Publicado en Crónica Numismática en dos partes, Mayo 2005 y Febrero 2006, pp. 47-49 y 48-51
Continuamos el estudio de las emisiones del monarca Fernando VII, coetáneas a la independencia de los territorios ultramarinos de la Corona, con un artículo dedicado a las emisiones realizadas en la Capitanía General de México, que comprendía en aquellos años el territorio de la actual República Mexicana y la mayor parte de la parte occidental de los Estados Unidos de América.
Los albores del siglo XIX muestran una pésima situación económica en el virreinato novohispano, con su sistema fiscal quebrado por las guerras contra los británicos y los impuestos, la enajenación de las obras pías y capellanías y la exigencia en 1804 de hacer efectivas las hipotecas, que gravaban un porcentaje elevadísimo de todas las haciendas del territorio. Todo lo anterior, que suponía la práctica quiebra de la economía colonial, tanto para los hacendados como para los comerciantes y titulares de explotaciones mineras. Se estima que la deuda pública del territorio aumentó en casi un 270% en el período que transcurre entre finales del siglo precedente hasta 1815, lo que supuso que la nueva república naciese a la vida con sus arcas agotadas y una enorme deuda pública.
El virreinato era asimismo, como afirmaba Humbold tras su viaje por el mismo en el año 1803, un país de desigualdades en la distribución de la riqueza y de la cultura. Será entre la clases medias, compuestas por abogados, comerciantes, militares y médicos, donde comience a extenderse el movimiento independentista, alentado por los éxitos de los movimientos revolucionarios norteamericano y francés, así como por el rechazo a la posible dependencia de este último país durante los avatares de la Guerra de la Independencia española y el decidido apoyo, significativamente de la Gran Bretaña, muy interesada en dicha separación.
Otras razones que se apuntan para justificarlo se encuentran en la extendida costumbre de los nombramientos de españoles peninsulares para los cargos administrativos, en la conciencia de las elites criollas de que la prosperidad económica por ellos adquirida debía llevar aparejada la conquista del poder político, y con ello mayores cotas de desarrollo, así como el sentimiento cada vez más extendido, real o no, de estar siendo explotados por la metrópoli. Junto a lo anterior, se observa también en este incipiente independentismo, y no solamente en el ámbito novohispano, de un naciente nacionalismo que se identifica con los Virreinatos, Capitanías Generales o simples Audiencias, y que contribuirá a la atomización posterior de todo el otrora territorio indiano de la Corona.
No será desdeñable tampoco en este sentido el malestar de dos importantes comunidades virreinales, como son el clero y las comunidades indígenas. En el primero de los grupos, el mismo provenía de la pérdida de la inmunidad de los religiosos ante los tribunales civiles y de la expulsión de los jesuitas. En cuanto a los indios, la Ordenanza de Intendentes de 1786 había transferido el control de las extendidas propiedades comunales de las Repúblicas de Indios a los intendentes y sus subordinados. La conjunción de ambos será el detonante de la primera gran insurrección en el Virreinato de México, encabezada por el párroco de la villa de Dolores, Miguel Hidalgo y Costilla.
Al grito de ¡Viva Fernando VII! ¡Viva la religión! ¡Viva la Virgen de Guadalupe! ¡Mueran los gachupines!, un ejército mal armado de unos cien mil indios, mestizos y criollos avanzará hacia la capital virreinal, poco defendida, retirándose inexplicablemente cuando su victoria era prácticamente segura. La reacción realista, comandada por el brigadier Félix María Calleja, llevará a la derrota de las tropas de Hidalgo en las batallas de Aculco y Puente de Calderón, a su captura y la de sus principales colaboradores y a su ejecución el 30 de julio de 1811.
Otros caudillos independentistas tomarán su testigo, como López Rayón, Manuel Mier, Mariano Matamoros y el cura José María Morelos y Pavón. Este último, con un pequeño ejército de no más de seis mil soldados y aplicando técnicas de guerra de guerrillas, será el jefe de los insurrectos del sur del territorio, y por su iniciativa se reunirá en Chilpancingo en 1813 un Congreso que el día 6 de noviembre proclama formalmente la independencia de México. Un año después se proclamará en la pequeña población de Apatzingán la primera Constitución mexicana, que nunca entrará en vigor. En 1815 su ejército será derrotado, y el cura Morelos capturado y ejecutado.
Aún cuando la desaparición de Morelos no supuso el fin de la revolución, tras su muerte las tropas realistas irán acabando con los focos de resistencia, con lo que hacia 1820 la guerra había prácticamente terminado. La presencia, por primera vez en su historia, de un ejército importante en número, con casi cuarenta mil soldados magníficamente equipados e instruidos y reforzado con un número similar de milicias urbanas locales, así como la intensificación de las actividades económicas, afianzaban la posición de España en su Virreinato.
En estas circunstancias, que parecían presagiar el fin de la insurrección mexicana, se produce el capital suceso del Pronunciamiento de Riego a favor de la Constitución gaditana de 1820. El coronel Agustín de Iturbide, encargado de sofocar el último de los focos rebeldes, el de Vicente Guerrero, llegará a un acuerdo con el cabecilla rebelde, que se concretará en las Tres Garantías (religión única, independencia de México y unión entre españoles y mexicanos) o Plan de Iguala, que conducirá en septiembre de 1821 a la definitiva Declaración de Independencia, tras el pacto de sus condiciones con el Teniente General Juan O’Donojú y O’Rian.
Cecas de la Capitanía General de México
1. Chiapa
De la ceca de Chiapa encontramos dos emisiones, de uno y dos reales de plata, de 1808, siendo ambas medallas de proclamación.
2. Chihuahua
La ceca de Chihuahua, lugar rico en minas de plata, produjo ininterrumpidamente reales de a ocho desde 1810 hasta 1822, todos ellos emitidos en plata. Para algunos autores, la autenticidad de estas emisiones es dudosa, toda vez que la mayor parte de los ejemplares que se conservan proceden de cuños diferentes. Para garantizar su autenticidad, estas piezas eran contramarcadas con una T a la izquierda del busto y con un árbol entre columnas con corona encima o una granada a su derecha. En las mismas, la marca más normal de ensayador es la RP, presente todos los años, habiendo otra, MP, en los años 1817 y 1818. La mayor parte de las emisiones lo fueron por troquelado, aunque aparece la técnica de fundición en dos ejemplares, los de los años 1811 y 1814.
3. Durango
De esta ceca novohispana se conservan más de treinta y cinco tipos de emisiones monetarias diferentes entre los años 1812 y 1822, que van desde los octavos de real en cobre hasta los ocho reales. Los octavos de real se emitieron ininterrumpidamente desde 1812 hasta 1818, y en su anverso aparece un monograma coronado. Las piezas realizadas en plata lo son de medio, uno, dos, cuatro y ocho reales de valor facial. Como sucede en muchas de las monedas de esta época, existe una gran disparidad entre los autores a la hora de su catalogación, por la enorme variedad de ensayadores, cuños y bustos utilizados. Las marcas de ensayador que aparecen son RM, MZ, MR y CG, en las piezas acuñadas en plata.
4. Guadalajara
Como en los casos anteriores, aparecen en las monedas acuñadas en Guadalajara gran cantidad de variedades de bustos, lo que dificulta su catalogación. En esta ceca se acuñó desde 1812 hasta 1815, en 1818 y de 1821 a 1823, exclusivamente en plata. Los valores faciales de las monedas emitidas van desde el medio real a uno, dos, cuatro y ocho reales. Las marcas de ensayador son MR hasta 1815, MF en una pieza de dos reales de 1814 y FS a partir de 1818.
5. Guanajuato
La ceca de Guanajuato emitió moneda de dos y ocho reales de plata. Las emisiones de dos reales están fechadas en 1821 y 1822, y tienen marca de ensayador JM. Las de ocho reales fueron realizadas en 1808, 1809, 1821 y 1822, pudiendo haber más de ellas, llevando las dos primeras la marca de ensayador JJ y las tres últimas JM, con una variante muy rara de 1821 y marca de ensayador JJM. En las monedas de dos reales aparecen dos bustos diferentes, y de las de ocho reales es posible que existan otras fechas de emisión.
6. México
La ceca de México es sin lugar a dudas una de las más importantes de toda la historia numismática de las Indias españolas, por su ininterrumpida y enorme producción de plata durante todo la historia de la presencia española en el continente. En este sentido, no es extraño que en el período comprendido entre 1808 y 1821 encontremos hasta un total de ciento diez emisiones de monedas distintas, normalmente de mucho mejor arte que las coetáneas de otras ubicaciones geográficas.
En cuanto a la producción de moneda de plata, destaca principalmente su enorme variedad, con emisiones de todos los múltiplos y divisores del real prácticamente todos los años. En las mismas, encontramos hasta tres marcas de ensayador diferentes, TH, HJ y JJ. Encontramos también varios tipos de bustos, especialmente el imaginario en los primeros años y el laureado posteriormente.
Esta capital casa de moneda producirá en los años 1814 y 1815 numerario de cobre, de un octavo, un cuarto y dos cuartos de real, y a partir de 1816 y esporádicamente, en 1818 y 1821, solamente piezas de dos cuartos de real, con reversos del tipo utilizado ya por el abuelo del monarca, Carlos III, en las cecas peninsulares, de castillos y leones cuartelados y en el centro tres flores de lis, y con cuños bien labrados.
7. Morelos
La ceca de Morelos es el paradigma de las cecas novohispanas que emitieron numerario de necesidad. De labra tosquísima, recoge en su anverso la mención del valor facial (8.R.) y el año de emisión, y en su reverso un arco con flecha y la leyenda SUD. Según Antonio Beltrán, estas monedas fueron acuñadas por José María Morelos en el transcurso de su sangrienta revuelta social.
En la misma se batió moneda ininterrumpidamente entre los años 1811 y 1814. Destaca de ella la utilización de cobre para las monedas de gran módulo, como los uno, dos y ocho reales. También se utilizó la plata, en menor medida, para acuñar moneda de medio, uno, dos, cuatro y ocho reales de valor facial, y en ocasiones, como sucede en los ejemplares de cuatro reales, por fundición. La única pieza de ocho reales emitida en plata lleva fecha de 1812.
Esta utilización de moneda fiduciaria con valor facial superior al intrínseco era debida principalmente a la falta de metales preciosos del cura Morelos. Es de destacar asimismo de estas emisiones que serán las primeras en las que desaparecen los tipos y leyendas de los monarcas hispánicos. No podemos olvidar tampoco que, en ambos bandos, se utilizó la moneda del contrario, resellada para su circulación.
8. Nueva Vizcaya
En Nueva Vizcaya encontramos una única emisión de ocho reales de plata, con escasos ejemplares conservados en la actualidad, fechada en 1811, que recoge en su anverso el escudo real y en su reverso el de la provincia, con el roble y los lobos rodeados por dos hojas de palma y corona real.
9. Oaxaca
En esta ceca encontramos emisiones entre los años 1812 y 1814, siendo el año más prolífico el primero de ellos, en el que encontramos piezas de medio, uno y ocho reales de plata. En el año 1813 aparece solamente una pieza de plata de medio real, emitida en plata. En 1813 tenemos dos tipos diferentes de moneda de dos reales, realizadas en cobre y plata, y una emisión de cuatro reales de plata.
La única pieza de valor facial de ocho reales de esta ceca está fechada en 1812, es de tosca labra y recoge en su anverso un león y un castillo, la letra F y el numeral 7 alrededor de una cruz, y en su reverso un león rampante, siendo los mismos motivos los recogidos en la pieza de un real del mismo año de emisión. Las emisiones de medio real llevan en su anverso un león y en su reverso un arco con flecha, y las de dos reales, de las que hay variantes, el mismo tipo en el reverso y la leyenda SUD.
10. Querétaro
Las dos piezas que encontramos emitidas en la ciudad de Querétaro en 1808 y con valor de cuatro y ocho reales son medallas de proclamación.
11. Real de Catorce
De este lugar aparece una única emisión de ocho reales, con la leyenda Moneda provisional, vale 8 reales, fechada en 1811, extraordinariamente rara en la actualidad. Solamente se conoce la existencia de tres ejemplares.
12. Sombrerete de Vargas
En Vargas encontramos once monedas diferentes, acuñadas toscamente en plata entre los años 1810 y 1812. En el anverso de las emisiones de ocho reales de 1810 y 1811 aparecen cuatro pequeños resellos, con el nombre de la ceca, la fecha y las marcas de ceca (S entre dos columnas). En el año 1811 tenemos la serie completa de medio, uno, dos, cuatro y ocho reales, faltando únicamente la pieza de dos reales en el año siguiente.
13. Tierras Calientes
Las emisiones de Tierras Calientes están relacionadas con las anteriormente vista de Morelos, y se realizaron principalmente en el año 1813, habiendo una única moneda fechada en 1814 de dos reales de plata. En la misma encontramos también piezas de dos y ocho reales realizadas en cobre, de tosco labrado. En plata tenemos moneda de medio, uno y dos reales, fechadas en 1812. El motivo más común en su reverso es el del arco y la flecha y la leyenda SUD, y en las piezas de dos reales el anverso recoge la leyenda América Morelos.
14. Tlalpujahua
El estudio de esta ceca presenta especiales problemas, toda vez que existen gran cantidad de variantes y metales de acuñación, y una gran disparidad entre los autores en cuanto a su catalogación. Activa de 1812 a 1814, acuñó moneda de cobre de medio y dos reales y de plata de medio, uno, cuatro y ocho reales. Las piezas de un real tienen la marca de ensayador JM, y las de cuatro reales SG.
En las emisiones de ocho reales, algunas de ellas fundidas, aparece como motivo en el anverso un águila en sustitución del escudo de España, y en su reverso un arco y un carcaj y la mención a su emisión por parte de la Junta Suprema de América, existiendo variantes. Estos motivos, más estilizados, se reproducen asimismo en las emisiones de medio, uno, dos y cuatro reales.
15. Valladolid de Michoacán
De la ciudad de Valladolid de Michoacán se conserva en la actualidad únicamente una emisión de plata de ocho reales fechada en 1813, pieza muy escasa, con las leyendas Valladolid de Michoacán y Escudo.
16. Zacatecas
De todos los lugares de emisión de moneda de esta convulsa época, Zacatecas es sin lugar a dudas uno de los más prolijos. Con un total de setenta y ocho emisiones catalogadas desde el año 1810 a 1823, y gran número de variantes, merecería por sí sola un trabajo de investigación. Con cinco marcas diferentes de ensayador (AG, AZ, FP, MAG y RG), acuñó moneda de plata de medio, uno, dos y ocho reales de valor facial.
En las primeras emisiones de ocho reales encontramos en el anverso las armas reales, en las que en ocasiones se sustituyen los leones contracuartelados por flores esquemáticas, y en el reverso un monte coronado por una cruz, las iniciales L.V.O. y la leyenda Moneda provisional de Zacatecas. En las emisiones posteriores encontramos una gran variedad de bustos del monarca, de tipo drapeado o laureado.
17. Zacatlán
Las emisiones de Zacatlán se reducen a dos monedas de dos reales de plata del tipo Morelos, fechadas en 1812 y 1813.
18. Zongolica
En este lugar se acuñó moneda de plata de dos, cuatro y ocho reales el año 1812. Los motivos utilizados son el arco, la flecha y la espada, y el nombre de Songolica. Hay dudas respecto a la autenticidad de algunas de las emisiones de esta ceca.
Otra posible ceca emisora sería, según el numismático José Francisco Pedraza, la de Sierra de Pinos, que habría emitido una muy escasa moneda de cobre de ¼ de real de módulo y canto muy irregular, en 1814. Como en su exergo se encuentra la leyenda Ylustre Ayuntamiento, así como su valor facial, este estudioso de la moneda potosina supone que la misma no es una medalla de proclamación, como otros autores sostienen, sino una moneda que realmente circuló.
Resellos
En el México moderno se utilizaron gran cantidad de resellos desde 1820 hasta 1880, sobre monedas de dos y ocho reales de los reyes Carlos III, Carlos IV y Fernando VII. Normalmente, los mismos no suponen cambios de valor en las emisiones aunque hay casos, como el del Congreso Nacional, en el que se fraccionaban las monedas de ocho reales en cuatro partes, grabando a cada una de ellas un águila, para darles el valor de dos reales.
Es muy común el resello de piezas por anagramas, como las múltiples variantes de Morelos o los de Salcedo u Osorno, o con el nombre completo. Junto con el águila antes vista, también es muy común el resello del arco y la flecha del Congreso de Chilpancingo.
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