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El Sitio. Boletín electrónico nº29, Año VIII, diciembre 2018, pp. 11-15
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Ya desde 1493
los Cabildos indianos presionaron a los soberanos para crear Casas de Moneda en
las Indias. El mayor obstáculo fue la falta de personal especializado, dado que
aquellos que cruzaban el Océano preferían dedicarse a la platería, actividad
mucho más lucrativa, que a batir moneda. La Corona además desconfió de las
licencias a particulares, dado el pésimo resultado que esta práctica había dado
en las emisiones bajo medievales castellanas. Esto supuso, como afirmaba
Céspedes del Castillo, que gran parte de las transacciones se hiciesen a
crédito, compensando deudas y liquidando los saldos con oro y plata al peso,
sin amonedar.
La escasez de
numerario, que debió ser importado desde la Península en la primera mitad del
siglo XVI, hizo que los reales de plata que llegaban a territorio indiano
desapareciesen rápidamente de la circulación, al ser atesorada por las clases
pudientes, o retornaran como pago de las transacciones comerciales. El real
acuñado tenía una valoración en las Indias superior a la de la Península en un
30%, dado que valía 44 maravedíes en vez de 34.
Carson afirmaba
que se encuentran numerosas quejas por esta sobrevaloración en Santo Domingo,
incluso tras el periodo en el que Antonio de Mendoza, gobernador de Nueva
España, introdujo una producción regular de plata. Citando a Herrera, recogía
que antes de 1510 no se encontraba moneda de oro circulando en Santo Domingo,
pero que se encontraban castellanos y ducados falsos. La existencia de este
premio, que se correspondía con los gastos de transporte, fue uno de los
motivos, junto con la desconfianza de la monarquía por las causas antedichas,
del retraso en el establecimiento ultramarino de Casas de Moneda.
Por su alto
valor intrínseco, destacó el uso como moneda del oro nativo encontrado en los
placeres auríferos de las Grandes
Antillas y la plata encontrada en el continente, que circulaba habitualmente en
pasta, lo que supuso una adaptación flexible del sistema monetario vigente en
Castilla. Con ello surgieron los obvios problemas para determinar el verdadero
valor de estos trozos de oro y plata sin quintar, normalmente aleado con otros
metales e incluso fraudulentamente falsificado con aleación de cobre al
convertirlo en barras.
Los castellanos
llamaron guanín al oro bajo de ley, aleado con cobre en proporciones cercanas
al 50 %, que recibía lo nombres de tuob
entre los taínos y caracoli entre los
caribes. También se utilizaba para los rescates el latón, una aleación variable
de oro y plata obtenida en las minas, y la chafalonía, aleación de cobre con
poco oro. Hay que tener en cuenta que para los indios del Caribe el cobre era
el más valioso de los metales, en un importe estimado para antes del Descubrimiento
de 1 a 4 con respecto al oro.
Desde sus áreas
de extracción en el norte del actual Chile su comercio se extendía hacia
Centroamérica y el área caribeña, que sufría escasez de este metal por el
monopolio ejercido por los incas sobre su transporte y comercialización. Su
masiva introducción por parte de los españoles, en forma de moneda de vellón,
vasijas o quincallas, la explotación de los yacimientos del río de las Balsas a
partir de 1524 y su comercialización por todo el área conllevaron la rápida e irreversible
depreciación de este metal.
El sistema
prehispánico estaba basado en las tajaderas, piezas metálicas en forma de T,
el oro en polvo contenido en los cañones
transparentes de las plumas de aves, en los granos de cacao, objetos de algodón,
conchas u otros bienes. En el área mexicana los indios utilizaron para sus
relaciones comerciales con los españoles esas tajaderas, hachuelas o cinceles
fabricados con láminas de cobre. Su fragilidad, y el hecho de que se han
encontrado en grupos de hasta un centenar en los enterramientos del área de
Oaxaca, han hecho que algunos autores consideren que tenían la función de medio
de cambio, opinión discutida por otros.
Estas formas de
pago tenían el grave inconveniente de las grandes alteraciones en su valor, y
no pueden considerarse realmente moneda, toda vez que no cumplen el requisito
de medida común de valor. En estos sistemas se llevaron a cabo los llamados
rescates. Estas monedas de la tierra fueron también en ocasiones bienes y
productos manufacturados en Europa, como es el caso de los animales domésticos
o los llamados cuchillos de rescate.
La gran diversidad
existente entre monedas de la tierra y su distinta valoración hacía que estar
al corriente de su valor fuese imprescindible para el comercio. Como ponía de
manifiesto Burzio, las monedas de la tierra fueron las habituales en los tratos
particulares y en el comercio en los siglos XVI, parte del XVII y en algunas
regiones en el XVIII, y que en la parte que posteriormente constituyó el
Virreinato del Río de la Plata la moneda
sellada en curso, compuesta mayoritariamente por moneda macuquina potosina, era
de notoria escasez, como se puede observar en las Actas de los Cabildos de
Asunción de Paraguay, Corrientes, Santa Fe o Córdoba. Igualmente sucedía en
otras regiones, citando Burzio… El cacao
en Nueva España, la coca en el Perú, las perlas y esmeraldas en Venezuela, las
plumas de Ave Rica en Guatemala, la yerba mate, el tabaco y el lienzo de algodón en el Paraguay…
Los granos de
muchos tipos de cacao eran utilizados como moneda en Nueva España, Yucatán y
Guatemala, e incluso se falsificaban rellenándolos con tierra, y si bien una
Ordenanza de 1527 prohibió su uso monetario, en 1536 se volvió a permitir.
Entre los españoles doscientos granos equivalían a un real. Covarrubias afirma
que el año 1555 puede ser considerado como el en que la Corona aceptó
plenamente el uso del cacao para los pagos menudos, dado que por Orden de 17 de
junio se reguló que 140 bayas de cacao equivalieran a un real de plata, y que
con ello se evitaban las oscilaciones de su valor en el comercio menudo y el
contraste que se daba entre su valoración entre el comercio al por mayor y en
el menudeo.
De acuerdo con
Chacón, entre finales del siglo XVII y principios del XVIII se produjo una
difícil situación económica que llevó a la ausencia de moneda de plata para las
transacciones internas en Costa Rica, por lo que se solicitó y se consiguió en
1709 la autorización de la Corona para el uso monetario del cacao. Los
granos de cacao en la actual Venezuela se contabilizaban a 140 el real en 1555,
y en 1590 un escudo de oro valía 1.600. En el actual litoral venezolano la
abundancia de perlas hizo que se utilizasen con fines monetarios, y así fue
decidido por el Cabildo de Caracas, y su uso se perpetuó hasta que las ventas
de cacao comenzaron a cobrarse en moneda mexicana ya en el siglo XVII.
Para las
transacciones, los españoles usaron también las varas de algodón, utilizadas como
moneda en toda la América tropical y subtropical, desde el actual México hasta
los Andes y desde el Atlántico al Pacífico,
y con un valor de dos reales la vara en el área del Río de la Plata en
fecha tardía. Los aztecas utilizaban las llamadas mantas pequeñas, mientras que
en otras áreas se contabilizaban por varas de lienzo con una anchura más o
menos uniforme y con un valor variable según su calidad, si bien había un valor
estándar, conocido como lienzo común.
Aranda y Bello
recogen que en el siglo XVII entre los grupos nahuas del Altiplano Central las mantas blancas o quauchtli eran la principal moneda en circulación, según León
Pinelo. Las mantas eran utilizadas como principal moneda en los mercados
mexicas, y los hombres recién casados daban quauchtli
a sus esposas para adquirir en el mercado víveres, chiles, sal o leña. Los quauchtli eran, para estos autores, una
forma conveniente de acumular riqueza.
Otras monedas de
la tierra fueron los haces de tabaco, que en tiempos de Felipe III recibieron
la calificación de dinero oficial en las áreas del Plata, Tucumán y Paraguay. La
arroba de hierba mate en Paraguay recibía un valor de doce reales. En la ciudad
de Córdoba, gobernación de Tucumán, llegaron a emplearse cabras como moneda. Beltrán
recogía que a finales del siglo XVI en Buenos Aires se carecía de moneda
metálica, por lo que se establecieron equivalencias de las distintas
mercancías, como en Paraguay y en el Perú, y así un becerro de un año valía dos
varas de lienzo de algodón, unas espuelas cuatro varas y unas botas dos.
En el actual Paraguay, la extrema
escasez de moneda metálica hizo que los pagos se realizasen en objetos
metálicos importados de Europa, como fueron los anzuelos, los cuchillos de
rescate, los escoplos y las cuñas de ayunque. El metal recibido o reciclado era
transformado por los herreros en estos objetos, quedando parte del metal en su
poder como pago de su trabajo, dos onzas por libra trabajada. En el área del
Plata, por tanto, las herrerías funcionaron como rudimentarias Casas de Moneda.
La moneda conocida como azuelo de mallas
o de rescate fue creada por el gobernador de Paraguay Domingo de Yrala en 1511,
hecha la primera con las mallas de acero de los soldados y un valor de un
maravedí y la segunda con un valor cinco veces superior.
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