miércoles, 26 de septiembre de 2018

El real de a ocho español y las primeras economías-mundo

Publicado en OroInformación, 26 de septiembre de 2018


https://oroinformacion.com/el-real-de-a-ocho-espanol-y-las-primeras-economias-mundo-a-finales-del-siglo-xviii/
 

Como recoge Bernal, España fue durante casi tres siglos ininterrumpidamente la fábrica de moneda del mundo, por lo que a su entender no es de extrañar que para las economías europeas e internacionales de los siglos XVI al XVIII las remesas indianas, en cuanto a oferta monetaria, fuera uno de los temas más recurrentes en los esbozos teóricos y prácticos de economía política mercantilista de los coetáneos, y a partir de entonces, objeto de reflexión teórica económica desde la investigación histórica.


El descubrimiento de América y la llegada de las remesas de metales preciosos tuvieron como efectos la extensión del ámbito monetario y el desplazamiento de la preeminencia económica del mundo mediterráneo, que dejó de ser el eje del comercio y con ello del mundo monetario. Las monedas internacionales de épocas anteriores, las emitidas por las repúblicas italianas, se vieron sustituidas por los reales de a ocho españoles. Para Lluís y Navas, la política de supresión total de las emisiones de la Corona de Aragón por Felipe V marcó en España el triunfo definitivo de la moneda atlántica sobre la de herencia mediterránea.   

Desde muy temprana época, todos los comerciantes europeos que adquirían mercancías en los países árabes o en Oriente debían necesariamente satisfacer su adquisición en moneda de plata española, por lo que tanto en las carabelas portuguesas como posteriormente en los barcos de las compañías holandesas, británicas, francesas o danesas se llevaba la misma como carga, y esto siguió produciéndose hasta bien entrado el siglo XIX. Como afirmaba Cipolla, ni la India ni China mostraban ningún interés por los productos europeos, por lo que, citando a Van Linschoten, afirmaba que los veleros que partían a las Indias Orientales no llevaban más carga que víveres para la población, algunos barriles de vino y aceite y reales de a ocho españoles.

Si bien fue habitual la circulación de moneda mayor, en barras o panes, que procuraba beneficios a sus tenedores a la hora de su afinado y acuñación en la moneda propia de cada país, la moneda acuñada, especialmente los reales de a ocho, tenía las ventajas de no pagar tributos durante su transporte y ser aceptadas como circulante universalmente, por lo que era preferida por los comerciantes. Marichal afirma que que si bien se estima que la tercera parte de la plata indiana fue reacuñada en las cecas de Francia, Holanda o Inglaterra, una parte importante de la moneda española fue remitida por los mercaderes a las áreas donde había demanda de metales preciosos, como eran el Báltico, Rusia, Levante, India o China. 

De las Indias españolas salían, afirmaba Colmeiro con los datos aportados por Alfonso Carranza y otros autores, unos cinco millones de pesos a reinos extraños, ya de Nueva España vía Acapulco a China, ya del Paraguay para Brasil, o de los demás dominios españoles por las muchas y secretas minas del contrabando. Asia e incluso África eran el sepulcro de las riquezas de nuestras Indias, porque atravesando los océanos iban a esconderse a los reinos de la China, Japón, la India Oriental, Persia, Constantinopla, Gran Cairo y Berbería, y defendía que apenas corría entre aquellas gentes remotas otra moneda que reales de a ocho y doblones castellanos.

Para Marcos Gutiérrez, en 1829 el Indostán, el Imperio Mongol,  era el abismo donde iban a ocultarse todos los tesoros que se traían de América. En esta obra se trazaban una serie de itinerarios a los que haremos referencia en las siguientes páginas: de Turquía a Persia y de allí a la India por el comercio de Moka, Babel-Mandel, Bassora y Bandes-Abassi, y el comercio directo de los europeos y otras naciones asiáticas. Según esta obra, gran cantidad de esta moneda se consumía en telas y brocados de oro y plata, en obras de platería y sobre todo en el ocultamiento y enterramiento de enormes tesoros por los emperadores mongoles.

Braudel recogía que hasta finales del siglo XVIII, con la aparición de una auténtica economía mundial, Asia conoció unas economías-mundo sólidamente organizadas y explotadas, como fueron China, Japón, Insulindia y el Islam. Las relaciones entre sus economías y las europeas fueron superficiales, si bien algunas mercancías de lujo, como las especias, la pimienta y la seda, suponían su intercambio por otras especies monetarias. Estos estrechos intercambios se reservaban, no obstante, al gran capital, lo que a juicio de Braudel no puede ser una casualidad.

Para este autor, si bien Europa giró sucesivamente hasta 1750 alrededor de ciudades esenciales, como fueron Venecia, Amberes, Génova y Ámsterdam, su sucesora Londres no era una ciudad-estado, sino la capital de un territorio, las Islas Británicas, que le aportaron la fuerza irresistible de un mercado nacional. Definía la economía nacional como… un espacio político transformado por el Estado, en razón de las necesidades e innovaciones de la vida material, en un espacio económico coherente, unificado y cuyas actividades pueden dirigirse juntas en una misma dirección, y que  Sólo Inglaterra pudo realizar tempranamente esta proeza. Afirmaba asimismo que… Lo que consigue Inglaterra a costa de Ámsterdam no es sólo la continuación de sus pasadas hazañas, sino su superación. Esta conquista del universo fue difícil y entrecortada de accidentes y dramas, pero la preponderancia inglesa se mantuvo y superó todos los obstáculos. Por primera vez, la economía mundial europea, arrollando a las demás, pretenderá dominar la economía mundial e identificarse con ella a través de un universo en el cual se borrará todo obstáculo, ante el inglés primero y ante el europeo después.

El comercio intercontinental era asimétrico, dado que los consumidores asiáticos no estimaban las mercancías europeas en la misma cantidad que las adquisiciones realizadas en Oriente por los occidentales, lo que suponía un enorme déficit en el comercio europeo, que debía cubrirse con pagos en moneda. Esta visión, común a muchos autores, es no obstante discutida por otros, como Flynn y Giráldez, que observan contradicciones entre las explicaciones del deficitario balance macroeconómico europeo y la documentación actual.

Los europeos introdujeron en China miles de toneladas de plata entre mediados del siglo XVI y mediados del siglo XVII, que se unieron a las inmensas cantidades del mismo metal que se importaron en China desde Japón. Entre 1550 y 1650, sin embargo, China exportó oro a Europa, a Japón y a Nueva España, dado que mientras que el poder adquisitivo de la plata duplicaba en China al de cualquier otro punto del planeta, el del oro en Europa era mucho mayor.

Para Flynn y Giráldez el comercio de moneda acuñada se entiende sólo cuando se sitúa en un contexto global. Los principales productores de plata eran las Indias españolas y Japón, no Europa, y China era el principal mercado de destino de la plata. Los comerciantes europeos eran según estos autores meros intermediarios en el comercio global de los metales preciosos, tanto los portugueses como los holandeses, así como los españoles directamente a través de la Nao de la China. Según estos autores, en esta época grandes cantidades de sustancias monetarias, como la plata, el oro, el cobre o los cauris, se remitieron desde sus áreas específicas de producción a mercados finales en distintas partes del mundo, y la cobertura de la demanda de cada una de ellas debe ser analizada independientemente.

Como afirmaba en 1843 Saint Cair Dupont, el real de a ocho era todavía a mediados del siglo XIX la moneda más universal, y había servido durante siglos para las grandes transacciones comerciales del mundo marítimo. Los pueblos de Oriente reconocieron durante siglos las armas del Rey de España como garantía de un peso constante y un contenido en plata fidedigno, y tuvieron una gran repugnancia en aceptar en su lugar monedas de nuevo cuño, que no les ofrecían un grado de seguridad bien conocido por una larga experiencia.

En su trabajo sobre la historia de la moneda en las colonias británicas de 1893 Chalmers realizó una recopilación de la historia de los viejos pesos fuertes españoles o piezas de a ocho, así como de su representación mexicana coetánea, que estimaba era la más completa de todas las referidas, según sus palabras, a esta moneda universal durante tres siglos.

Bibliografía
BECHTLOFF, D., “Comercio, plata y prestigio social en el Madagascar precolonial. Introducción, divulgación y utilización de la moneda, considerando especialmente el papel del peso mexicano”, Contribuciones desde Coatepec, Universidad Autónoma de México, año/vol. 1, nº 1, julio-diciembre 2001, pp. 72-88
BERNAL, A.M, "Remesas de Indias: De "Dinero político" al servicio del Imperio a indicador monetario", en BERNAL, A.M., (ed.), Dinero, moneda y crédito en la Monarquía Hispánica, Madrid, 2000, pp. 353-384.
CHALMERS, R., History of currency in the British Colonies, London, 1893.
CIPOLLA, C.M., La Odisea de la plata española. Conquistadores, piratas y mercaderes, Barcelona, 1999.
FLYNN, D.O., y A. GIRÁLDEZ, "Imperial monetary policy in global perspective", en BERNAL, A.M., (ed.), Dinero, moneda y crédito en la Monarquía Hispánica, Madrid, 2000, pp. 385-404.
LLUIS Y NAVAS-BRUSI, J., "La función del Mediterráneo en la historia monetaria de las Edades Media y Moderna", NVMISMA, nº 19, marzo-abril 1956, pp. 33-54.
MARCOS GUTIÉRREZ, J., Librería de Escribanos, Abogados y Jueces, que compuso don José Febrero, Escribano Real y del Colegio de la Córte, Parte Primera, Tomo Primero, Séptima Edición, Madrid, 1829.
COLMEIRO, M., Historia de la Economía Política en España, Tomo II, Madrid, 1863.
MARICHAL SALINAS, C., “La piastre ou le real de huit en Espagne et en Amérique: Une monnaie universelle (XVIe-XVIIIe siècles)", Revue européenne des sciences sociales, Tome XLV, 2007, N° 137, pp. 107-121.
SAINT CLAIR DUPORT, De la production des métaux précieux au Mexique, considérée dans ses rapports avec la Géologie, la Métallurgie et l’économie politique, Paris, 1843.
SAY, J.B., Tratado de Economía Política, ó exposición sencilla del modo que se forman, se distribuyen y se consumen las riquezas, 4ª ed., trad.de Juan Sánchez Rivera, T. I, Madrid, 1821.

viernes, 14 de septiembre de 2018

El real de a ocho y el Thaler de María Teresa

Publicado en Panorama Numismático, 13 de septiembre de 2018

https://www.panoramanumismatico.com/articulos/el_real_de_a_ocho_y_el_thaler_de_maria_teresa__id03047.html


El continúo estado de enfrentamiento, abierto o larvado, entre el Imperio Otomano y España, no fue óbice para que existiesen relaciones comerciales que ya desde el siglo XVI fueron deficitarias para España, lo que supuso la salida de gran cantidad de moneda para saldarlas, y muy especialmente por los comerciantes catalanes y valencianos, que debían utilizar escudos de oro y reales de a cuatro y de a ocho para financiar dicho comercio. Asimismo, era elevada la cantidad de numerario que debía remitirse a los puertos corsarios norteafricanos para la redención de cautivos.

La moneda necesaria para alimentar el comercio de los países europeos, según Uztáriz, era adquirida directamente en Cádiz e introducida en el Imperio Otomano, con una ganancia de hasta un 10%, y de un 50% si era remitida a Estambul o a El Cairo. Esta moneda se sacaba según este autor desde los puertos de Salé, Tetuán, Argel, Túnez, Puerto Farina o Trípoli, activos centros corsarios, o procedía de los puertos de Génova, Liorna o Marsella, y uniéndose a la moneda remitida directamente desde los países de origen de los comerciantes servía para la financiación del comercio con Egipto, Palestina, Anatolia y Esmirna, y llegaba en grandes cantidades a la capital otomana.

A mediados del siglo XVIII los pagos derivados de este comercio debían ser obligatoriamente realizados en reales de a ocho españoles, la única moneda aceptada en los lugares de destino, y eran habitualmente del tipo de cruz, previos a la acuñación de moneda redonda. En el puerto de Salónica, según Martín Corrales la moneda preferida de sus habitantes era la de gran módulo acuñada en Sevilla o en México, si bien también había en circulación moneda de plata provincial acuñada en las cecas peninsulares.

Esta moneda, como ponía de manifiesto Cipolla, salía prácticamente en su totalidad del Imperio Otomano con dirección a Persia y a la India, uniéndose a otro flujo, el que procedente de Rusia introducía en Persia reales de a ocho para compensar su deficitaria balanza comercial. Otra ruta de entrada de plata en Oriente pasaba por los puertos del Mar Rojo, y estaba relacionada con el comercio del café de Yemen. En el siglo XVIII el Mar Rojo siguió siendo la arteria vital para la llegada de los reales de a ocho a la India.

  Según Tavernier, en 1681 otra fuente importante de llegada de plata española a Persia era el comercio de los armenios, que vendían en Europa su seda. Los comerciantes intentaban transportar furtivamente su plata a través de la misma, dado que los oficiales de comercio persas obligaban a sus tenedores a reacuñarlas en abbassis, lo que suponía que una vez que entraban en la India deberían ser nuevamente reacuñadas en piastras, lo que suponía una importante pérdida para los comerciantes. Según este autor, era preferible llevar a la India reales de a ocho sevillanos, dado que eran preferidos a los mexicanos y a los de otras procedencias.

Mientras esto sucedía, durante los cuarenta años de reinado de la emperatriz María Teresa, fallecida en 1780, se habían acuñado más de treinta millones de monedas en Táleros o táleros, más que cualquier otra moneda de la época, salvo los reales de a ocho españoles. A partir de ese momento se siguieron batiendo hasta el año 2002, siempre con la fecha de emisión de su fallecimiento.

Desde una década después de su acuñación estos táleros alcanzaron la Península Arábiga en las rutas del comercio del café en Adén y Moka, un producto que era remitido a Viena vía Trieste, Grecia y otros puertos mediterráneos. La moneda fue asimismo utilizada por los comerciantes judíos, turcos y armenios en los centros comerciales de El Cairo, Alejandría, Trípoli, Túnez y Argelia, desde donde se introdujeron en las rutas caravaneras del Sahara y en el interior de Arabia, Egipto, Sudán y Etiopía. Circularon ampliamente asimismo en el Imperio Otomano. Desde mediados del siglo XIX y hasta 1960, el tálero de María Teresa tuvo en el mismo consideración de moneda de curso legal.

Según Humboldt, en 1827 las relaciones comerciales de Austria con el Imperio Otomano suponían la salida de un millón y medio de pesos. Entre las teorías y razones para explicar su rápida aceptación y extensión se encuentra la que afirma que la decadencia del poder del Imperio Otomano coincidió con la expansión de la llegada de remesas debida entre otros motivos al incremento del comercio y el contrabando de armas realizados por las potencias europeas. Con la restricción de las importaciones de algodón norteamericano durante la Guerra de Secesión se incrementó asimismo el comercio de los países europeos con la India, Egipto y Sudán, siendo el tálero la moneda con la que se adquirió esta materia prima.

A ello hemos de sumar el hecho de que, tras tres centurias en los que los reales a ocho españoles habían sido una moneda que se hallaba en el mercado en grandes cantidades, las independencias de las nuevas repúblicas iberoamericanas trastocaron el flujo monetario a nivel mundial. Por ello, en amplias áreas del norte de África y del Levante, donde ambas monedas se complementaban, el tálero llegó a imponerse en el comercio.

De su estimación da fe el hecho de que en fecha tan tardía como 1867 el ejército británico tuviese que pedir a la ceca de Viena la acuñación de cinco millones de táleros para hacer frente a los gastos de la expedición de Sir Robert Napier a Etiopía para rescatar al cónsul británico y otros rehenes del Emperador Theodore. En 1935 Mussolini pidió a Austria sus troqueles para financiar su ocupación de Etiopía, y habiéndolos obtenido, el Gobierno del Reino Unido con el consentimiento de la Cámara de los Comunes ordenó a la ceca de Londres acuñar más de cuarenta millones de estos táleros de María Teresa.

Conclusión

Como afirmaba Paradaltas, director de la Casa de Moneda de Barcelona en 1847, a mediados del siglo XIX los reales columnarios se seguían aceptando en Levante sin más consideración que el sello que llevan, y consideraba que su transporte como pago a los países que los aceptaban con preferencia a cualquier otra moneda era favorable para España, dado que con ello se obtenía un beneficio más o menos crecido. Para este autor, se debería atraer la plata en pasta a las Casas de Moneda para que no faltasen los duros necesarios para la circulación interior.

España podría haberse constituido para él en el fabricante de la moneda metálica necesaria para el comercio de las demás naciones con Levante, la India y parte de África, pero la especulación realizada con los reales columnarios los había hecho desaparecer, al no volver a acuñarse otros nuevos para sustituir a los que salían. Esta política monetaria apuntada por Paradaltas fue llevada a cabo por los monarcas austriacos, con la emisión de uno de los principales competidores del real de a ocho en Oriente Medio, los famosos táleros de María Teresa.

Para saber más

CHAUDHURI, K.N., The Trading World of Asia and the English East India Company: 1660-1760, Cambridge University Press, New York, 1978.
CIPOLLA, C.M., La Odisea de la plata española. Conquistadores, piratas y mercaderes, Barcelona, 1996.
GUNDER FRANK, A., ReOrient: Global Economy in the Asian Age, University of California Press, 1998.
MARTÍN CORRALES, E., "La "saca" de plata americana desde España hacia el Mediterráneo musulmán, 1492-1830",  en BERNAL, A.M., (ed.), Dinero, moneda y crédito en la Monarquía Hispánica, Madrid, 2000, pp. 471-486.
PARADALTAS Y PINTÓ, F., Tratado de monedas: sistema monetario y proyectos para su reforma, Barcelona, 1847.
PÉREZ SINDREU, F. de P., “El real de a ocho y el thaler”, Gaceta Numismática, 152, I-04, 5ª época, marzo 2004, pp. 39-48.
UZTÁRIZ, G. de, Theorica, y practica de comercio: y de marina, en diferentes discursos, y calificados exemplares, que, con especificas providencias, se procuran adaptar a la monarchia española para su prompta restauracion..., 3ª impresión, Madrid, 1757.
ZAY, E., Histoire Monétaire des Colonies Françaises, Paris, 1892.