Publicado en Crónica Numismática, Octubre 2003, pp. 42-44
El Bilad ad Sudan, País de los Negros, que se correspondía con el imperio songhay de la Curva del Níger, en el actual estado de Malí, era a finales del siglo XVI el punto de partida de las caravanas que abastecían a los países islámicos del norte de África de oro y esclavos, siendo considerado por ellos como el auténtico Eldorado. La riqueza ilimitada que se suponía a este imperio negro musulmán despertará la codicia del sultán de Marruecos Mulay Ahmed, llamado al-Mansur, que, convencido de su misión sagrada como Mahdi o elegido de Alá, enviará en 1590 una expedición de conquista a la zona, compuesta principalmente de moriscos y renegados españoles, al mando de Yuder Pachá, un andaluz natural de Cuevas de Almanzora. Este será el origen del pueblo de los Arma, elite de las actuales ciudades de la Curva del Níger y único pueblo del África Negra con ascendencia directa española.
La presencia de andaluces en la curva del Níger está documentada desde antiguo. Un arquitecto granadino, llamado Abu Isac Es-Saheli al Garnati, natural de Guadix, será el que desarrolle la fantástica arquitectura sudanesa, combinación del barro y la madera de acacia, en el siglo XIII. Una familia de muladíes de origen godo, llamada Banu al-Qûtî, procedente de Toledo, llegará a Tombuctú en 1468, recogiendo por el camino gran cantidad de libros y documentos en castellano, muchos de ellos aljamiados, en grafía árabe, y sus descendientes, como el historiador Mahmud Ka’tî, seguirán usando la aljamía en sus escritos.
También desde fechas remotas se conoce el importante papel que los desterrados andalusíes han tenido en la constitución de importantes burguesías urbanas en las ciudades norteafricanas, entre las que los sultanes marroquíes solían buscar auxiliares de confianza. A ello hemos de unir la riada de exiliados musulmanes y judíos que irá llegando a lo largo del siglo XVI, que alcanzará su cenit en la expulsión de los moriscos en tiempos de Felipe III, y un número muy importante de cautivos y renegados cristianos. Conscientes de la debilidad de su estado, profundamente fragmentado por las diferencias tribales entre árabes y beréberes, los soberanos saadianos buscarán consolidar sus dominios apoyándose en un ejército profesional, compuesto principalmente de moriscos y mercenarios cristianos, muchos de ellos españoles y portugueses.
Uno de estos renegados, Yuder Pachá, pasará a la historia por ser el conquistador del imperio de Malí. Natural de Cuevas de Almanzora, en la actual provincia de Almería, fue seguramente capturado en una razzia turca, siendo vendido como esclavo en Marrakesh y convertido en eunuco. Hombre de gran inteligencia y don de gentes, será el encargado de reclutar el ejército con el que Mulay Ahmed planee conquistar el País de los Negros. Para ello, pondrá en marcha una expedición compuesta, según algunas fuentes, de cuatro mil andaluces, quinientos europeos, mil quinientos lanceros moros y mil auxiliares, en una caravana de ocho mil camellos, siendo bastantes de los soldados no hispanos a su servicio posiblemente también de origen andalusí. El historiador francés Pierre Bertaux transcribe su nombre como Joder, y comenta que era llamado así en virtud de su juramento favorito. Chascarrillos aparte, y dejando como mera anécdota este uso del rudo taco ibérico, lo cierto es que, bajo su mando y tras cinco largos meses de travesía infernal por el Sahara, algo más de dos mil supervivientes de la expedición llegarán a la curva del Níger.
El imperio songhay
El imperio songhay que tanto ansiaba dominar al-Mansur era poderoso, rico y densamente poblado. Por su situación geográfica, en la convergencia de las rutas sahelianas y sudanesas, era una región privilegiada para el comercio transahariano. Había desarrollado una elevada civilización de tipo urbano, con grandes aglomeraciones que llegaban, como en el caso de su capital, Gao, a los cien mil habitantes, marcadamente islámica, que coexistía con una sociedad rural densa en unas condiciones climáticas mejores que las actuales y cultivando una tierra feraz, débilmente islamizada y apegada a sus creencias tradicionales. El imperio, compuesto de grupos heterogéneos de población, estaba regido por los songhay, elite guerrera y espina dorsal de un ejército compuesto de caballería, armada de lanzas largas, sables, flechas y corazas de hierro, infantería y una flotilla permanente de piraguas en el Níger.
El estado songhay disponía de variados y seguros recursos económicos, que procedían de las rentas de las propias posesiones de su soberano, el askia, las tasas y alcabalas sobre el comercio, los impuestos sobre las actividades agrícolas, ganaderas y pesqueras, y también, en gran medida, del botín que se obtenía de las numerosas campañas militares que se realizaban. Las principales ciudades del imperio, como Gao, Tombuctú o Djenné, eran el punto de partida de las grandes rutas del comercio transahariano, que abastecía de oro a Europa y al norte de África y de esclavos a los países islámicos, y que tenían como destino los actuales Marruecos, Argelia, Túnez y Libia. Hitos importantes en dichas rutas eran los oasis de Ghat y Tuat y, muy especialmente, las minas de sal de Teghazza. La sal era, sin duda, el motor principal de la economía de todo el tercio septentrional del continente africano en estas fechas. Artículo de primera necesidad y moneda de uso corriente, era transformada en bloques de un peso entre veinticinco y treinta kilogramos, para ser más tarde redistribuida por todo el país y utilizada para las transacciones, principalmente en el ámbito rural.
Aunque se utilizaba el trueque para operaciones menores, generalmente se utilizaba moneda, o más propiamente premoneda, en el comercio diario. Así, para los pequeños pagos se utilizaban los cauris, conchas procedentes del comercio con Egipto y Arabia, y para los grandes el oro y el cobre. El oro utilizado no era amonedado, sino que se presentaba en polvo, conocido como tirb, o en pepitas, y no se encontraba en el territorio, sino que procedía del comercio con Bambuk, el país asante y los reinos mossis. El cobre, así como los caballos, armas, tejidos, objetos de artesanía y el azúcar provenían de Europa y del norte de África. Como productos de exportación tenían importancia la cola, el marfil, ciertas especias y los esclavos.
La conquista del Sudán
El cuerpo expedicionario hispano-marroquí llegó a Karabara, lugar cercano a Tondibi, donde el soberano songhay, el askia Ishaq II le salió al paso con un ejército compuesto de cuatro mil hombres, doce mil de ellos jinetes, el trece de marzo de 1591. Viendo las armas que portaban sus enemigos, cuatro cañones y numerosos arcabuces, el askia mandó azuzar un rebaño de bueyes contra las tropas de Yuder, que se desbandó por las descargas y deshizo a sus propias filas de combatientes. La victoria fue total: el askia se declaró vasallo del sultán de Marruecos, comprometiéndose a entregarle el monopolio de las minas de sal, cien mil piezas de oro y mil esclavos y la entrega de un tributo anual.
La aceptación de estas condiciones por Yuder le supondrán su destitución, a pesar de su carisma entre los soldados, y se retirará a vivir a la ciudad de Gao. El cuerpo expedicionario quedará al mando de su sucesor Mahmud, marroquí soberbio y colérico que acabará sus días en 1595 en una escaramuza con los songhay. Hasta 1604 el gobierno estará en manos de un pachá nombrado por el sultán de Marruecos, siendo el último de ellos Mahmud “el Largo”, mercenario español que fue derrocado incruentamente en 1612. A partir de entonces, los expedicionarios, que habían ido engrosándose con refuerzos de moriscos y miembros de tribus belicosas y problemáticas enviados por el sultán, elegirán sus propios pachás. La teórica supremacía religiosa desaparecerá asimismo en 1660, cuando se deja de citar al sultán en los sermones, que pasarán a hacerse en nombre del pachá correspondiente. Yuder, mientras tanto, regresará a Marrakesh por orden del sultán en 1598, muriendo en 1605, en una época turbulenta marcada por las guerras de sucesión de al-Mansur.
Los conquistadores se establecieron principalmente en la ciudad de Tombuctú. Pronto se dan cuenta de que no existen minas de oro en el país, y de que, además, la campaña militar ha desbaratado las rutas comerciales que surtían el imperio songhay desde el sur selvático. Asimismo, en esta época los portugueses exportan el oro directamente a Europa desde sus establecimientos del golfo de Guinea. Las correrías llevadas a cabo para encontrar oro tampoco darán los resultados esperados. Así las cosas, los hispano-marroquíes serán prácticamente abandonados a su suerte por el sultán.
Los arma
En estas circunstancias, los expedicionarios acabarán por integrarse en el país, casándose con mujeres de la tierra. La composición étnica de este ejército es difícil de conocer.- en un primer momento, como se ha comentado, parece avalada la tesis de un protagonismo de los elementos hispanos, tanto andaluces como moriscos y mercenarios, al ser el castellano el idioma oficial de la expedición. En cuanto a los sucesivos refuerzos enviados y su impacto, algunos autores estiman que, si bien es posible que hubiese importantes contingentes beréberes y árabes, parece que al menos la elite de los Arma continuó siendo hispanófona. De hecho, a finales del siglo XVIII encontramos una carta del sultán marroquí escrita al pachá de Tombuctú, redactada en español.
Esta nuevo grupo étnico, cada vez más mestizado con la población nativa y enraizado, mantuvo su imperio en el Níger hasta 1737, año en el que fueron derrotados por los tuareg en la batalla de Toya. A partir de este momento conservará el poder en la ciudad de Tombuctú hasta la llegada de los colonizadores franceses en 1893. La colonización francesa intentó por todos los medios borrar todo recuerdo del origen de los Arma y de la epopeya de Yuder. Aún así, en la lengua songhay encontramos aún hoy en día bastantes términos de origen español y árabe.
Bibliografía
Ÿ Ismael Diadé Haidara ben Guzmán ben Barka, Díaz García, A. Etnogénesis de los Arma. www.zawiya.org/julio02/etnog%C3%A9nesis_de _los_arma.htm
Ÿ Bertaux, Pierre. Africa. Desde la prehistoria hasta los años sesenta. Historia Universal Siglo XXI. 1994.
Ÿ Yuder Pachá y la conquista del Sudán. Andaluces en la curva del Níger. www.zawiya.org/nuevo/historia/andalucesen_niger3.htm
Ÿ Historia General de África. Vol IV. África entre los siglos XII y XVI. Director.- D.T. Inane. Tecnos/Unesco. 1985.
Ÿ Varios. Andalucía en la Curva del Níger. Universidad de Granada. 1987.
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