Publicado en OroInformación, 27 de octubre de 2017
Es de sobra conocido
el capital papel que la moneda de plata española tuvo durante más de tres
siglos en la economía a nivel planetario. El Imperio Español fue la unión
monetaria y fiscal más grande que ha conocido la Historia, que además de
dotarse de un numerario uniforme y de calidad que sobrevivió a las graves crisis
económicas mundiales prácticamente inalterado hasta que la independencia de las
nuevas Repúblicas Iberoamericanas acabó con el flujo de metales preciosos y con
el propio sistema monetario. En su base se encontraba el real de a ocho,
conocido también como peso, duro, piastra, patacón o dólar, entre otras
denominaciones, una moneda de gran módulo que tuvo su origen en la plata
encontrada en la segunda mitad del siglo XV en los yacimientos de los estados
germánicos y en las monedas acuñadas por los monarcas de la Casa de Habsburgo
en el Sacro Imperio.
Tras
su adopción por los monarcas españoles, fue el numerario que alcanzó la más amplia
distribución a nivel mundial de toda la Historia y que estuvo en la base
económica de la primera economía mundo. Tras el descubrimiento de América y la
puesta en producción de sus minas de plata, el mundo mediterráneo dejó de ser
el eje comercial y monetario europeo, y las monedas italianas, preponderantes
en la Baja Edad Media, se vieron sustituidas por los nuevos reales de a ocho
españoles. El nuevo numerario se extendió por toda Europa a gran velocidad. Desde
los reinos de Castilla se extendió a los demás territorios de la Monarquía en
España, Italia y Flandes, así como a Portugal y a Francia, y en los años 40 del
siglo XVI a todo el continente. Aunque se estima que una tercera parte de la
moneda española que llegó a Europa se reacuñó en las cecas de Inglaterra,
Francia u Holanda, ya en esta época temprana todos los mercaderes europeos que
comerciaban con los países árabes o con el Imperio Otomano debían
necesariamente satisfacer sus compras en moneda de plata española.
La moneda española era especialmente demandada
en Oriente. Los comerciantes portugueses, como después los holandeses,
ingleses, franceses o daneses debían llevar en sus viajes para la adquisición
de mercancías en China y la India este tipo de moneda y no otra hasta bien
entrado el siglo XIX. Era una moneda abundante, con un contenido en metal noble
adecuado, que no pagaba tributos durante su transporte, no debía reacuñarse en
moneda propia de cada país y era universalmente aceptada por los comerciantes,
y especialmente por los de los países de Oriente, que no mostraban interés por ningún
otro producto que los europeos les pudieran suministrar. En este periplo la
moneda española se convirtió asimismo en la base del sistema monetario de toda la
costa africana y sus islas, así como de los de las diferentes colonias de los
países europeos en los cinco continentes.
Gran
cantidad de estos reales de a ocho fueron asimismo remitidos para cubrir los
desequilibrios comerciales en el área del Báltico. Desde Rusia esta moneda se
dirigía hacia Oriente con el comercio con Tartaria, el Imperio Persa y China.
Los reales españoles que llegaban al Imperio Otomano salían en la misma
dirección para alimentar el comercio del café en el Mar Rojo y por Arabia hacia
el Imperio Mongol de la India. El Indostán y la India fueron el destino final
de la mayor parte de los mismos, tanto de los que procedían de las rutas
terrestres y marítimas que hemos visto como de los que llegaban directamente,
vía el Galeón de Manila, desde Nueva España. Ambos imperios se monetizaron
gracias a este flujo, y con su demanda, igualmente, sostuvieron las bases
económicas del Imperio Español.
Durante
toda la Edad Moderna y hasta bien entrado el siglo XIX, los pueblos de Oriente
reconocieron el escudo de la Monarquía Hispánica acuñado en los reales de a
ocho como la garantía de una ley fidedigna y un peso constante, y se
resistieron a aceptar otra moneda de nuevo cuño que no les ofrecía ninguna
seguridad. Igualmente, los nuevos imperios que sustituyeron al español, y muy
especialmente el británico, adoptaron el real de a ocho como su patrón
monetario, y los territorios donde circulaba se resistieron a los intentos
posteriores de su sustitución por el patrón esterlino metropolitano. Esa es la
razón de la existencia actual de los diversos dólares, moneda común junto al
peso en los territorios iberoamericanos con el mismo origen a todo el
territorio americano, así como a las antiguas colonias europeas de Oriente y del
área del Pacífico. El real de a ocho está asimismo en el origen de las actuales
monedas asiáticas de referencia: el won, el yuan o el yen.
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