Publicado en OroInformación, 17 de julio de 2019
https://oroinformacion.com/certera-vision-del-hispanista-stanley-g-payne-en-desmontando-mitos-y-leyendas-negras/
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El encabezamiento
de este artículo hace referencia a la segunda parte del título de la obra del ilustre hispanista
estadounidense Stanley G. Payne, En
defensa de España, Desmontando mitos y leyendas negras, que recibió el
prestigioso premio Espasa, para la difusión de trabajos periodísticos de
reflexión o de divulgación, el pasado año 2017.
Como pone de manifiesto este notable
catedrático, la Europa del siglo XVI, y más concretamente España, debió
enfrentarse por primera vez en la historia con los problemas básicos, legales y
morales del imperialismo. Las posesiones españolas de América, normes,
complejas y lejanas, no constituían una propiedad real de la Corona. No había
precedentes de una situación como ésta, donde inmensos territorios separados
por grandes distancias entre ellos y respecto a la Corona estaban poblados por
unos habitantes culturalmente muy distintos e intelectual y tecnológicamente menos
desarrollados.
La Reconquista supuso para este autor un
precedente solo parcial, dado que no había causado los problemas morales y
teológicos que suponía la dominación de la población autóctona. Fruto de las
controversias intelectuales que esta situación generó fue la extensión del
Derecho Natural e importantes innovaciones en el Derecho Internacional. La
monarquía española nunca se refirió a las posesiones de Ultramar como Imperio,
sino que eran posesiones patrimoniales de la Corona de Castilla que, como
tantos otros territorios peninsulares, se denominaron reinos.
Tampoco fueron un objeto primordial de la
política exterior española. Fueron una fuente inagotable de riquezas, oro y
plata, que mantenían en pie las finanzas reales, pero la emigración a estas
tierras no fue muy abundante, aunque si suficiente para sentar las bases de una
nueva sociedad criolla y mestiza, leal y resistente. Varios miles de
exploradores y conquistadores habían extendido el dominio del Rey de España
sobre un territorio de dimensiones casi inimaginables, que abarcaba quince
millones de kilómetros cuadrados, en menos de medio siglo.
Según Payne, la noción y el término de Imperio comenzaron a utilizarse durante
el reinado de Carlos III, en la segunda mitad del siglo XVIII. Este nuevo imperialismo, como lo denomina
John Lynch, tuvo éxito y en la última parte del siglo XVIII se incrementó el
porcentaje de ingresos gubernamentales. Céspedes del Castillo afirmaba en este
sentido que las reformas de este monarca constituyeron el más serio y sostenido
esfuerzo realizado por cualquier potencia del siglo XVIII por defender,
modernizar y administrar bien sus territorios ultramarinos.
En esta situación, para este autor norteamericano
es curioso que durante los siglos XVII y XVIII fuese el Imperio Español quien
acuñase la moneda en circulación en una gran parte del mundo. En la última
parte del siglo XVIII, el lugar del mundo con el nivel más alto de ingresos era
para Payne las colonias inglesas, posteriormente los Estados Unidos, y la
moneda en circulación era el real de a ocho español, conocido desde hacía mucho
tiempo en el mundo de habla inglesa como piece
of eight o dólar español. El símbolo del dólar fue una invención de la
primera contabilidad estadounidense como abreviatura simbólica de esta moneda.
El siglo XVIII fue asimismo el de mayor
expansión geográfica del Imperio Español, con mayor penetración en
Norteamérica, con poblamientos y exploraciones en California, Alaska y el
Pacífico. El imperio ultramarino llegó a su fin con el colapso del Gobierno
español tras la invasión francesa de 1808. A pesar de ello, la mayor parte de
la población se mantuvo fiel a la Corona. Las primeras intentonas
independentistas fracasaron, pero lentamente los independentistas fueron
adquiriendo fuerza y debieron con frecuencia librar auténticas guerras civiles
para hacerse con el poder.
En la mayoría de los casos, el protagonismo
independentista correspondió a la población criolla blanca. Los
independentistas pidieron incluso el exterminio de los españoles, aunque ellos
mismos lo eran de origen. Debido fundamentalmente a la debilidad de la Corona,
tras quince años de luchas finalmente lograron la victoria, pero las guerras
civiles se prolongaron durante mucho tiempo.
Payne cita para terminar el capítulo
dedicado al Imperio de Ultramar a Elvira Roca Barea, que afirma que lo que
tendríamos que preguntarnos no es por qué el Imperio Español se vino abajo en
la primera mitad del siglo XIX, sino cómo consiguió mantenerse en pie tres
siglos, porque ningún fenómeno de expansión nacido desde Europa occidental, y
nunca dentro de ella, ha conseguido producir un periodo más largo de expansión
con estabilidad y prosperidad.
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