Publicado en Crónica Numismática, Octubre 200, pp. 44-47
Cuando Carlos recibe el juramento de fidelidad de las Cortes de Aragón y del Principado de Cataluña, poco antes de ser coronado Emperador, se pone en su conocimiento que rey y reino son partes iguales en un pacto que a ambos obliga por igual. La Corona de Aragón, que Carlos heredará en 1516 de su abuelo materno Fernando, el Rey Católico, ocupa, a principios del siglo XVI, una extensión en la Península Ibérica y el archipiélago balear de unos 110.000 kilómetros cuadrados, con una población estimada que no llega al millón de habitantes.
Si algo destaca en Corona de Aragón en el plano político es su falta de unidad política y administrativa. Consta en el solar hispánico de tres Reinos (Aragón, Valencia y Mallorca), y del Principado de Cataluña, y en territorio itálico de los Reinos de Cerdeña y de las Dos Sicilias. Cada uno de estos territorios gozará de una amplia autonomía y de instituciones propias. El rey, o sus representantes, nada pueden hacer sin el consentimiento previo de las Cortes de cada uno de los territorios. Así, no podrán tomar medidas de tipo económico, ni aprobar nuevos impuestos, ni reclutar soldados. Durante el siglo XVI se empiezan a recopilar los fueros, observanzas y privilegios de cada Reino o Principado, que acotan las obligaciones de los monarcas, y que serán escrupulosamente observados por los soberanos de la casa de Habsburgo.
En el plano económico, en todos los núcleos de la Corona puede hablarse de un predominio de las actividades de tipo agrícola. Es en el Reino de Aragón donde esta economía ruralizada es más notoria, por su condición de territorio sin salida al mar. Las zonas más ricas se encontraban en los fondos fluviales, donde se utilizaban técnicas de regadío heredadas de los musulmanes, y Aragón proveerá a los demás miembros de la Corona de trigo y madera. La ganadería trashumante y algunos centros textiles y de trabajo del cuero completarán la economía del reino. En los demás territorios peninsulares de la Corona asistimos, junto con la agricultura, a la pujanza de actividades mercantiles y artesanales. Junto a la expansión de cultivos como el cáñamo, el lino o el azafrán desde finales de la Baja Edad Media en Cataluña, o a la feracidad de las tierras valencianas, de las que se podían obtener hasta tres cosechas anuales de hortalizas, frutales, agrios y arroz, destacan la actividad textil, la alfarería, los muebles, los curtidos, la cerámica, las ferrerías y el comercio. Cataluña sufrirá durante este siglo una fase depresiva, mientras que Valencia conocerá una etapa de prosperidad económica, en parte motivada por su conversión en el eje de las relaciones comerciales entre Castilla e Italia. Las islas baleares ocuparán un papel importante en la política mediterránea del Emperador. En ellas recalarán las expediciones a Túnez y Argel, y sufrirán frecuentes incursiones berberiscas, cayendo Mallorca en manos de Barbarroja, corsario al servicio del Imperio Otomano, en 1535.
En cuanto a la estructura social, encontramos en los territorios aragoneses una sociedad fuertemente jerarquizada. Junto con los estamentos nobiliarios y el clero, encontramos mercaderes en las principales ciudades de estos reinos, como los pelaires de Barcelona, con gran influencia económica pero sin prestigio social, en aquel tiempo reservado a la nobleza, a los banqueros y a los profesionales liberales. La población urbana se completa con los mercaderes de vara, los artesanos gremiales, los criados, los mozos y los jornaleros. La inmensa mayoría de la población vive en el campo, sujeta a condiciones de vida a menudo miserables, en Aragón y Valencia. La sentencia arbitral de Guadalupe de 1486 había mejorado notablemente la suerte del campesinado catalán, los payeses de remensa, quizás el peor parado de la Península durante la Edad Media, al poner fin a una serie de reprobables malos usos feudales en el Principado.
Un importante problema social será el planteado por el fenómeno del bandolerismo, especialmente grave en Cataluña y Valencia. Existe un bandolerismo nobiliario catalán, con los bandos opuestos de los nyerros y los cadells, otro popular, causado por las condiciones miserables de vida o el desempleo, y el bandidaje morisco, característico del Reino de Valencia. Desde 1519 y durante tres años, las germanías de Valencia y Mallorca supondrán un movimiento social revolucionario, utópico y radical, en el que las capas inferiores de la sociedad urbana, agrupadas en gremios, resultado del profundo malestar social del levante peninsular, debido a la corrupción reinante en el patriciado urbano, manipulador de las haciendas municipales, y la nobleza militarista y rentista. El movimiento agermanado fracasará tras la batalla de Almenara y la entrada del virrey Diego Hurtado de Mendoza en Valencia
Tras la expulsión de los judíos en 1492, especialmente numerosos en los calls catalanes, los habitantes no cristianos de estos reinos serán los mudéjares musulmanes, muy abundantes en Aragón y Valencia, donde representan un porcentaje importante de la población, especialmente en el agro valenciano, donde suponían casi un tercio de la población. Parte de la misma estaba asentada en tierras de realengo, siendo hombres libres y magníficos artesanos, mientras que la otra parte estaba constituida por competentes y eficaces trabajadores agrícolas. Durante el movimiento agermanado dicha población será obligada por la fuerza al bautismo, creándose la figura del morisco, cristiano nuevo de origen islámico. En el reinado de Carlos se les prohibirá el uso de la lengua árabe hablada y escrita, la circuncisión, la vestimenta morisca y el trato comercial con la Berbería. Los moriscos formarán grupos compactos de población, y serán odiados por la masa de cristianos viejos, que verán en ellos un peligro permanente por sus supuestas complicidades con los corsarios berberiscos.
Desde la Baja Edad Media, y debido a la extensión de la Corona y sus territorios feudatarios por la Península Ibérica, Italia y el sur de Francia, unido a la floreciente actividad mercantil catalana en el Mediterráneo, podemos hablar en los señoríos de los monarcas aragoneses de una economía relacionada con los mercados internacionales. Los abuelos maternos de Carlos, con la finalidad de facilitar los intercambios y las operaciones de cambio, adoptarán las monedas fuertes del momento, el ducado veneciano y el florín florentino, ambas de igual valor , ley y peso. Por efecto de este realineamiento con el sistema europeo, se comenzarán a batir los excelents valencianos y los principats catalanes, las monedas áureas características del seiscientos en la Corona de Aragón.
Emisiones del Reino de Aragón.
La unidad monetaria de patrón oro será en tiempos del rey Carlos y su madre Juana el ducado, siguiendo con la tradición de las acuñaciones bajo Fernando el Católico, con las leyes y pesos de Castilla. Siguiendo la petición de las Cortes aragonesas, se batirán monedas de ducado y medio ducado. Existen también dobles ducados de 7,03 gramos de peso con la leyenda Ioana et Karolvs Dei Gratia Regina et Rex, con ambos bustos afrontados y coronados, de 1416 a 1555, de la ceca de Zaragoza, como todas las acuñaciones de estos soberanos. Se emitirán también en 1528 monedas de diez ducados, de 35 gramos de peso.
El numerario de plata está constituido por los medios reales, reales y sus múltiplos. Encontramos acuñaciones de medios reales sin fechar, que representan en su anverso una. I. y una K coronadas y en su reverso las barras de la Corona, y reales de 1520 con el escudo de Aragón coronado en el anverso y las cabezas de los reyes musulmanes vencidos por Pedro 1 en Alcoraz bajo la cruz de Iñigo Arista, primer soberano de Navarra, en el reverso. Estos motivos se repetirán en los reales de a cuatro emitidos en 1554. Las leyendas de los anversos de estas acuñaciones hacen referencia a los soberanos, Ioana et Karolus Rex Aragonvm, mientras que en el reverso se recoge la expresión Tropea Regnvm Aragonvm. También existen acuñaciones de diez reales, que se corresponden con la medida aragonesa de la libra jaquesa de 20 sueldos, de 33,20 gramos de peso.
En cuanto al numerario de vellón, encontramos como base del mismo el dinero, moneda que será durante siglos la base del sistema monetario aragonés, haciendo doce de ellos un sueldo jaqués. Los dineros se empezaron a batir en 1519 a nombre de ambos soberanos, apareciendo en su anverso el busto coronado de Carlos, y en su reverso el motivo representado es la cruz patriarcal.
Acuñaciones catalanas.
El patrón oro del sistema monetario catalán será también el ducado, llamado allí Principat, apareciendo el lema Ioanna et Carolvs Reges Aragonum en el anverso y Comites Barchinonae en el reverso. A partir de 1517 y hasta 1537 se batirán dobles principats en la ceca de Barcelona, con un valor de cuarenta y dos sueldos, que en su anverso representan los bustos coronados de ambos monarcas con un cetro y un eslabón del collar de la Orden del Toisón de oro en medio, y en su reverso recogen el lema Comites Barcinone y un escudo con las armas de Aragón, Sicilia y Jerusalén. En la ceca barcelonesa se acuñarán también monedas de oro de 22 quilates, que se llamarán escudos imperiales, para hacer frente a la campaña de Túnez contra los otomanos en 1535, proveyéndose para ello a la ceca de oro procedente de la Casa de Contratación de Sevilla, traído del Perú. En el Rosellón, condado unido al de Barcelona, en la ceca de Perpiñán (Perpinyá), se acuñarán ducados y dobles ducados barceloneses entre 1534 y 1535.
La moneda de vellón de la ceca barcelonesa es el dinero, emitido a partir de 1523. Aunque se emite a nombre de ambos soberanos, en su anverso solamente aparece el busto coronado de Carlos, siendo una cruz cantonada de puntos y anillos el grabado del reverso.
Monedas Valencianas.
En Valencia, y hasta 1544, se seguirán acuñando ducados y dobles ducados, con la leyenda Carolvs Dei gracia Rex Aragonum Valencie Maioricarum Sardinie, así como monedas de cuatro ducados, con oro de excelente calidad. A partir de esa fecha se empiezan a acuñar los escudos, llamados coronas, y sus múltiplos las dobles y las cuádruples coronas, hasta 1556. En los mismos se representa una cruz de Jerusalén en el anverso, y el escudo de Valencia en su reverso. Las coronas suponen una gran novedad en las emisiones numismáticas valencianas, y su valor era en un principio de 19 sueldos y ocho dineros. La diferencia con los dos reinos vistos anteriormente estriba en el hecho de que todas las emisiones valencianas lo son a nombre de Carlos exclusivamente.
El divisor de las monedas de plata en el reino valenciano es el novenet o medio real, con un valor de nueve dineros, y la unidad el senar o real, llamado dihuyté por su valor, dieciocho dineros. Como múltiplos tenemos el real de a dos, llamado dobló de tres sous, y el real de a cuatro, conocido como dobló de sis sous. En todos ellos encontramos en su anverso la representación frontal del soberano, con lo que se vuelve al sistema iconográfico medieval, y en su reverso se representa el escudo coronado de Valencia. No deja de ser extraña esta vuelta al pasado, toda vez que en la ceca de Valencia se batieron excelentes acuñaciones en tiempos de los Reyes Católicos. Existen acuñaciones de medios reales entre 1547 y 1549, y de todas las demás monedas de plata citadas entre 1522 y 1551. Durante el movimiento agermanado habrá emisiones de plata a nombre del rey Fernando, mandadas hacer por el Virrey en Denia y en Segorbe, con la leyenda Ferdinandus Dei gracia Rex Aragonvm Valencie Maioricarum.
La moneda de vellón valenciana es el dinero o menut, y encontramos emisiones entre 1539 y 1551. En anverso del mismo aparece el busto del monarca coronado, y en el reverso la Flor de Valencia.
Emisiones mallorquinas.
En la ceca de Mallorca se batirán monedas de oro de un ducado y de medio ducado. Las monedas del archipiélago presentan en su anverso el busto del monarca, y en su reverso las armas cuarteladas de Aragón, Sicilia, Castilla y León. La moneda de plata será, como en los otros reinos de la Corona, el real, existiendo también acuñaciones de medio real, dobles y cuádruples reales. En ellos se representa en su anverso el busto del monarca coronado de perfil, y se hace referencia a su condición de Rey de Aragón, mientras que los reversos recogen las armas de la ciudad de Mallorca. La moneda de plata se emitirá desde 1916 hasta 1556. La moneda de vellón mallorquina, el dinero, presenta en su anverso el busto de frente del soberano, y en el reverso recoge la cruz latina. En el dinero de vellón ibicenco aparece también un retrato del rey coronado de perfil, con la inscripción Universas Ebusitana.
Bibliografía.
· “La forja del Imperio. Carlos V y Felipe II”. Historia 16. Extra XVIII. 1981.
· “Monedas Hispánicas 1475-1598”. Banco de España. 1987.
· “Historia de España”. Volumen V. Espasa Calpe, S.A. 1999.
· “Introducción a la Numismática Universal”. Antonio Beltrán. Ediciones Istmo. 1987.
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