miércoles, 4 de mayo de 2011

Tartessos, el gran enigma

Publicado en Crónica Numismática, Mayo 2001, pp. 42-44



La primera gran civilización de la Península Ibérica, Tartessos, sigue hoy en día sumergida en las oscuras brumas de la historia y la leyenda. Conocemos por los relatos helénicos a sus antecesores los atlantes, a Crisaor o Gerión, Terón, Gárgoris y Habidis, y a su único rey histórico, Argantonio, nombre de posible raíz céltica que gobernó del 630 al 550 a.C. y que es citado por Herodoto como soberano de un reino que representaba el paradigma de la riqueza en la Grecia Arcaica. Hay muchos estudiosos que han visto en Tartessos la Tarsis bíblica, lugar lejano del que los fenicios de Tiro obtenían plata, más apreciada en Oriente que el oro, estaño y plomo. Todavía hoy se discute si esta magna civilización preindoeuropea fue el resultado de una evolución interna de los habitantes del mediodía peninsular que entroncaría en un proceso de tres milenios con la cultura megalítica, o si fue inducida por la presencia de pueblos orientales, fundamentalmente fenicios y griegos. 

Otros autores aventuran la posibilidad de entroncar la civilización tartésica con la gran conmoción que supuso para el Mediterráneo oriental la aparición de los Pueblos del Mar, que destruyeron el poderío hitita, la talasocracia micénica, amenazaron Egipto en tiempos de Ramsés II y sumieron a la civilización helénica en un largo período de siglos de oscuridad. Compuesta de un grupo heterogéneo de pueblos, esta invasión habría continuado hacia occidente, y podría plantearse una hipótesis por la cual un grupo de invasores pertrechados con recias espadas, escudos y carros tirados por caballos se impusiesen a la población local en lo que habría de ser más tarde el territorio tartésico. Incluso hay quien ha puesto en relación la cultura argárica almeriense con la micénica griega.  
               
La arqueología nos muestra a un pueblo que habitaba el tercio sur de la Península Ibérica, desde el Algarve portugués hasta las proximidades de Cartagena, y desde mar hasta la Sierra Morena, en una zona de gran riqueza minera. Asimismo, investigadores como el profesor de arqueología de Oxford Hawkes han estudiado el comercio a gran escala de metales y productos manufacturados llevado a cabo a partir del año 1200 a.C. en toda la fachada atlántica europea y en las islas Británicas por los comerciantes tartésicos, y especialmente, a partir del siglo VIII a.C., con la Armórica, actual Bretaña, proveedora de metales como el plomo y el estaño, probablemente en barcos de forma redonda.  Junto a la explotación de los metales y a una gran riqueza ganadera, la pesca y la industria de la salazón, que se exportará desde el siglo V a.C. hasta la ciudad de Atenas, serán también fuentes importantes de riqueza para los tartésicos.

En todo caso, la riqueza del país será la que atraiga a los comerciantes fenicios, pueblo que no buscará la conquista de nuevas tierras ni el dominio de otros pueblos, sino la ganancia en el comercio, y los griegos samios y focenses. El comercio fenicio terminará desplazando al tartesio en la Europa atlántica y al griego en todo el Mediterráneo occidental, y tras la caída de Tiro, su país de origen en el actual Líbano en tiempos de Nabucodonosor, serán relevados por sus descendientes los cartagineses. En la época de la invasión romana, se llamó a este territorio Turdetania, y Estrabón nos relata de sus pobladores que tenían una cultura que se remontaba a 6.000 años atrás, con leyes en verso y literatura escrita.  La cultura material de este pueblo es en lo fundamental común con la de los iberos del levante peninsular. La estructura política predominante en la zona será la monarquía, unitaria en tiempos tartésicos y fragmentada en pequeños señoríos locales en tiempos de la conquista romana. Se supone que existía una clase de propietarios agrícolas, de las minas, armadores y comerciantes, sobre la masa de asalariados y esclavos. 

Se cree que el denominado alfabeto del suroeste, surgido en estrecho contacto con la escritura fenicia y escrito en una lengua todavía no descifrada compuesta por 51 signos, correspondería a la lengua tartésica. De la misma se han encontrado mas de setenta epígrafes, la mayoría de ellos en el actual territorio portugués, fechados entre el siglo VII y el VI a.C. El posterior alfabeto semisilábico ibérico presenta numerosas diferencias morfológicas entre los núcleos del actual Algarve portugués, el de Obulco y los de otros lugares que acuñaron moneda hasta la época romana.

Principales cecas del alfabeto del sur.

En esta zona es muy dificil la clasificación de las emisiones, por lo que se establece un paralelismo con el sistema metrológico de las acuñaciones romanas.  Una de las cecas más importantes de la zona es la de Castulo, ciudad sita en las actuales ruinas de Cazorla, en Linares, Jaén, con acuñaciones que se fechan aproximadamente desde el año 225 a.C. hasta el 45 a.C., y cuyos tipos fueron imitados en otras cecas de la zona, como Urso o Iliberis, con la leyenda kastilo, común a todas las emisiones, en alfabeto retrógrado en un principio y directo más tarde. En las primeras acuñaciones los símbolos labrados más usuales en la unidad de bronce relacionada con el as son el busto masculino imberbe con diadema mirando a la derecha en el anverso y la esfinge masculina alada tocada con un klaft o mitra, y en ocasiones una mano. También se encuentra frecuentemente en los reversos de monedas de inferior  valor equiparadas a los semises la figura de un toro con una luna encima en cuarto creciente. Las monedas de menor valor, identificada con el cuadrante, suelen llevar en su reverso la figura de un jabalí. A partir de circa 85 a.C. aparecen las acuñaciones bilingües ibero-romanas, en las que se mantienen los mismos tipos, y aparecen leyendas como CAST, VOC ST F, SOCED, SACAL o ISCER. Encontramos asimismo monedas del tipo de Castulo en la ceca no localizada de Ildiberga, con la representación de un animal que parece un lobo en su reverso.  

Otra de las cecas principales del área, a juzgar por la cantidad de monedas conservadas de ella, es Obulco, situada en Porcuna, también en la actual provincia de Jaén. Para hacernos una idea de la importancia de esta ciudad en la antiguedad, podemos hacer referencia al monumento funerario encontrado en la misma, fechado hacia el siglo V a.C., con la magnífica representación de un guerrero con toda la panoplia o armamento ibérico luchando contra un grifo.  Estas emisiones son especialmente interesantes, al incluír en sus monedas nombres propios, y en las emisiones bilingües los nombres romanos de los magistrados municipales de la población. En la misma es común que las acuñaciones lleven grabadas en su anverso un busto femenino mirando a derecha, con la leyenda latina OBVLCO desde una fecha tan temprana como el año 209 a.C. mientras que en el reverso de las emisiones más antiguas es común la leyenda Ibolka. El reverso de los ases suele representar un arado, una espiga y un yugo, probablemente para hacer referencia a la riqueza agrícola de la región. También son comunes en la primera mitad del siglo II a.C. en los reversos los jinetes con lanza en los semises, mientras que en la segunda mitad del mismo siglo se suelen representar toros en movimiento para este tipo de monedas. Mas raramente se encuentran en las emisiones de este sitio representaciones de caballos, que suponen el principal signo de estatus social en los pueblos ibéricos, lobos o águilas.

De un lugar indeterminado de la actual provincia de Almería, llamado urkesken u orkesken, genitivo plural de la voz urke u orke y al  que los romanos llamaron Urce o Urci, encontramos acuñaciones de monedas de la segunda mitad del siglo II a.C. del patrón as, con representaciones del típico busto masculino imberbe en el anverso con delfín y estrella, y de un guerrero a caballo en el reverso con lanza y el pequeño escudo redondo ibérico, conocido como caetra. De gran parecido con éstas encontramos acuñaciones de denarios, ases y semises de un lugar todavía no bien ubicado, con la leyenda ikalosken o ikalgusken.  De ilturir o iliberri, en Granada, encontramos curiosos ases y dupondios con retrato de varón con casco en su anverso y una triqueta en su reverso, y otros ases con retrato masculino en anverso y esfinge en su reverso. Otra ceca tampoco localizada es la de urkueki, la Abra romana, donde aparecen emisiones parecidas a las de Obulco.

Bibliografía

· Monedas hispánicas. Real Academia de la Historia. Museo Casa de la moneda. 2000.
· Historia de la Moneda Española. Antonio Beltrán Martínez. Ed.Vico & Segarra.1983.
· Tartessos. Cuadernos Historia 16 nº 40. 1985.
· Catálogo Colección Numancia. Aureo. 2001.
· Historia de España. Prehistoria y primeras civilizaciones. Espasa. 1999.
·  Iberos, una cultura poco conocida. Revista Historia y Vida nº 359. 1998.

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