miércoles, 4 de mayo de 2011

Los Celtas de Suroeste

Publicado en Crónica Numismática, Diciembre 2001, pp. 42- 45
La presencia de gentes indoeuropeas en el suroeste de la Península Ibérica, posiblemente vinculados con el posterior horizonte céltico de la zona, parece remontarse al menos al siglo IX a.C., y se han encontrado un casco en el río Guadalete y un cargamento de espadas de lengua de carpa en la Ría de Huelva,  que se han relacionado o bien con ofrendas votivas a las aguas, con paralelos en otros lugares europeos como Londres o París, o, en el caso de las armas de Huelva, como un cargamento de chatarra. Con esta población se han identificado las casas de planta cuadrada, las grandes murallas y, principalmente, los hallazgos en los cotos mineros de la zona tartésica, como Cástulo, Riotinto o Colina de los Quemados. También se piensa que pueden ser obra suya las llamadas Estelas Extremeñas, en las que se representa la espada atlántica, cascos con cuernos, escudos y carros de procedencia oriental, en una zona de distribución que abarca principalmente la actual Extremadura española y el Algarve portugués, pero que alcanza también el valle del Guadalquivir, encontrándose asimismo algunos ejemplares en la actual Comunidad de Aragón. Hacia el siglo VIII a.C. comienza a producirse en la zona la implantación de asentamientos fenicios, y da comienzo una fase protohistórica llamada orientalizante, muy relacionada con el horizonte cultural tartésico. 

En esta zona geográfica, rica en minerales, encontramos un gran desarrollo de la metalurgia, siendo uno de los centros principales del llamado Círculo Atlántico, período del Bronce Final caracterizado por los intercambios comerciales y la presencia de elementos culturales comunes en las zonas atlánticas de la Península Ibérica y el resto del continente, especialmente con Bretaña, Cornualles, Irlanda y Holanda. Estas relaciones vienen documentadas arqueológicamente con la presencia de armas, torques, calderos y aperos de cocina cuyos tipos se repiten en esta vasta zona litoral del occidente europeo. La gran cantidad de armas encontradas parece indicar la existencia de una elite de guerreros que controlaba la producción y el comercio de los metales. También se ha supuesto la existencia de estos grupos dirigentes de origen céltico en la Turdetania, y con ellas se ha relacionado el nombre de Séneca, de los magistrados citados en las emisiones monetales de algunas cecas de la Bética romana, como Bodilcos, Togialco o Cerdubelo, o del topónimo Celte. Asimismo, se ha relacionado con estos pueblos la llamada escritura del suroeste, datada entre los siglos VIII-V a.C., de carácter restringido y funerario y que usa el modelo consonántico fenicio.

 En la Ora Marítima de Avieno, que contiene la más antigua descripción de los pueblos peninsulares, se cita en la zona a los cinetes, a los cempsos, posiblemente una tribu celta originaria de la Beturia, y a los conios. Los conios son citados junto con su capital, Conistorgis, por Apiano en el contexto de las guerras lusitanas, por Salustio durante las guerras sertorianas y por Estrabón, que los identifica como celtas y los sitúa en el actual Algarve. Herodoto cita a los celtas en el extremo suroccidental de Europa, y también aparecen en los textos de Ptolomeo. Junto a ellos, se ha supuesto que los túrdulos pudieran haber sido en un primer momento indoeuropeos peninsulares asentados en Tartessos, y se han distinguido tres áreas de poblamiento para ellos en el suroeste, que son  la costa de Cádiz, el alto Guadalquivir y el norte de Sierra Morena, con ciudades como Miróbriga (Capilla), Regina (Reina) y Mellaria (Fuenteovejuna), y otra rama, los turduli veretes, citados por Plinio y Mela, que habitaban a las orillas del Duero, en territorio lusitano. Plinio el Viejo relaciona a los célticos del suroeste con los celtíberos por su lengua, costumbres y topónimos, y Estrabón hace proceder de ellos a los celtas de noroeste. En la zona occidental de la Península parecen haberse conservado, desde tiempos protohistóricos hasta la conquista romana, importantes vías de comunicación y comercio, como la que unía la desembocadura del Tajo con Tartessos, la que recorrería el norte de Sierra Morena, una que desde la desembocadura del Anas (Guadiana) llegaba hasta Alcacer do Sal, en la desembocadura del Sado, o la celebérrima vía  conocida posteriormente como de la Plata.

En el registro arqueológico de una amplia comarca geográfica de transición entre la Meseta y el Océano, que incluye parte de las actuales Extremadura, norte de Huelva y el Alentejo portugués, en la cuenca de los ríos Guadiana y Sado y hasta las estribaciones de la Sierra Morena, centrada en la cuenca del río Ardila, se muestran las repercusiones que tuvo la debacle del  mundo tartésico y el comienzo de una nueva etapa caracterizada por cambios culturales, étnicos y económicos en la región que los autores clásicos denominan Beturia Céltica. Zona minera de gran importancia, rica en hierro y cobre y, en menor medida, en oro y estaño, parece haber recibido, según los datos arqueológicos sistematizados por Berrocal, aportaciones étnicas procedentes de la cuenca del Duero, e incluso este autor se apoya en datos lingüísticos, epigráficos y numismáticos para mantener la llegada de pobladores procedentes de las etnias de los belos y los titos, que podrían a sus asentamientos los mismos nombres de los de sus lugares de origen, como Nertóbriga y Segida. La profesora Cerdeño ha apuntado la posibilidad, basándose en restos arqueofaunísticos y arqueológicos, de la existencia de un sistema pastoril trashumante en la Meseta y Extremadura, que apoyaría la teoría de la llegada de contingentes étnicos a esta zona montañosa y rocosa, poblada de bosques de roble y dehesas, y que ha sido tradicionalmente lugar de yerbas invernales de la ganadería peninsular.  En todo caso, no se puede dejar de lado la posibilidad de una convergencia entre una evolución de la población local, como hemos visto ya bastante indoeuropeizada, y sus relaciones con sus vecinos vettones y carpetanos, sin que ello suponga la llegada de unos hipotéticos invasores.

Los estudios arqueológicos muestran un denso poblamiento en núcleos de entre 1y 4 Ha. en las tierras interiores, sitos en espolones fluviales o cerros elevados, con aprovisionamiento de agua garantizado por ríos o manantiales y una economía basada en el aprovechamiento minero y ganadero, complementada por una agricultura y caza de autoabastecimiento. Como en los castros meseteños, se observan potentes murallas, reforzadas con bastiones o torres, y líneas de piedras hincadas para proteger los accesos. La articulación del territorio se completaría con un poblamiento decreciente en castrejones y atalayas, que denotan una eficaz jerarquización territorial, en poblaciones que controlan áreas de superficie mediana y que mantienen relaciones de coordinación e intercambio de recursos productivos. En la desembocadura del Sado y en las riberas del Guadiana encontramos los principales núcleos de población de la zona, destacando el yacimiento de Nertóbriga, por su posición central dentro del territorio. 

Las excavaciones llevadas a cabo en Castrejón de Capote nos muestran un trazado urbano con calles anchas y habitaciones de planta rectangular, de piedra y/o adobe y techos de laja de pizarra, así como otras construcciones que se suponen dedicadas a la vida social, política y religiosa de la comunidad. En una de estas construcciones se han descubierto los restos de un gran banquete colectivo, que se ha calculado en unas 200 personas, y del que se ha recuperado gran cantidad de copas, platos, cuchillos, aperos de cocina y restos de los variados animales consumidos, debido a la destrucción e incendio del edificio poco después de celebrado el mismo, probablemente debido a las campañas romanas de mediados del siglo II a.C. En Garvâo, en el Bajo Alentejo portugués, se ha encontrado en la ladera del casto lo que parece una favissa, fosa ritual donde han aparecido gran cantidad de cerámica, vasos, platos y objetos de metales preciosos.

Los estudios lingüísticos se basan fundamentalmente en la epigrafía, teniendo gran importancia las leyendas numismáticas, y los estudios toponímicos e hidronímicos, que nos muestran en la zona el dominio del ámbito lingüístico indoeuropeo. Frente a la teoría más extendida, que vincula su lengua a la de los celtíberos, y por ende también se encuentra relación con otras lenguas como el osco y el goidélico, Berrocal parece decantarse por el predominio en la zona de la lengua que conocemos como lusitano, un idioma indoeuropeo arcaico, común a gran parte  del occidente peninsular, y solamente conocido por los teónimos, antropónimos y topónimos, así como por tres inscripciones en alfabeto latino. Las estrechas relaciones de los célticos con los lusitanos pueden ilustrarse también en el hecho de compartir sus deidades principales: Endovellico, que tenía su templo en el territorio de los célticos, y Ataecina, cuyo culto se documenta entre el Tajo y el Bajo Alentejo, y que se ha relacionado con el término irlandés adaig (noche). 

La llegada de los romanos supuso grandes cambios en esta área geográfica. En un intervalo que podemos acotar entre los años 175 a.C. y mediados del siglo I a.C., la zona se verá inmersa en las guerras lusitanas y más tarde en las sertorianas y pompeyanas, en un período de inestabilidad que supondrá el establecimiento de guarniciones romanas en castellas, auténticos fortines compuestos de una torre y varios anillos concéntricos de defensa, el abandono de muchos núcleos poblacionales y la concentración de la población indígena en oppida, quedando su territorio tras su pacificación definitiva incluido en la Lusitania romana.

Acuñaciones del Sudoeste

Podemos destacar en primer lugar la gran variedad de tipologías y alfabetos diferentes que podemos encontrar en las acuñaciones del cuadrante sudoccidental de la Península Ibérica, el lugar donde los autores clásicos sitúan a los célticos. Dentro de este territorio, y desde el siglo II a.C., se batirá moneda con leyendas en alfabeto libio fenice, sudlusitano, ibérico y latino. También llama la atención la gran cantidad de numerario y moneda fraccionaria que se ha encontrado, principalmente en las zonas mineras de la actual Extremadura y Sierra Morena, que parece indicar el alto grado de monetización de estas ciudades y enclaves mineros.   

Las acuñaciones libio fenices

Villaronga utiliza este nombre para referirse a un tipo de escritura que solamente encontramos en las acuñaciones monetales, también conocida como bastulo-fenicia, neo-aramea o tartesia, sin que se conozcan hasta la fecha otros testimonios epigráficos. Las emisiones de este tipo se circunscriben al sur de la península, en los alrededores de las cecas con leyendas fenicias, principalmente en los conventos jurídicos hispalense y gaditano, y están batidas en bronce. No se ha aclarado todavía el valor fonético de los signos representado, aunque parece una evolución del alfabeto neopúnico, escrito de derecha a izquierda, como es común en el mundo semítico.

Encontramos tres cecas de este tipo que acuñan monedas de bronce en la provincia de Badajoz: Arsa, que Villaronga identifica con Zalamea de la Serena, Turriicina-Turri.Regina, que sitúa en Reina, y la ceca no localizada de Vesci, cuyas emisiones se han encontrado en la zona extremeña. En Arsa, probablemente la conocida por las fuentes clásicas en  la Beturia Túrdula,  encontramos una emisión de un as de arte muy tosco, que recoge en su anverso una cabeza masculina y la leyenda latina Arsa, y en su reverso una palma tendida y la leyenda libio fenice WR y debajo S'. Los ases de Vesci, citada por Plinio en el área bastetana, de finales del siglo II a.C., de tipo también muy tosco, recogen en su anverso un busto masculino y una espiga, y en su reverso un toro delante o detrás de un árbol, con leyenda latina Vesci y libio fenice WHSYN. La ceca de Turri Regina, identificada con Reina, emite ases y cuadrantes, en ocasiones reacuñados sobre monedas de Obulco, siendo el motivo de su anverso una cabeza femenina tocada con casco con cimera rodeada de una orla de hojas, y en sus reversos aparece la leyenda latina Turiregina o Turriicina y la libio fenice T'LSYRKN y representaciones de falcatas y caetras. También se han atribuido a esta ceca unas monedas anepígrafas encontradas en la zona.

Monedas con escritura sudlsitana

La única ceca que emite unidades y mitades de bronce usando los caracteres de este alfabeto es la de Salacia, población citada por Plinio como Salacia Urbs Imperatoria, y que se ubica en la actual Alcacer do Sal, en el tramo final del río Sado. La lectura que Villaronga y Untermann hacen de su leyenda indígena es Ketouibon, pero otras interpretaciones la traducen como Eviam, Ketovion o Beuipum. Realizo hasta nueve emisiones: ocho indígenas y una latina. Los motivos de sus anversos suelen ser o bien una representación de la cabeza de Melkart tocada con una piel de león y con una clava o un busto masculino laureado, mientras que sus reversos presentan dos atunes o delfines en las unidades y uno sólo de estos peces en las mitades, habiendo dos casos en los que las mitades llevan grabadas en su reverso dos palmas. En las últimas emisiones, esta ceca usa el rótulo latino IMP SAL.

Emisiones con alfabeto latino

El sistema seguido por las cecas situadas en las orillas del Guadiana se caracteriza por la tosquedad de sus cuños, la escasa tirada de sus emisiones y el sistema de peso de 30 gramos característico del siglo II a.C. En la ceca de Mvrtil o Mvrtili, posiblemente localizada en la actual ciudad portuguesa de Mértola, a orillas del Guadiana, muy relacionada con el grupo latino de la Ulterior, se emitirán ases, semises y cuadrantes durante todo el siglo II a.C. Los ases de las primeras emisiones llevan labrados en su anverso un sábalo, y en su reverso una espiga, los semises en su anverso un delfín y en su reverso una espiga, y los cuadrantes llevan una espiga en su anverso y un sábalo en su reverso. En los ases de finales de ese siglo, el anverso representa un busto barbado y el reverso un águila con la cabeza girada y las alas desplegadas. En la ceca de Balleia, ubicada en la zona de Hornachos, Badajoz, encontramos una de las pocas representaciones de un hacha bipenne que aparecen en la numismática española.

En el yacimiento del Cerro Botija, en Villanueva de la Serena, se han encontrado gran cantidad de ases de la ceca de Brutobriga, ciudad fundada por Décimo Julio Bruto durante las guerras lusitanas, situada por algunos autores cerca del Tajo y por otros en el Algarve, emitidas a finales del siglo II a.C., con una cabeza viril y la leyenda T.Manlivs T.F.Sergia en su anverso y una embarcación y un pez y la leyenda externa Brutobriga en su reverso. También en la zona encontramos la ceca de Dipo, posiblemente ubicada en la población portuguesa de Portalegre, entre el Tajo y el Guadiana, que acuña ases y semises con una cornucopia tumbada como motivo de sus reversos, con sendos rombos con un punto en su centro. En la zona del Guadiana aparece la ceca de Sirpens, localizada en Serpa, con una emisión de un as del siglo II a.C. De la de Baesuri, identificada con la localidad algaraví de Castro Marim, encontramos una acuñación de bronce con una leyenda monetal con el nombre de un magistrado en dos líneas, Man at et - con.

Entre las monedas más modernas de la zona, se pueden incluir unos plomos monetiformes, que pudieron circular como moneda, emitidos en Balsa, posiblemente Tavira, en el Algarve, con atunes y peces muy toscos grabados en su anverso, y en su reverso una embarcación. También encontramos plomos monetiformes de Osonuba, que se ha identificado como Faro, con motivos similares. En la localidad de Vila Vehla, también en el Algarve, se ha encontrado un semis que recoge un retrato de Hércules en su anverso y un delfín cabalgado por una figura, y la leyenda Ipses.

El caso de Tamusia y la relación con las cecas celtibéricas

El caso de la ceca de Tamusia ha sido uno de los que más ha dado que hablar en la eptigrafía y numismática española. Así, mientras que Villaronga sitúa esta ceca, por sus características que lo vinculan al grupo celtibérico de los dos delfines y alfabeto ibérico, al este de la celtiberia, y las emisiones subsiguientes del tipo de la Ulterior de Tamusiens con caracteres latinos las fecha en el siglo II a.C. y las ubica en Villanueva de La Serena (Badajoz), otros autores, como Burillo, parecen decantarse por su localización en Las Villasviejas de Tamuja (Cáceres). A favor de esta postura parece estar la consonancia del toponímico actual del río Tamuja y la circulación constatada de las monedas centrada fundamentalmente entre el Tajo y el Guadiana. La obvia relación de tipología con las acuñaciones del este la Celtiberia se puede poner en relación con un posible aporte demográfico celtíbero en los cotos mineros de Extremadura y la Sierra Morena, que parece asimismo corroborarse con los frecuentes hallazgos de moneda celtibérica, principalmente de Secaiza, en las poblaciones de Castrejón de Capote, Hornachuelos o la propia Villasviejas , en los que suponen un porcentaje significativo de las piezas encontradas, y de dos téseras de hospitalidad. Se considera que es más plausible esta explicación minera de topónimos y moneda celtibérica en territorio de los vettones occidentales, célticos y túrdulos que algunas teorías anteriores, que ponían en relación estos indicios con una presencia militar en la zona. No podemos olvidar la riqueza aurífera del río Tamuja y sus filones de plomo argentífero.

Las posteriores acuñaciones de Tamusiens, ya con caracteres latinos, siguen el patrón de las cecas de la Ulterior, cuyo numerario es también muy numeroso en las excavaciones de las explotaciones mineras. Encontramos un as con un anverso representando una cabeza varonil y un delfín, y en su reverso un barco con remeros y la leyenda latina Tamvsiensi. Como peculiaridad, hemos de comentar que en su anverso vienen labrados los caracteres ibéricos TAM. Y, para terminar, podemos citar unas curiosas contramarcas en alfabeto libio fenice, de ubicación desconocida, también sobre monedas de la ceca de Secaiza.

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