Publicado en Oroinformación, 21 de febrero de 2018
SAIDEL, B.A. y BARAKAT, A.,
“The other side of the coin: The use of Milled Colonial Spanish Coins as
Medicinal Talisman among the Bedouin and Fellahin in Souther Palestine”, British Archeological Reports (BAR) International Series 1657, 2007.
Es notorio que la
vida de las monedas es mucho más dilatada de lo que sus autoridades emisoras
previeron en su día. Este es el caso de los míticos columnarios españoles
acuñados en los Reinos de las Indias en el siglo XVIII, la moneda con más
amplia y longeva circulación de la Historia. En un magnífico artículo, los
investigadores Benjamin Adam Saidel y Abd Barakat muestran el uso hasta bien
entrado el siglo XX de estas monedas como talismanes medicinales entre los
beduinos, nómadas, y fellahin, agricultores, en el sur de Palestina.
Estos
columnarios proceden del tráfico comercial de los pueblos nómadas y sedentarios
de Palestina a finales de la Edad Moderna y durante el siglo XIX, cuando
seguían circulando profusamente por amplias áreas de todo el planeta. Además de
su mera función de medio de pago, la propia para la que estas bellas monedas de
plata fueron acuñadas, las improntas de su reverso, las columnas de Hércules y
el escudo cuartelado y coronado de Castilla y León, fueron reinterpretadas por
ambas poblaciones bajo su propia cultura, y se convirtieron en un talismán
medicinal entre las mismas durante el Imperio Otomano y el subsiguiente mandato
británico.
El
diseño de los columnarios varió desde las primeras emisiones batidas entre 1732
y 1772, con el escudo de Castilla y León en el anverso y los dos orbes con las
columnas en su reverso, a las posteriores a esta fecha que se acuñaron hasta
1821, con el busto de los monarcas en el anverso y el escudo antes visto en el
reverso, flanqueado con las columnas. En su origen, las columnas de Hércules
significaban el fin del Mundo Antiguo, y la leyenda de la cartela, PLVS VLTRA, más allá, que el Nuevo Mundo se había
ampliado bajo el Imperio Español. Los orbes se interpretan como la unión de
ambos hemisferios, y la leyenda VTRAQUE VNUM, ambos son uno, la grandeza de la Monarquía Hispánica.
Esta
moneda, como posteriormente sucedió con los thaler de María Teresa, entró en
grandes cantidades y sustituyó en la circulación a las piastras o grush
otomanas. Inyecciones masivas de columnarios llegaron con el comercio de
los países europeos con Egipto entre 1690 y 1720, y según Walz en este periodo
entre 300.000 y un millón de estos pesos fueron remitidos desde Marsella al
país del Nilo. A pesar de que el flujo decayó en los siguientes años, a
comienzos del siglo XIX los columnarios seguían siendo la moneda de plata
preferida entre los beduinos de Arabia, de manera que cuando Mohammed Ali Pachá
intentó retirarlos de la circulación y sustituirlos por la piastra egipcia los
beduinos rechazaron aceptar esta última incluso por una valoración inferior,
con lo que la medida no se pudo llevar a cabo.
En
el año 1853 Burton recogía que esta moneda que hacía años que ya no se acuñaba
se encontraba en circulación a pesar de que su antigua posición hegemónica la
había ocupado el thaler de María Teresa. Su mayor valoración se producía en
Hejaz, al noroeste de la Península de Arabia, dado que los beduinos la
utilizaban para los ornamentos de las mujeres y para decorar sus armas, y era
conocida como Riyal Fransah. Estos
columnarios eran adquiridos en su comercio con los puertos del Golfo Pérsico y,
como ponía de manifiesto Doughty en 1888, con la venta de algunos de sus
camellos a los comerciantes.
Tanto
los beduinos como los fellahin llamaban a los columnarios Abu’ Amud, cuya traducción literal sería el padre de la columna. Según los autores del artículo estudiado,
este nombre muestra que la importancia que tenía para estos pueblos la moneda
radicaba en las columnas de su reverso. Encuentran en ello dos
interpretaciones, siendo la más popular de ellas la de que las columnas eran
vistas como símbolos fálicos, lo que concordaría con su uso en la medicina
popular. Posiblemente, estas poblaciones veían estas monedas como un símbolo de
fuerza y virilidad que podía pasar de la misma a una persona llevando a cabo el
ritual apropiado. Otra interpretación los relaciona con un monumento antiguo
similar a un menhir que se encuentra en las zonas áridas del sur de Palestina,
Sinaí y Arabia, conocido en Israel como massebot.
En este sentido, Burton afirmaba en 1865 que los Badawi en ocasiones se referían a los columnarios como Kirsh Hajar o Riyal Hajar, literalmente el
peso, duro o dólar de piedra.
El
uso como talismán medicinal de estos columnarios se produjo tanto entre los
hombres como entre las mujeres, en ocasiones combinados con una ristra de
cuentas. Se utilizaban como profilaxis para los jóvenes, sosteniendo la moneda
en la cabeza mientras que un miembro de su familia echaba agua pura sobre la
moneda para evitar el mal de ojo. Entre las mujeres se utilizaban para un
variado elenco de rituales relacionados con la fertilidad y la impureza. Así,
cuando una mujer visitaba a otra que acababa de dar a luz, ambas se lavaban
bajo la moneda, dado que la madre era considerada impura y su visitante debía
limpiarse y protegerse para que su propia fertilidad no se viese afectada. Habría
otras dos variantes de este rito, que consistirían en o bien sujetar la moneda
durante el baño o en colocarla debajo de la almohada mientras se dormía.
El
uso de los columnarios como amuleto medicinal estaría relacionado, según estos
autores, con la falta de acceso a la atención sanitaria moderna de estos
pueblos durante los periodos otomano y británico. Otras monedas en uso como
amuleto eran algunas monedas de oro, como recogía Canaan en 1914, encontrándose
entre ellas monedas otomanas e incluso bizantinas. Debido a su escasez, a
comienzos del siglo XX sólo algunas familias, como el mukthar o líder de un pueblo, poseían uno de estos columnarios, que
eran alquilados a aquellos que lo necesitaban como amuleto medicinal, y era
frecuente que los mismos fueran heredados.
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