martes, 3 de abril de 2018

La Casa de Moneda de Zacatecas y el decreto de Manuel Soto Riva

Publicado en UNAN Revista Numismática, nº 23, pp. 3-10.

En 1546, sólo un año después del descubrimiento del Cerro Rico de Potosí, se encontró en Zacatecas el que sería durante muchos años el mayor yacimiento argentífero de la Nueva España, que durante el siglo XVI se unió a los reales de minas de Pasco, Santa Bárbara, Guanajuato, Sombrerete, Pachuca y San Luis de Potosí. Ya a mediados de este siglo la plata desplazó al oro como metal precioso en producción en los Reinos de las Indias.

Zacatecas estaba situada en una zona árida, en la que habitaban los Chichimecas, un pueblo seminómada cuyos miembros atacaban a aquellos que cruzasen su territorio. Su descubrimiento se llevó a cabo con la exploración de un pequeño contingente de españoles e indios al mando de Juan de Tolosa, y para su explotación, como en la del Parral, se contó con mano de obra indígena libre, como los chichimecas adscritos voluntariamente al Parral, que recibían su salario en mantas de fabricación local. A diferencia de en otras áreas, y muy especialmente de la mita de Potosí, se realizaban contratos laborales con personal libre, los conocidos como tequios, por los que los obreros cobraban sus servicios en dinero y especie, una gratificación en mineral conocida como partido.

Las poblaciones mineras contribuyeron extraordinariamente al proceso de culturización de la población india, al atraer a los reales a gran número de ellos y otorgarles un nivel de vida elevado como trabajadores asalariados. Asimismo, los reales de minas fueron los únicos asentamientos españoles en territorios muy extensos, como fue el caso del norte de la Nueva España. Según Ruiz Rivera, esta fuerza laboral rondaba en el virreinato los 15.000 individuos, una aristocracia laboral caracterizada por el derroche y la gran movilidad, que cobrarían no sólo su salario, cuatro reales diarios, en moneda, sino también una parte del mineral recogido para posteriormente venderlo o fundirlo.

La necesidad del transporte del mineral y del propio abastecimiento de las áreas mineras fue igualmente determinante para la extensión de la red viaria, completándose en Nueva España ya a finales del siglo XVI el llamado Camino Real de Tierra Adentro o Camino de la Plata, que en un primer momento se trazó para unir Zacatecas con la capital virreinal y que posteriormente se amplió a Santa Fe, actual capital del estado norteamericano de Nuevo México. Dicho trazado fue con el tiempo capital para la pacificación y poblamiento de los territorios de Texas, Nuevo México y California.

Durante el siglo XVII la producción del virreinato del Perú, y muy especialmente la de Potosí, ganó importancia con respecto a la de Nueva España, lo que se acentuó a mediados del siglo y que parece de alguna manera justificarse en el hecho de que el mercurio de Almadén se enviaba con preferencia al Perú para paliar la falta de suministro in situ de la mina de Huancavelica. A pesar de ello, desde comienzos de la centuria siguiente se observa un crecimiento progresivo en la producción argéntea del virreinato septentrional, que pasó de unos 520.000 marcos en el primer lustro del siglo a 1.470.000 marcos en el de 1750 a 1754, si bien esto supuso el desplazamiento de la preeminencia de Zacatecas en favor del área de Guanajuato.

En siglo XVIII el territorio de la Nueva España se duplicó, y llegó a abracar más de siete millones de kilómetros cuadrados en Norteamérica, Centroamérica, el área antillana, Asia y Oceanía. La expansión de los territorios controlados se produjo fundamentalmente hacia el norte, tanto para hacer frente a la amenaza de las injerencias coloniales inglesas en el nordeste, de los franceses en el Golfo de México y de los rusos en el Pacífico, como para el beneficio de los nuevos reales de minas que se fueron descubriendo y poniendo en producción. La minería se revitalizó con el desarrollo de unidades productivas más amplias, como la Quebradilla, las Rayas o la Valenciana, y a la concentración financiera y a la inversión de los mercaderes de la ciudad de México para mantener el control del circulante en Nueva España tras la liberalización del comercio transatlántico. No es despreciable tampoco la existencia de una mano de obra muy cualificada y abundante.

En un proceso que se repitió muchas veces, los nuevos descubrimientos llevaban aparejados la migración de población hispana e hispanizada y el mestizaje con los naturales, no sin tensiones, la monetización de la economía, y el agotamiento y el descubrimiento de nuevos yacimientos más al norte, con lo que comenzaba nuevamente el ciclo.  Con ello la frontera minera siguió emigrando hacia el norte, a territorios fronterizos alejados de la capital virreinal. Zacatecas perdió parte de su importancia minera para convertirse en una región ganadera, agrícola e industrial. En el centro del territorio se produjo un importante crecimiento demográfico en México, y Puebla perdió peso específico en producción industrial, mientras que la zona de Bajío la ganó.

A pesar de ello, y que  la producción siguiese realizándose por plata de fuego con plomo en vez de con azogue, la producción minera de Zacatecas a finales del siglo XVIII no era nada desdeñable. Según Colmeiro, la veta madre de Guanajuato rindió entre 1793 y 1803 más de seis millones de marcos de plata, cerca de la cuarta parte de toda la plata mexicana y la sexta de toda la América, y que Guanajuato, Zacatecas y Real de Catorce producían más de la mitad del millón y medio de marcos que anualmente salían de Nueva España hacia Europa y Asia por Veracruz y Acapulco.

A pesar de la abundancia de metales preciosos, en el interior de Nueva España escaseaba la moneda metálica. La falta de circulante hacía que los comerciantes fijasen a su libre albedrío precios abusivos para los productos introducidos en la provincia. Asimismo, los dueños de haciendas y reales de minas contrataban a indios a los que pagaban en especie, en bienes sobrevaluados. La plata en pasta sin amonedar sirvió en muchas ocasiones como medio de pago en los mercados internos del virreinato, cambiando frecuentemente de mano antes de cumplir con las obligaciones fiscales.

El virrey Marqués de Casa Fuerte mandó formar una Junta en Guadalajara, para que se formulasen arbitrios en la que los oidores, el fiscal, los oficiales reales y otros vecinos expusieran las razones para fundamentar la idoneidad del establecimiento de una Casa de Moneda, por carta de 6 de noviembre de 1727. El día 15 de octubre de 1728 se convocó una Junta en el Real Alcázar de Chapultepec, presidida por el virrey, previos informes solicitados al tesorero, tallador, ensayador y guarda mayor de la Casa de Moneda capitalina. En base a los informes de los oficiales de esta ceca, la mayor parte de los miembros estimó la inconveniencia de su fundación, ni en Guadalajara ni en Zacatecas.

Un año después, se promovió en la Corte el establecimiento de una Casa de Moneda por cuenta de la Corona en Nueva España, expidiendo una Real Orden al virrey para que fuese tratando de ponerla en práctica. Se proyectó que la nueva Casa de Moneda se erigiese fuera de la capital, dándose reglas para su seguridad y probando las ventajas de así hacerlo. Finalmente no se realizó. Francisco Xavier de Gamboa defendió en 1761 la idoneidad del establecimiento de una Casa de Moneda en Nueva Galicia, para con ello dar numerario a esta provincia y a Nueva Vizcaya. Estimaba que las Cajas de Guadalajara, Sombrerete, Zacatecas y Durango producían un millón de pesos en derechos reales, con lo que la producción ascendería a diez millones. La Casa de Moneda evitaría los costes derivados de tener que remitir a México los metales.

Campo y Rivas estimaba, ya en tiempos de Carlos IV, que los motivos para el establecimiento de la Casa de Moneda habían aumentado desde la obra de Gamboa. Si bien el monarca había establecido un Consulado en la Nueva Galicia, a su entender la constitución de la ceca supondría poco gasto en sueldos, dado que los jornales serían más bajos que los de México, y por lo barato del terreno no saldría cara tampoco la construcción de la Casa misma.  Un grupo de empresarios zacatecanos, organizados en una comisión desde 1818, reunieron fondos para enviar un representante a México y Madrid dotado de amplios recursos económicos, con el fin de obtener la autorización para poner en marcha nuevamente la Casa de Moneda que había funcionado como ceca provisional entre 1810 y 1818.

El intendente de la provincia de Zacatecas, don Miguel Rivero, Conde de Santiago de la Laguna, puso en funcionamiento con permiso del virrey Francisco Javier Venegas una Casa de Moneda provisional, tras el acuerdo de la Junta de Vecinos de 26 de octubre de 1810, como respuesta a una solicitud de la Diputación de Minería del día 15 del mismo mes. El motivo era el peligro que corrían el envío del mineral y la remesa de la moneda debidos a los movimientos insurrectos. Se nombró director a Manuel Ramos, relojero de la población, en fecha 12 de noviembre con un sueldo de 2.000 pesos, comenzando la emisión a finales de noviembre de ese año, del tipo Montaña, con la leyenda LVO (Labor Vincit Omnia-El trabajo todo lo vence).

Durante este periodo, se acuño moneda provisional en Zacatecas de dos tipos, de busto y escudo con columnas en el reverso imitando las emisiones de la ceca capitalina y las antes vista del tipo Montaña, y ley de 0,9030.  Las primeras emisiones llevan en su reverso la leyenda Moneda Provisional de Zacatecas y son de labra muy tosca, por lo que las leyendas suelen aparecer de manera incompleta, y faltan las siglas de ensayador. Las emisiones de 1811 y 1812 son de medios reales, reales sencillos y pesos, y de 1811 a 1818 se acuñó moneda de valor de 2 reales, no conociéndose piezas de 4 reales. Para la labra de esta moneda provisional se utilizó la casa de ensaye de Zacatecas, un edificio comenzado a construir en 1799 y de estilo neoclásico.

Finalmente, por acuerdo de las Cortes de España y a propuesta de los diputados de las provincias de Nueva España, don Miguel Ramos Arispe y don Josef Mariano Michelena, se accedió el 6 de noviembre de 1820 al establecimiento de una Casa de Moneda en Guadalajara y otra en Zacatecas, o cualquier otro lugar que se considerase más apropiado por la distancia a los Reales de Minas y por la conveniencia de los mineros. 

Durante el año 1821 se acuñó moneda en Zacatecas, con busto del monarca Fernando VII a derecha en anverso, a la romana con coraza y manto,  con cinta en el pelo atada en un moño y corona de laurel, y la leyenda FERDIN VII DEI GRATIA y el año de emisión, y en su reverso escudo de castillos y leones coronado con columnas y la leyenda HISPAN ET IND REX, la marca de ceca Z s   y el valor de la pieza. Las siglas de ensayador son RG, José Rodríguez Gallinas, que ensayó moneda entre los años 1820 y 1822, y AG, por J. Antonio García, que ensayó entre los años 1813 y 1822. Muchas de ellas están más o menos descentradas, y hay variedades de bustos.

Según Orozco, las cantidades acuñadas en esta Casa de Moneda fueron las siguientes:

Periodo
Pesos
Del 14/11/1810 al 31/08/1811
1.154.902,66
Del 05/09/1811 al 26/03/1813
4.776.971,40
Del 03/04/1813 al 29/07/1814
2.455.000,00
Del 30/07/1814 al 16/05/1818
3.635.107,60
Del 16/06/1818 al 30/11/1818
638.174,30
En 1819
1.026.775,40
En 1820
764.011,66
En 1821
2.468.577,76
Total
16.919.520,78


Esta era la situación cuando se firmaron los Tratados de Córdoba de 24 de agosto de 1821, el 27 de septiembre el  Ejército Trigarante entra en México y se formó la Junta Provisional Gubernativa.  Uno de sus miembros era Manuel de la Sota Riva Llano y Aguilar, uno de los firmantes del Acta de la Independencia de México de 28 de septiembre y Jefe político superior de México y Capitán General, a cargo de las provincias de México, Valladolid, Querétaro y Guanajuato. Posteriormente, el 1 de julio de 1822, el emperador Agustín Iturbide nombró a de la Sota ministro de guerra y marina.

En su calidad de Jefe superior político de la Provincia de México, y en nombre de la Soberana Junta gubernativa del Imperio, de la Sota dictó un bando en fecha 28 de febrero de 1822, que debía ser publicado en las ciudades, villas y lugares de dicho distrito, por el que comunicaba al público los exámenes realizados por peritos imparciales de la moneda labrada en la nueva Casa de Moneda de zacatecas durante el año 1821. Según los mismos, la moneda acuñada en esta ceca tenía todas las cualidades de ley, peso y estampa que la ordenanza requería.

Por ello, don Manuel ordenaba que dicha moneda se recibiese en las tesorerías nacionales, Aduanas y demás oficinas de la Hacienda Pública al igual que se recibía la labrada en la Casa de Moneda capitalina. Para asegurarse de que en lo sucesivo esta moneda continuase bien labrada, se mandaba que la fábrica de Zacatecas se arreglase en todo su régimen y gobierno a las mismas ordenanzas de la Casa de Moneda de México. Las emisiones de este año de 1822 siguieron teniendo los mismos tipos anteriores y fueron acuñadas a nombre de Fernando VII. Según Orozco, durante el año 1822 se batieron 2.468.577,76 pesos en esta ceca.


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Agradecimientos:

Archivo General de la Nación, México; Roberto del Vecchyo Calcáneo.

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