jueves, 5 de mayo de 2011

Las primeras revueltas en el Magreb y sus repercusiones en Al-Andalus

Publicado en Numismático Digital, Marzo 2011

http://www.numismaticodigital.com/noticia/429/Artículos-Numismática/primeras-revueltas-magreb-repercusiones-alandalus.html

Vientos de libertad y de igualdad recorren estos días el norte de África. Esta situación, impensable hace pocos meses, recuerda a otras revueltas igualitarias que se produjeron pocos años después de la conquista árabe del área, las grandes revueltas beréberes, que a partir del año 739 pusieron en jaque al Califato Omeya y contribuyeron a su disgregación.

  Tras la ocupación de Egipto, entre los años 640 y 642, los conquistadores árabes tardarán casi sesenta años en dominar la franja norteafricana mediterránea. La razón principal de tal demora se encuentra en la resistencia que a la invasión opusieron las tribus imazighen-beréberes-del área, personificada en la figura de la mítica reina Chiârah o Al-Kāhina. Hasta el año 701 los musulmanes no conseguirán dominar a las tribus beréberes y ocupar las ciudades bizantinas de la costa africana.
  Tras su entrada en la Península Ibérica tras la batalla de Guadalete, en el año 711, las huestes musulmanas, en las que había un número importante de muladíes beréberes, sometieron en sucesivas campañas los territorios del reino visigodo, ocupando en el 720 su provincia ultra pirenaica de Septimania. Su progreso parecía imparable, e incluso tras la derrota sufrida en el año 732 en Poitiers, siguieron avanzando por el mediodía franco, ocupando Aviñón en el año 734.
  En estas circunstancias, una auténtica revolución política y social convulsionó el occidente islámico y acabó por disgregarlo completamente, acabando asimismo con su pujanza militar. La nobleza quraysí, un linaje originario de La Meca, monopolizaba el poder político y gobernaba las nuevas tierras conquistadas, imponiendo gravosos tributos y vejaciones a los nuevos miembros de la Umma o Comunidad de Creyentes.
  La doctrina jarichí, o jariyí, originaria de Oriente, tuvo entre los nuevos pueblos sometidos gran predicamento. Mientras que los suníes consideraban que el Califa debía pertenecer a la tribu árabe de los quraysí, y los chiíes que debía ser descendiente de Alí, primo y yerno de Mahoma, los jarichíes defendían que era la Umma la que debía elegir al Califa libremente, al mejor de entre ellos, aunque fuese un esclavo negro. Sus teorías igualitarias sobre la Comunidad y el rigor que se pedía a los fieles en la observancia de los preceptos islámicos no estaba reñido con su gran tolerancia hacia las demás religiones.
  Imbuidos por sus preceptos, los beréberes se sublevaron en el año 739 y tomaron Tánger. El valí –gobernador- de Al-Andalus, Uqba ibn al-Hayyay, recibió la orden de acabar con la revuelta. Aunque recorrió el territorio a sangre y fuego no fue capaz de acabar con la insurrección, y la sedición barrió el actual Magreb y los territorios recientemente conquistados en Europa como una ola.
  A partir del año 742 los jarichíes amenazaron la ciudad de Cairuán, y beréberes de la secta ibadí, procedentes del sudoeste de Trípoli, ocuparon la ciudad entre los años 758 y 761. Simultáneamente, los abasíes combatieron a los omeyas en Oriente desde el 748, derrocando a la dinastía y exterminando a dicha familia. Nuevos pequeños reinos independientes fueron surgiendo en el área a raíz de estos acontecimientos. Tanto los árabes abasíes como los de los nuevos reinos creados combatirán encarnizadamente la doctrina jarichí durante los siguientes veinte años, lo que llevó a la instauración del malikismo suní en Al-Andalus y el norte de África.
  En Al-Andalus, los beréberes instalados en los rebordes montañosos y tierras altas de la Meseta Norte se sublevaron y se dirigieron en columnas hacia el sur en el año 739. Dicha revuelta no fue dominada hasta el año 741, gracias a la llegada de los restos copados en Ceuta del derrotado ejército sirio enviado a sofocar las revueltas beréberes en el Magreb, que pasó a la Península.
  La principal consecuencia la revuelta en nuestro suelo fue la práctica despoblación de todo el cuadrante noroccidental de la Península y la creación de una tierra de nadie, la primera Extremadura, en el valle del Duero. Alfonso I, rey de Asturias, aprovechó la coyuntura para ocupar Galicia, y recorrió el norte de la Meseta llevándose a su reino a sus pobladores cristianos, entre ellos a los godos que poblaban la Tierra de Campos. En el campo musulmán, Abderramán I, un omeya, llegará a Al-Andalus y lo convertirá en un Emirato Independiente.
  El estudio de las primeras emisiones es importantísimo  para el estudio de los primeros años de la historia andalusí, debido a su relativa abundancia y a la escasez de otras  fuentes escritas contemporáneas. Entre estas primeras acuñaciones encontramos tres tipos sucesivos de monedas, en un período de unos diez años; las que tienen leyendas latinas, las de leyendas mixtas arabo-latinas y las que solamente tienen leyendas árabes.
  Las primeras de ellas, con leyendas latinas que aluden a dogmas de fe musulmanes, fueron batidas en el primer año de la conquista, 711-712. Las emisiones bilingües se realizan a semejanza de las que ya se habían hecho en el norte de África, entre los años 715 y 718, y en ellas encontramos ya el nombre de al-Andalus como traducción de la leyenda latina Spania. A partir del año 720, solamente se acuñarán monedas con leyendas en árabe, según la reforma monetaria del califa Abd al-Malik del año 696.
 El sistema monetario del mundo musulmán supondrá un profundo cambio en relación con los sistemas ponderales anteriores, de base duodecimal, estableciéndose el de base decimal fundado en el peso de la libra egipcia. La moneda de oro se denominará dinar, a imitación del sólido bizantino, la de plata dirham, a semejanza de la drahma de la Persia sasánida, y la de bronce felús, a imitación del follis romano y bizantino.
  El estudio de las emisiones del emirato dependiente aclara la situación económica y fiscal del territorio recientemente anexionado. Así, se asiste a un período de sequía emisora desde el año 716 al 720, que parece indicar una situación administrativa y fiscal inestable. A partir de esta fecha encontramos los primeros dinares de oro con leyendas exclusivamente en árabe, y durante el siguiente lustro se acuñarán todos los años piezas de oro y plata, y excepcionalmente de cobre. Tras el 725-726, solamente encontramos monedas de plata, menos regularmente, hasta el 748.
  A partir de esta fecha, se asiste a la interrupción de la emisión de moneda durante quince años, hasta que el primer emir omeya comience a acuñar nuevamente numerario de plata. Se trata de dirhams del tipo omeya, sin indicación de la autoridad emisora, con fecha y lugar de acuñación. Aunque no se emitiese moneda de oro, sí que se fijará su paridad con la plata, siendo el cambio de un dinar de oro de 3,982 de gr. de oro diez dirhams de plata de 2,725 gramos.
  A pesar del uso de las antiguas monedas visigodas, la circulación monetaria andalusí durante el siglo VIII parece haber sido escasa. Esta situación cambiará entre los reinados del emir Abderramán II y el primer califa omeya Abderramán III,  en lo que se asiste al nacimiento y la consolidación de un sistema económico y comercial de base monetaria

BIBLIOGRAFÍA

·        CANO BORREGO, P., Al Andalus, El Islam y los Pueblos Ibéricos, Madrid, Sílex, 2004.
·         LAROUI, A., Historia del Magreb. Desde los orígenes hasta el despertar magrebí, Madrid, Editorial Mapfre. 1994.
·         MEDINA GÓMEZ, A., Monedas Hispano-Musulmanas, Toledo, Instituto Provincial de Investigaciones y Estudios Toledanos, 1992.
·         Un resplandor del Islam, Los dinares del Museo Casa de la Moneda, Madrid, Museo Casa de la Moneda, 2004.
·         Coins of  Al-Andalus,  Tonegawa Collection, http://alandaluscoinstonegawacollection.50g.com.

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