la excusa de evitar que la flota danesa cayese en manos de Napoleón, nuevamente sin declaración previa de guerra los británicos bombardearon en 1807 Copenhague y literalmente se llevaron la totalidad de la flota danesa. Con ello, los británicos obtuvieron el monopolio de su comercio. Durante las Guerras Napoleónicas, los británicos destruyeron sistemáticamente cualquier instalación industrial que encontraron, incluso en los países teóricamente aliados. 

Durante toda la Edad Moderna, el circuito de la plata española había recorrido todo el mundo y había servido para monetizar las economías de los principales estados, como el Impero Chino, el Mongol de la India y el Turco Otomano. La plata americana, producida en los reales de minas de los Reinos de las Indias españolas, tuvo durante el siglo XVIII una producción ascendente, por lo que el comercio internacional tenía moneda suficiente para mantenerse, lo que asimismo servía para evitar que su valor se depreciara y socavase las bases económicas de la Monarquía española. 

Tras esta declaración encubierta de guerra y el desastre de Trafalgar, el Reino Unido intentará, en un primer momento, acceder directamente a las fuentes de la plata, con el intento de ocupación del Río de la Plata en 1806-1807. Tras la ocupación napoleónica de la Península Ibérica, su política varió, en el sentido de que si formalmente defendía los derechos de España sobre sus territorios ultramarinos, ayudaba a los insurgentes americanos más o menos encubiertamente con fondos, empréstitos, su flota e incluso con unidades enteras de combatientes. Tras la independencia de las nuevas repúblicas hispanoamericanas, el sistema colapsó, y en vez del dominio directo el Reino Unido optó por el colonialismo económico. 

El comienzo de esta centuria marca el comienzo de la intervención directa británica en la conquista del subcontinente indio. Para el comercio con el mismo, era igualmente necesario disponer de moneda de plata de cuño español. La política británica en Asia durante el siglo XIX se ocupó principalmente de expandir y proteger su dominio sobre la India, considerándola como la Joya de su Corona, y la clave para su dominio en el resto del continente. Igualmente, le dio el control sobre la producción del opio.

China, la principal receptora de la plata de cuño español durante tres siglos, vio como la misma comenzó a salir de su territorio por la masiva introducción de dicha droga por parte de los británicos. Las derrotas chinas en las conocidas como Guerras del Opio supusieron su forzada apertura al exterior y su postración durante más de un siglo.  El otro gran Imperio de la Edad Moderna, el Turco Otomano, se convirtió en el enfermo de Europa, por el acoso intermitente del Imperio Británico y el Ruso. 

Por tanto, de alguna manera, la felonía cometida el 5 de octubre de 1804 contra la fragata “Nuestra Señora de las Mercedes” y el resto de la flota española, más que un acto de piratería aislado, puede considerarse como el primer y premeditado acto del comienzo del dominio del mundo por una potencia emergente, el Imperio Británico, y el establecimiento de un nuevo colonialismo, todo ello con profundas raíces monetarias.

martes, 28 de septiembre de 2021

Las propuestas de diseño para la acuñación de moneda menuda de cobre en México en la Representación de Agustín de Coronas

 Publicado en SONUMEX, Boletín 272, Julio-Septiembre 2021


En el Archivo General de Indias[1], dentro de la signatura Ultramar, 837, con el título genérico de Extinción de la moneda macuquina en América, de la Secretaría de Estado y del Despacho de Hacienda, se encuentra, entre otros expedientes, el relativo a la extinción de la moneda llamada tlaco. El mismo, compuesto de cuatrocientos folios, consta en primer lugar del Memorial de Agustín de Coronas de 1767, así como de los informes emitidos entre los años 1768 y 1769 sobre la sustitución de los tlacos por moneda menuda, la propuesta de 1770 de Nicolás Vélez de Guevara Suescun sobre la introducción de la moneda de cobre, los informes del virrey sobre la extinción de los tlacos en 1790, una representación del Ayuntamiento de Guadalajara entre los años 1790 y 1801, y un bando del virrey Calleja sobre los tlacos de 1814.

 Concentrándonos en el estudio del primero de ellos, encontramos en primer lugar un valiosísimo documento gráfico, clasificado por el AGI con la signatura MP-MONEDAS, 132, en el que, anexo a la representación impresa de Agustín de Corona y Paredes de 29 de diciembre de 1766, familiar del Santo Oficio de la Inquisición de Sevilla, exponiendo lo perjudicial que resultaba el uso de dichas monedas y la conveniencia de introducir moneda de cobre de la península en México, como ya se había hecho en otros puntos, encontramos un dibujo de 40 monedas de metal, cobre o madera, utilizadas en las tiendas mestizas de la ciudad de México, recogiendo como texto que: 

Estas son unas pocas de las muchas monedas que tienen las tiendas mestizas de la ciudad de México y de otras partes del Reyno, siendo una de metal, otras de cobre y algunas de madera, y cada una de ellas tiene el nombre o apellido de quien son, valiendo cada una un claco[2], que son dos quartos, componiendo quatro de ellas medio real de plata. 

Otro documento igualmente valioso y gráfico lo encontramos en otra signatura, MP-MONEDAS, 133. Este es el en el que vamos a centrar nuestro estudio. Se trata de un dibujo de tres proyectos para monedas menudas de cobre en México: cuartilla o cuatro cuartos, claco o dos cuartos y medio claco o un cuarto. Este dibujo está cosido a otra representación impresa en Madrid de Agustín de Coronas, de fecha 20 de abril de 1771, en anexo a la representación del mismo a Julián de Arriaga, con signatura México, 2816. En la misma, a diferencia de en la anteriormente estudiada, informaba sobre la conveniencia de establecer una moneda provincial de cobre en Nueva España, para evitar el daño de las monedas de los cacabueteros que tenían tiendas mestizas, al no haber moneda menuda para la adquisición de géneros de poca cuantía. 

La moneda de cobre en los Reinos de las Indias y los tlacos 

Antes de proceder a su estudio pormenorizado merece la pena recordar, aunque sea sucintamente, la historia de la moneda de cobre en los Reinos de las Indias y, por ende, en el Virreinato de Nueva España[3]. El cobre era un metal muy escaso y apreciado en la América precolombina. Se producía en Chuquicamata, en el actual norte de Chile, y era elaborado en el Perú, desde donde se exportaba a todo el continente. En ocasiones estaba mezclado con oro en proporciones cercanas al 50%, aleación conocida por los castellanos como guanín, por los taínos como tuob y por los caribes como caracoli. También se encontraba mezclado con plata, el conocido como latón. Los españoles denominaron chafalonía a las piezas de oro de muy baja ley y alto contenido en cobre. 

El cobre era el metal más valorado en toda el área del Caribe, estimándose que su valor para los indios de las Antillas y Tierra Firme era entre 27 y 55 veces superior al del oro. Por ello era atesorado por los Incas, como lo demuestra el gran depósito de este mineral en barras encontrado por los españoles en Cuzco, lo que producía el desabastecimiento de los mercados centroamericanos y caribeños. De su estimación dan igualmente fe las grandes cantidades de tajaderas o hachuelas utilizadas como moneda en el centro del actual México, y se ha afirmado asimismo que las guerras llevadas a cabo por los aztecas contra los tarascos justo antes de la llegada de los españoles tenían como principal motivación el control por parte de los soberanos mexicas de la producción y el comercio de este deseado metal. 

El alto valor que los pueblos indios daban al cobre hizo que los españoles lo importasen en cantidades crecientes, tanto en moneda como en vajilla, para realizar los rescates o intercambios, con su consiguiente depreciación. La unidad de peso utilizada para el oro guanín, que no podía ser el castellano por ser una moneda de alta ley y en circulación, fue el peso de oro, que posteriormente se hizo equivaler a los ocho reales de plata, siendo por tanto una unidad monetaria genuinamente americana y sin precedente en la España peninsular. En la Monarquía española cada uno de los reinos que la componían tenía su propio sistema monetario y su moneda propia. Así sucedía en Nápoles, Sicilia, Cerdeña, Milán, el Franco Condado o los Países Bajos, pero también en los reinos peninsulares de Aragón, Valencia, Cataluña, Mallorca y Navarra. 

En los Reinos de las Indias, al quedar adscritos a la Corona de Castilla se adoptó su sistema monetario, basado en el real de plata, el escudo de oro y el maravedí de vellón[4]. La primera Casa de la Moneda que se estableció en las Indias, según la mayoría de los autores, fue la de México, por Real Cédula dictada en Madrid el  11 de mayo de 1535[5], que preveía también otras en Santa Fe de Bogotá y en Lima. Esta misma norma preveía asimismo la labra de vellón en Santo Domingo, cuando para ello se diese licencia especial, creándose una Casa de Moneda en esta ciudad por Cédula de 3 de noviembre de 1536. En la ceca de México se acuñaron doce mil marcos en moneda de dos y cuatro maravedíes, doscientos mil pesos. 

Finalmente, bien para evitar las gravísimas consecuencias económicas producidas por las alteraciones del vellón en Castilla[6] o bien por su falta de aceptación, se dejó de batir moneda de vellón, y por Real Cédula de 1565 se prohibió la acuñación en las cecas indianas de moneda de oro o vellón, salvo concesión expresa[7]. Los intentos para su introducción en algunas áreas no llegaron a buen término, como sucedió en Cartagena de Indias[8], en Chile y en las Filipinas[9].  Con ello, solamente quedó en circulación como moneda provincial la acuñada en la ceca de Santo Domingo hasta el siglo XVIII en la isla Española, Puerto Rico y el archipiélago canario[10], quedando el maravedí como moneda de cuenta de las Casas de Moneda.   

Se conoce como moneda nacional a la acuñada conforme a la ley y la talla fijada en la normativa monetaria, y la misma fue la acuñada en las cecas de los Reinos de las Indias. Para la circulación interior en la España peninsular, se acuñó moneda de plata provincial con ley de diez dineros ya desde la Guerra de Sucesión y por ambos contendientes, y posteriormente también hubo emisiones de oro provincial en medios escudos, conocidos como escuditos, veintenes o durillos[11]. Igualmente, otras monedas provinciales circularon en otros territorios, como Canarias, Ceuta u Orán. Por Real Cédula de 4 de mayo de 1754 se prohibió la circulación en los Reinos de las Indias de la moneda de plata provincial española, así como la de cualquier otra que no hubiese sido acuñada en estos territorios[12]. Durante el siglo XVIII se solicitó la labra de moneda provincial por algunos territorios en los que no se producía plata, como Florida[13], Caracas y las islas de Barlovento[14]

Junto al sistema monetario castellano, coexistieron el sistema monetario indígena y el popular[15]. El sistema monetario indígena prehispánico siguió vigente durante siglos, dado que las Leyes de Indias permitían a los indios en sus propias Repúblicas regirse por su propio derecho y costumbres si no era contrario a la fe católica. La utilización de las monedas de la tierra fue regulada por los cabildos y virreyes, e incluso en las propias Leyes de Indias, su paridad fue fijada en relación a la moneda metálica, los conocidos como pesos huecos, y se utilizaron incluso para el pago de tributos[16]. El uso de estos bienes dinerarios propios de la tierra fue común en territorios de escasa población española, como Paraguay o Filipinas, y, en el caso de la Nueva España, estuvo muy extendido el uso de mantas con estos fines, como en Yucatán en 1689, donde recibían una estimación de cuatro pesos y medio, o entre los mineros chichimecas libres de El Parral[17], así como el de los granos de cacao[18]

El sistema monetario popular tuvo su origen en las necesidades de moneda menuda para hacer falta a los pagos corrientes, y entre ellos destacaron el metal en pasta, la plata corriente, las libranzas, los tlacos y los pilones. Los tlacos y pilones fueron de creación popular, para suplir la necesidad de moneda  fraccionaria, y consistían en trozos irregulares, de formas y pesos distintos de hueso, madera y, principalmente, cobre, y su uso se mantuvo después de la independencia de las repúblicas iberoamericanas. El término tlaco deriva al parecer del término azteca tlahco, y significa mitad, dado que tradicionalmente era la mitad de un cuartillo. El tlaco se dividía en dos pilones, con un valor de 1/16 de real, y que recibía también según el lugar donde circularon los nombres de cacharpas, batiches o jolas. Fernández de Lizardi afirmaba que el origen del término pilón se encontraba en los panecillos o piloncillos de azúcar que se regalaba a quien en las pulperías o cacahueterías, velerías y otras casas de comercio adquiría medio real de mercancía[19]

El nombre se generalizó posteriormente, conociéndose por él a todo lo que se daba gratis o como regalo al que adquiriese algo. Más adelante se le otorgó un valor fijo, con la división de los reales en dos medios, cuatro cuartillas y ocho tlacos, y cada tlaco en dos mitades y cada una de ellas en dos pilones. Cada pilón equivalía asimismo a seis cacaos, para suplir en el comercio menudo la falta de moneda menuda. Posteriormente, con la emisión de monedas pequeñas de cobre de valor de ½ tlaco, u octavo, se les dio el nombre de pilones. Este numerario popular, creado en principio por los comerciantes al detalle para los pequeños pagos, se adoptó en las explotaciones mineras y agrícolas, para que los trabajadores y jornaleros se abastecieran en las tiendas de las mismas, conocidas como tiendas de raya[20] 

Como hemos visto, Agustín de Corona y Paredes presentó en fecha 29 de diciembre de 1766 un Memorial a la Corona informando que más de 2.000 comerciantes de la ciudad de México emitían fichas para los cambios, que se conocían como tlacos[21]. Al ser la moneda más menuda en circulación el medio real de plata nacional, las capas más desfavorecidas de la población tenían que aceptar estas fichas en sus compras diarias de manteca, velas, pan u otras provisiones. Los tlacos eran usualmente aceptados solamente por cada emisor, con lo que los clientes debían volver al mismo establecimiento para poder amortizarlos[22]. Muchas veces los consumidores tenían a los mismos como una pérdida, y cuando cesaba el negocio, lo que al parecer no era infrecuente, estos tlacos se convertía en chatarra. Además de lo anterior, se producían otros abusos. Si el usuario quería cambiar los tlacos y pilones por moneda de plata, debía pagar por ello un premio. Asimismo se solía exigir su división, el pilón, con un valor de 1/16 de real, como compensación en las compras, de modo que en México todavía hoy en día es común que en las transacciones comerciales se siga exigiendo el pilón, sustituido por una pequeña porción de la mercancía comprada. 

En su representación, Coronas ponía de manifiesto los males derivados del uso de este medio de cambio no oficial, y solicitaba la emisión de una moneda oficial de cobre que los sustituyese, tomando como referencia las emisiones segovianas de dos cuartos de los años 1741 a 1743. El día 24 de octubre de 1767, Carlos III ordenó al Virrey de Nueva España que prohibiese el uso de los tlacos y procediese a la recogida de todos los que estuvieron en circulación, y un día después dio instrucciones para que se consultase al prior del consulado de la ciudad, al superintendente de la Casa de la Moneda y al procurador general sobre la conveniencia de acuñar moneda de vellón en la Nueva España.  Su parecer no fue compartido por el Consulado de Comerciantes de México, que en una comunicación de 1768 sostuvo que Coronas exageraba sobre la inestabilidad de las tiendas mestizas y las pulperías[23].  

Los motivos alegados fueron refutados en este elaborado memorando, remitido por el presidente y los cónsules del gremio de comerciantes, que afirmaban que la emisión de moneda de cobre en el virreinato podía perjudicar al propio Monarca, a los comerciantes, al público en general, a los indios y a los blancos pobres. Para Juan Vicente de Güemes, virrey de Nueva España, la moneda menuda tenía mayor influencia sobre el comercio interior del Reino, el cual no podía pasar sin ella, y que no habiendo la de cobre en estos dominios, había sido necesario que los tenderos inventaran y forjaran, a su modo y de distintas materias, cierta clase de monedas que se llamaban tlacos, que recibían en cambio de géneros, y trocaban también a dinero, aunque con una ganancia excesiva. Para poner remedio a los abusos, se había formado expediente para que se batiese moneda de cobre, y al no haber acabado de ponerse en estado perfecto de instrucción, se habían batido cuartillas, lo que proporcionaba alivio a los compradores pobres[24]. 

Durante el reinado de Carlos III se acuñaron tres emisiones de cobre en la Casa de Moneda de México[25], a pesar de que la Corona finalmente había decidido no introducir la moneda de cobre en esta ciudad, sino batir cuartillos de plata, por lo que algunos autores defienden que esta emisión tenía como destino las islas Filipinas, dependientes del Virreinato de Nueva España.  La primera de ellas presenta un monograma coronado entre REX y III con el año abajo en anverso, y M grande entre VE entrelazadas y 1/16 en el reverso. Las otras dos son el grano y el medio grano, el último divisor del peso de Tepuzque, con un peso de 0,0499 gramos de plata y su mitad. En su anverso se recoge el escudo, coronado y cuartelado entre Gº I, o ½, y leyenda CAROLUS III INDIAR REX, y en el reverso un águila sobre orbes, y abajo fecha entre las iniciales de ceca, y leyenda SINE ME REGNA FATISCVNT[26]. 

Las emisiones de cobre de 1768 en la ceca de México y el proyecto de Coronas 

Como comentábamos, el expediente de Coronas tiene cosido un dibujo con tres propuestas diferentes para la emisión de moneda menuda en la ceca de México. Antes hemos aludido a que para este autor el modelo a seguir sería el de las emisiones de dos cuartos segovianos acuñados entre los años 1741 a 1743. Sin embargo, los tipos utilizados para los reversos de las tres propuestas, que son comunes, no se corresponden con los utilizados en estas emisiones, sino que son similares a los de las pesetas provinciales españolas acuñadas en Madrid en ese tiempo. 

En las mismas, el escudo representado se aleja del utilizado coetáneamente en las emisiones de las cecas ultramarinas, dado que, mientras que en la moneda columnaria el escudo representado tiene en su centro el escusón de las flores de Lis de Borbón y granada en punta, y es del tipo casulla o piel de toro, en los reales y pesetas provinciales se trata de un escudo simple contracuartelado de castillos y leones dentro de una orla polilobulada y sin corona. El usado para las emisiones antes vistas en 1769 reproducen el modelo utilizado en la moneda columnaria, salvo que en el escusón central con las flores de Lis, que es ovalado en esta emisión. 

En cuanto a los diferentes anversos propuestos, el que aparece en primer lugar a mano izquierda reproduce exactamente en su anverso los tipos de la moneda columnaria de mundos y mares, si bien eliminando la leyenda VTRAQUE VNUM[27], sustituyéndola por el nombre del monarca reinante, CAROLVS III D.G. En la misma se representan dos hemisferios adosados bajo una corona, situados entre las columnas de Hércules, Abila y Calpe, coronadas asimismo, con rótulos en los que encontramos las inscripciones PLUS (izquierda) e VLTRA (derecha), todo ello sobre ondas de mar. 

En la segunda de las propuestas, se reproducía un águila sobre el escudo heráldico de la Ciudad de México. El águila, en el mito de Aztlán, es considerada el símbolo de la creación de Tenochtitlan, y con la independencia se convirtió en el escudo de la nación y como tal aparece en las emisiones monetarias. El tipo utilizado en la emisión vista de 1769, sin embargo, sustituye el escudo de la ciudad por unos orbes o hemisferios similares a los representados en la moneda columnaria antes descrita. Este tipo, como se muestra en el ejemplar que se reproduce, ya fue utilizado en las emisiones milanesas de Carlos I de España y V de Alemania en la ceca de Milán a mediados del siglo XVI. 

En el tercero de los proyectos se reproduce en anverso el nuevo tipo fijado por la Real Orden del 18 de marzo de 1771 y la Pragmática de 29 de mayo de 1772, que ordenaron la recogida de todo el circulante argénteo anterior y la labra de una nueva moneda con nuevos tipos, con busto del Soberano a la heroica con clámide y corona de laurel, leyenda CAROLVS III DEI GRATIA y la fecha en anverso; y escudo cuartelado de Castilla y León con escusón de Anjou y granada en punta coronado en reverso, flanqueado por las columnas de Hércules con faja y leyenda PLUS ULTRA, y leyenda HISPAN El IND REX y las marcas de ceca, ensayador y valor en reverso. Las cecas de México, Guatemala, Lima y Potosí comenzaron a usar estos nuevos tipos en 1772. 

Habremos de esperar a comienzos del siglo XIX para que, con las vicisitudes de los movimientos emancipadores y en muchas ocasiones como moneda obsidional y de necesidad, comiencen las emisiones de cobre en distintas partes de América. Según Soria, estas monedas de 1769, hoy en día escasísimas en el mercado numismático, no fueron sino muestras mandadas acuñar por el superintendente de la Casa de Moneda de México, un experimento en el que se dedujo que de un marco de cobre labrado en moneda en ambas suertes, en dos cuartos de real de plata y en ochavos, podría correr con el valor extrínseco de ½ real de plata y se sacaría el importe de la materia y el coste de labrarla, no siendo lucrosa su falsificación. Lo que sí traería problemas sería su transporte, dado que siete reales en esta moneda de cobre pesarían lo mismo que 108 reales de plata[28]


[1] En adelante AGI.

[2] Agustín de Coronas utiliza siempre el término claco, a diferencia de otros documentos que se hayan en el expediente, que utilizan el de tlaco. 

[3] Guillermo Céspedes del Castillo, "Las cecas indianas en 1536-1825" en Las Casas de Moneda en los Reinos de Indias, Vol. I., Madrid, 1996, pp. 40-43.

[4] Recopilación de las Leyes de las Indias, en adelante RLI. Libro IV. Título XXIII. Ley IX. Que la moneda de plata sea del mismo valor, peso, y cuño, que la de estos Reynos de Castilla. Carlos I. Valladolid, 10 de Mayo de 1544; “...y todos guarden las leyes de las Casas de moneda de estos Reynos de Castilla, que tratan de la labor del oro, y plata en lo que no estuviere dispuesto especialmente por las leyes de este titulo”. RLI. Libro IV. Título XXIII. Ley I. Se conoce como vellón a la moneda acuñada en cobre con una pequeña liga de plata.

[5] RLI. Libro IV. Título XXIII. Ley I. Que en Mexico, Santa Fe, y Villa de Potosí haya Casas de Moneda.

[6] Para profundizar en este tema, se recomienda el libro de Javier de Santiago Fernández, Política monetaria en Castilla durante el siglo XVII, Valladolid, 2000.

[7] Mandamos, Que en las Indias se labre moneda de plata, y no de oro, ni vellon, si no estuviese permitido, ó se permitiere por Nos. RLI. Libro IV. Título XXIII. Ley III.

[8] AGI, Santa Fe, 63, Cabildo de Cartagena.

[9] AGI, Patronato, 229.

[10] Se puede consultar en el magnífico libro de Fray Cipriano de Utrera, La Moneda Provincial de la Isla Española, Edición facsímil del original de 1951, Santo Domingo, 2000.

[11] Pierre Villar, Oro y Moneda en la Historia (1450-1920), Barcelona, 3ª ed., 1974, p. 339.

[12] Entre las normas dictadas para su retirada, podemos citar a modo de ejemplo para el caso de Santo Domingo, AGI  Escribanía de cámara 16; para Cuba Archivo Nacional de Cuba, papeles de la Audiencia de Santo Domingo, leg. 2, núm. 251; para Filipinas AGI., Filipinas, 160, nº 9; y para la Capitanía General de Venezuela AGI, Santo Domingo 716.

[13] Ricardo Pardo Camacho, “Noticia de una malograda acuñación en la ceca de México destinada a la Florida”, Gaceta Numismática 142, septiembre 2001, pp. 41-49

[14] Tomás Stohr, El circulante en la Capitanía General de Venezuela, Caracas, 1998.

[15] Jesús Antonio de la Torre Rangel, Algunas observaciones sobre el derecho monetario en la Nueva España, México, 1994, pp. 141-163.

[16] Por ejemplo, en RLI, L. IV, Tít. XXIV, Ley VII, Que las monedas de la tierra en el Paraguay sean especies, y valgan á razon de seis reales de plata el peso, Felipe III, Madrid, 10 de octubre de 1618.

[17] Pierre Chaunu,  Conquista y explotación de los nuevos mundos, 2ª Ed, Barcelona, Labor, 1982, p. 169.

[18] Para profundizar en este tema, puede consultarse el artículo de Guillermina del Valle Pavón “Contratación de cacao en la ciudad de México a mediados del siglo XVIII. Monopolio y especulación en los precios”, Asociación argentina de Historia Económica, Universidad Nacional Tres de Febrero, XXI Jornadas de Historia Económica, 23-26 de septiembre de 2008.

[19] José Joaquín Fernández de Lizardi, El Periquillo Sarniento, por el Pensador Mexicano, Tomo III, 4ª ed., México, 1842, p. 229. Según Yves Aguila, “Monnaie et societé en Nouvelle-Espagne”, Bulletin Hispanique, T. 95, nº1, 1993, pp. 5-27, p. 13, las pulperías o cacahueterías recibían el nombre de tendajos o tendajones en el resto del país. Según este autor, estos establecimientos, además del aprovisionamiento de bienes de primera necesidad, sirvieron como estudiamos de centros emisores de moneda popular y de Montes de Piedad.

[20] José Remigio Agraz “Tlacos, Pilones y Tiendas de raya en Sonora en el siglo XIX”, Memoria del VIII Simposio de Historia y Antropología, Universidad de Sonora, 1984, pp. 146-156.

[21] Earl J. Hamilton “Monetary Problems in Spain and Spanish America, 1751-1800”, The Journal of Economic History, Vol.4, nº 1, May, 1944, pp. 21-48p. 36. 

[22]  Por ello Ruggiero Romano, en su Moneda, seudomoneda y circulación monetaria en las economías de México, México, 1998, p. 137, afirma que la circulación de los tlacos conducía a una especie de consumo forzado.

[23] José Enrique Covarrubias, La moneda de cobre en México, 1760-1842, un problema administrativo, México, 2000.

[24] Juan Vicente de Guëmes Pacheco de Padilla Horcasitas y Aguayo, conde de Revillagigedo, Instrucción reservada que el Conde de Revilla Gigedo dio a su sucesor en el mando Marqués de Branciforte, sobre el gobierno de este continente en el tiempo que fue su virey, México, 1831, p. 114.

[25] Ramón de Fontecha y Sánchez,  La moneda de vellón y cobre de la Monarquía Española  (Años 1516 a 1931),  Madrid, 1968 pp. 332-333.

[26] Tomás Dasí Giménez, Estudio de los Reales de a Ocho llamados Pesos-Dólares-Piastras- Patacones o Duros Españoles, Valencia, 1950-1951, T. III, p.  162.

[27] De ambos hizo uno (Carta de San Pablo a los Efesios, 2, 14).

[28] Víctor Manuel Soria Murillo, La Casa de Moneda de México bajo la administración borbónica, 1733-1821, México, 1994, p.  222.

miércoles, 22 de septiembre de 2021

Las primeras monedas acuñadas en Bolivia y el dudoso culto a Bolívar, el héroe republicano

 Publicado en Crónica Numismática, 22 de septiembre de 2021

https://cronicanumismatica.com/las-primeras-monedas-acunadas-en-peru-y-bolivia-y-el-dudoso-culto-a-bolivar-el-heroe-republicano/

Debemos a la insigne historiadora del Arte peruana Natalia Majluf, directora durante casi dos décadas del Museo de Arte de Lima, un magnífico estudio sobre la revolución simbólica que derivó en la mutación en la alegoría del poder que se produjo tras la implosión de la Monarquía española y en el tránsito a las contemporáneas nuevas repúblicas hispanoamericanas. Aunque el mismo abarca todos los nuevos símbolos visuales y representativos del nuevo orden republicano, nos centramos en el estudio que la autora hace de las medallas y monedas que se labraron durante la época dictatorial en el Perú, en esta república y en la de Bolivia, a nombre y con el busto de Simón Bolívar.

  Durante tres siglos, en los Reinos de las Indias la imagen del monarca resumía, según Majluf, todos los conceptos de autoridad, soberanía, legitimidad y poder en el  Antiguo Régimen, apareciendo su nombre y armas en el papel sellado y en la moneda, su busto en las medallas de juras y en las emisiones monetarias partir de las reformas borbónicas del siglo XVIII, y su retrato presidía con honores todos los actos públicos y políticos.

 Este que podríamos llamar culto a la representación del monarca alcanzó su máximo apogeo y una profusión sin parangón en 1808, con el nuevo rey cautivo, siendo la demostración de la adhesión personal de los ciudadanos a la Corona. Los retratos de Fernando VII fueron sistemáticamente destruidos cuando los partidarios de la independencia alcanzaron el poder, en una furia iconoclasta que explica por qué a pesar de su profusión se conserven en nuestros días tan pocas muestras.

 Si la Independencia fue impopular para la mayor parte de la población, lo que fue reiteradamente puesto de manifiesto en los escritos y las memorias de muchos de sus próceres, la fidelidad a la idea monárquica tuvo una larga vigencia entre amplias capas de la población. Así lo recogía el ilustre abogado, político e historiador chileno Benjamín Vicuña Mackenna, muchos años después:

  Con la excepción de unas pocas familias pudientes y comprometidas de la capital, el país, campos y ciudades, pueblo y magnates, indios y españoles eran todos realistas hasta la médula de los huesos, y tanto que el verdadero sentimiento democrático, base de las repúblicas, aún no se hace mediano camino ni después de cien victorias, ni después de ochenta años de ensayos, de pruebas y de éxitos.

 Las declaraciones ahora consideradas como punto de partida de los movimientos independentistas se realizaron en nombre de Fernando VII, como sucede igualmente con el Grito de Dolores. La lealtad al monarca se reafirmó en el Reglamento Constitucional Provisorio de Chile de 1812 y en el Tratado de Lircay, y las Provincias Unidas del Río de la Plata fueron renuentes a proclamar la independencia y a adoptar la forma de gobierno republicana hasta el 9 de julio de 1816.

 En las declaraciones de independencia de los dos grandes virreinatos en el año 1821, Nueva España y Perú, de las que se celebran este año sus bicentenarios, en el primero el Plan de Iguala expresamente contemplaba mantener la monarquía en la persona de Fernando VII o algún miembro de su familia, mientras que en las Conferencias de Punchauca San Martín se ofreció a viajar a España personalmente para solicitar que se nombrase por las Cortes para el Perú a un infante de España, y la forma monárquica era asimismo la mayoritariamente preferida y manifestada en un primer momento por los miembros de sus órganos de gobierno tras la declaración de independencia.

 Las ideas republicanas, minoritarias y en gran medida exógenas, dado que se fraguaron principalmente en Europa, en las Logias de Londres y, sobre todo, en las de Madrid y Cádiz, entre los miembros de las élites indianas que pasaron su juventud en España y que posteriormente sirvieron en la administración y los ejércitos del rey en la península, a la postre fueron las que acabaron imponiéndose en todos los nuevos estados.

 La nueva imagen del Estado republicano

En esta nueva situación, serán las banderas y los escudos, herencia visual del Estado monárquico, las que sirvieron de base para la constitución visual de las nuevas repúblicas. Las ceremonias con los nuevos estandartes seguían al pie de la letra el mismo protocolo de la jura real, sustituyendo al retrato del monarca. En cuanto a los escudos o sellos, las iniciativas para su diseño y creación se debieron principalmente a la necesidad de realizar nuevas emisiones que sustituyeran a la moneda de cuño español, y fueron diseñados y grabados para todos los fines en las Casas de Moneda.

 En las primeras emisiones republicanas se sustituye el busto del monarca con el escudo nacional, despersonificándose la imagen del nuevo Estado, mientras que en el reverso se incluyeron figuras alegóricas relativas a las ideas puntuales de los nuevos gobiernos, como la virtud, la libertad o la justicia. Durante mucho tiempo no hubo fronteras definidas, por lo que los nuevos estados solamente existían donde podían acuñar moneda y recaudar impuestos.

 La llegada de Simón Bolívar al Perú

 La llegada al Perú de Simón Bolívar desató una intensa campaña iconográfica de exaltación de su imagen, que comenzó el 12 de febrero de 1825, con la acuñación de una medalla, la erección de un monumento ecuestre, la instalación de una lápida conmemorativa en la plaza mayor de todas las capitales de departamento y la colocación de su retrato en todos los Ayuntamientos. Como apunta Majluf, no se trata de una imagen honorífica, de reconocimiento y gratitud al héroe, sino de señas que se confunden con el poder político. Sus retratos se colocaban bajo dosel, uno de los más evidentes símbolos de realeza y majestad en el ceremonial y las preeminencias virreinales.  

 En cuanto a las medallas que se acuñaron en el Perú y Bolivia en su honor, trastocan igualmente el estatuto de la imagen del Estado que se había materializado en las primeras amonedaciones republicanas. En las medallas peruanas fabricadas en la Casa de Moneda en 1825 bajo la supervisión de Hipólito Unanue, la efigie de Bolívar figura en una de las caras y el escudo nacional en la otra, resultando imposible saber cuál es el anverso y cuál el reverso de la medalla, y por su composición y simbología remiten a las medallas de fidelidad realizadas a nombre de Fernando VII.

 Las primeras monedas de Bolivia

 La correspondencia entre la imagen de Bolívar y la del rey, así como el juego de la suplantación que las equipara, aparece también nítidamente en las primeras monedas bolivianas, producidas en 1827, dado que el primer diseño de 1825, en el que se previó la leyenda REPUBLICA BOLIVAR y la imagen del Cerro de Potosí no se llegó a utilizar. La primera Ley Monetaria, fue aprobada por la Asamblea Constituyente el 17 de agosto de 1825, fijando como unidad monetaria el peso, con la misma ley y peso que la moneda anterior de cuño español, dividida en ocho soles, equivalentes a los antiguos reales.

 Según algunos autores, la principal razón para no proceder a dichas acuñaciones fue que la mayoría de los operarios y oficiales de la Real Casa de Moneda de Potosí abandonaron sus puestos tras la victoria de los ejércitos republicanos, por lo que fueron reemplazados  por empleados sin experiencia. Eso llevó a que hasta 1827 se siguiesen utilizando los cuños anteriores, con el retrato diseñado por el grabador Félix Sagau, a nombre de Fernando VII.

 Por ello, un nuevo Decreto de 20 de noviembre de 1826 ordenó colocar el busto de Bolívar en el anverso de las monedas. Estas emisiones fueron de un valor facial de 8 soles de plata, y llevan en su anverso el busto de Simón Bolívar y su apellido debajo en mayúsculas y la leyenda LIBRE POR LA CONSTITUCION, y en su reverso una representación del Árbol de la Libertad, con dos llamas tumbadas enfrentadas a cada uno de los lados, la leyenda circular REPUBLICA BOLIVIANA en su parte superior y seis estrellas. Porta asimismo el año de emisión, las siglas de ensayador IM y el monograma PTS de la Casa de Moneda de Potosí. Su canto es acanalado, con la leyenda AYACUCHO SUCRE 1824.

 El busto de Bolívar se representa con uniforme militar y corona de laurel con cinta, una representación a la heroica que remite irremisiblemente a las acuñaciones desde Carlos III en las emisiones de busto de las cecas ultramarinas españolas, así como a las emisiones del tipo conocido como Almirante realizadas en la Casa de Moneda de Santiago de Chile a nombre de Fernando VII. Dicho retrato es realista, posiblemente tomado del natural o de algún cuadro contemporáneo con gran detalle, visible en sus rasgos faciales y en su silueta.

 Se conocen ejemplares de una versión o prueba anterior, en todo caso no adoptada, de moneda de facial de 8 y 4 soles, realizada durante los primeros meses del Gobierno del Presidente Antonio José de Sucre, Gran Mariscal de Ayacucho, en la ceca de Potosí, como consta en el monograma que aparecen en las mismas, y con las mismas siglas de ensayador que en las finalmente adoptadas. En sus anversos se reproduce el busto desnudo a derecha de Simón Bolívar y la misma composición en el reverso, con la leyenda en su canto SUCRE AYACUCHO 1824.

 El dudoso carácter del culto al héroe republicano

 La presencia del retrato de Bolívar en las medallas y en las dependencias públicas, la exaltación desmesurada de su imagen y los honores que se rinden a dicho retrato, rompen según Majluf el frágil equilibrio entre el reconocimiento debido a los caudillos y el espíritu republicano, y era de alguna forma, la traición a la revolución republicana lo que conducía irremediablemente a los caudillos a asociar su imagen a la del rey.

 Otra traición a los principios republicanos fue su Constitución Vitalicia. Redactada por el propio Bolívar, en la carta de presentación de la misma, que imaginaba habría de hacerle presidente de Bolivia, la Gran Colombia y el Perú, Bolívar se presenta a sí mismo con todos los atributos de un monarca constitucional:

 El presidente de la república viene a ser en nuestra Constitución como el sol que, firme en su centro, da vida al universo. Esta suprema autoridad debe ser perpetua; porque en los sistemas sin jerarquías se necesita más que en otros un punto fijo alrededor del cual giren los magistrados y los ciudadanos: los hombres y las cosas. Dadme un punto fijo, decía un antiguo, y moveré el mundo. Para Bolivia, este punto es el presidente vitalicio. En él estriba todo nuestro orden, sin tener en esto acción. Se le ha cortado la cabeza para que nadie tema sus intenciones, y se le han ligado las manos para que a nadie dañe.

 El propio Bolívar había escrito a Francisco de Paula Santander que dado que los pueblos se habían desacreditado por su apoyo a los realistas, era por tanto el ejército la única formación social dotada de fuerza y capaz de actuar a favor de la revolución, y como afirma Clément Thibaut, el ejército republicano y sus héroes se habían forjado una legitimidad histórica, quizá más fuerte que la legitimidad política del sufragio, lo que les permitió pronunciarse fuera de los mecanismos de la política representativa.

 Otro colaborador y amigo de Simón Bolívar, Joaquín Posada, justificaba en sus Memorias como imprescindibles las represalias, reconocía que había excitado el odio del pueblo y justificaba los horrores cometidos en la medida en que hacían parte de una guerra de conquista, como actos propios de una relación en la que el conquistador lograba la obediencia del pueblo subyugado. Los mismos se compensaban de alguna manera, pues, en su opinión, algunas veces la conquista mejoraba su suerte.

 La salida de Simón Bolívar del Perú marca el comienzo de una nueva etapa iconoclasta, materializada en la orden del nuevo Presidente José de la Mar, antiguo Mariscal del Ejército Real del Perú de 13 de noviembre de 1827, en la que se establecía que:

 … en los tribunales de justicia, municipalidades, administraciones del Tesoro, y oficinas de Hacienda están bajo de dosel retratos del general Bolívar, y persuadido de que esto es mirado como una señal de reconocimiento de soberanía; ha dispuesto que se quiten inmediatamente, y que en su lugar se ponga el escudo nacional, en muestra que solo la nación es soberana.

 Bibliografía:

 MALJUF. N., “De cómo reemplazar a un rey: retrato, visualidad y poder en la crisis de la independencia (1808-1830)”, Histórica, Lima, 37, nº1, 2013, pp. 73-108.

THIBAUT, C., “La república es un campo de batalla en donde no se oye otra voz que la del general”: el ejército bolivariano como “cuerpo-nación” (Venezuela y Nueva Granada, 1810-1830)”, en ORTIZ ESCAMILLA, J. (ed.), Fuerzas militares en Iberoamérica. Siglos XVIII y XIX., El Colegio de México/El Colegio de Michoacán/Universidad Veracruzana, México, D.F./Zamora/Xalapa, 2005.

VÉLEZ RENDÓN, J.C., “Las tribulaciones de un patriota desencantado. Las Memorias histórico políticas de Joaquín Posada”, Revista Historia y Sociedad, nº 12, Medellín, Noviembre 2006, pp. 191-216.

VICUÑA MACKENNA, B., El coronel don Tomás de Figueroa, estudio crítico según documentos inéditos sobre la vida de este jefe y el primer motín militar que acaudilló en la plaza de Santiago el 1° de abril de 1811, i su proceso, Santiago de Chile, 1884.