miércoles, 2 de julio de 2014

La Gran Guerra del Norte y el rublo

Publicado en Numismático Digital, 2 de julio de 2014

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Este conflicto, simultáneo a la Guerra de Sucesión Española, enfrentó entre los años 1700 y 1721 a la práctica totalidad de los estados del norte, centro y este europeo, y en su momento álgido los combates se extendieron desde el Mar Báltico hasta el Mar Negro. Tan largo y enconado enfrentamiento tuvo importantes repercusiones en el circulante de los diferentes países beligerantes.
El origen de esta larga guerra se encuentra en la alianza firmada por los reinos de Dinamarca-Noruega, Rusia, Polonia-Lituania y Sajonia contra la supremacía sueca en el Báltico y el norte de Alemania. Los primeros teatros de operaciones se situaron en Dinamarca, los territorios bálticos de Ingria y Curlandia, en Polonia y en Sajonia, sucediéndose las victorias suecas.  
Las alianzas cambiaron durante el curso del conflicto. La coalición aliada se rompió finalmente por las resonantes victorias suecas, pero se restableció en 1709 con el fracaso de la invasión sueca de Rusia. Los enfrentamientos se extendieron a Finlandia, Alemania, los actuales estados bálticos e incluso a Ucrania y a la Moldavia otomana. Hannover y Prusia se sumaron a los aliados en 1715.
Suecia no estableció alianzas militares sólidas con ninguna potencia extranjera, y las victorias aliadas predominaron en la segunda mitad del conflicto. Tras la firma en 1719 por Jorge I de Gran Bretaña de alianzas con Prusia y con Suecia, la estrategia del gobierno sueco fue la de firmar la paz con todos sus enemigos, exceptuando a Rusia, creando nuevas alianzas que le permitieran alcanzar una paz definitiva con Pedro I en las mejores condiciones posibles.
Por el Tratado de Estocolmo de 9 de octubre de 1719, Suecia cedió los ducados alemanes de Verden y Bremen a Hannover, y por el firmado en la misma ciudad el 21 de enero siguiente se cedió a Prusia la Pomerania sueca al sur del río Peene y al este del Oder. Por el firmado el 3 de junio de 1720 en Frederiksborg con Dinamarca Suecia dejó de apoyar al ducado de Holstein-Gottorp, que volvió a dominio danés, y se comprometió al pago de 600.000 riksdaler, si bien recuperó los territorios ocupados por los daneses en Pomerania y Wismar.
El conflicto terminó con la firma el 30 de agosto de 1721 del Tratado de Nystad, que supuso la elevación de Rusia a la categoría de potencia mundial de primer orden y le convirtió en el estado más influyente del norte de Europa y en el entorno del Mar Báltico. Suecia cedió a Rusia toda la provincia de Ingria, Výborg y el sur de Kexholm, si bien pudo conservar la práctica totalidad de Finlandia. Hubo de entregar asimismo Livonia y Estonia, incluidas las islas de Ösel y Dagö. Pedro I fue nombrado en 1721 Zar de todas las Rusias, y continuó con su obra modernizadora y su política expansionista.
Ya en 1703 el ejército ruso había ocupado parte de Letonia, Ingria y Carelia, fundando la que sería su nueva capital, San Petersburgo, ese mismo año. En estas campañas Pedro I utilizó fuerzas cosacas procedentes de la actual Ucrania, territorio este último que a pesar de su amplia autonomía tuvo que soportar la presencia del ejército ruso, que fue acusado de saquear las ciudades y vejar a la población en las que estaba acantonado.
Por todo ello el atamán cosaco Iván Mazepa se alió con los polacos y suecos, si bien no fue secundado por la mayor parte de la población ucraniana, y fue con ellos derrotado en Poltava. Entre los escasos apoyos que recibió se encontró el de la Sich de Zaporozhia, magistralmente descrita por Nikolái Gogol en su obra Taras Bulba, bastión de una república pirata cosaca que se convirtió en una potente entidad militar, civil y política que desafió durante siglos el poder de la Mancomunidad Polaco-Lituana, del Imperio Otomano y del Imperio Ruso, y que por este apoyo fue destruida por el ejército zarista en 1709.
En Suecia se siguieron batiendo en el siglo XVII las placas rectangulares o palt-mynt con el cobre de las ricas minas de Dalarma, para suplir la falta de plata, de las que algunas de llegaron a pesar 19,71 kilos. La práctica del cercén estuvo tan extendida que en el canto de las emisiones de ocho marcos de 1692 se encontraba la leyenda latina manibus ne laedar avaris, que se perpetuó durante el siglo XVIII.
Las continuas depreciaciones, la penuria del numerario causada por la guerra y la presencia de moneda de necesidad, los daler de Carlos XII de 1714, produjeron una grave situación económica de la que se acusó al barón Georg Heinrich von Görtz, su ministro plenipotenciario y de finanzas, oriundo de Holstein-Gottorp.
En cuanto a sus enemigos daneses, siguieron acusando los mismos problemas heredados del siglo XVII, con bellas y ricas piezas acuñadas con la plata de Kronsberg, lugar donde se trasladó la ceca de Cristianía, y la presencia de abundante moneda menuda, que presentaba serios problemas para ser cambiada por la de mayor valor. La moneda de polaca sufrió asimismo un constante deterioro y un progresivo empobrecimiento, situación que se mantuvo durante el siglo XVIII, debido principalmente a sus enfrentamientos con Rusia.
En el emergente Imperio Ruso Pedro I el Grande reformó su sistema monetario para adecuarlo al vigente en la mayor parte de Europa, basándolo desde 1701 en el rublo, moneda argéntea semejante al thaler y al real de a ocho español. Acuñado con un peso de 28,44 gramos, módulo de 49 mm. y ley de 729 milésimas, fue dividido en cien kopeks. Es de destacar que con ello Pedro el Grande fue pionero en la introducción del sistema decimal, adoptado posteriormente por todos los sistemas monetarios del mundo.  
Esta denominación de rublo venía referida originariamente a un trozo de plata de unos 200 gramos, y apareció por primera vez en una moneda de plata, yefimki, en el siglo XVII. Los rublos se comenzaron a batir regularmente a partir de 1704, y en los mismos se representó el retrato del zar, realizado por Fedor Alexeiev, al modo occidental. La plotina de medio rublo tenía 14,18 gramos, y se retiró de la circulación el antiguo numerario de cobre, sustituyéndolo por divisores del kopek marcados con puntos para indicar su valor.
Además de estas modificaciones también se alteraron las leyendas, abandonándose el latín y utilizándose el idioma ruso y el alfabeto cirílico. La reforma alcanzó asimismo al numerario áureo, con la emisión de chervónets de 3,47 gramos y ley de 986 milésimas, equivalentes a los ducados húngaros en circulación. Como curiosidad, hubo una emisión ad hoc de marcos llevada a cabo para el pago de los que incumplían la obligación de recortar sus barbas a la manera occidental.  
La adopción del rublo fue consecuencia lógica de la situación monetaria no sólo europea, sino mundial. Los reales de a ocho españoles compartieron en el norte de Europa su papel de divisa internacional con otras macromonedas de plata equivalentes a ellos, como los talhers o táleros y los riksdaler  o rix-dólares holandeses de Leeuwen. Está documentada la presencia de los pesos en el siglo XVII en Narva, Nyen, Riga y Reval  y Pernau, en el entorno del Báltico, y eran asimismo gustosamente aceptados por los rusos.
Con ellos Rusia alimentaba su activo comercio con Persia, donde se adquirían tejidos de algodón, tafilete, seda, satén, incienso y otros bienes, a cambio de pieles, cuero y cristal moscovita, sirviendo la plata española para saldar su deficitaria balanza comercial. En su camino hacia Oriente, los pesos fuertes españoles eran la moneda preferida de los pueblos integrados en el Imperio Otomano y en Persia, así como entre los mongoles y tártaros, sobre otras como los reichsthalers. 
Es curioso como el rublo, en sus casi setecientos años de historia, no había sido utilizado nunca como divisa fuera del Imperio Ruso, de la extinta Unión Soviética y de la actual Federación, y sólo hace muy poco la libre circulación del rublo se instauró por vez primera en el extranjero, en la ciudad china de Suifenhe, cerca de la frontera de ambos países. Quizá sea esta la razón por la que el Banco de Rusia ha aprobado recientemente un nuevo símbolo del rublo, con la intención de introducir su moneda en los mercados internacionales.

Bibliografía:

·         BELTRÁN, A., Introducción a la Numismática universal, Madrid, 1987.
·         BLACK, J., La Europa del siglo XVIII, Madrid, 1997.
·         CIPOLLA, C.M., La odisea de la plata española. Conquistadores, piratas y mercaderes, Barcelona, 1999.
·         MANAEV, G. , “Breve historia del rublo”, en Russia beyond the headlines, 22 de diciembre de 2013.

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