miércoles, 4 de mayo de 2011

Almogávares, conquistadores de Europa

Publicado en Crónica Numismática, Junio 2003, pp. 44-47

El origen de estos soldados de fortuna, que alcanzarán gran renombre en el tramo final de la Reconquista en la Corona de Aragón y en su ulterior expansión mediterránea, se pierde en las brumas del medievo. Etimológicamente, el término almogávar parece provenir de la voz árabe al-mugawar, el que hace algaradas o incursiones de saqueo y desgaste, o de al-mog wir, corredor que roba en el campo. El nombre es utilizado en las fuentes islámicas para designar a los guerreros fronterizos de los vecinos reinos cristianos del norte, y también se encuentra en las Partidas de Alfonso X el Sabio, que regulan el estatuto de estas guerreros de un modo similar, en líneas generales, a la organización de sus homónimos aragoneses. En fecha tardía, a principios del siglo XVI, todavía encontramos el término almogavaría en su acepción original.

Hay muchas teorías sobre su origen, pero la más plausible es la que les hace oriundos de la cordillera pirenaica. Así parece deducirse de su típica vestimenta, de tipo pastoril, compuesta por abarcas para los pies, toscas pieles de animales para cubrirse el cuerpo y un zurrón o esquero a la espalda. En cuanto a su armamento, era claramente ofensivo, compuesto por un capacete en forma de red de hierro para la cabeza, dos o tres azconas o dardos arrojadizos, la espada y un chuzo pequeño, similar a los usados hoy día por los carniceros. Como corresponde a tal tipo de armas, los almogávares buscarán siempre en las batallas el cuerpo a cuerpo, al grito  de ¡Aragó! y ¡desperta, ferre!, consiguiendo derrotar a ejércitos que les superaban largamente en número con escasas bajas, y ganándose una merecida fama de invencibles.

Se supone que la mayor parte de sus componentes procedería de las clases más deprimidas de las sociedades catalana y aragonesa de la época, así como de campesinos o pastores libres de vasallaje o huidos de sus señores, aventureros y mendigos. También es posible que se encontrasen entre sus miembros personas de origen mozárabe e incluso mudéjar, y asimismo consta que algunos de sus componentes eran oriundos de Navarra, y otros de la Corona de Castilla. Junto a los anteriores, en los territorios donde irán actuando se les unirán naturales en busca de fortuna, tales como sicilianos, bizantinos, turcos otomanos y turcoples, renegados turcos conversos al cristianismo. También aparecen en las fuentes algunos caballeros de la baja nobleza de la Corona Aragonesa, como es el caso de su cronista, Muntaner, y algunos ricos-hombres, como Moncada o Berenguer de Entenza.

Parte de su éxito bélico se deberá, sin duda, en su organización interna igualitaria, en la rapidez de sus desplazamientos y en la contundente utilización de su armamento netamente ofensivo. Estas compañías, que viven por y para la guerra y el bandidaje en territorio enemigo, estará fundamentalmente compuesta de tropas de infantería ligera. Con el tiempo, sin embargo, irán adquiriendo excelentes conocimientos sobre la guerra marítima, y la utilización conjunta de caballería e infantería, así como de la marina, en sus campañas. Su estratificación jerárquica se reducía a un jefe supremo o adalid, los integrantes del Consejo, órgano decisorio de carácter democrático, llamados almocádenes, y los almogávares propiamente dichos. Todos los miembros de la Compañía  prestaban juramento de fidelidad al adalid, se regían por las normas emanadas por el Consejo y eran consultados al comienzo de la campaña o cuando había que tomar una decisión importante.

En tiempos del monarca aragonés Jaime I los encontramos combatiendo durante la conquista del Reino de Valencia, entre 1232 y 1245, y poco más tarde en la expedición cruzada a San Juan de Acre. Durante el reinado de Pedro III de Aragón aparece un importante contingente de ellos, entre doce y quince mil, en la campaña que llevó a cabo contra Túnez, y que le llevará a la anexión a la Corona de Sicilia, en pugna contra el Papado y los angevinos franceses, así como en expediciones de desgaste del enemigo en las zonas continentales de Calabria y Campania. Cuando el Papa Martín IV excomulgue al rey de Aragón por estas campañas, entregando sus tierras a Carlos de Valois y predicando una cruzada, encontraremos también contingentes almogávares en lucha contra los invasores franceses de Cataluña, guerra que concluirá con la capitulación del ejército invasor en 1285.

Cuando Jaime II sea nombrado rey de Aragón, firmará el tratado de Anagni con el Papado y la casa de Anjou, renunciando a Sicilia, lo que supuso el levantamiento de la excomunión que pesaba sobre su casa. Los sicilianos no admitirán estos extremos, y nombrarán rey a Federico, hermano de Jaime y hasta entonces gobernador de la isla. Esto llevará a la declaración de guerra a Sicilia por parte del Papado, de Francia y de Aragón, episodio en el que los almogávares catalanes y aragoneses establecidos en la isla llevarán el peso de la defensa del monarca Federico, en conjunción con la flota comandada por Roger de Flor, antiguo caballero templario, que conseguirá deshacer el bloqueo impuesto a Sicilia por la superioridad de la flota catalana, al mando de Roger de Lauria. La guerra terminará en 1302, con la paz de Caltabellota, que reconoce a Federico como soberano de Sicilia.

Dicha paz supondrá un problema para la Compañía almogávar, toda vez que la misma no podía mantenerse sin campañas militares, y también para Roger de Flor, vicealmirante de la isla, perseguido por el Temple y por la
Iglesia. En estas circunstancias, los almocádenes almogávares nombraran a Roger adalid de la Compañía por unanimidad. El nuevo caudillo propondrá a los almogávares ponerse al servicio del Imperio Bizantino, con perentorias necesidades de ayuda por la creciente presión militar de los turcos otomanos, pueblo islámico que comienza a invadir el imperio en el siglo XIII presionado por las hordas mongolas. Una vez votado, un contingente de unos cuatro mil almogávares de infantería y mil de a caballo, con sus familias, se trasladará a Constantinopla, con Roger de Flor y algunos capitanes, como Ramón Muntaner, Pedro de Arós y Fernando Jiménez de Arenós. Más tarde se irán uniendo otros contingentes, uno al mando de Bernardo de Rocafort con 1.200 infantes y 200 jinetes, y otro comandado por Berenguer de Entenza, con mil infantes y 300 jinetes.

El emperador de Bizancio, Andrónico II, se comprometerá a pagarles salarios elevados y otorgará a Roger de Flor el título de megaduque, casándole con una princesa de sangre real. La expedición invernará en la isla de Chíos, y tras reforzarse con contingentes de mercenarios alanos y soldados griegos, llamados romeos, durante el año 1303 combatirá contra los otomanos y les arrebatará la zona alrededor de Filadelfia, Tiria y Efeso. El año siguiente la Compañía, atravesando la provincia de Caria, derrotará a un ejército turco en los montes Tauro, llegó a las puertas del reino cristiano de la Pequeña Armenia, y volvió a invernar a Gallípoli, en los Dardanelos.

Aunque el emperador se había mostrado generoso en un principio, adelantando algunas pagas a los almogávares, hacía ya tiempo que no satisfacía sus soldadas a los miembros de la Compañía. En estas circunstancias, comenzaron a comprar lo necesario a cuenta de sus sueldos a comerciantes griegos, llegando a ser las cantidades tan elevadas que el propio Roger de Flor satisfizo de su propio bolsillo las deudas, mandando quemar los libros que recogían las cuentas. El adalid se trasladó a Constantinopla a rendir cuentas a Andrónico, que le recibió efusivamente, nombrándole césar, pasando el título de megaduque a Berenguer de Entenza. Cuando Roger le reclamó los sueldos debidos a la Compañía, el emperador le replicó que las arcas de su tesoro estaban menguadas por los gastos de la corte, y que podían darse por pagados con el botín obtenido.

Andrónico no comprendía, o no quería hacerlo, que el sueldo es lo más importante para un mercenario, el justo pago por sus esfuerzos. El botín es algo que se puede o no conseguir, y que igual que se consigue se gasta con liberalidad. Además, el botín obtenido por los almogávares se repartía de forma desigual y decreciente: la mayor parte para el adalid, algo menos para los capitanes, la parte de los jinetes de caballería pesada, caballería ligera e infantería, y para concluir la de los aventureros incorporados tardíamente, que cobraban la mitad de lo que correspondía a los infantes almogávares.

La moneda de oro que circulaba en estos momentos en el Imperio Bizantino se conocía como hyperpyron, moneda que fue instaurada por Alejo I en el año 1902, con 21 quilates de fino, y que sustituyó a los sólidos e histámenon.  Esta moneda sufrió crónicas y continuas devaluaciones. Durante el reinado de Andrónico II, que dura desde 1282 hasta 1325, se emitirán dichas monedas en la ceca de Constantinopla, ya a su nombre solamente, ya a nombre de sus asociados al trono Miguel IX y Andrónico III. Las mismas reflejan en su anverso el busto de la Virgen, normalmente orando, y las murallas de la ciudad, y en su reverso al monarca o monarcas arrodillados ante Cristo, y tienen un peso de 4,35 gramos.

Para hacer frente a la situación ruinosa del erario público, el emperador optará por aumentar los impuestos, así como por devaluar la moneda. La práctica de la devaluación, utilizada en exceso por los monarcas bizantinos, hizo que Roger de Flor exigiese que los pagos se realizasen en moneda no devaluada. Cuando una embajada se dirigió a la capital y recibió una parte de los pagos, la moneda se había depreciado tanto que valía un tercio de su valor anterior, lo que supuso que los comerciantes griegos, muy exigentes con el pago inmediato de lo debido, no la aceptaron. El malestar reinó entonces entre los almogávares, que comenzaron a cometer desmanes para proveerse de lo que necesitaban.

La solución a esta situación, solicitada por Roger de Flor, fue la infeudación de las provincias bizantinas de Asia Menor, Anatolia, nuevamente en poder de los turcos, según los modelos occidentales. Asimismo, según recogen las fuentes, Andrónico se comprometía a aportar anualmente 30.000 escudos y 120.000 modios de trigo, exclusivamente, y a saldar las deudas una vez que la situación económica de su erario hubiese mejorado. A esto se oponían numerosos bizantinos, con Miguel IX a su cabeza, que armará un ejército propio de griegos, alanos y turcoples. Miguel Paleólogo ordenará a Roger de Flor dirigirse a Adrianópolis, donde fue muerto junto con toda su escolta, y también fueron asesinados otros miembros de la Compañía en otras ciudades del imperio.

Berenguer de Entenza será el elegido para comandar a los almogávares, que, muy mermados en sus efectivos, declararán la guerra al Imperio Bizantino, desencadenando la que se conoce como venganza catalana, en la que los miembros de la Compañía saquean a hierro y fuego la provincia de Tracia, mientras que Entenza asalta las naves bizantinas que se iba encontrando, hasta que sea tomado preso a traición por unas galeras genovesas al mando del almirante Eduardo de Doria, y sea llevado preso a Génova. Bernardo de Rocafort será elegido nuevo adalid de los almogávares y, dejando a Muntaner como retaguardia en Gallípoli, se dedica a saquear los alrededores de Constantinopla, destroza un ejército bizantino en Apros y toma las ciudades de Rodosto y Pánido, dejando en ellas guarniciones.

Es en esta época cuando unos tres mil turcos, mil turcoples y algunos griegos solicitan su ingreso en la Compañía. Con estos refuerzos, Rocafort se convertirá en el jefe indiscutible de los almogávares. Cuando Entenza, una vez liberado de su cautiverio, vuelva a Gallípoli y reclame su jefatura, se encontrará con la oposición del nuevo senescal. El Consejo almogávar decidió ante este dilema que cada uno de ellos mandaría a los soldados que quisieran seguirlo, recibiendo Rocafort la hueste más numerosa, mientras que Entenza y Arenós serán seguidos por un número más reducido de aragoneses, catalanes y navarros.

En el año 1307 llegará a Gallípoli un refuerzo, comandado por el infante Fernando, hijo de Jaime II de Mallorca, en calidad de lugarteniente de Federico II de Sicilia. Entenza, Arenós y Muntaner lo reconocerán como jefe máximo; no así Rocafort, considerando tardía e innecesaria su llegada. De común acuerdo, los almogávares deciden abandonar la depauperada zona de Tracia y pasar a Macedonia. Para evitar conflictos, parte primero la hueste de Rocafort, seguida a un día de diferencia por los demás almocádenes y el infante. A la altura de la ciudad de Cristopol, la hueste de Rocafort atacará a la de Entenza, desprevenida, y matará al capitán, lo que hizo que tanto Arenós como Muntaner y el infante Fernando abandonaran la Compañía.

Rocafort, ya único dirigente de los almogávares, basará su liderazgo en la tiranía y el terror. Tras saquear Calcidia y Macedonia, en Kassandras recibirán una embajada de Carlos de Valois, hijo del monarca francés Felipe III, para contratarles a fin de rehacer el fenecido Imperio Latino de Oriente, en alianza con los venecianos. En 1308, cansados de los excesos de Rocafort, algunos capitanes de la Compañía le entregarán a Roberto de Nápoles, que le hará emparedar en el castillo de Averra. Los conjurados serán igualmente ajusticiados por los almogávares.

A partir de este momento, la Compañía funcionará como república militar independiente en movimiento. Dos años después entrará al servicio del francés Gualterio de Brienne, duque de Atenas, que, una vez terminadas las campañas militares, les despachará sin pagarles lo acordado. Al año siguiente, en la batalla de Cefiso, los almogávares destrozarán el ejército de Gualterio, estableciéndose en Atenas y Tebas, y comenzarán a aumentar sus territorios con la adquisición del ducado de Neopatria, Negroponte, Farsalia y Acaya, ofreciendo la soberanía nominal de los mismos al rey de Sicilia.

A la muerte de Federico III, sucedida en 1377, se extinguió la línea sucesoria de la Corona de Aragón en Sicilia, lo que provocará una guerra civil entre los miembros de la Compañía que durará tres años. La compañía navarra se pondrá al servicio del señor de Corinto, Nerio Acciajuoli, y atacará y conquistará Tebas en 1379, intentando también hacer lo mismo con Atenas. De 1380 a 1388, cuando cae Atenas en manos de la familia Acciajuoli, los ducados estarán bajo la soberanía de Pedro IV de Aragón.

En estos territorios conquistados encontramos acuñaciones de moneda por parte de la Compañía, tanto en Acaya como en Atenas y Neopatria. Carlos Castán, en su reciente libro dedicado a la moneda romana y bizantina, cita varias emisiones de dineros batidos en estas áreas. Así, una emisión del infante Fernando de Mallorca como príncipe de Acaya, así como otras tres emisiones de dineros del ducado de Atenas. Las leyendas de los mismos hacen referencia al ducado de Atenas (DUX Atenes) y a la ciudad de Tebas ( Thebe Civis. o Thebani Civilis), y el los mismos aparece como motivo una cruz.


Bibliografía

?                 Aragón en el Mediterráneo. F.Moxó, F.C. Casula, A. Leone, I. Rivero. Cuadernos Historia 16 nº 46.
?                 Las monedas imperiales romanas y bizantinas. Carlos Castán Ramírez. 2002.
?                 Almogávares. Ricardo de Isabel Martínez. Ed. Falcata Ibérica. 2000.

No hay comentarios:

Publicar un comentario