jueves, 14 de abril de 2016

El coleccionismo y los estudios numismáticos en el Siglo XVIII (II)

Publicado en Panorama Numismático, 14 de abril de 2016


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En esta centuria se pusieron las bases de algunas de las principales colecciones numismáticas públicas que han llegado a nuestra época, como la de la Biblioteca Real y la de la Real Academia de la Historia. Fue asimismo durante el mismo una afición que se popularizó entre las personas eruditas, los miembros de la nobleza y de la familia real, la burguesía, los profesionales liberales, los clérigos y los militares. Como gran parte del Patrimonio Artístico e Histórico español, sufrió con las vicisitudes y los saqueos producidos durante la  Guerra de la Independencia, y con la muerte o el destierro de muchos de los Ilustrados tras su finalización.  La obra de los autores de esta época, especialmente la del Padre Flórez, sigue siendo aún hoy en día capital para el estudio de la moneda española de la Antigüedad.

        Fue habitual que las instituciones docentes, las Universidades o incluso las Sociedades, como las de Amigos del País, tuviesen su propio monetario. Un ejemplo de ello es el monetario del Colegio de San Ildefonso de la Universidad de Alcalá, que fue recibido de su antiguo colegial Juan Antonio de las Infantas, Deán de Toledo, que había sido conocido y utilizado por el padre Flórez en los dos primeros volúmenes de sus Medallas de las Colonias, cuyo inventario realizado en el año 1777 ha sido estudiado por Vallejo Girvés, del que la autora recoge que la mayoría de las mismas eran romanas, y había asimismo moneda celtíbera y visigoda, y que este monetario fue saqueado por los janseninstas y afrancesados en 1808. En esta centuria no había diferencia entre coleccionistas y estudiosos, y los tratadistas contaban con sus propios monetarios para sus estudios.
        Un importante gabinete numismático fue el de la Sociedad Bascongada de Amigos del País. Fundado en 1785, no formó parte de los estudios llevados a cabo en el Seminario de Vergara, sino que se ubicó en Vitoria bajo la dirección del subsecretario de la Sociedad, Diego Lorenzo de Prestamero, siendo su base las donaciones que se habían ido recibiendo desde su fundación, y que fueron más numerosas desde 1786. Como recoge Ortiz de Urbina, Diego Lorenzo de Prestamero fue el primer arqueólogo científico vasco, y llevó a cabo la excavación de la villa romana de Cabriana, en Álava. Su gran afición fue la numismática, lo que hizo que se hiciese cargo del monetario de la Sociedad desde su fundación hasta su renuncia voluntaria en 1798, y tras su muerte el 13 de febrero de 1817 su colección de monedas y libros fue adquirida por el Marqués de la Alameda en 24.000 reales de vellón. La colección fue adquirida el 8 de septiembre de 1959 a sus descendientes por la Diputación Foral de Álava, su actual propietaria.  
        Salas Álvarez ha estudiado la importancia que tuvo la numismática en las disertaciones de la Academia Sevillana de Buenas Letras, en la que muchos de sus miembros llegaron a reunir importantes colecciones numismáticas, citando los casos de Francisco de Bruna y Ahumada, Cándido María Trigueros y, especialmente, Livino Ignacio Leyrens y Peellart, y Tomás Andrés de Gusseme escribió un importante diccionario numismático. El coleccionismo y los estudios numismáticos en Málaga en este siglo y en el XIX han sido estudiados por  Mora Serrano, que cita los monetarios de Francisco Barbán de Castro, Tomás de Calvelo y Manuel Trabuco y Belluga, siendo los dos últimos citados en la obra del padre Flórez. 
        La Real Librería fundada por Felipe V en 1711, durante la Guerra de Sucesión, y abierta al público en Madrid el 1 de marzo de 1712 con fines divulgativos, integró los libros, monedas y antigüedades de las colecciones reales, que pasaron a constituir el Museo de Medallas y Antigüedades. El padre Flórez relaciona como instituciones públicas a las que tuvo acceso, además de a la anterior, el monetario del Real Monasterio de El Escorial, el Gabinete del Rey, el Real Gabinete de Historia Natural, la Real Academia de la Historia y una relación de casi cuarenta monetarios particulares. El importante monetario de El Escorial fue saqueado durante la Guerra de la Independencia, y el Real Gabinete de Historia Natural, del que se conoce poco, debía ser según Rodríguez Casanova el fundado por Antonio de Ulloa en 1752, y no a su sucesor inaugurado por Calos III con los fondos de Pedro Franco Dávila. Cita asimismo entre otros el Real Museo de Numismática fundado por Carlos IV en 1790 bajo la dirección de Cándido María de Trigueros, el monetario del Colegio de Nobles de Madrid y el de Valencia y los fondos de las Universidades de Santiago, Oviedo, Valencia y el Colegio de San Ildefonso de la Universidad de Alcalá.
        El Gabinete de Medallas de la Biblioteca Real incrementó sus fondos durante todo el siglo con donaciones y adquisiciones. Tras la Guerra de Sucesión sus fondos se incrementaron con las bibliotecas de los opositores austracistas, como los del Arzobispo de Valencia, el duque de Uceda o el duque de Monteleón. Al mismo se incorporaron los monetarios de los infantes don Gabriel y don Luis de Borbón, y se adquirieron importantes colecciones, como la del abad Charles de Orleans de Rothelin en 1749 o la del anticuario napolitano Alejo Symmacho Mazzochi en 1786. También recibió varias donaciones y unos años antes, entre 1754 y 1759 Pérez Bayer realizó viajes por cuenta de Fernando VI para adquirir antigüedades, monedas y manuscritos. Si en 1716 sus fondos se calculaban en 20.000 piezas, en 1800 ascendían a 77.655 monedas.
        Tras la fundación en 1735 de la Real Academia de la Historia se potenciaron los estudios numismáticos, con la creación de un monetario creado ex novo,  con la compra de un monetario de madera de nogal en 1751 y la petición a los académicos honorarios de monedas para completar la colección, especialmente durante el reinado de Fernando VI y por el proyecto llevado a cabo por Campomanes a finales del siglo. Uno de sus más ilustres Secretarios de esta institución fue Antonio de Capmany. Su papel en el desarrollo de la numismática española fue capital en esta centuria y en la siguiente. Muchos de los académicos y correspondientes, como antes comentábamos, contribuyeron a sus fondos mediante la permuta o donación de las piezas de sus propios monetarios, actuando de intermediarios en las compraventas de colecciones y proporcionando noticias sobre los hallazgos que se iban produciendo. La doctora Rodríguez Casanova ha estudiado la documentación que se conserva en el Gabinete Numario del descubrimiento y la composición del hallazgo que en 1782 se produjo en la localidad asturiana de Manzaneda, y el papel que en su recuperación tuvieron importantes ilustrados como Campomanes, Jovellanos y Jacinto Díaz de Miranda.
        Martín Almagro afirma que el Numario de la Real Academia tuvo su origen en la donación por parte de Fernando VI en 1751 de una apreciable colección de monedas. De acuerdo con los datos aportados por Capmany en 1796, constaba de 200 monedas de plata y 2.000 de cobre celtibéricas, 800 coloniales, 17 godas, y entre las árabes 55 de oro, 462 de plata y 846 de cobre. Junto con monedas de otras procedencias, entre las que destacaban las romanas y griegas por su número e importancia, sumaba unas 12.000 monedas, incluyendo las duplicadas.
        Para su formación se adquirieron las colecciones del Marqués de la Cañada, del Conde de Saceda y del Marqués de Belsunce, entre otras. La Academia tenía a gala que su colección era una de las más importantes y la mejor estudiada de España, y que sólo la aventajaba en número la de la Biblioteca Real, si bien sus principales ejemplares se perdieron durante la Guerra de la Independencia.
        Guillermo López Bustamante, bibliotecario real, publicó en 1799 su Examen de las medallas antiguas atribuídas a la ciudad de Munda, en la Bética. En la Advertencia Preliminar, pp. IX y ss., afirmaba que comenzó su trabajo en 1797, durante sus trabajos de reconocimiento de la Real Biblioteca y formación de su índice, en los que dedicaba sus ratos libres al estudio de la numismática, que era cultivada por él desde su niñez como recreo y que con el tiempo se convirtió en su principal destino. Cita la publicación del Tomo I de la Descripción General de las medallas antiguas del Museo Real realizada por Pedro Luis Blanco, que hizo que suspendiese temporalmente sus eruditos estudios de las series griegas para componer algunas Disertaciones relativas a las medallas de España, y pasando la ilustración de la Numismática nacional a ser la principal de sus ocupaciones, teniendo a su disposición los fondos de los copiosos gabinetes de la corte.
        Informaba asimismo en la pp. XII que la serie de medallas españolas de la Real Biblioteca, comenzada en el año 1787, “…aunque copiosísima y preciosa, no es tan completa que no sea á cada paso indispensable ayudarse de las luces, que otras puedan proporcionarle”. En su dedicatoria al monarca hace referencia a las adquisiciones para el Museo de la Real Biblioteca, citando el exquisito gabinete de don  Joaquín Ibáñez, y a las colecciones de los infantes don Gabriel y don Luis, “…en testimonio y confirmación del aprecio, que á la Real Familia de la augusta casa de V.M. ha merecido siempre la Numismatica, ciencia no menos útil que agradable”. Se quejaba en la p. XV amargamente de la poca ayuda que había tenido en el estudio de “…las multiplicadas colecciones de la peninsula; ó á lo menos las de la corte copiosisimas, según es fama, algunas de ellas é intactas”. Citaba asimismo las obras de numerosos autores nacionales y extranjeros, y defendió los trabajos del Padre Flórez  y de O’Crouley.
        Su intensa actividad investigadora fue conocida en los círculos científicos de la época. Fue uno de los primeros en intentar descifrar las inscripciones escritas en alfabeto ibérico de las acuñaciones ibéricas y celtibéricas, y es posible que la obra Descrizione delle Medaglie Ispane, appartenenti alla Lusitania, alla Betica, e alla Tarraconense, de Domenico Sestini, de gran importancia en la primera mitad de la centuria siguiente para el estudio de la moneda hispánica, fuese tomada en su mayor parte de los manuscritos inéditos de López Bustamante. 
        Es en este siglo cuando se publicó una de las obras capitales de la  numismática española, Medallas de las Colonias, Municipios y pueblos antiguos de España (1757-1773), del padre agustino Enrique Flórez. Para este fraile, en Europa se miraba la Ciencia Numismática como un almacén universal, “…donde cada Facultad halla armas con que defenderse, ò un fin al qual carecian de ilustración”. Desde el siglo XVI, según Flórez, los escritores hicieron uso de las medallas para formar historias, geografías, fastos, anales eclesiásticos y para corregir toda fuente de escritores antiguos.
        Flórez afirmaba en su obra que su colección era la más copiosa de las que conocía sobre colonias y municipios de España, y que le pareció que podía dar servicio al público dándolas a conocer, agregando las recogidas en otros autores, para que “…tuviesse nuestro Reyno lo que ninguno”. Afirmaba asimismo que en la calificación de lo raro o común en las monedas no había ninguna regla, al suceder que mientras en un reino podían ser raras en otros eran comunes, lo que podía suceder dentro de un mismo reino, entendiendo que era regular que abundase donde se hizo, especialmente si no prevalecía en el comercio.
      En la p. iii se quejaba de que siendo España el origen de esta ciencia, quedó atrasada con respecto a las demás naciones, citando los trabajos realizados en Italia, Francia, y casi toda Europa. Como curiosidad y en relación al tema de este estudio, cuando hablaba de los módulos de las medallas, equiparaba en la p. vii el máximo módulo o medallón a nuestro peso fuerte Mexicano, el gran bronce al peso fuerte, el mediano a la peseta, el pequeño al real de plata y el mínimo módulo al medio real. En las pp. viii y ss. incorporaba un valioso glosario, explicando las distintas partes de la moneda.
        Su método de trabajo hizo que Flórez fuese el primer historiador español que trascribió los documentos tal y como los encontró en el original, incluyendo los errores, limitando con ello toda manipulación y dejando los textos preparados para un posterior análisis formal del escrito. Ello le llevó, por ejemplo, a dejar en blanco el dibujo de una moneda, dado que  “…las muchas equivocaciones que suele haver en semejante materia no da bastante seguridad mientras no se vea la Medalla original, o se sepa fijamente quien la tiene”. Para él la numismática era un medio de conocimiento que le llevaba a un fin superior, el cimentar la Historia de la Iglesia antigua de España sobre fuentes sólidas y pruebas documentales.
        El autor citaba entre los gabinetes de los que se había servido para redactar su obra los reales de El Escorial y de la Real Biblioteca, el del Gabinete de Historia Natural, donde se habían recogido las medallas descubiertas “…en diversas provincias de estos Reynos”, y el de la Real Academia de la Historia. Junto con estas instituciones públicas, citaba asimismo las colecciones del residente en Sevilla Conde del Águila, la del doctor Joseph Alfinet, Académico de la Real Academia de la Historia y Médico del Real Sitio de Aranjuez, la del Padre extremeño Alonso Gerónimo Boza, y las de otros muchos más colaboradores, tanto laicos como religiosos.
 
         
Para saber más


ALMAGRO GORBEA, Martín. “El numario”. En ALMAGRO GORBEA, Martín (ed.), El Gabinete de Antigüedades de la Real Academia de la Historia.  Real Academia de la Historia: 1999, pp. 85-95.
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RODRÍGUEZ CASANOVA, Isabel. “La numismática en la España de la Ilustración”. En ALMAGRO GORBEA, Martín y MAIER ALLENDE, Jorge. De Pompeya al Nuevo Mundo: la Corona española y la Arqueología en el siglo XVIII. Real Academia de la Historia. Madrid: 2012.
SALAS ÁLVAREZ, Jesús. "El coleccionismo numismático en Andalucía durante la Ilustración". En NVMISMA, nº 252. Enero-diciembre 2008, pp. 149-176.
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