miércoles, 4 de mayo de 2011

Revueltas bagáudicas

Publicado en Crónica Numismática, Julio-Agosto 2002, pp. 42-44


El poder bajoimperial romano en la Península Ibérica se verá sacudido por dos tipos de movimientos de marcado carácter social, como el priscilanismo y las revueltas bagaúdicas, en una época caracterizada por la gran conflictividad social y religiosa, así como por la irrupción de los pueblos bárbaros germanos en el Imperio, llevando la conjunción de todos estos elementos a su definitiva debacle a finales del siglo V de nuestra era. El nombre de bagaudas, que aparece en el siglo III de nuestra era en los escritos de los cronistas romanos, significa guerrero en lengua celta gala. Estas revueltas campesinas de gran envergadura llegaron a controlar grandes partes de las provincias Tarraconense y Gallaecia, y actuaron en connivencia con los invasores suevos de Requiario. Por su marcado carácter social, antes apuntado, han sido vistas por algunos investigadores como precursores de las ideas democráticas, justo en el momento en que se consolidan en el orbe occidental las formas políticas que desembocarían en el feudalismo.

Para entender el origen de estas revueltas, hemos de tener presente la realidad económica, política, religiosa y social de los últimos siglos del Imperio Romano. A la par de la desaparición de los grandes flujos comerciales, especialmente los que unían la producción agrícola y minera hispana con la metrópoli y el abastecimiento de las legiones acantonadas en el Rin que protegían los limes del Imperio, se impondrá un sistema latifundista de producción agrícola, donde los grandes propietarios, abandonando las ciudades, se instala en las grandes mansiones, conocidas como villas, llevando a cabo una explotación máxima de la tierra. Para el trabajo agrícola, esta minoría oligárquica, conocida como potentiores, se apoyará en el trabajo de una gran mayoría de trabajadores muy pobres, llamados humiliores. Dentro de estos últimos encontramos tanto a la población libre, paulatinamente empobrecida y reducida en sus efectivos, a los esclavos propiamente dichos y a los colonos, en su origen pequeños propietarios agrícolas que van convirtiéndose por la presión fiscal y la propia marcha de la sociedad bajoimperial en trabajadores semilibres de los grandes fundios.

Es muy importante, asimismo, en relación con nuestro tema, la expansión de doctrinas religiosas disidentes con la Iglesia cristiana oficial, muy relacionada con el poder político, rápidamente tachadas de heréticas, como son el arrianismo, el donatismo y, sobre todo, por su gran influencia en Hispania, el priscilanismo. Todas ellas, como consecuencia de los pivilegios alcanzados por el alto clero y el descontento provocado por la crisis social, se caracterizarán por un mensaje rigorista y antisistema, que se propagará rápidamente por las áreas rurales y que canalizará la disidencia social. El priscilanismo fue una corriente religiosa propugnada por Prisciliano, obispo de la diócesis de Ávila, que contó con el apoyo inicial de una serie de familias aristocráticas hispanas relacionadas con el emperador Teodosio, nacido en Cauca, actual Coca, y que buscó el del Papa Dámaso, también hispano. Esta doctrina se caracterizó por su ascetismo y rigorismo, así como por la proliferación de monasterios y capillas, y su área de influencia abarcó el área central de la península y Gallaecia, lugar donde su vigencia y su pujanza se dilatará más en el tiempo. El priscilanismo no murió con su creador, ejecutado en Tréveris por hereje en el año 386 por el usurpador Máximo, que controlaba las Galias e Hispania. Teodosio, una vez vencido y ejecutado Máximo, reinstaurará alguna de sus prácticas y la rehabilitación de personas confesas de herejía, creándose una situación de enfrentamiento abierto entre priscilanistas y antipriscilanistas que el I Concilio de Toledo, con su condena de esta corriente como herética, no pudo zanjar.

En cuanto a la situación política coetánea de las revoluciones bagáudicas, estará marcada por las guerras intestinas, por las invasiones de los pueblos germanos y por la propia conflictividad social. La época de las grandes revueltas, que abarca desde finales del siglo IV a mediados de la centuria siguiente, encontramos el entronamiento de Constantino III y las campañas de Geroncio y de Máximo Tirano contra Honorio, hijo de Teodosio (ver Crónica, nº 108), la llegada de los suevos, vándalos y alanos a nuestro solar y la injerencia de los godos, aliados del poder imperial, en la política romana, junto con una rápida sucesión de emperadores en Occidente. Es en este inestable marco político donde se producirán, con gran virulencia, estas revueltas de bandas de desheredados, nutridas principalmente de esclavos huidos y masas de campesinos empobrecidos. Así, con centro en la actual Comunidad Autónoma de Euskadi, sus acciones bélicas se extenderán por el alto y bajo valle del Ebro, llegando en sus incursiones a devastar las áreas de Zaragoza y Lérida. Contra ellos se movilizarán importantes ejércitos romanos, como el enviado por Valentiniano III al mando de Flavio Asturio o el comandado por Frederico, hermano del monarca godo Teodorico. En sus incursiones actuarán en connivencia con los bárbaros suevos comandados por el rey Requiario, alianza que hará que los encontremos hacia el año 456 en la Gallaecia, en la región de Bracara, actual Braga, Portugal, área peninsular donde, con su apoyo y sobre el sustrato priscilanista, los suevos crearán un reino que sobrevivirá hasta finales del siglo VI a los envites de la monarquía visigótica. También, de alguna manera, hay investigadores que han puesto de relieve la posible relación de estas revueltas con la posterior insumisión del norte peninsular en el subsiguiente período visigodo.

Es conocido por los amantes de la numismática que las monedas romanas que circulaban en la etapa bajoimperial no estaban en general acuñadas en nuestra península, salvo excepciones, como es el caso de las emitidas en la ceca de Barcino, Barcelona, por el anteriormente citado Máximo Tirano. Pero también hemos de tener en cuenta la capital importancia de los cotos mineros hispanos en el sistema monetario imperial, donde la extracción de los metales acuñables, como el oro, la plata, el estaño y el cobre, estaba en manos del Estado, destacando especialmente las minas auríferas del noroeste. En la época coetánea a las revoluciones bagáudicas se observa un retraimiento de tales explotaciones, que se ha puesto en relación con las dificultades para encontrar mano de obra, lo que llevará al gobierno imperial a establecer la obligatoriedad del trabajo y su carácter hereditario, así como leyes relativas a la búsqueda de los trabajadores fugitivos de las minas, lo que parece indicar que dichas evasiones fueron, al menos, relativamente comunes.

El inicio de las revueltas coincide también con el establecimiento de la dinastía teodosiana, y con la división definitiva del Imperio entre los hijos del emperador hispano en los de Oriente y Occidente. El sistema monetario áureo bajoimperial será el heredado de la época de Constantino el Grande, con los patrones del sólido y sus múltiplos, el semis y el escrúpulo y medio, sustituido por Teodosio por el tremis. De entre las acuñaciones argénteas, encontramos los miliarenses y las siliquas, y en bronce se batirán los cententionales. Es de destacar que las emisiones son de dos tipos, diferenciándose claramente las acuñaciones para los grandes pagos y para obsequios de y los destinados a los pagos corrientes. Según avanza el siglo V, se observa la irregularidad y la escasez en las emisiones, y parece que la circulación de numerario de plata y bronce se realizaba con piezas de épocas anteriores, por lo que han llegado a nuestros días muy desgastadas. Desde mediados del siglo IV el numerario circulante en la península procederá principalmente de las cecas galas, destacando las de Arlès y Lyon, y el hecho de que no se hayan encontrado monedas a partir de los primeros años del siglo V, coincidiendo con las revueltas bagáudicas y con la irrupción de los pueblos germanos, se ha entendido como la interrupción de la evolución monetal del Imperio en nuestro solar.

A lo anterior hemos de sumar la asfixiante presión fiscal, que no alcanzaba a los grandes latifundios, que contaban con múltiples exacciones, y que llevará al acelerado empobrecimiento de las capas bajas de la población y que se apunta como una de las causas principales de las revueltas sociales. Según el Codex Theodosianus, dichas contribuciones se pagarían en especie, por lo que será la posesión de los bienes raíces, de la tierra, más que de metal amonedado, la principal fuente de riqueza de la sociedad bajoimperial, preparando el camino hacia la sociedad ruralizada y feudal que campará en la Europa Occidental durante el siguiente milenio.


Bibliografía

Los bagaudas. Santos Yanguas, N. Historia 16. nº 144. Abril 1.988.
La Hispania Romana. Bajo Álvarez, F. Cuadernos Historia 16. 1.995.
La moneda romana. El Imperio. Beltrán Martínez, A. Fonumis. 1.986.
La usurpación de Máximo Tirano. Picón García, A. Crónica Numismática nº 108. Octubre 1.999.
Historia de España 2. Hispania Romana. Roldán, J.M. y Santos Yanguas, N. Espasa Calpe. 1.999.
Curso de Historia del Derecho. Escudero, J.A. Gráficas Solana. 1.985.




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