jueves, 30 de abril de 2015

La circulación de la moneda española en Brasil

Publicado en Numismático Digital, 29 de abril de 2015

http://www.numismaticodigital.com/noticia/8324/

La escasez de moneda propia en Brasil obligó a las autoridades portuguesas a autorizar la circulación de la moneda española en el territorio. Según Beltrán, la acuñación de moneda en Brasil fue muy tardía, por lo que se recurrió al cambio directo y al uso de las monedas de las Indias españolas o metropolitanas, con resellos no sólo de autorización, sino de elevación de su valor. Según Torres, es posible que ya desde mediados del siglo XVI las más de veinte casas de fundición de las que hay noticia resellaran o marcaran moneda indiana española, o incluso batiesen su propio numerario, dado que, aunque no se conservan ejemplares, existen algunos indicios documentales.

Ya en fecha tan temprana como comienzos del siglo XVII se comenzaron a resellar las monedas españolas en circulación, constando en las mismas el valor en reis otorgado. Existen resellos sobre reales sencillos, dobles, de a cuatro y de a ocho, con una corona muy sencilla y los números 60, 140, 240 y 480, respectivamente. En 1643, como recoge Foerster, los reales de a cuatro valían 240 reis, y en 1663 300 reis.

Juan IV autorizó en 1643 la circulación de los reales de a ocho, que se conocieron como patacas, y los de a cuatro o meias patacas, que fueron resellados mediante un carimbo con la corona real portuguesa y con indicación de su valor en reis, como antes se indicó. Los resellos se llevaron a cabo en Salvador de Bahía, Río de Janeiro y Marañón. En un principio cada real indiano estaba valorado en 2 vintens o 40 reis.

En Brasil se hicieron patentes los problemas derivados de los escándalos potosinos, y en 1647 y 1651 se prohibió la circulación de la moneda perulera, si bien se siguió permitiendo la batida en la ceca de México y la acuñada en las cecas peninsulares de Sevilla y Segovia, y en 1655 se volvieron a autorizar las monedas peruanas de nuevo cuño.

Nuevamente hacia 1670 se volvió a resellar la moneda española en circulación, mediante un anagrama con corona y los numerales 75, 150, 300 y 600, que representaban los valores en reis de los reales sencillos, de a dos, de a cuatro y los pesos. Tan sólo cinco años después se realizaron nuevos resellos, para adecuar la moneda española a su nueva valoración, con los números 80, 160, 320 y 640 –reis-. Hacia 1680, se resellaron asimismo reales de a cuatro y pesos con los valores 300 y 600 dentro de un recuadro coronado, y con otro resello de una esfera armilar coronada.

Desde que a finales del siglo XVII se descubrió oro en el territorio, una parte del mismo pasó a los territorios indianos de España a cambio de plata y otras mercancías. Como afirman Martin de Sousa y Valério, los principales productos de las Indias de ambas Coronas, como el algodón, carnes, azúcar o tabaco, eran similares, si bien Brasil fue un importante punto de introducción de mercancías europeas de contrabando.  Aunque la moneda de oro no tenía circulación legal en Brasil  este metal circulaba en el territorio, y eran comunes las joyas y ornamentos religiosos fabricados con el mismo, debido a que por su abundancia era relativamente barato. El punto principal de su entrada en los territorios hispánicos era el estuario del Plata.

Humboldt nos informaba que Brasil era el receptor de la mayor parte de la plata de contrabando que salía del virreinato del Perú. Dicho comercio ilícito se producía al este de los Andes, por la cuenca del Amazonas. A su entender, para la plata del virreinato meridional Brasil era un mercado casi tan lucrativo como lo era China para el septentrional. Entre 1/5 y ¼ de la producción de las minas de Pasco y de las de Chota habría seguido este camino. Por esta vía habrían salido de contrabando, según sus cálculos, doscientos millones de pesos desde el descubrimiento del continente hasta 1803.

El volumen de este tráfico hacía que algunas personas en Lima, según este autor, pensasen que si se vivificase el comercio por esta gran arteria fluvial sería mayor la exportación fraudulenta de plata. Ello había sido una rémora para el desarrollo económico de las provincias amazónicas del virreinato, las regadas por los ríos Guallaga, Ucayalo, Bení y Puruz, ahora conocidos como Huallaga, Ucayali, Beni y Purús, si bien su despoblación había facilitado enormemente la actividad de los contrabandistas.

A partir de 1808 se autorizó nuevamente el resello de los reales de a ocho españoles, dándoles el valor de 960 reis. Este valor, como recoge Santos, era el fijado en Minas Gerais, Cuiabá y Mato Grosso. En fecha 1 de septiembre de ese año se autorizó por alvalá a resellar los pesos de las cecas indianas, aplicándoles un resello o carimbo bifacial con el escudo de Minas Gerais y el globo de Brasil, siendo el facial que se le aplicaba notablemente superior al precio real de la plata. Montaner recoge otros resellos regionales realizados en Mato Grosso en 1818, en Ciuaba entre 1820 y 1821, en Ceara hacia 1834 y en Piratiny, como luego veremos, hacia 1835.

Blair afirmaba que entre 1810 y 1816 la moneda de plata circulante en Brasil estaba compuesta exclusivamente por reales de a ocho españoles reacuñados, siendo visibles los motivos originales cuando se hacía una inspección detallada. Eckfeldt y du Bois recogían asimismo que las emisiones de 960 reis de valor facial acuñados entre estos años eran “…simplemente dólares españoles en un nuevo vestido”.

Esta autorización coincidió cronológicamente con la fundación del Banco de Brasil y con la autorización de la circulación de los vales emitidos por las Reales Casas de Fundiçao do ouro da Capitania de Minas Gerais, cuyo exceso de emisión produjo su descrédito hasta en un 80%. Como afirmaban Eckfeldt y du Bois, si bien en 1833 se crearon nuevas monedas de plata con valores de 1.200, 800, 400, 200 y 100 reis, que al menos nominalmente estaban acuñadas de acuerdo con el patrón español de fineza, el circulante brasileño estaba principalmente compuesto por papel moneda.

Durante la conocida como Revolução Farroupilha o Guerra dos Farrapos, entre 1835 y 1845, liderada por la clase dominante gaucha de Rio Grande do Sul y en la que participó el después héroe de la Unificación Italiana Giuseppe Garibaldi,  se legalizó la moneda circulante en el territorio, entre ella la española. De entre las monedas reselladas, destacan las blastracas, moneda cortada normalmente de plata peruana o potosina resellada con valores de 100, 200 y 400 reis. Esta moneda cortada tenía formatos irregulares, con la línea de corte lisa, dentada u ondulada, y se utilizaba para cubrir las necesidades locales de moneda fraccionaria.  

BIBLIOGRAFÍA:

BELTRÁN MARTÍNEZ, A.,  Introducción a la Numismática universal, Madrid, 1987.
BLAIR, E.H., The Philippine Islands 1493-1898, Vol. LI, 1801-1840.
ECKFELDT, J.R., DU BOIS, W.E., A manual of gold and silver coins of all nations, stuck within the past century, Philadelphia, 1842.
FOERSTER, G.H., “Plata hispanoamericana en circulación mundial del siglo XVI hasta el siglo XX. Monedas de una exposición numismática”, Gaceta Numismática 141, junio 2001, pp. 41-59.
FOERSTER, G.H., “Un “Rarolus” de Santiago de 1796”, Crónica Numismática, diciembre 2005, p. 48.
HUMBOLDT, A. von, Ensayo Político sobre la Nueva España, T.III, Paris, 1827
MARTINS DE SOUSA, R. y VALÉRIO, N., “Portuguese prices and Brazilian gold in the 18th century”, 13th International Economic History Congress on “Global Moneys and Price Histories, 16-18 Centuries”, Buenos Aires, 2002.
McCLELLAN, L., “Two-bits, four-bits, six-bits, eight...” www.columnarios.com, 15 Jun 2008.
MONTANER AMORÓS, J., Los resellos. Las monedas españolas reselladas en el mundo, Valencia, 1999.
SANTOS, R.E., “El desarrollo monetario anglosajón en Brasil (1801-1822)”, Crónica Numismática, abril 2001, pp. 55-59.
TORRES, J., “La implantación de la moneda en América”,  Revista de Filología Románica, 11-12, UCM, 1994-95.

VICTORINO, Y., A Moeda da Revolução Farroupilha, Fundo da gaveta do Yuri




“Piezas de 960 reis de Juan VI del Brasil sobre duros españoles”, NVMISMA, nº 23, noviembre - diciembre 1956, pp. 179-180.

domingo, 5 de abril de 2015

La moneda española en Tahití

Publicado en Numismático Digital, 1 de abril de 2015
http://www.numismaticodigital.com/noticia/8242/

La isla de Tahití fue descubierta por Pedro Fernández de Quirós en 1606, y en el siglo XVIII fue visitada por algunos navegantes europeos, como el británico Samuel Wallis o el francés Louis Antoine de Bouganville. La Corona española, tras tener conocimiento de estos viajes y los de James Cook, con el fin de evitar el establecimiento en la Polinesia de otras potencias occidentales y para evangelizar a la población, tomó posesión en 1772 de la isla, que recibió el nombre de Amat, en honor del virrey del Perú Manuel Amat y Junyent.

El Virrey Amat envió cuatro expediciones: una a la isla de Pascua en 1770, que tomó posesión de esta isla, que recibió el nombre de San Carlos, en honor del monarca reinante, y otras tres a la Polinesia, con el objeto de ubicar sus islas en el mapa y fundar colonias, con el fin de proteger con ello las costas americanas. La primera expedición a Tahití salió del puerto del Callao el 26 de septiembre de 1772 en la fragata El Águila, al mando de Domingo de Bonaechea. Sus instrucciones fueron muy precisas, en el sentido de que el fin de la misma era “…atraer nuevas almas a la religión cristiana y nuevos vasallos al Rey”, lo que al parecer se cumplió, dado que Cook afirmó más tarde que los habitantes de Tahití siempre se referían a los españoles “…con las mayores expresiones de estima y consideración”.

Una nueva expedición fue enviada en 1774 al mando de Bonaechea, acompañado de dos misioneros, fray Jerónimo Clota y fray Narciso González, y de los dos indígenas supervivientes de los cuatro que vinieron en la primera expedición, llamados Pautu y Tetuanui. También les acompañaba como intérprete el limeño Máximo Rodríguez, que había aprendido el idioma en el primer viaje, y cuyo Diario es considerado actualmente la principal fuente de estudio de la sociedad tahitiana de la época. El día 1 de enero de 1775 se tomó posesión de la isla en nombre del Rey de España.  Tras la muerte de Bonaechea, la expedición volvió al Perú, dejando en la isla a Máximo Rodríguez, a los dos misioneros franciscanos y al grumete José Páez, que abandonaron asimismo la isla con la expedición de Lándara de 1775. Con ello se abandonaron definitivamente los intentos de establecimiento españoles en la isla.

La única referencia numismática que tenemos de estos viajes es que el comandante de El Águila recibió de la Real Hacienda para la expedición cien monedas de medio real y otras tantas de un real, que en su anverso llevaban el busto de Carlos III. Estas monedas, posiblemente acuñadas en la ceca de la capital virreinal, estaban perforadas con un agujero para servir de adorno a los collares que los españoles entregaron a los indígenas tahitianos.
Esta costumbre está ampliamente documentada en la América española, donde según Rocha las medallas de proclamación eran guardadas con cariño por los indios, y era habitual que se las colgaran al cuello, por lo que salvo escasas excepciones tienen un pequeño agujero para tal fin. Estas monedas fueron ensartadas en alambres junto con cuentas de vidrio azul, a modo de sarcillos, y según Máximo Rodríguez los tahitianos se los colocaban en las orejas a modo de pendientes.

En los años posteriores otros europeos, como nuevamente James Cook y la famosa Bounty del capitán Bligh visitaron la isla. Entre 1767 y 1797 Tahití perdió dos tercios de su población debido a las epidemias y el alcoholismo, en un fenómeno común al resto de la Polinesia y Nueva Zelanda. Tahití se convirtió en suministrador de carne de cerdo seco para la colonia penitenciaria de Port Jackson, hoy Sydney,  y en 1819 el rey Pomare II ordenó la destrucción de los ídolos, y la población estaba ya mayoritariamente cristianizada.

Durante el reinado de la reina Pomaré, antes del establecimiento del protectorado francés en la isla, la moneda más apreciada por sus habitantes eran los reales de a ocho españoles, la piastre espagnole à double colonne, si bien según los autores galos los aborígenes no conocían el valor de la plata, dado que no era extraño que ofertasen dos pesos fuertes por un objeto brillante. Los reales de a ocho recibían los nombres de dalla o tara, el mismo que posteriormente y hasta el siglo XX se dio a los dólares y a los pesos de las repúblicas iberoamericanas en circulación en la isla.

Cuando en 1843 los franceses tomaron posesión de la isla, la unidad monetaria adoptada fue el 20 de noviembre de ese año la de la moneda de cinco francos de plata, con un valor equivalente a los pesos chilenos en circulación. Pero en la práctica esta moneda oficial no se correspondió con la moneda circulante, dado que el numerario estaba compuesto en 1850 por onzas chilenas de oro, con un valor de 84 francos, y sus divisores de medio, cuarto y octavo de onza o doublon,  a un valor de 40, 20 y 10 francos. En cuanto a la moneda de plata, se encontraban en circulación los reales de a ocho españoles, con un valor de dos francos y medio, y las pesetas, estimadas en 1 ¼ francos.

En 1862, una tabla de cambios publicada en el periódico Messager de Tahiti muestra circulación de numerosas monedas foráneas en los establecimientos franceses de Oceanía, como los soberanos británicos y las águilas y dólares estadounidenses de oro y los dimes norteamericanos, chelines británicos y diversos pesos fuertes de plata, entre ellos el Douro d’Espagne, con un valor de 5 francos y 30 céntimos, y los reales españoles, que se estimaban en 66 céntimos. La presencia simultánea de estas monedas creaba dificultades, existiendo agios bancarios para los pagos y en las letras de cambio, y pérdidas o ganancias según la moneda utilizada.

Las ordenanzas del gobierno de 1857 y 1863 prohibieron la entrada de dólares de oro de San Francisco y la de los cóndores y medias piastras chilenas, lo que se convirtió en papel mojado.  La situación se complicó con la entrada de moneda falsa procedente de Perú y de Bolivia, con una ley menor que la legal. No fue hasta 1910 cuando se consiguieron erradicar por las autoridades del territorio los pesos chilenos y sustituirlos por numerario francés. Como se afirmaba en el Rapport de la Assemblée de la Polynésie Française 11-2006, de la Commission des finances, sobre una proposición para la introducción del Euro en el territorio, con la instauración del Banco de Indochina el 1904 el franco se fue imponiendo progresivamente a las monedas extranjeras en circulación, principalmente chilenas y peruanas


Bibliografía:

ALONSO IBARROLA, J.M., Tahití y sus islas. Guía, 2010.
BOVIS, E., “État de la société tahitienne à l'arrivée des Européens”, Revue Coloniale, 1855. Réédité en 1978 à Papeete par la Société des Études Océaniennes (74 pp.) 
MARTÍNEZ ABELLÁN, “Apport espagnol au mythe de Tahiti”, Babel, Littératures plurielles, 1/1996, pp. 61-71.
MELLÉN BLANCO, F., “El marino Santoñés Felipe González Haedo y del descubrimiento de la Isla de Pascua”, Monte Buceiro 2 –Cursos 1998, pp. 201-216.
MELLÉN BLANCO, F. “Un diario inédito sobre la presencia española en Tahití (1774-1775)”, Revista Española del Pacífico nº 2, Año 1992, pp. 109-182.
MORDIER, J.P., Tahiti: 1767-1842. Des premiers contacts au Protectorat, Service éducatif des archives territoriales de Polynésie française, CRDP, 2005.
O’REILLY, P., “La vie à Tahiti au temps de la reine Pomaré”, Société des Océanistes. http://books.openedition.org/sdo/924
ROCHA HIDALGO, G. de la, "Árbol genealógico de las monedas centroamericanas", Boletín nicaragüense de bibliografía y documentación, 127, abril-junio 2005, pp. 83-110.
TUMAHARI, L. “Les expéditions espagnoles à Tahiti au XVIIIe siècle”, http://www.lehman.cuny.edu/ile.en.ile/pacifique/tumahai_expeditions.html

VERDE CASANOVA, A., “España y el Pacífico: Un breve repaso a las expediciones españolas de los siglos XVI al XVIII”, Asociación Española de Orientalistas, XXXVIII (2002) 33-50.