Publicado en Panorama Numismático, 18 de enero de 2018
La Guerra del
Rosellón, también conocida como de la Convención o de los Pirineos, enfrento a
la Monarquía española con la
recientemente constituida Primera República francesa entre los años 1793 y
1795, dentro del conflicto generalizado en Europa entre esta última y la
Primera Coalición. Para hacer frente a
los gastos que este conflicto, se recurrió a la continua emisión de Vales
Reales y se urgió a los territorios ultramarinos a que remitieran fondos para contener
el creciente déficit del Estado.
Es en este contexto donde encontramos, en el
Archivo General de la Nación de México, una carta del virrey de Nueva España,
Miguel de la Grúa Talamanca, Marqués de Branciforte, fechada el día 29 de mayo
de 1795. En la misma, el virrey comienza haciendo referencia a la necesidad de
hacer acopio de sumas considerables de dinero para la próxima remesa a enviar a
la Península, sin con ello perjudicar la remisión de los situados a Cuba y a
las demás islas.
Esta perentoria necesidad le había llevado a
requerir reiteradamente al superintendente de la Real Casa de Moneda, don
Francisco Fernández de Córdoba, previniéndole bajo responsabilidad de que no
omitiese medio alguno para influir en la pronta acuñación tanto de los metales
que habían entrado en la ceca como de los que iban entrando, para que con ello
tanto la Real Hacienda como los particulares recibiesen con prontitud las
cantidades que les correspondieran.
El virrey era consciente de que en muchas
ocasiones el ingreso de plata excedía la labor que las máquinas eran capaces de
amonedar, por lo que había buscado arbitrios para, según sus propias palabras,
superar esa dificultad. La solución no pasaba por hacer que se trabajase por la
noche, dado que además de estar prohibido por las Ordenanzas de esta ceca conllevaba
numerosos riesgos y gastos, en unas oficinas expuestas al robo o al incendio.
Al encontrarse en la Casa de Moneda gran
cantidad de barras de plata sin acuñar, no le quedó al virrey, según el texto
del documento, más recurso que disponer, previo el permiso que pidió y dio el
Obispo de la ciudad, que se trabajase en la ceca los domingos y festivos el
tiempo que hiciese falta. En virtud de ello, informaba que en los veintitrés
días que pasaron desde el 21 de abril hasta el 13 de mayo se había acuñado la
cantidad de tres millones de pesos, recibiendo la cuenta del superintendente de
haberse concluido la acuñación de todos los metales que había y que fueron
entrando en la oficina.
Concluye el virrey su carta alabando la labor
de Córdoba, recomendándole por su aplicación, celo y eficiencia, así como a los
demás ministros y dependientes. Según un Oficio remitido por el superintendente
y que el virrey adjuntó a su carta, la cuantiosa labor llevada a cabo carecía
de precedente desde el establecimiento de la Casa de Moneda. Con ello, se
habría proporcionado a los vasallos interesados el poder contribuir según sus
facultades a… las urgentísimas atenciones
a la Corona por vía de préstamos donativos o imposiciones a censo redimible, a
que los he excitado en los términos que el caso requiere.
Según los estudios de Guillermo Céspedes del
Castillo, es cierto que en este año de 1795 se acuñaron 2.817.521 marcos de
plata, lo que suponía 23.948.929 pesos, la mayor cantidad de marcos y pesos
batidos en la ceca novohispana desde 1536. Pero no es menos cierto que la Paz
de Basilea, firmada por España por separado en este año, por la que se cedió la
Isla Española a Francia y se reconoció a esta República, no supuso la llegada
de la paz. El año siguiente comenzó la Guerra Anglo-Española, a la que pocos
años después siguió la Guerra de la Independencia.
En este escenario bélico constante, el
déficit de la Monarquía se hizo crónico, y las llamadas a los fondos procedentes
de los Reinos de las Indias se multiplicaron. Las cantidades acuñadas en la
ceca de México no dejaron de incrementarse, con un máximo en el año 1804, el
último del enfrentamiento con los británicos, con 3.063.493 marcos y 26.130.971
pesos labrados, hasta que en la segunda década del siglo XIX comenzaron a caer.
La emisión de Vales Reales y los préstamos recibidos de los habitantes de Nueva
España no pudieron ser reembolsados, lo que según algunos autores fue uno de
los motivos para que empezasen a decantarse por la independencia.
Fuente
Archivo
General de la Nación, México, Correspondencia
de Virreyes, 180, fol. 240-241.
Agradecimientos:
Archivo General de la Nación de México, Roberto del Vecchyo Calcáneo
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