miércoles, 30 de noviembre de 2011

Contrabando, moneda y derechos de avería en el Buenos Aires del siglo XVIII



Publicado en Numismático Digital, 30 de noviembre de 2011

http://www.numismaticodigital.com/noticia/4327/Artículos-Numismática/contrabando-moneda-derechos-avería-buenos-aires-siglo-xviii.html


El Ciclo de la Plata en el Cono Sur hispano unía las minas y la ceca de Potosí con el puerto de Buenos Aires, desde donde se internaban en el continente las mercancías recibidas, legal o ilegalmente, de Europa y desde donde se remitían metales y caudales a la Península.

El área del Plata, como las vecinas del Paraguay y la Banda Oriental, fueron territorios claramente deficitarios en el comercio con la Península. La escasez de moneda, especialmente la menuda, era la tónica dominante, si bien en Buenos Aires la penuria monetaria era menos asfixiante, en comparación con las provincias interiores, en las que hasta bien entrado el siglo XVIII, e incluso más adelante, las monedas de la tierra siguieron siendo el medio de pago más extendido.  

La autorización a este puerto para la recepción de tejidos y para su remisión hacia el interior del virreinato, con exención del pago de la avería, habían hecho crecer el comercio en Potosí y en todo el Alto Perú, y estos géneros se encontraban tanto en las diócesis de la Paz y Charcas como en Arequipa y el Cuzco. Dicho comercio comenzaba asimismo a extenderse y a saturar los mercados de la Capitanía General de Chile.

A juicio de las autoridades virreinales radicadas en Lima, una parte importante de estos géneros procedían del contrabando realizado con la Colonia portuguesa de Sacramento y con Brasil, y se vendían como lícitos sin serlo, al suponerse por los jueces de extravíos de Potosí que todo el género procedente de Buenos Aires había llegado en navíos de permiso. El contrabando suponía por tanto una importante saca de moneda de plata hacia los dominios portugueses en Sudamérica. 

En base a ello, José Antonio Manso de Velasco y Sánchez de Samaniego, Conde de Superunda y Virrey del Perú ordenó que todo el dinero que saliese de Potosí para el pago de los géneros procedentes de Buenos Aires satisficiese en origen ese tributo ad valorem, lo que fue objeto de protesta e incluso de flagrante desobediencia por los comerciantes potosinos, que alegaron que los caudales remitidos lo eran para el pago de efectos lícitos o para la amortización de los créditos contraídos para su adquisición.

Por Auto de 9 de septiembre de 1755 se revocó la orden anterior, y se ordenó a los oficiales reales de Buenos Aires exigir dicho impuesto cuando se embarcase oro y plata con destino a España, lo que no se cumplió, dado que el gobernador interino de este puerto, José de Andonaegui, había admitido a trámite el recurso contra el Auto presentado por el diputado del Comercio de Metales de la ciudad.

Con el nombramiento del teniente general Pedro de Cevallos, a la sazón Comandante General de Madrid, como virrey plenipotenciario e independiente del del Perú durante la guerra contra los portugueses en los territorios de la Banda Oriental, y posteriormente con la creación definitiva del nuevo Virreinato del Río de la Plata por Real Cédula de 27 de octubre de 1777, se estableció el Libre Comercio y la libre extracción de mercancías y metales en el puerto de Buenos Aires.

El nuevo virreinato abarcó las provincias de Buenos Aires, Paraguay, Tucumán, Potosí, Santa Cruz de la Sierra y Charcas, recibiendo con ello el control de la ceca de Potosí, que tradicionalmente había surtido de numerario a todo el territorio. Si bien la nueva moneda a cordoncillo se había empezado a acuñar, la mayor parte del circulante de este nuevo virreinato estaba constituido por moneda macuquina batida antes de 1773, dado que la nueva moneda esférica se utilizaba principalmente para la adquisición de mercancías europeas.

Por Bando de 8 de julio de 1777 el virrey Cevallos prohibió la extracción de metales preciosos en tejos, piñas o barras, salvo la que tuviese como destino Buenos Aires, y por Bando de 6 de noviembre del mismo año se prohibió la extracción de metales de Potosí vía el Perú, y la libre internación de mercancías desde el puerto hacia todo el virreinato, Chile y Perú, lo que fue confirmado por Carlos III el siguiente año.

Durante los años de la Guerra de Independencia de los Estados Unidos, Buenos Aires fue el centro neurálgico en el que se intercambiaban metales preciosos procedentes del Alto Perú por productos elaborados procedentes de la metrópoli. A su puerto llegaban los productos chilenos y peruanos, que eran pagados en moneda argéntea, cordobanes, yerba mate o incluso esclavos.

En 1779, para la persecución del contrabando, se creó el Resguardo del Puerto de Buenos Aires, cuerpo militar que en el año siguiente se instaló en Montevideo y posteriormente en Salta, Córdoba,  Corrientes  y Oruro. A partir de 1784 los levantamientos indígenas en el Perú y la lucha por la intendencia de Buenos Aires cortaron las comunicaciones con las áreas interiores, reduciéndose con ello las remesas de caudales de los particulares y de la Real Hacienda y los flujos mercantiles.

El numerario más común era, como antes comentábamos, la moneda cortada batida en Potosí, que en 1784, el año que se ordenó su recogida y su remisión a España, al menos tenía diez años. En 1789 se reexpidió la misma Orden, y se permitió un nuevo plazo de dos años para su recogida. A su expiración, el virrey Arredondo solicitó una nueva moratoria sin concretar plazo temporal, así como la autorización para la labra de moneda menuda, siendo esta última petición denegada.

La falta de moneda menuda, situación común a toda la América hispánica, tuvo por parte de la población una respuesta que también fue común en todo el hemisferio, la emisión de medios de pago no oficiales, las contraseñas, discos de latón con las iniciales del emisor, o los billetes privados. La escasez en Buenos Aires se agravó, asimismo, por la existencia de un premio sobre la moneda macuquina en la plaza, que era más bajo o incluso no existía en otras áreas del Virreinato, lo que producía un flujo de la misma hacia esas regiones. En 1790 y 1798 las autoridades de la ciudad solicitaron a la Corona que tomase las medidas oportunas para abolir el premio de un 3% en los pesos fuertes.

Bibliografía

.  CERDAN DE LANDA SIMON PONTERO, A., Memorias de los vireyes que han gobernado el Perú durante el tiempo del coloniaje español, T. IV, Lima, 1859.
. ENNIS, H.M., “The Problem of Small Change in Early Argentina”, in Economic Quarterly, Federal Reserve Bank of Richmond, Vol. 92/2, Spring 2006, pp. 97-104.
. JUMAR, F. "Algunas cifras del comercio ultramarino del Río de la Plata en el siglo XVIII" XVIII Jornadas de Historia Económica, 18 a 20 de septiembre de 2002, Asociación Argentina de Historia Económica
.RIVALPLATA VARILLAS, P.E., “La libre internación y extracción de mercaderías y metales vía Buenos Aires (1770-1810)” Temas Americanistas, nº 23, 2009, pp. 39-66

jueves, 3 de noviembre de 2011

Problemas monetarios en Caracas a mediados del siglo XVII

Publicado en Numismático Digital, 3 de noviembre de 2011, en Numismática Española, 17 de noviembre de 2011, y en Monedas de Venezuela el 20 de mayo de 2012.


http://www.numismaticodigital.com/noticia/4124/Monedas-Internacional/problemas-monetarios-caracas-mediados-siglo-xvii.html

http://www.catalogodemonedas.es/?q=node/287

http://www.monedasdevenezuela.com/articulos/problemas-monetarios-en-caracas-a-mediados-del-siglo-xvii/


En las Actas del Cabildo de la actual capital venezolana encontramos en el año 1653 importantes referencias monetarias, relativas a la desigual circulación de las monedas acuñadas en el Perú y en México, dado que se reputaban las primeras por falsas y se preferían por el público las segundas. También consta la expresa petición de moneda menuda para atender el pequeño comercio, e incluso la posibilidad de que la misma se pudiese labrar en la ciudad.

Desde 1648 se descubrió que en el último lustro se había estado acuñando en la ceca de Potosí moneda de ley defectuosa, en ocasiones la mitad de la legal, por lo que se adoptaron medidas con carácter de urgencia. Ya en octubre de ese mismo año se había retirado de la circulación en Valencia, Aragón y Navarra, y se ordenó su entrega a las Casas de Moneda para su afinado y reacuñación.

Las piezas batidas entre los años 1649 y 1652, de los ensayadores Rodas y Ergueta, fueron devaluadas y reselladas mediante punzones, de los que se conocen actualmente hasta veinticuatro variantes, y que fueron conocidas como rodajes, moclones y rechinos. No obstante, no se resellaron las piezas de uno y dos reales, que serán las que encontremos en las Actas del Cabildo que vamos a estudiar.

Esta moneda, tanto la resellada como la que no, siguió circulando hasta bastantes años después en las Indias. Para mantener el prestigio de la moneda perulera se cambiaron los tipos para las nuevas emisiones. En el que normalmente era el reverso, con las armas de Castilla y León, se incluyó la leyenda PHILIPPUS IV D.G. HISPANIARVM REX, convirtiéndose con ello en el anverso de los nuevos tipos.

En el anverso se incluyó asimismo el valor facial de las monedas, con números arábigos, la inicial del ensayador y la marca de la ceca, P. En el reverso se incluyeron las Columnas de Hércules y las leyendas POTOSI ANO –fecha- EL PERV y PLVS VLTRA. Este tipo estuvo vigente al menos hasta 1773 en Potosí, y en Lima hasta 1749.

En la reunión del Cabildo de Santiago de León de Caracas del 7 de enero de 1653, el Procurador General de la Ciudad, el licenciado don Favian de Aguirre, puso de manifiesto la importante cantidad de circulante de mala calidad con sello del Perú que se encontraba en la ciudad, que había sido rechazado por un patache que llegó al puerto de la Guayra y que no era aceptado por los pulperos y mercaderes de la población.

En su exposición pedía una solución a este problema, dado que era una moneda marcada con los sellos reales, y no había llegado a esa fecha ninguna prohibición de la Corona sobre su uso, lo que fue considerado justificado por el Cabildo. A pesar de ello, el público no quería recibir moneda perulera, aunque fuese de buen cuño, y prefería la moneda mexicana de a dos o sencilla.

El 11 de julio de 1653, reunido el Cabildo, el Procurador General afirmaba que a pesar de que a su petición el Gobernador y Capital General había ordenado la recepción en el comercio de la moneda con sello peruano y la retirada de la circulación para ser cortada de la que resultase de cobre, esto último no se había producido. A ello se unía la negativa a su recepción por los mercaderes, las negras vendedoras y el público en general, que solo aceptaban moneda mexicana.

Se ordenó por el Cabildo que se volviese a pregonar que nadie podía dejar de recibir la moneda perulera, bajo apercibimiento de doscientos azotes “a quien no tubiere calidad, y a los que la tubieren quinientos ducados, sin que le sirva de escussa el desir que no tienen trueque”, pena que podría ejecutar cualquiera de los alcaldes ordinarios o regidores de la ciudad.

En fecha 16 de septiembre de 1653 el Procurador General propuso que al no haber moneda menuda en la ciudad, de valor inferior a los reales sencillos, se solicitase la remisión de cuartillos desde Cartagena o Santa Fe por valor de diez mil pesos. Como alternativa, proponía que se permitiese a la ciudad su labra, que se financiaría con la entrega por los vecinos de una cantidad equivalente en moneda doble.

Bibliografía:
·         Actas del Cabildo de Caracas, Tomo VIII, 1650-1654, Prólogo de Guillermo Meneses, Caracas, 1942.
·         FUENTES, M.A., Biblioteca Peruana de Historia, Ciencias y Literatura, T. III, Antiguo Mercurio Peruano, Lima, 1861.
·         JOVEL, F. Y JOVEL J., Los efectos del “gran escándalo” de Potosí en España, www.segoviamint.org
·         LAZO GARCÍA, C., Economía colonial y Régimen Monetario, Perú: Siglos XVI-XIX, Lima, 1992.
·         SANTIAGO FERNANDEZ, J. DE, Política monetaria en Castilla durante el siglo XVII, Valladolid, 2000.
·         www.maravedis.org

jueves, 6 de octubre de 2011

Solicitudes para la apertura de nuevas Casas de Moneda en Nueva España durante el siglo XVIII

Publicado en Numismático Digital, 6 de octubre de 2011


El siglo XVIII verá cómo el territorio del Virreinato de Nueva España duplicó su territorio hacia el lejano norte, con el poblamiento mediante misiones y presidios de Tejas, Nuevo Méjico y California, hasta alcanzar una extensión de más de cuatro millones de kilómetros cuadrados.


Los territorios de Sonora y Sinaloa eran ricos en recursos mineros, pero no tenían una economía monetaria, debido a la crónica escasez de un numerario que procedía principalmente de los situados y sueldos de los funcionarios, y que desaparecía por la adquisición de mercancías por los comerciantes. Por ello, muchos de los pagos, especialmente los realizados por y a los indios y por las capas más desfavorecidas de la población, se realizaban en especie –cambalache- o en tejos y tepusquis -pedazos de metales preciosos sin ensayan ni quintar-.

El peso era por ello en estos territorios, como puso a mediados de siglo de manifiesto el Visitador José Rafael Rodríguez Gallardo, una moneda de cuenta que tenía según cada género su propia valoración y paridad con otras mercancías. También circulaban los tavitos o tlacos, fabricados por los comerciantes a título particular para ser utilizados como moneda fraccionaria para las compras en sus establecimientos.

Ya en 1727 el Virrey Marqués de Casa Fuerte mandó formar una Junta en Guadalajara que formulase los arbitrios que se considerasen oportunos para el establecimiento de una nueva Casa de Moneda. En 1728 se convocó una nueva Junta en el Alcázar de Chapultepec, en el que los convocados, todos ellos ministros de la Casa de Moneda capitalina, informaron negativamente sobre el establecimiento de una nueva ceca en Guadalajara o Zacatecas.

Las razones aducidas, que se referían al prestigio de la moneda mexicana y a sus teóricos elevados costes de acuñación, no pueden esconder las reticencias de estos funcionarios a la pérdida de los importantes beneficios que suponía la labra de los metales preciosos procedentes de los ricos reales del norte. Así lo manifestaba unos años después Matías de la Mota, que presentó un arbitrio para el establecimiento de una Casa de Moneda en Nueva Galicia, para surtir de numerario a esta provincia y a la de Nueva Vizcaya. De la misma opinión era Gamboa, y así lo plasmó en sus Comentarios a las Ordenanzas de Minas de 1761.

Tras la Visita de José de Gálvez a estos territorios entre 1768 y 1771, se propuso por el mismo y por el Virrey Marqués de Croix el establecimiento de una Comandancia General de las Provincias Internas y de una Casa de Moneda en su capital. Tanto el fiscal de la Real Audiencia de México como el superintendente de la ceca mexicana se opusieron frontalmente a ello, por lo que finalmente no se llevó a cabo, si bien el ingeniero Manuel Agustín Mascaró fue comisionado para dirigir su construcción en la población de Arizpe, en Sonora, y por Real Orden de 2 de marzo de 1782 se ordenó la construcción a la mayor brevedad posible de una Casa de Moneda en esta población.

En 1788 el Consejo Municipal de Guadalajara solicitó el establecimiento de una filial de la Casa de Moneda de México en esta población, al igual que unos años más tarde hizo el Ayuntamiento de la Villa de Chihuahua. Algunos de los principales Reales de Minas fueron desde la invasión napoleónica de la Península hasta la Independencia cecas provisionales donde se batió moneda de necesidad, como fueron los casos de Sombrerete de Vargas, Real de Catorce, Zacatecas, o en las propias Guadalajara y Chihuahua.

Nuevamente en 1819 Eguía propugnaba el establecimiento de nuevas Casas de Moneda en Tierradentro, indicando los lugares de Durango y San Luis Potosí como los más idóneos. Las razones esgrimidas son similares a las postuladas a lo largo del siglo, principalmente las largas distancias a recorrer por los mercaderes de la plata y la gran cantidad de mineral que se encontraba en el área, que haría rentable la labra.

Finalmente, por Acuerdo de las Cortes de España, en fecha 6 de noviembre de 1820 se accedió al establecimiento de una Casa de Moneda en Zacatecas y otra en Guadalajara, o en cualquier otro lugar que se considerase idóneo por su distancia a los Reales de Minas y para conveniencia de los mineros.


Bibliografía.-

·          AGUILAR ALVARADO, M., “Las reformas borbónicas y la minería en Sinaloa en el siglo XVIII”, XVII Simposio de Historia y Antropología, Volumen I, febrero de 1992, Universidad de Sinaloa.
·          EGUIA, J.J. de, Memoria sobre la utilidad e influjo de la minería en el Reino: Necesidad de su fomento, y arbitrios de verificarlo, México, 1819.
·          GAMBOA, F.X. de, Comentarios a las Ordenanzas de Minas, 1761.
·          RÍO, I. del, “Comercio, libranzas de Real Hacienda, y circulación monetaria en el Norte de Nueva España (1773-1810)”, Estudios de Historia Novohispana, julio-diciembre 2006, pp. 117-131.
·          TORRE CURIEL, J. R. de, “Comerciantes, precios y salarios en Sonora en el periodo colonial tardío. Caracterización de un círculo comercial cautivo”, Historia Mexicana, LVIII, 2, 2008, pp. 595-656


domingo, 4 de septiembre de 2011

Sir Isaac Newton, los chelines de Vigo y la plata de Rande

Publicado en Numismático Digital, 2 de septiembre de 2011







El importe de las remesas de metales preciosos que fueron capturadas por los aliados en la batalla de Rande ha sido un tema muy debatido desde el mismo momento en el que los hechos se produjeron. Julio Verne situó en la bella ría de Vigo el lugar de abastecimiento de piezas de oro y plata del Capitán Nemo y su Nautilus.

Entre los días 23 y 27 de octubre de 1702, recién comenzada la Guerra de Sucesión Española, una Flota de la Plata fue copada y asaltada por dos escuadras angloholandesas en la ría de Vigo. Esta presa fue recibida con júbilo en Inglaterra y en los Países Bajos, aliados del Pretendiente Carlos, y fue motivo para la emisión de un gran número de medallas y para la acuñación de moneda de oro y plata por la Reina Ana.

Los atacantes se jactaron de que el valor de lo capturado alcanzó la cifra de cuatro millones de pesos fuertes, que una vez reacuñados habrían supuesto un monto global de unas 95.000 libras esterlinas, y esta es la cantidad que reflejó Bacallar en su libro coetáneo, y Dasí en su obra clásica sobre los reales de a ocho. Pero en el mismo se ha de contar el valor de los barcos capturados y de las mercancías, así como de los metales preciosos.

No obstante, esto se contradice con la documentación de la época. La plata se había desembarcado con anterioridad al ataque, y había sido remitida a Lugo, en el interior del Reino de Galicia, y de allí a Segovia. El año siguiente Felipe V ordenó la confiscación de los cuatro millones de pesos que habían llegado en la flota. Si bien las pérdidas para los comerciantes fueron enormes, aunque sólo fuera en géneros, 1/3 del botín pertenecía a los de nación holandesa e inglesa, lo que generó un sinfín de pleitos en toda Europa.

La Royal Mint recibió en concepto de botín perteneciente al Gobierno Británico hasta 1703, según los informes de su encargado sir Isaac Newton, maestro de acuñación desde 1699, la cantidad de 4.504 libras y 2 onzas de plata y 7 libras y 8 onzas de oro. Con ellas se acuñaron unas mil libras en moneda inglesa de oro, plata y vellón, con la leyenda VIGO bajo el busto de la reina.

Se batieron chelines de plata en 1702, y el año siguiente piezas de cinco guineas de oro, y numerario argénteo en coronas, ½ coronas, chelines y peniques. El año 1705 se emitieron guineas sencillas, y en 1706 medias guineas. Las monedas de oro llevan en su anverso el busto de la reina a la izquierda, con cinta en el pelo, broche en el vestido y la leyenda ANNA DEI GRATIA, y bajo el busto VIGO.  En su reverso recoge los escudos coronados de Inglaterra, Escocia, Francia e Irlanda formando una cruz, y en su centro la rosa de Inglaterra, y la leyenda circular MAG BR FRA ET HIB REG y el año de emisión.

Los motivos de las emisiones de plata son similares, salvo que se sustituyó en el reverso la rosa por la cruz de San Jorge y la jarretera sobre rayos, la orla tradicional de los monarcas británicos. En el canto de las coronas y las medias coronas se labró la leyenda DECUS ET TUTAMEN ANNO REGNI SECUNDO - Ornamento y salvaguarda segundo año del reinado-. Las monedas de 1, 2, 3 y 4 peniques no llevan la leyenda VIGO por su pequeño módulo.

Se labraron asimismo medallas conmemorativas de esta victoria en plata y bronce. En el reverso de las mismas se representaba la bahía de Vigo cerrada por una cadena, la flota angloholandesa bloqueando su entrada, y los navíos españoles y franceses en su interior incendiados.

En su libro escrito en 1870, Henfrey catalogaba estas piezas como comunes, y aportaba datos importantes sobre la procedencia de la plata utilizada para las emisiones de la primera época de la que posteriormente se convertiría en la primera soberana de la Gran Bretaña unificada. En muchas de las piezas en ese momento conservadas se encontraban en sus esquinas, entre los campos en el reverso, marcas con forma de rosas y plumas.

La segunda de estas marcas procedía de las minas de plata galesas propiedad de Sir Camberry Price y Sir Humphrey Mackworth, mientras que las rosas eran las marcas habituales de las minas de plata del oeste de Inglaterra. No parece lógico que en una situación económica como la sufrida en Inglaterra, donde la plata batida en los primeros dieciocho años del siglo literalmente desapareció de la circulación, no se hubiese utilizado esa plata presuntamente obtenida en Rande.

En un informe al Parlamento de 21 de septiembre de 1717, Newton afirmaba que entre 1699 y ese año se habían batido 674.831 libras en moneda, de las que 320.372 libras y 12 chelines procedían de antiguas monedas escocesas de plata o de monedas extranjeras circulantes en ese reino, que fueron reacuñadas en Edimburgo conforme a los estándares ingleses en virtud del Tratado de Unión.

Los problemas de circulante argénteo en Inglaterra fueron enormes durante el siglo XVIII. En el resto del mismo solamente se acuñó un montante global de 584.764 libras, 17 chelines y 5 ½ peniques, y la plata foránea, especialmente la española, era remitida a Oriente para alimentar un activo comercio con la India y China.

La salida de la moneda de buena calidad y módulo grande supuso la permanencia en la circulación de una moneda argéntea procedente de fraudes generalizados, que hacia 1805 se encontraba en tal estado de imperfección que, a juicio de Lord Liverpool, el chelín no era ya una auténtica moneda, sino de una ficha –Token- cuya única función era la de permanecer en la circulación como divisor de las guineas de oro.


Bibliografía

·         BACALLAR Y SANNA SAN FELIPE, V., Comentarios de la Guerra de España, e historia de su rey Phelipe V el animoso, desde el principio de su reynado hasta la Paz General del año de 1725, T.I., Génova, 1725.

·         EDE, J., A view of the gold and silver coins of all nations, 1808.

·         HENFREY, H.W., A guide to the study and arrangement of English Coins, Londres, 1870
·         MORENO Y CASANOVA, J.J., “La batalla de Rande”, Crónica Numismática, septiembre 1996, pp. 38-39.
·         PÉREZ AGUILERA, C., “La batalla de Rande y sus consecuencias monetarias”, Crónica Numismática, abril 2004, pp. 44-46.
·         SEALY, H.N., A Treatise on Coins, Currency, and Banking, Londres, 1858.

jueves, 4 de agosto de 2011

Las reformas de 1728 y la circulación de la moneda portuguesa en Extremadura

Publicado en Numismático Digital el 3 de agosto de 2011

Tras el descubrimiento de los ricos filones auríferos brasileños en 1692, el oro brasileño se unirá a la plata de las Indias españolas para constituir las bases del numerario mundial durante el siglo XVIII. La representación artística de esta opulencia la encontramos en el sepulcro de Fernando VI, en el cuerno de la abundancia del que manan, entre otras monedas, reales columnarios y novos escudos de 400 reis.

Portugal entró en la Guerra de Sucesión Española, tomando partido por el Pretendiente Carlos, en 1703. Su rey Pedro II explicó las razones de la ruptura de los Tratados firmados en 1701 con Luis XIV en la Justificación de Portugal, siendo la principal de ellas ayudar a la ínclita Nación Española a sacudirse el yugo francés. Pedro, como monarca de una parte de España, la Lusitania, solicitaba con ello la libertad de todo el nombre Español, procurando quitarle el oprobio del dominio extranjero y violento. Otros de los asuntos importantes alegados eran la navegación por el Atlántico, el oro brasileño y el de la Colonia de Sacramento, en la Banda Oriental, que fue motivo de disputa durante gran parte del siglo XVIII entre ambas monarquías ibéricas.

Desde 1706, los cruzados portugueses constituyeron el principal circulante de los territorios dominados por el Pretendiente, y tenían curso legal en todos ellos. De la importancia de este numerario da fe la posterior legislación filipina tendente a su retirada y recogida, desde fecha tan temprana como 1707, en la que se prohíbe la circulación de la moneda portuguesa en el Reino de Valencia. En 1711 se prohibió asimismo la circulación de toda la moneda acuñada en países enemigos, y la entrega de la moneda de oro y plata portuguesa en las Casas de Moneda por su valor intrínseco.

Portugal, carente de una flota capaz de garantizar el comercio y las remesas del oro recientemente descubierto en Brasil, puso dicho comercio en manos de Inglaterra, que fue la que canalizó la importante corriente áurea hacia Europa. La llegada de este nuevo numerario provocó en 1720 una grave crisis financiera en Inglaterra y Francia, con el hundimiento de la Compañía del Mar del Sur en la primera y del sistema Law y su Banque Royale en la segunda.

En las Ordenanzas para las Casas de Moneda de España e Indias de 9 de junio de 1728 se ordenó que las monedas de oro fueran acuñadas con ley de 22 quilates, y se hace referencia explícita a la moneda batida en Portugal, labrada con la misma ley. La ley de las emisiones de plata nacional, la acuñada en las Indias, se rebajaba por esta norma a 11 dineros, y se fijaba la talla de 68 piezas el marco, siendo el motivo alegado para ello evitar la extracción del numerario argénteo a otros países europeos.

Se estableció asimismo con la reforma un circulante de plata provincial para los territorios peninsulares, con ley de 10 dineros, y también se ordenó que las monedas acuñadas en las Indias llevasen nuevos motivos: en su anverso el escudo cuartelado de castillos y leones con lises en el centro, y una granada al pie, y la leyenda PHILIPUS V.D.G. HISP. ET. INDIARUM. REX., y en el reverso las columnas de Hércules coronadas sobre olas y la leyenda PLUS ULTRA, y entre ambas dos mundos unidos por una corona, y la leyenda UTRAQUE UNUM.

En la moneda áurea desapareció del reverso la tradicional cruz de Jerusalén. El uso de un nuevo escudo de España, unitario y centralista, al que se añadió un escusón con las tres flores de Lis de la Casa de Borbón, se reprodujo en la impronta del reverso de las nuevas monedas, junto con el Toisón de Oro y la Orden del Espíritu Santo, en representación del nuevo Estado borbónico. El valor de la onza de ocho escudos pasó a ser de 16 reales de a ocho de plata nacional, o pesos escudos, y la relación bimetálica quedó fijada en 1 a 16. Los pesos de las monedas de oro se fijaron en 542 granos, 27,10 gramos, la onza, 271 granos o 13,52 gramos la media onza, 135 granos o 6,76 gramos los doblones y 67 13/17 granos o 3,38 gramos los escudos sencillos.

Ese mismo año el Gobernador de Puebla de Sanabria, don Diego de Cantos y Anaya, hizo una Representación al monarca, en la que solicitaba que, dado que la moneda de oro portuguesa circulante en el territorio era nuevamente sacada hacia este reino por los comerciantes, en cantidad de 10 o 12 piezas, se estableciese sobre la misma derechos en las aduanas, como si se tratase de mercancías. En contestación a la misma el Intendente de Extremadura, don Feliz Ponsich, y el Gobernador de Alcántara, Joseph Dusmet, remitieron sendas cartas al soberano dando su parecer sobre el tema en fechas 22 y 29 de diciembre, sucesivamente.

El Intendente informaba que el comercio con moneda áurea portuguesa en la provincia se había reducido, dado que las mismas no valían en Portugal más que 96 reales de vellón, y los portugueses las traían a España y las vendían a 102, 103 y 104 reales. Dado que con el aumento recibido con las reformas antes vistas la valoración de estas piezas en España era de 119 reales y ¼, la entrada de numerario portugués era frecuente, y favorecía a los comerciantes de ambos países.

El problema se presentaba con el retorno de esa moneda al país de origen, dado que allí solamente valía 96 reales de vellón, por lo que los comerciantes españoles llevaban exclusivamente la necesaria para su manutención. A su entender, no le parecía adecuado imponer los derechos propuestos por el Gobernador de Puebla. Del mismo parecer era el Gobernador de Alcántara, para el que no se deberían imponer derechos ni a la entrada ni a la salida de una moneda que corría llanamente en la provincia, por los perjuicios que traería para los intereses españoles.

A la vista de los informes, se estimó que la saca de moneda estaba prohibida, aún cuando su cuño fuese portugués. En un alarde de pragmatismo, se afirmaba que una vez que la moneda se había introducido en España pasaba a considerarse como propia, tanto por el derecho adquirido como por el beneficio que suponía al Real Servicio y al público la conservación de la buena moneda, aunque fuese de cuño extranjero. Se estimaba, por tanto, que no se debían imponer los derechos de extracción propuestos por el Gobernador de Puebla, ni ningún otro.

Se debía permitir la salida del Reino con una cantidad proporcionada a los gastos del viaje, en 10 o 12 monedas de oro,  por ser ajustado a la normativa fijada en la Ley 8, título 18, libro 6º  de la Recopilación, que permitía la salida de numerario de oro, plata o vellón para hacer frente a los gastos, si bien se entendía que la cantidad que entraba en España era mayor que la que salía, dado que la balanza comercial era favorable.

La posibilidad de fijar aranceles a la entrada de moneda portuguesa se juzgaba muy perjudicial, dado que podría suponer un impedimento a su acceso, lo que no interesaba, al ser de ley de 22 quilates, como la española. No solamente convenía facilitar su entrada, sino fomentarla, y procurar su conservación en el Reino el mayor tiempo posible, dándola curso en los comercios y en las Arcas Reales, con el valor ajustado a su peso y ley.

Las remesas de oro portugués fueron frecuentes durante todo el siglo. Baste recordar la importancia porcentual  de la moneda áurea provincial acuñada en los años 80 del siglo con oro brasileño en la ceca de Madrid. O que Floridablanca propuso que los Vales Reales emitidos fuesen redimidos con el oro comprado en Portugal. Pero estas son otras historias.


BIBLIOGRAFÍA:

·          Otras Ordenanzas para las Casas de Moneda de estos Reinos, i los de Indias, Felipe V en Madrid a 9 de Junio de 1728, Autos Acordados, L. V, T. XXI, Auto LIX.
·          CARDIM, P. “Portugal en la guerra por la sucesión de la Monarquía española, en GARCÍA GONZÁLEZ, f. (coord..), La Guerra de Sucesión en España y la batalla de Almansa, Madrid, 2009.
·          LARRUGA Y BONET, E., Memorias políticas y económicas sobre los frutos, comercio, fábricas y minas de España, T. XXXIX, Madrid, 1796.
·          PÉREZ SINDREU, F. DE P., « Variaciones en el valor de las monedas durante el siglo XVIII para paliar la escasez de plata y evitar la salida de las monedas españolas al extranjero”, Gaceta Numismática 155, diciembre 2004, pp. 43-53.
·          RUIZ TRAPERO, M., La moneda: Documento histórico al servicio del poder político y de la sociedad, discurso leído en su acto del 31 de mayo de 2006 para su recepción en la Real Academia de Doctores, Madrid, 2006
·          SANTOS, R.E., “Mercantilismo y despegue económico en Brasil (1750-1800), Crónica Numismática, abril 2000, pp. 46-50.

jueves, 7 de julio de 2011

¿No era plata de las Indias?

Publicado en Numismático Digital, 6 de julio de 2011

http://www.numismaticodigital.com/noticia/2410/Artículos-Medallística/era-plata-indias.html




El pasado mes de mayo una noticia ha corrido como la pólvora en el mundo numismático. Un equipo de la Universidad de Lyon, en Francia, ha comunicado los resultados obtenidos del análisis de 91 monedas de diversas épocas y procedencias, realizado con un espectrómetro de masas. En base a los isótopos de la plata, el cobre y el plomo en su composición, han llegado a la conclusión de que las monedas emitidas en las cecas peninsulares en los siglos XVI y principios del XVII no estaban batidas en plata procedente de las remesas indianas. Ciertamente sorprendente, pero lógica.

En primer lugar, y en lo tocante a la España Moderna, es sabido que la labra de moneda se realizaba por cuenta de los particulares, y así se hacía libremente desde antes de las Ordenanzas de Medina del Campo de 18 de junio de 1497, que prohibieron su fundición fuera de las Casas de Moneda. Esta norma estuvo vigente, y de hecho sigue apareciendo en la Novísima Recopilación en tiempos de Carlos IV, hasta la promulgación de las Ordenanzas de Cazalla de 16 de julio de 1730, que ordenaba la labor de toda la moneda por cuenta del Rey.

Asimismo, no es menos cierto que la plata que provenía de los Reinos de las Indias debía haber necesariamente sido quintada y sellada. Ello significaba que se procedía a su aquilatación, se sometía a ensayo, se deducía el quinto y se grababa con el sello real, como posteriormente quedó fijado en el Libro IV, Título XXII y siguientes de la Recopilación de las Leyes de las Indias. Ello convertía, a juicio de muchos autores, a estas barras no reducidas a moneda corriente en un circulante de altísimo valor nominal, utilizado para transacciones de gran envergadura.

A comienzos del siglo XIX el ilustre Fausto de Elhuyar definía a la moneda no por la materia en la que estuviese realizada, sino por la confianza y el consentimiento de la gente en aceptarla y utilizarla para el comercio, una confianza que se consideraba esencial, y que se asentaba en el sello o significación que se le daba. Para este autor, si alguien llevaba al mercado un pedazo de plata sin él, tendría dificultad en adquirir lo que necesitase si antes no la cambiaba por moneda efectiva. Una confianza basada en la seguridad de su peso y de su ley, y en la legalidad de los gobiernos en cumplir sus compromisos. Cuando faltaba dicha legalidad, afirmaba el autor, en numerosas ocasiones se habían producido trastornos en el orden social.

Tenemos, entonces, emisiones peninsulares y ultramarinas, cada una en su plata privativa, según estos estudios. En ambos casos, hasta el reinado de Felipe IV, los análisis realizados muestran el cumplimiento de las premisas necesarias para su aceptación: ley, peso y legalidad gubernamental. Los monarcas españoles se cuidaron muy mucho de mantener estas premisas inalteradas. Una moneda de labra tosca, por no decir muy deficiente, pero universalmente aceptada.

Las normas relativas a las Casas de Moneda en ambos hemisferios hablan reiteradamente de que la plata llevada a las mismas podía ser en alhajas, vajillas, pasta, barras o moneda antigua. En el caso de las cecas peninsulares, los particulares llevaban su plata a acuñar cuando necesitaban numerario o cuando así se les ordenaba. Pero parece lógico pensar que no llevarían su plata en moneda o en barras procedente de los virreinatos americanos. No tendría ningún sentido volver a desembolsar los tributos inherentes a su acuñación, habiendo ya satisfecho sus derechos en origen esta moneda.

Los análisis antedichos señalan que el punto de inflexión se produce en el reinado de Felipe IV. Durante su reinado se produjeron hechos de enorme trascendencia monetaria, que afectaron a la confianza en la moneda española. Por un lado, los graves escándalos de la ceca de Potosí, y por otro las graves perturbaciones producidas por las emisiones de vellón. En fecha 29 de enero de 1638, cuando se ordenó el consumo de todo el vellón grueso en seis años, igualmente se dispuso que se acuñase para ello toda la plata que llegase de Indias.

Es lógico pensar que las reformas monetarias de tiempos de Carlos II tuvieron también sus efectos en este sentido. Según los estudios de Fernando Serrano, entre 1661 y 1700 se acuñó prácticamente la mitad de todo el numerario batido en las cecas indianas en toda la época de los Austrias. Por otro lado, la reforma de la plata dio como resultado una nueva especie, los reales María. Es lógico pensar que para esta importante reforma se contase con los caudales procedentes de las Indias.

Ya en tiempos de los Borbones, cuando la producción argéntea ultramarina se multiplicó, es más que comprensible que la moneda de esta procedencia fuese utilizada para batir el numerario provincial peninsular. Las reformas llevadas a cabo por Felipe V y Carlos III tenían como objetivo, según la justificación rimbombantemente alegada en  las Pragmáticas, evitar la saca de moneda y adecuar su ley a la de los países de su entorno. Pero no dejaron de ser medidas con un claro objetivo recaudatorio, en las que las rebajas de la ley revertían al Estado pingües beneficios. Como consta en la Instrucción Reservada de 1787 de Floridablanca, los metales preciosos eran frutos nuestros, mercancías de las que se tenía un gran excedente para las necesidades internas, y si no se les diese salida podrían suponer incluso un problema.

Estos estudios analizados abren un amplio espectro de posibilidades para ulteriores monografías. Pero en mi modesta opinión, poner en tela de juicio la importancia de la circulación de los metales preciosos americanos en España y Europa y su trascendencia económica es cuanto menos precipitado. No creo que Humboldt, Hamilton, Chaunu, Vilar o Cipolla, entre otros muchos, estuviesen tan equivocados. Y quedaría una pregunta sin respuesta, ¿por qué plata novohispana y no peruana?

Bibliografía:

* ELHUYAR, F., Memoria sobre el influjo de la Minería en la Agricultura, Industria, Población y Civilización de la Nueva-España en sus diferentes épocas, con varias disertaciones relativas a puntos de economía pública conexos con el propio ramo, Madrid, 1825.
* MORIÑO Y REDONDO, J. conde de Floridabanca, “Obras originales del conde de Floridablanca, y escritos referentes a su persona”, en Biblioteca de autores españoles desde la formación del lenguaje hasta nuestros días, FERRER DEL RÍO, A., Madrid, 1867
* SERRANO MANGAS, F., “Las Casas de Moneda Americanas”, en El Oro y la Plata de las Indias en la época de los Austrias, Madrid, 1999.

jueves, 2 de junio de 2011

Etimología del dinero esterlino, según Sir Thomas Lake

Publicado en Numismático Digital, 1 de junio de 2001.
http://www.numismaticodigital.com/noticia/1831/Artículos-Numismática/etimología-“dinero-esterlino”-según-sir-thomas-lake.html

www.cefinucap.com.ar/articulos.doc


El dinero esterlino o penique es una moneda vigente hasta hoy en día en Inglaterra, siendo en su origen, antes de la adopción del sistema decimal en 1971, la duodécima parte de un sueldo esterlino o chelín. Dado que el sueldo era la vigésima parte de la libra, cada libra esterlina se componía de 240 dineros esterlinos. 

 Sir Thomas Lake fue uno de los personajes más importantes de Inglaterra en el cambio del siglo XVI al XVII. Durante el reinado de Isabel I fue uno de los favoritos de la soberana, y el secretario personal de Sir Francis Walsingham, el Secretario de Estado, cargo que también él ostentaría en el reinado de Jacobo I Estuardo. Si bien sufrieron prisión él y su familia, fue finalmente rehabilitado, y llegó a ser miembro del Parlamento en cuatro ocasiones.

Fue igualmente miembro de la Academia para el Estudio de la Antigüedad y la Historia, fundada por la reina Isabel. En cada reunión de la misma se nombraba a dos de sus miembros ponente y moderador, y se proponían uno o más temas para que en la siguiente cita cada miembro o bien entregase una disertación escrita o bien expusiese oralmente su opinión sobre el tema tratado.

Cada una de las exposiciones se recogía por el secretario para su depósito en el archivo de la Academia.  Del mismo procede el opúsculo de Lake del año 1590, Del dinero esterlino, donde disertaba sobre su etimología. Transcribo íntegramente su contenido, traducido del inglés y del latín, por su indudable valor numismático:

Hay tres opiniones comunes sobre el origen del nombre de dinero esterlino.
1. Algunos han dicho que tomó su nombre del castillo de Sterling en Escocia, y que K.E.I, habiendo penetrado profundamente en Escocia,  el recuerdo de sus victorias en aquel lugar fue la causa de acuñar una moneda, a la que llamó Sterling.
2. Otra opinión es que se llamó así porque tenía la figura de una estrella grabada en él, o bien la figura de un pájaro llamado Sterling; y dicen con ello que los pájaros sobre la cruz en las armas antiguas de Inglaterra eran sterlings.
3. Una tercera, que toma su nombre de Esterling, y que fue normalmente usado por los Esterlings en su comercio, entregándolos y recibiéndolos; o de Esterlings, que serían los trabajadores que los fabricaron.
  La primera tiene pocas posibilidades; debería aparecer en los registros que hacen referencia al penique esterlino en tiempos de K. John.
  Para la segunda, la relativa a la impronta de la estrella o de los pájaros, nunca he visto ninguno acuñado así, además de que siempre ha sido la costumbre grabar en la moneda la imagen del Príncipe.
  La tercera a mi entender tiene una mayor probabilidad de ser la correcta; primero porque en todos los escritores antiguos es llamado y escrito Esterling, y asimismo los franceses y otros extranjeros que hacen mención a este tipo de dinero le llaman Esterling.
  Las denominaciones de los pesos y sus fracciones son de lengua sajona o Easterling, como libra, chelín, penique y farthing -¼ de penique -, nombres que perviven en su lengua hasta hoy en día.
  Más aún, en el Libro Rojo compuesto en el tiempo del K.R.2. se contienen palabras que hacen más firme mi opinión, que son éstas: La moneda así llamada fue realmente hecha a nombre de sus artífices, como asimismo los esterlinos de Inglaterra tomaron su nombre del de su oficio.
  En conclusión, desde entonces, se menciona en historias antiguas, escritas en lengua latina y en lenguas extranjeras, y siempre se nombra en plural, como los dineros de los esterlinos, lo que supone que o bien se llamaba así por la nación Esterlingi, que fue la primera que lo usó; o por los Esterlings, que fueron los primeros operarios que los acuñaron.
  Actualmente, por su antigüedad y por el mucho tiempo que ha estado en uso en Inglaterra, no puedo expresar nada que esté documentado, pero por conjeturas debe haber sido una moneda muy antigua, de largo y conocido uso, dado que nuestras historias inglesas y también las extranjeras, hacen mención a ella como una antigua y conocida moneda; porque en el Libro Rojo es nombrado como esterlino antiguo, y porque el Estatuto de Pesos y Medidas, que fue escrito en tiempos de Eduardo I, provee la composición de ellos en base al penique esterlino, como es cosa cierta y conocida.

Lake cita a los reyes ingleses de la Casa Plantagenet por sus iniciales. El primero de ellos es Eduardo I, esposo de Leonor de Castilla, que gobernó Inglaterra entre 1272 y 1307,  que conquistó amplios territorios en Gales e intentó asimismo la conquista de Escocia. El segundo es el famoso Juan I, el Juan sin Tierra de las historias de Robin Hood,  y el tercero Ricardo II, el hijo del Príncipe Negro que combatió en Castilla junto a Pedro I.

Coetáneamente encontramos otras disertaciones sobre el mismo tema y con el mismo título de otros miembros de la Academia: una primera anónima, otra firmada por Francis Thynn, un oficial del Colegio de Armas de Londres, y una tercera rubricada por James Ley, primer Conde de Malborough. Thynn proponía otro posible origen: el nombre procedería de Oriente, de la época de las Cruzadas en el reinado de Ricardo I, y de la ciudad de Damiata, la actual Damietta, en Egipto.

Bibliografía


* Sir Thomas Lake, “Of Sterling money”, 1590, en A Collection of Discourses, written by eminent antiquaries upon several Heads in our English Antiquities, and now published by Thomas Hearne, M.A., Oxford, 1720.
* Henry Willian Henfrey, A guide to the study and arrangement of English coins; giving a description of every denomination of every issue in gold, silver and copper, Londres, 1870.
* Jaime Boy, Diccionario Teórico, Práctico, Histórico y Geográfico de Comercio, Tomo II, Barcelona, 1840.

jueves, 5 de mayo de 2011

Quinientos escudos por Cervantes


Las potosinas en el reinado de Felipe IV



La Independencia de la América Española. El Virreinato de México

Publicado en Crónica Numismática en dos partes, Mayo 2005 y Febrero 2006, pp. 47-49 y 48-51


Continuamos el estudio de las emisiones del monarca Fernando VII, coetáneas a la independencia de los territorios ultramarinos de la Corona, con un artículo dedicado a las emisiones realizadas en la Capitanía General de México, que comprendía en aquellos años el territorio de la actual República Mexicana y la mayor parte de la parte occidental de los Estados Unidos de América.

Los albores del siglo XIX muestran una pésima situación económica en el virreinato novohispano, con su sistema fiscal quebrado por las guerras contra los británicos y los impuestos,  la enajenación de las obras pías y capellanías y la exigencia en 1804 de hacer efectivas las hipotecas, que gravaban un porcentaje elevadísimo de todas las haciendas del territorio. Todo lo anterior, que suponía la práctica quiebra de la economía colonial, tanto para los hacendados como para los comerciantes y titulares de explotaciones mineras. Se estima que la deuda pública del territorio aumentó en casi un 270% en el período que transcurre entre finales del siglo precedente hasta 1815, lo que supuso que la nueva república naciese a la vida con sus arcas agotadas y una enorme deuda pública.

El virreinato era asimismo, como afirmaba Humbold tras su viaje por el mismo en el año 1803, un país de desigualdades en la distribución de la riqueza y de la cultura. Será entre la clases medias, compuestas por abogados, comerciantes, militares y médicos, donde comience a extenderse el movimiento independentista, alentado por los éxitos de los movimientos revolucionarios norteamericano y francés, así como por el rechazo a la posible dependencia de este último país durante los avatares de la Guerra de la Independencia española y el  decidido apoyo, significativamente de la Gran Bretaña, muy interesada en dicha separación.

Otras razones que se apuntan para justificarlo se encuentran en la extendida costumbre de los nombramientos de españoles peninsulares para los cargos administrativos, en la conciencia de las elites criollas de que la prosperidad económica por ellos adquirida debía llevar aparejada la conquista del poder político, y con ello mayores cotas de desarrollo, así como el sentimiento cada vez más extendido, real o no, de estar siendo explotados por la metrópoli. Junto a lo anterior, se observa también en este incipiente independentismo, y no solamente en el ámbito novohispano, de un naciente nacionalismo que se identifica con los Virreinatos, Capitanías Generales o simples Audiencias, y que contribuirá a la atomización posterior de todo el otrora territorio indiano de la Corona.

No será desdeñable tampoco en este sentido el malestar de dos importantes comunidades virreinales, como son el clero y las comunidades indígenas. En el primero de los grupos, el mismo provenía de la pérdida de la inmunidad de los religiosos ante los tribunales civiles y de la expulsión de los jesuitas. En cuanto a los indios, la Ordenanza de Intendentes de 1786 había transferido el control de las extendidas propiedades comunales de las Repúblicas de Indios a los intendentes y sus subordinados. La conjunción de ambos  será el detonante de la primera gran insurrección en el Virreinato de México, encabezada por el párroco de la villa de Dolores, Miguel Hidalgo y Costilla.

Al grito de ¡Viva Fernando VII! ¡Viva la religión! ¡Viva la Virgen de Guadalupe! ¡Mueran los gachupines!, un ejército mal armado de unos cien mil indios, mestizos y criollos avanzará hacia la capital virreinal, poco defendida, retirándose inexplicablemente cuando su victoria era prácticamente segura. La reacción realista, comandada por el brigadier Félix María Calleja, llevará a la derrota de las tropas de Hidalgo en las batallas de Aculco y Puente de Calderón, a su captura y la de sus principales colaboradores y a su ejecución el 30 de julio de 1811.

Otros caudillos independentistas tomarán su testigo, como López Rayón, Manuel Mier, Mariano Matamoros y el cura José María Morelos y Pavón. Este último, con un pequeño ejército de no más de seis mil soldados y aplicando técnicas de guerra de guerrillas, será el jefe de los insurrectos del sur del territorio, y por su iniciativa se reunirá en Chilpancingo en 1813 un Congreso que el día 6 de noviembre proclama formalmente la independencia de México. Un año después se proclamará en la pequeña población de Apatzingán la primera Constitución mexicana, que nunca entrará en vigor. En 1815 su ejército será derrotado, y el cura Morelos capturado y ejecutado.

Aún cuando la desaparición de Morelos no supuso el fin de la revolución, tras su muerte las tropas realistas irán acabando con los focos de resistencia, con lo que hacia 1820 la guerra había prácticamente terminado. La presencia, por primera vez en su historia,  de un ejército importante en número, con casi cuarenta mil soldados magníficamente equipados e instruidos y reforzado con un número similar de milicias urbanas locales, así como la intensificación de las actividades económicas, afianzaban la posición de España en su Virreinato.

En estas circunstancias, que parecían presagiar el fin de la insurrección mexicana, se produce el capital suceso del Pronunciamiento de Riego a favor de la Constitución gaditana de 1820. El coronel Agustín de Iturbide, encargado de sofocar el último de los focos rebeldes, el de Vicente Guerrero, llegará a un acuerdo con el cabecilla rebelde, que se concretará en las Tres Garantías (religión única, independencia de México y unión entre españoles y mexicanos) o Plan de Iguala, que conducirá en septiembre de 1821 a la definitiva Declaración de Independencia, tras el pacto de sus condiciones con el Teniente General Juan O’Donojú y O’Rian.

Cecas de la Capitanía General de México


1. Chiapa

De la ceca de Chiapa encontramos dos emisiones, de uno y dos reales de plata, de 1808, siendo ambas medallas de proclamación.

2. Chihuahua

La ceca de Chihuahua, lugar rico en minas de plata,  produjo ininterrumpidamente reales de a ocho desde 1810 hasta 1822, todos ellos emitidos en plata. Para algunos autores, la autenticidad  de estas emisiones es dudosa, toda vez que la mayor parte de los ejemplares que se conservan proceden de cuños diferentes. Para garantizar su autenticidad, estas piezas eran contramarcadas con una T a la izquierda del busto y con un árbol entre columnas con corona encima o una granada a su derecha. En las mismas, la marca más normal de ensayador es la RP, presente todos los años, habiendo otra, MP, en los años 1817 y 1818. La mayor parte de las emisiones lo fueron por troquelado, aunque aparece la técnica de fundición en dos ejemplares, los de los años 1811 y 1814.

3. Durango

De esta ceca novohispana se conservan más de treinta y cinco tipos de emisiones monetarias diferentes entre los años 1812 y 1822, que van desde los octavos de real en cobre hasta los ocho reales. Los octavos de real se emitieron ininterrumpidamente desde 1812 hasta 1818, y en su anverso aparece un monograma coronado. Las piezas realizadas en plata lo son de medio, uno, dos, cuatro y ocho reales de valor facial. Como sucede en muchas de las monedas de esta época, existe una gran disparidad entre los autores a la hora de su catalogación, por la enorme variedad de ensayadores, cuños y bustos utilizados. Las marcas de ensayador que aparecen son RM, MZ, MR y CG, en las piezas acuñadas en plata.

4. Guadalajara

Como en los casos anteriores, aparecen en las monedas acuñadas en Guadalajara gran cantidad de variedades de bustos, lo que dificulta su catalogación. En esta ceca se acuñó desde 1812 hasta 1815, en 1818 y de 1821 a 1823, exclusivamente en plata. Los valores faciales de las monedas emitidas van desde el medio real a uno, dos, cuatro y ocho reales. Las marcas de ensayador son MR hasta 1815, MF en una pieza de dos reales de 1814 y FS a partir de 1818.

5. Guanajuato

La ceca de Guanajuato emitió moneda de dos y ocho reales de plata. Las emisiones de dos reales están fechadas en 1821 y 1822, y tienen marca de ensayador JM. Las de ocho reales  fueron realizadas en 1808, 1809, 1821 y 1822, pudiendo haber más de ellas, llevando las dos primeras la marca de ensayador JJ y las tres últimas JM, con una variante muy rara de 1821 y marca de ensayador JJM. En las monedas de dos reales aparecen dos bustos diferentes, y de las de ocho reales es posible que existan otras fechas de emisión.

6. México

La ceca de México es sin lugar a dudas una de las más importantes de toda la historia numismática de las Indias españolas, por su ininterrumpida y enorme producción de plata durante todo la historia de la presencia española en el continente. En este sentido, no es extraño que en el período comprendido entre 1808 y 1821 encontremos hasta un total de ciento diez emisiones de monedas distintas, normalmente de mucho mejor arte que las coetáneas de otras ubicaciones geográficas.

En cuanto a la producción de moneda de plata, destaca principalmente su enorme variedad, con emisiones de todos los múltiplos y divisores del real prácticamente todos los años. En las mismas, encontramos hasta tres marcas de ensayador diferentes, TH, HJ y JJ. Encontramos también varios tipos de bustos, especialmente el imaginario en los primeros años y el laureado posteriormente.

Esta capital casa de moneda producirá en los años 1814 y 1815 numerario de cobre, de un octavo, un cuarto y dos cuartos de real, y a partir de 1816 y esporádicamente, en 1818 y 1821, solamente piezas de dos cuartos de real, con reversos del tipo utilizado ya por el abuelo del monarca, Carlos III, en las cecas peninsulares, de castillos y leones cuartelados y en el centro tres flores de lis, y con cuños bien labrados.

7. Morelos

La ceca de Morelos es el paradigma de las cecas novohispanas que emitieron numerario de necesidad. De labra tosquísima, recoge en su anverso la mención del valor facial (8.R.) y el año de emisión, y en su reverso un arco con flecha y la leyenda SUD. Según Antonio Beltrán, estas monedas fueron acuñadas por José María Morelos en el transcurso de su sangrienta revuelta social.

En la misma se batió moneda ininterrumpidamente entre los años 1811 y 1814. Destaca de ella la utilización de cobre para las monedas de gran módulo, como los uno, dos y ocho reales. También se utilizó la plata, en menor medida,  para acuñar moneda de medio, uno, dos, cuatro y ocho reales de valor facial, y en ocasiones, como sucede en los ejemplares de cuatro reales, por fundición. La única pieza de ocho reales emitida en plata lleva fecha de 1812.

Esta utilización de moneda fiduciaria con valor facial superior al intrínseco era debida principalmente a la falta de metales preciosos del cura Morelos. Es de destacar asimismo de estas emisiones que serán las primeras en las que desaparecen los tipos y leyendas de los monarcas hispánicos. No podemos olvidar tampoco que, en ambos bandos, se utilizó la moneda del contrario, resellada para su circulación.

8. Nueva Vizcaya

En Nueva Vizcaya encontramos una única emisión de ocho reales de plata, con escasos ejemplares conservados en la actualidad, fechada en 1811, que recoge en su anverso el escudo real y en su reverso el de la provincia, con el roble y los lobos rodeados por dos hojas de palma y corona real.

9. Oaxaca

En esta ceca encontramos emisiones entre los años 1812 y 1814, siendo el año más prolífico el primero de ellos, en el que encontramos piezas de medio, uno y ocho reales de plata. En el año 1813 aparece solamente una pieza de plata de medio real, emitida en plata. En 1813 tenemos dos tipos diferentes de moneda de dos reales, realizadas en cobre y plata, y una emisión de cuatro reales de plata. 

La única pieza de valor facial de ocho reales de esta ceca está fechada en 1812, es de tosca labra y recoge en su anverso un león y un castillo, la letra F y el numeral 7 alrededor de una cruz, y en su reverso un león rampante, siendo los mismos motivos los recogidos en la pieza de un real del mismo año de emisión. Las emisiones de medio real llevan en su anverso un león y en su reverso un arco con flecha, y las de dos reales, de las que hay variantes, el mismo tipo en el reverso y la leyenda SUD.

10. Querétaro

Las dos piezas que encontramos emitidas en la ciudad de Querétaro en 1808 y con valor de cuatro y ocho reales son medallas de proclamación.

11. Real de Catorce

De este lugar aparece una única emisión de ocho reales, con la leyenda Moneda provisional, vale 8 reales, fechada en 1811, extraordinariamente rara en la actualidad. Solamente se conoce la existencia de tres ejemplares.

12. Sombrerete de Vargas

En Vargas encontramos once monedas diferentes, acuñadas toscamente en plata entre los años 1810 y 1812. En el anverso de las emisiones de ocho reales de 1810 y 1811 aparecen cuatro pequeños resellos, con el nombre de la ceca, la fecha y las marcas de ceca (S entre dos columnas). En el año 1811 tenemos la serie completa de medio, uno, dos, cuatro y ocho reales, faltando únicamente la pieza de dos reales en el año siguiente. 

13. Tierras Calientes

Las emisiones de Tierras Calientes están relacionadas con las anteriormente vista de Morelos, y se realizaron principalmente en el año 1813, habiendo una única moneda fechada en 1814 de dos reales de plata. En la misma encontramos también piezas de dos y ocho reales realizadas en cobre, de tosco labrado. En plata tenemos moneda de medio, uno y dos reales, fechadas en 1812. El motivo más común en su reverso es el del arco y la flecha y la leyenda SUD, y en las piezas de dos reales el anverso recoge la leyenda América Morelos.

14. Tlalpujahua

El estudio de esta ceca presenta especiales problemas, toda vez que existen gran cantidad de variantes y metales de acuñación, y una gran disparidad entre los autores en cuanto a su catalogación. Activa de 1812 a 1814, acuñó moneda de cobre de medio y dos reales y de plata de medio, uno, cuatro y ocho reales. Las piezas de un real tienen la marca de ensayador JM, y las de cuatro reales SG.

En las emisiones de ocho reales, algunas de ellas fundidas, aparece como motivo en el anverso un águila en sustitución del escudo de España, y en su reverso un arco y un carcaj y la mención a su emisión por parte de la Junta Suprema de América, existiendo variantes. Estos motivos, más estilizados, se reproducen asimismo en las emisiones de medio, uno, dos y cuatro reales. 

15. Valladolid de Michoacán

De la ciudad de Valladolid de Michoacán se conserva en la actualidad únicamente una emisión de plata de ocho reales fechada en 1813, pieza muy escasa, con las leyendas Valladolid de Michoacán y Escudo.

16. Zacatecas

De todos los lugares de emisión de moneda de esta convulsa época, Zacatecas es sin lugar a dudas uno de los más prolijos. Con un total de setenta y ocho emisiones catalogadas desde el año 1810 a 1823, y gran número de variantes, merecería por sí sola un trabajo de investigación. Con cinco marcas diferentes de ensayador (AG, AZ, FP, MAG y RG), acuñó moneda de plata de medio, uno, dos y ocho reales de valor facial.

En las primeras emisiones de ocho reales encontramos en el anverso las armas reales, en las que en ocasiones se sustituyen los leones contracuartelados por flores esquemáticas, y en el reverso un monte coronado por una cruz, las iniciales L.V.O. y la leyenda Moneda provisional de Zacatecas. En las emisiones posteriores encontramos una gran variedad de bustos del monarca, de tipo drapeado o laureado.

17. Zacatlán

Las emisiones de Zacatlán se reducen a dos monedas de dos reales de plata del tipo Morelos, fechadas en 1812 y 1813.

18. Zongolica

En este lugar se acuñó moneda de plata de dos, cuatro y ocho reales el año 1812. Los motivos utilizados son el arco, la flecha y la espada, y el nombre de Songolica. Hay dudas respecto a la autenticidad de algunas de las emisiones de esta ceca.

Otra posible ceca emisora sería, según el numismático José Francisco Pedraza, la de Sierra de Pinos, que habría emitido una muy escasa moneda de cobre de ¼ de real de módulo y canto muy irregular, en 1814. Como en su exergo se encuentra la leyenda Ylustre Ayuntamiento, así como su valor facial, este estudioso de la moneda potosina supone que la misma no es una medalla de proclamación, como otros autores sostienen, sino una moneda que realmente circuló.

Resellos


En el México moderno se utilizaron gran cantidad de resellos desde 1820 hasta 1880, sobre monedas de dos y ocho reales de los reyes Carlos III, Carlos IV y Fernando VII. Normalmente, los mismos no suponen cambios de valor en las emisiones aunque hay casos, como el del Congreso Nacional, en el que se fraccionaban las monedas de ocho reales en cuatro partes, grabando a cada una de ellas un águila, para darles el valor de dos reales.

Es muy común el resello de piezas por anagramas, como las múltiples variantes de Morelos o los de Salcedo u Osorno, o con el nombre completo. Junto con el águila antes vista, también es muy común el resello del arco y la flecha del Congreso de Chilpancingo.

Bibliografía.-

·         Beltrán, A. Introducción a la numismática universal. Ed. Istmo. 1987.
·         Castán, C.y Cayón, J. Las monedas españolas desde los reyes visigodos a Juan Carlos I. 1983.
·         Ginovart, J. La plata española. 1968.
·         J. Ferrer, J Aróstegui, J.S. Pérez, A. Bahamonde y J. Toro. Crisis del Antiguo Régimen. De Carlos IV a Isabel II. Especial Historia de España, 9. Historia, 16. 1982.
·         Lavianos Cuetos, M.L. La América Española, 1492-1898. De las Indias a nuestra América. Historia de España nº14. Historia, 16. 1996
·         Martínez Gallego, J.M. Chihuahua ... !!!. Revista Futuro, Diciembre 2002.
·         Montoro, J. Virreyes españoles en América. Ed. Mitre.
·         Montaner, J. y Garí, A. Catálogo General de Monedas Españolas 1700-1868. Los Borbones. Expo-Galería, S.L. 2004.
·         Montaner, J. Los resellos. Las monedas españolas reselladas en el mundo. Expo Galería, S.L. 1999.
·         Pedraza, J.F. La moneda realista de San Luis Potosí (acuñaciones de Catorce y Sierra de Pinos). Letras Potosinas San Luis Potosí. 1961.
·         Pérez López-Portillo, R. Historia breve de México. Ed. Sílex. 2002.