miércoles, 4 de mayo de 2011

Almanzor, el paladín del Islam

Publicado en Crónica Numismática, Diciembre 2002, pp. 42-45

Este año se celebra el milenario de la muerte de una de las figuras más importantes del Islam andalusí: al-Mansur, el Victorioso. Las fuentes musulmanas lo retratan, con la notable excepción del historiador Ibn Jaldun, como un extraordinario gobernante, que sembró el terror entre los cristianos del norte de la Península Ibérica en las cincuenta y seis incursiones o algaras que a sangre y fuego acaudilló. Para los cronistas cristianos, será a la vez un estadista prudente y eficaz y la encarnación del mismísimo demonio. Los historiadores actuales consideran que el sistema dictatorial que impuso en el Califato de Córdoba será una de las causas principales de la gran revuelta o fitnah que puso fin a la unidad musulmana en la península, y supuso el comienzo de los reinos de taifas.

Muhammad Ibn Abi Amir, el futuro Almanzor, pertenecía, según las fuentes islámicas, a una familia de origen maadita, árabes originarios de Yemen que llegaron a la Península Ibérica en tiempos de la conquista musulmana. Nacido el año 939 en Turrus, aldea perteneciente a Algeciras, quedó huérfano a los dieciséis años, al morir su padre durante la peregrinación ritual a La Meca. Enviado a Córdoba al cuidado de unos parientes, estudiará jurisprudencia y comenzó a trabajar como copista en la Corte califal. Trabajador infatigable dotado de una enorme ambición, será nombrado administrador del heredero Hisham y de su madre, la vascona Subh o Aurora, y conseguirá en el corto espacio de cinco años hacerse con el control total de Al-Andalus.

Al morir el califa al-Hakam II había nombrado heredero a su hijo Hisham, que contaba con once años de edad. La ley islámica establece que cualquier miembro adulto de la familia de Mahoma, los Quraysh, puede acceder al califato, y los Omeya eran una rama de la misma, pero no la única. Solamente las artes del visir y futuro hayib al-Mushafi y de su madre Subh harán posible la entronización de Hisham, segundo de los omeyas del mismo nombre de Al-Andalus, personaje al parecer con grandes limitaciones físicas y mentales en su madurez. En este ambiente y bajo la protección de estos personajes medrará la figura de Amir. En el año 977, y tras una incursión de los vecinos cristianos del norte no contestada por el hayib o chambelán al-Mushafi, dirigirá tres campañas hacia los territorios cristianos al sur del Duero. Estas algaras o incursiones, aunque de modestos resultados, servirán para adquirir popularidad en el ejército y para sellar su alianza con Galib, comandante de las tropas de la frontera, casándose con su hija Asma  ese mismo año. Entre ambos dignatarios urdirán el derrocamiento de Al-Mushafi, que será arrestado.

En el año 978 una fallida intentona de elevar a la autoridad califal a un omeya adulto será abortada, y el criterio de Amir será determinante para la adopción de castigos ejemplares a los conspiradores, en contra del criterio de los alfaquíes, doctores de la Ley. Su voluntad de congraciarse con los teólogos islámicos parece haber sido la causante de la quema de todos los libros no religiosos, matemáticos o de medicina de la fastuosa biblioteca de al-Hakam II, que según algunas fuentes de la época superaba los cuatrocientos mil volúmenes. Respetando la figura del Califa en lo espiritual, se hará con las riendas del gobierno y será nombrado hayib. En esta época comenzará a levantar su propio centro gubernamental, al-Madina al-Zahira, literalmente la Ciudad Resplandeciente,  apartada de los manejos de Córdoba y de la ciudad califal de al-Madina al-Zahra, a la que trasladará todo el aparato administrativo de Al-Andalus.

Los únicos escollos que separaban a Amir del poder absoluto eran su propio suegro, Galib, el otro hayib de Al-Andalus, y su antigua protectora, Subh. Galib intentará asesinarle en el año 890 en Atienza, hiriéndole levemente.  Tras varias campañas contra él y sus aliados cristianos, al año siguiente le derrotará, muriendo Galib en combate, y recibirá el sobrenombre de al-Mansur bi-llah, el victorioso por Alá. Al verse relegada del poder, Subh urdirá una conspiración contra Almanzor, a la que hará frente tomando y demoliendo la ciudad de Santiago en el 997 y sellando un pacto por el que ratificaba a Hisham en el califato, el cual delegaba el poder temporal en él, prerrogativas que no abandonará hasta su muerte.

El ejercicio del poder

La figura de Almanzor despunta principalmente en dos campos: el político y el militar. Su habilidad política consistió en la adopción de medidas claramente populistas, como la exención de pago de alcabalas sobre el aceite, la realización de obras públicas y la exención del servicio militar. Su poder dictatorial llegó a ser tan grande que hará mencionar su nombre, inmediatamente después del califa, en la oración de los viernes, y recibirá formas de tratamiento reales. Su forma de gobierno, conocido como la dictadura amirí, sobrevivirá con su hijo Abd al-Malik, pero no a su otro hijo Abd al-Rahman, conocido como Sanchuelo, asesinado en 1009. Tras este período, y hasta el año 1031, se producirá la conocida como Gran Fitnah, un grave y continuado proceso de desintegración social y política que acabará definitivamente con el califato omeya de Córdoba.

Muy unido a su capacidad política estuvo, en todo momento, su poderío militar. Las tierras cristianas de la Península Ibérica sufrirán las violentas y demoledoras acometidas bélicas de Almanzor, y el poderío militar andalusí de la época se manifestará también en la influencia política y militar que se extenderá por la Berbería occidental, al otro lado del Estrecho. En contra de lo común en la época de realizar campañas de verano o aceifas, las campañas o algaradas de Almanzor se desarrollaron en cualquier época del año, llevando al arrasamiento de ciudades como León, Barcelona, Coimbra, Pamplona o Santiago. En esta última campaña, la de más resonancia en el mundo cristiano, arrasará la ciudad y la catedral, respetando únicamente el sepulcro del apóstol, y se llevó las campanas para servir de lámparas en la mezquita de Córdoba y las puertas para que sirvieran de artesonado a las nuevas naves por el edificadas.

La magnífica maquinaria militar utilizada por Almanzor fue el producto de una meditada y efectiva reforma de los tradicionales ejércitos musulmanes peninsulares. Para ello, suprimió el sistema de reparto de los cuerpos y oficiales por origen tribal, conocido como yund, incluyendo a representantes de todas las capas sociales de Al-Andalus, así como a negros sudaneses, esclavos europeos conocidos como eslavos y, fundamentalmente, a contingentes de beréberes y numerosos cristianos. También suprimirá el servicio militar y el pago de servicios militares por tierras, sustituido por el pago de soldadas. Tuvo mucho cuidado en la fabricación y suministro de pertrechos, empleo sincronizado de la flota con los movimientos terrestres de las expediciones y la cría de ganado caballar.

Almanzor saldrá victorioso en casi todas sus campañas, salvo en una ocasión segura, en la que será derrotado por su suegro Galib en el año 981, y otra dudosa, la famosa batalla de Calatañazor, que encontramos en las crónicas cristianas del siglo XIII. El día 9 de agosto del año 1002, de camino a la fortaleza fronteriza de Medinaceli, morirá el paladín de Alá, siendo enterrado en esta ciudad bajo una simple losa y cubierto por el polvo recogido en sus campañas por el Islam.

Política monetaria

Entre los cargos que fue desempeñando Almanzor en su meteórica ascensión al poder, encontramos el de inspector general de la moneda. A su llegada al poder, la mayor parte del numerario que circulaba en toda la Península Ibérica, tanto islámica como cristiana, procedía de la ceca de Madinat al-Zahra, trasladada desde Córdoba en el año 947, y de las norteafricanas de Ceuta, Fez, Nakur y Sichilmasa. El suministro de oro en abundancia procedía de las relaciones con el norte de África, y se ha estimado que las acuñaciones en las cecas magrebíes se realizaba con el objeto de pagar las soldadas, evitando así el traspaso de oro a la península y el posterior reenvío del metal acuñado.

El patrón oro estaba representado por los dinares, con sus fracciones de 1/3, 1/4 y 1/8, mientras que la moneda de plata era el dirham, plural dirhemes, y fracciones que carecen de fecha y marca de ceca y que se suelen atribuirse a cecas norteafricanas. La ley de la moneda de oro en la época califal es en general buena, un 0,985, y el módulo del dinar de oro suele rondar los 23 mm. En cuanto a la plata, suele ser de peor ley que en la anterior época del emirato, en la que el metal acuñado era casi puro, más gruesas y de menor módulo. La relación entre ambos patrones estaba entre 13 y 17 dirhemes por dinar. En la base de estas emisiones podemos encontrar las necesidades de una moneda de prestigio, así como el soporte al activo comercio andalusí que las fuentes muestran con lugares muy alejados geográficamente.

 Las monedas acuñadas durante su visirato vienen acuñadas, lógicamente, a nombre del Califa, Hisham, aunque su nombre, Amir, aparece asimismo en las emisiones. También encontramos, especialmente en algunas  de las monedas batidas en la ceca de Fez, el nombre de los gobernantes norteafricanos, como Adb Allah o Wadih. El arte de su labrado suele ser bueno, aunque también se encuentran algunas deficientemente acuñadas, lo que dificulta su interpretación.

En general, las leyendas del anverso suelen hacer referencia a los altos funcionarios encargados del buen funcionamiento de las cecas, según la autorización que Adb al-Rahman III había instaurado al restaurar el califato omeya en Al-Andalus. El anverso también suele recoger la profesión de fe islámica, el valor de la moneda, la ceca de emisión y el año de acuñación. En el reverso aparece normalmente el nombre del Califa, como Imán y Príncipe de los fieles, junto con el sobrenombre, llamado en árabe lakab, del soberano, acompañado en la época amirí por el de Amir o sus hijos. Las emisiones en las que aparece el nombre de Almanzor, Amir,  las encontramos desde el año 356  hasta el 392 de la Hégira.

Como ya hemos comentado, el numerario califal será la moneda comercial de los reinos cristianos del norte de la península, tanto de las cecas hispánicas como de las norteafricanas, especialmente las batidas en Ceuta.  Podemos destacar los mancus o mancusos de la zona nordeste, palabra según Longperier procedente del árabe manqush, acuñado Entre ellos aparecen citados los mancusos amuris, por aparecer en ellos el nombre de Amir, nuestro Almanzor.

Bibliografía

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·  Dufourcq, Charles Emmanuel. La vida cotidiana de los árabes en la Europa medieval. Ed. Temas de Hoy. 1990.
·  Medina Gómez, Antonio. Monedas Hispano-Musulmanas. Instituto Provincial de Investigaciones y Estudios Toledanos. 1992.
·  España, León. Sistemas monetarios peninsulares. La acuñación de moneda cristiana tras la invasión de los musulmanes hasta el siglo XV. Fundación León de España. 2002.
·  Valdeón, Julio. El Califato de Córdoba. Cuadernos Historia 16 nº 102. 1985.
·  Varios. Milenario de Almanzor, el martillo de los cristianos. La Aventura de la Historia nº 46. Agosto 2002.
·  Almanzor. Abi Amir Muhammad. www.artehistoria.com/historia/personajes/4850.htm.

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