Publicado en
Oroinformación, 13 de noviembre de 2019
https://oroinformacion.com/richard-chenevix-y-las-primeras-noticias-sobre-el-descubrimiento-del-paladio/
El
paladio es un metal del grupo del platino y comparte su color blanco. No se
oxida en contacto con el aire ni se patina, y es blando y dúctil al templarlo.
Estas propiedades han sido determinantes para su uso en el arte, la joyería y
como metal de inversión, tanto en lingotes como en monedas o bullions. Si bien fue utilizado ya como
metal precioso en culturas como el Antiguo Egipto o las precolombinas, y fue
conocido por los españoles por encontrarlo cuando buscaban oro, su
descubrimiento para la ciencia se debe al físico y químico británico William
Hyde Wollaston.
Wollaston, doctor en medicina por la
Universidad de Cambridge desde 1793, se interesó por los estudios de física,
química, cristalografía y metalurgia. En 1800 abandonó la medicina y desarrolló
un método físico-químico para procesar y comercializar platino maleable, lo que
le hizo rico al mantener su método en secreto. Durante las pruebas que
desarrolló para su procesamiento, descubrió el paladio en 1803 y el rodio en
1804.
El interés que el descubrimiento del
paladio despertó hizo que el día 12 de mayo de 1803, poco después de su
descubrimiento, el químico y mineralogista irlandés Richard Chenevix escribiese
una consulta para la Royal Society de Londres. Según la misma, había tenido conocimiento
de este nuevo metal noble por una noticia impresa enviada a un tal señor Knox
que afirmaba que el paladio, o nueva plata, tenía unas propiedades entre otras
que lo mostraban como un metal noble, iba a ser vendida en la tienda del señor Foster.
A este autor, conocido por su agudo cinismo
y su combativa crítica, el modo adoptado para dar a conocer un descubrimiento
de tanta importancia, sin el nombre de ninguna persona acreditable, excepto el del
vendedor, le pareció inusual en la ciencia y no le inspiró confianza. Por lo
tanto, con el fin de detectar lo que concebía como un fraude, adquirió una
muestra y realizó algunos experimentos para conocer sus propiedades y su naturaleza.
No había avanzado mucho en su estudio,
cuando percibió que los efectos producidos por esta sustancia por diversas
pruebas, eran tales que no podían referirse, en su totalidad, a ninguna de las
sustancias metálicas conocidas. Inmediatamente volvió a la tienda del señor
Foster, y adquirió todo lo que habían dejado en sus manos para la venta. No pudo
obtener ninguna información sobre su estado natural, ni ningún rastro que
pudiera conducir a una conjetura sobre el mismo.
La sustancia había sido elaborada con arte,
y se había producido en plantas de laminación. Se ofertaba a la venta en muestras
que consistían en láminas delgadas. La más grande de ellas tenía
aproximadamente tres pulgadas de largo y media pulgada de ancho, con un peso
promedio de 25 gramos, y se vendieron por una guinea. Las otras láminas eran
más pequeñas, en proporción al precio.
Sometido al mismo tratamiento que el
platino, para obtener una superficie pulida, el paladio asumió una apariencia
apenas distinguible de ese metal. Las láminas no eran muy elásticas, pero eran
muy flexibles, y podían doblarse varias veces en direcciones opuestas sin
romperse. Los efectos de la electricidad galvánica sobre el paladio fueron los
mismos que sobre el oro y la plata.
Expuso el paladio, en un recipiente
abierto, a un mayor grado de calor que el que puede fundir el oro. No se
produjo oxidación; y, aunque el deslizamiento metálico era extremadamente
delgado, no se produjo ninguna fusión, incluso en los bordes o esquinas. Al
aumentar considerablemente el fuego, obtuvo un botón derretido; pero no pudo
estimar el grado en que se efectuó la fusión.
Dicho botón era de un blanco grisáceo. Su
dureza era bastante superior a la del hierro forjado. Adquirió el color y
brillo del platino. Era maleable en gran medida. Su fractura era fibrosa, y en
estratos divergentes, que parecían estar compuestos de cristales, y la
superficie del botón también, cuando se veía a través de una lente, parecía
estar cristalizada.
El paladio se combinaba muy fácilmente con
azufre. Expuso una cierta cantidad de ella a un intenso calor, sin poder
derretirla. A esa elevada temperatura, echó un poco de azufre sobre ella.
Inmediatamente entró en estado de fusión, y permaneció en ese estado hasta que
el enrojecimiento del crisol era apenas visible a la luz del día. El aumento de
peso en el botón del sulfuro era de tal manera que no podía indicar con
exactitud la proporción de azufre combinado con él. Y como estaba tan limitado
en la cantidad de paladio que podía obtener pensó que era prudente reservar
tanto como fuese posible para la investigación de sus propiedades más
importantes. El sulfuro de paladio era más blanco que la sustancia en sí, y
extremadamente frágil.
El paladio, derretido en un crisol de
carbón y mantenido en la fusión durante quince minutos, no adquirió ninguna
propiedad diferente de las mencionadas. Por lo tanto concluía que no había
ninguna interacción entre el carbón y el paladio. A pone partes iguales de
paladio y oro en un crisol, con el propósito de formar una aleación, su resultado
no tenía el mismo peso que la suma de las cantidades empleadas, por lo que
afirmaba que las proporciones en esta aleación eran inciertas. Su color era
gris y su dureza sobre igual a la de hierro forjado. Cedió al martillo, pero
era menos dúctil que cada metal por separado, y se rompió tras repetidos golpes.
Su fractura era de grano grueso, y llevaba marcas de cristalización.
Mezclando partes iguales de platina y
paladio, entraron en fusión a un calor no muy superior al que era capaz de
fusionarse con el paladio solo. En color y dureza, esta aleación se asemejaba a
la primera, pero era más bien menos maleable. El paladio, aleado con un peso
igual de plata, daba un botón del mismo color que las aleaciones precedentes. Era
más duro que la plata, pero no tan duro como el hierro forjado, y su superficie
pulida era similar a la de la platina, pero más blanca. La aleación de partes
iguales de paladio y cobre era un poco más amarilla que cualquiera de las
aleaciones precedentes, y se rompió más fácilmente. Era más dura que el hierro
forjado, y con el color del plomo.
Richard Chenevix siguió detallando en las
siguientes páginas de su consulta las diferentes pruebas y experimentos a los
que sometió a la muestra. Tras un experimento sintético, obtuvo un botón
completamente derretido, de la gravedad específica de 13, y a veces más, no tan
fácilmente fusionados con el azufre como el paladio, no soluble en ácido
nítrico, y con un peso absoluto que superó el de la platina empleada
originalmente. Pero, aunque esta sustancia no era platina, no podía decirse que
era paladio. El experimento más exitoso por este método, se produjo disolviendo
100 granos de platina en ácido nitro-muriático, y luego añadió 200 granos de
óxido rojo de mercurio, hecho por el ácido nítrico. Eso no era suficiente para
saturar el exceso de ácido, por lo que continuó añadiendo más, hasta que dejó
de estar disuelto.
En un segundo experimento, otro modo de
formar paladio en la forma húmeda, puso hierro metálico en una solución mixta
de platina y mercurio. Ambos metales se precipitaron, y el precipitado fue
sometido al mismo tratamiento que en el primer experimento. En su comunicación
describe hasta trece experimentos más. De los repetidos fracasos que experimentó
en estas operaciones, se sintió muy inclinado a pensar que el descubridor del
paladio tenía algún método para formarlo, menos sujeto a errores de los por él
utilizados. Se podría esperar, según el autor, del gran número de métodos utilizados
que no habían podido formar el paladio, que muchos se podría encontrar para
descomponerlo cuando se formó.
Fuente:
Richard Chevenix, “Enquiries Concerning the Nature of a Metallic
Substance Lately Sold in London, as a New Metal, under the Title of Palladium”,
Philosophical Transactions of the Royal
Society of London, Vol. 93 (1803), pp. 290-320.