martes, 9 de febrero de 2021

La dependencia china de la plata española, una moneda íntegra en su peso y en su ley

 Publicado en OroInformación, 9 de febrero de 2021


China absorbió una parte importantísima de la producción de plata de las Indias españolas, estimulada por su demanda interna, y muy especialmente durante el siglo XVIII, en el que triplicó su población. Con ello se consiguió que la masiva inyección de nuevo numerario en los mercados mundiales no se tradujese en un desplome de su precio, lo que resultó crucial para sostener las bases financieras del Imperio Español. A ello contribuyó que las cualidades intrínsecas de las emisiones indianas inspiraban confianza a los comerciantes y banqueros, al ser una moneda íntegra en su peso y en su ley.

Para España, la plata era un producto de exportación cualquiera, y por su necesidad su intención era la de cobrar por su suministro y equilibrar su balanza comercial, dado que obviamente no tenía capacidad para surtir sus mercados europeos y ultramarinos y era el metal precioso el que equilibraba su balanza comercial. Es importante asimismo el cambio de los sistemas fiscal y monetario chino al patrón plata, lo que supuso un notable incremento de la valoración de este metal entre mediados de siglo XVII a mediados del XVIII.

Como afirmaba el aventurero napolitano Francesco Gemelli en 1700, el Emperador de la China llamaba a nuestro Monarca de las Españas (hay que recordar que también era Rey de Nápoles) el Rey de la plata. Toda la que circulaba era según sus palabras la que traían los españoles en piezas de a ocho, que se reducían en seguida a ¼ de mejor calidad o chilasi, y con ella se pagaban los impuestos, quedando toda ella sepultada en los tesoros imperiales de Pekín para siempre, dado que a los chinos no les servía ninguna cosa extranjera. 

La elevada apreciación de la plata española para los comerciantes chinos ayudó a que su presencia se mantuviese en Filipinas, a pesar de la competencia creciente. Por otra parte, estaba la necesidad de la East India Company de acceder a la plata novohispana para equilibrar su deficitaria balanza comercial con Cantón. Todo ello explica la importancia comercial de Manila, que decayó por la independencia de las repúblicas iberoamericanas y por el comercio inglés de opio. 

Para Flynn y Giráldez el comercio de moneda acuñada se entiende sólo cuando se sitúa en un contexto global. Los principales productores de plata eran las Indias españolas y Japón, no Europa, y China era el principal mercado de destino de la plata. Los comerciantes europeos eran según estos autores meros intermediarios en el comercio global de los metales preciosos. Según estos autores, en esta época grandes cantidades de sustancias monetarias, como la plata, el oro, el cobre o los cauris, se remitieron desde sus áreas específicas de producción a mercados finales en distintas partes del mundo, y la cobertura de la demanda de cada una de ellas debe ser analizada independientemente.

A pesar de la presencia de estas otras monedas, la mayor parte del numerario de plata presente en el área se componía de moneda española de plata de todos los faciales. En un primer momento, la circulación se restringió a las provincias de Quanzhou –Cantón - y Zhangzhou. Thierry nos informa de tres ocultaciones descubiertas a principios de los años 70 del siglo XX en Fujian, compuestas de moneda macuquina batida antes de la llegada de Felipe V, que se debieron producir entre el periodo final de la época Ming y la llegada de la dinastía Manchú, entre los años 1644 y 1660.

El comercio español con la China de los Ming se centró en el puerto de Xiamen. Del mismo partían anualmente un sinfín de juncos, que realizaban la mayor parte del comercio marítimo de Asia. Manila y Macao se convirtieron, en las postrimerías del siglo XVI, en los principales puertos comerciales para los chinos, y la plata amonedada procedente de Nueva España, la forma de pago más común en toda la zona costera de China, y el metal noble utilizado por los sucesivos comerciantes occidentales durante los siglos venideros.

Los primeros europeos que comerciaron con China fueron los portugueses, que construyeron la ciudad de Macao en un terreno estéril, en una isla en la desembocadura del río de Cantón, en la obtuvieron jurisdicción en tres millas a la redonda, y compraron el derecho de fortificarla con la obligación del pago de 37.500 libras anuales. En el siglo XVIII había perdido parte de su antiguo esplendor, pero servía de residencia temporal a los factores europeos una vez que sus barcos habían partido, y hasta que llegasen otros nuevos.

Un siglo más tarde llegaron los holandeses, que se vieron en un primer momento excluidos del comercio con China. Tras el intento de levantar un fuerte en Hoang-pui, fueron pasados a cuchillo, y no volvieron hasta 1730. Viendo que el comercio de mercancías no les era ventajoso, empezaron a remitir barcos con moneda desde Europa, y, como  

Inglaterra fue la nación que más comerció con los chinos. Establecidos en una factoría en la isla de Chusan o Zhoushan, y posteriormente se implantaron en Cantón, establecieron en la ciudad factores permanentes para la venta de sus manufacturas de lana. A cambio de plata, adquiría té en grandes cantidades, una mercancía que fue gravada con enormes derechos por el Parlamento, convirtiéndose en uno de los mayores ingresos de Tesoro británico.

Los franceses fundaron en 1660 una compañía para el comercio con estas tierras, al frente de la que se puso al mercader de Ruan Fermanel. La misma no prosperó, ni la fundada en 1698, con lo que su comercio careció de consistencia hasta que se unió con el de las Indias. Los suecos y daneses comenzaron al mismo tiempo a comerciar con China, y su volumen llegó a ser considerable. 

A principios del siglo XVII el montante de las importaciones de plata española en China se elevaron a un millón de piezas anuales, y se estima que entre la apertura de la ruta de la Nao de la China en 1571 y el final de la dinastía Ming, en 1664, la cantidad global de plata importada se elevaría a 40 millones de liang, 1.520 toneladas.

A partir de este año, la zona de circulación se amplió a la región de Cantón y Macao, y bajo el reinado del emperador Yong Li, entre 1647 y 1660, de los Ming del Sur, en las monedas de cobre se reflejó su contravalor en plata, una innovación que fue imitada unos años más tarde por el emperador Qin Shun Zhi. Durante este periodo, el uso de los reales se extendió por las costas de Fujian y de Guangdong.

La Edad de Oro de la plata acuñada en las Indias fue, no obstante, el siglo XVIII. Durante esta centuria, todos los comerciantes y todas las compañías que operaban en India, Indochina y China utilizaban este numerario. Los más comunes fueron los reales de a ocho, los de tipo columnario, denominados shuang zhu yang, y los posteriores a la reforma de Carlos III, de busto y escudo en reverso flanqueado por las columnas de Hércules.

Estos últimos, batidos en los reinados de Carlos III y posteriormente de Carlos IV, eran los más comunes; los primeros se denominaban pesos de tres caracteres gong, por la similitud del signo gong con el numeral I romano. También se encontraban, aunque en menor medida, los acuñados en tiempos de Felipe V y de Fernando VI. La mayor parte del numerario procedía de la ceca de México, y en menor medida de Potosí y de Lima. 

La Compañía de Ostende transportaba moneda acuñada española, tanto de oro como de plata, a China y Bengala, y los comerciantes británicos llevaban a China moneda de plata, muy apreciada, para cambiarla por oro, consiguiendo con ello una ganancia de un 40% bruto, que, como pone de manifiesto Uztáriz, suponía, una vez deducidos los costes de portes y seguros, les rendía un beneficio neto de un 30%.

Si bien los ratios bimetálicos entre Europa y Asia divergieron durante largos periodos, la valoración de la plata se mantuvo más baja en este último continente, incluso en las áreas más avanzadas, como eran el delta del Yangtsé  o el sur de la India. Esta valoración fue un poco más elevada en China que en el subcontinente indio. Entre 1540 y 1640 el ratio entre ambos metales era sustancialmente más bajo en Asia, y si bien el equilibrio se restauró a mediados del siglo XVII, hubo un nuevo ciclo en este sentido a mediados del siglo XVIII.

Malo hacer referencia a este comercio a finales del siglo XVIII, y refiere que con el mismo, en otros tiempos, se ganaba un 45%. El mismo no era realizado por las Compañías exclusivas, dado que el beneficio, aunque pareciese muy considerable, era muy inferior al que se conseguía con el comercio de los géneros. El oro era más barato en Cantón desde principios de febrero hasta finales de mayo, dado que en los demás meses el puerto se hallaba lleno de navíos extranjeros. El beneficio obtenido era solamente en estas fechas de un 18%.

El importe calculado por Humboldt del flujo de plata enviado de Europa a las Indias Orientales es esclarecedor. Estima que de los 17 millones y medio de pesos recibidos anualmente por término medio en la primera desde América se remitían 13.700.000 pesos a Extremo Oriente. Las vías de entrada de la plata en Asia eran tres: El comercio de Levante, Egipto y el Mar Rojo, el comercio directo marítimo con China y la India y por los territorios rusos hacia China y Tartaria.

El enorme crecimiento de estas exportaciones de moneda iba parejo a su entender con el crecimiento del lujo en Europa desde 1721, cuando se había multiplicado por once. Estos datos fueron puestos en tela de juicio por Chevalier, que consideraba los cálculos fortuitos y los importes exagerados, y que podría llegar a la cifra de 70 millones de francos o £ 2.800.000 en vez de los 137 millones de francos como cifra total para comienzos del siglo XIX. 

La principal consecuencia de esta inyección masiva de plata española en el circulante chino fue el incremento del valor de este metal, que pasó en su ratio con el oro de un 1 a 5 en los siglos XIV a XVI, 1 a 10 en 1620, 1 a 15  a principios del siglo XVIII y 1 a 20 en 1750. La depreciación es igualmente perceptible en la valoración de la moneda de cobre. Su circulación monetaria se extendió hacia el interior desde las regiones costeras, hacia Guangxi, Guizhou, Huguang y Jiangxi, y también hacia el norte de China, a las regiones de Zhejiang, Jiangsu y Anhui. A comienzos del siglo XIX se estimaba que en Pekín se recibían unos 52.914.000 pesos en moneda.

Uno de los aspectos más curiosos de la circulación de la plata indiana por el Lejano Oriente es la existencia de gran número de resellos chinos en las piezas de ocho reales o pesos. Esta forma de controlar la calidad y el peso de la plata acuñada obedece a la necesidad de este numerario para el comercio en la zona, y fue una medida adoptada por comerciantes y banqueros con la finalidad de garantizar la buena ley de dichas piezas. Es muy difícil, como afirma Montaner en su magnífico estudio sobre las monedas españolas reselladas en el mundo, la catalogación por tipos de estas marcas monetarias.

Las mismas consisten en caracteres referidos a su calidad, como justa, verdadera o correcta; a la riqueza, como moneda, beneficio o prosperidad; e incluso a adjetivos distinguidos como grande, primero o inmenso, que son igualmente nombres propios. Más raramente aparecen marcas figurativas, como un sol o un sapèque, esta última una moneda china e indochina de bronce o cobre con un agujero cuadrado en el centro.

La práctica del resellado apareció en el siglo XVII. Se verificaban la ley y el peso de las medidas por métodos diversos, y se marcaban por el comerciante que había realizado el control mediante un punzón, operación que se repetía cada vez que la pieza cambiaba de mano. Con el tiempo, las mismas se cubrían de contramarcas, haciendo inidentificables las monedas, e incluso se rompían. Finalmente, la moneda destruida o muy deteriorada se vendía por su peso y valor intrínseco, entre 6 y 700 piezas de cobre.

Si bien existen resellos de los siglos anteriores, la práctica se generalizó cuando se descubrió el fraude realizado en la ceca de Birmingham y otras falsificaciones de piezas de a ocho de cobre chapeados,  plateados o de plata de muy baja ley, a finales del siglo XVIII, que inundaban el mercado chino. Asimismo, la India y China eran el destino de los reales de peor calidad circulantes en la América española, y eran remitidos allí mediante el comercio con las Filipinas.

Una vez independizadas las nuevas repúblicas hispanoamericanas, los reales de a ocho batidos bajo gobierno español en los Reinos de las Indias siguieron teniendo un sobreprecio sobre los emitidos por las nuevas autoridades monetarias de las repúblicas independientes. Eso era debido según Saint Clair Duport a que la plata española contenía más oro en su aleación que la mexicana, y este autor abogaba por el perfeccionamiento del apartado de ambos metales para acabar con la inmediata y sistemática destrucción de la moneda mexicana.

A partir de la década de los años 30 del siglo XIX, China pasó de ser principal receptor a exportador de plata. Ello se debió no tanto a una balanza comercial deficitaria, dado que China exportaba grandes cantidades de té, seda y porcelana hacia Europa, sino al comercio del opio. El opio era cobrado en las mercancías antes mencionadas, que a su vez eran vendidas a alto precio en Occidente como bienes de lujo, y el beneficio era invertido en más opio comprado en Turquía o en la India, a pesar del Edicto del emperador Tao Kuang ordenando que solamente se aceptaría como medio de cobro en las mercancías vendidas a los extranjeros las monedas de plata. 

La escasez de numerario, que era además sacado por los comerciantes británicos, y los graves problemas políticos y económicos que asolaban China durante las revueltas Taiping hicieron que en el año 1856 la Asociación de Banqueros de Shanghái aprobase junto con los viejos pesos españoles la aceptación de los pesos mexicanos, conocidos como Yin Yang o Dólares del Águila, por sus tipos, aceptación que posteriormente se extendió a la mayoría de los centros comerciales. México siguió exportando pesos a China hasta que en 1904 adoptó el patrón oro y prohibió la exportación de su moneda de plata.

 

Bibliografía utilizada

BROADBERRY, S. y GUPTA, B., “Monetary and real aspects of the great divergence between Europe and Asia, 1500-1800”, Department of Economics, University of Warwick, 23 August 2005.

CEINOS, P., Historia Breve de China, Madrid, 2003.

CHENG TE K’UN, “A brief history of Chinese silver currency”, in Selections from the Numismatist, American Numismatic Association, Whitman Publishing Company, 1961.

CHEVALIER, M., On the Probable Fall in the Value of Gold: The Commercial and Social Consequences which may ensue, and the Measures which it invites, Translated from the French, with preface, by Richard Cobden, Sq., New York, 1859.

CIPOLLA, C.M., La Odisea de la plata española, Barcelona, 1999.

FLYNN, D.O., y A. GIRÁLDEZ, "Imperial monetary policy in global perspective", en BERNAL, A.M., (ed.), Dinero, moneda y crédito en la Monarquía Hispánica, Madrid, 2000, pp. 385-404.

FRADERA BARCELÓ, J.M., Filipinas, la colonia más peculiar. La hacienda pública en la definición de la política colonial, 1762-1868, Biblioteca de Historia, CSIC, Madrid, 1999.

GARCÍA GUERRA, E.M., "Itinerarios mundiales de una moneda supranacional: El Real de a Ocho durante la Edad Moderna", Estudios de Historia Moderna 28, 2006, pp., 241-257.

GEMELLI CARERI, F., Giro del Mondo, Nápoles, 1700.

HUMBOLDT, A. von, Ensayo Político sobre la Nueva España, T.III, Paris, 1827

MALO DE LUQUE, E, Historia Política de los Establecimientos Ultramarinos de las Naciones Europeas, Madrid, 1790.

MONTANER AMORÓS, J., Los resellos. Las monedas españolas reselladas en el mundo, Valencia, 1999.

SAINT CLAIR DUPORT, De la production des métaux précieux au Mexique, considérée dans ses rapports avec la Géologie, la Métallurgie et l’économie politique, Paris, 1843.

THIERRY, F. “Les réaux espagnols et les contramarques chinoises”, Acta Numismàtica 16, 1986, pp. 175-190.

UZTÁRIZ, G. de, Theorica, y practica de comercio: y de marina, en diferentes discursos, y calificados exemplares, que, con especificas providencias, se procuran adaptar a la monarchia española para su prompta restauracion..., 3ª impresión, Madrid, 1757.

sábado, 6 de febrero de 2021

Una medalla para los indios pampas durante las invasiones británicas del Río de la Plata en 1806

 Publicado en UNAN Numismática nº40, enero-febrero 2021



En su magnífico estudio Medallas Coloniales Hispano-Americanas, el ilustre historiador y numismático chileno don José Toribio Medina Zavala incluía la documentación sobre una medalla concedida a los indios pampas por su ofrecimiento de ayuda a la defensa de Buenos Aires, en base a la documentación contenida en las Actas del Cabildo de la actual capital argentina. Desafortunadamente, no hay una reproducción de la misma. A pesar de ello, la descripción que se hace de dicha medalla hace posible su reconstrucción e incluso, como veremos, su posible adscripción a una medalla coetánea.

 El papel de los indios pampas durante las invasiones británicas del Río de la Plata ha pasado, por desgracia, durante muchos años prácticamente desapercibida para el pueblo argentino. Como afirma Lucio Pérez Ruiz, una vez comprobada la gravedad de la invasión, el propio Virrey recibió a las embajadas encabezadas por sus caciques Lorenzo, Negro, Toro, Quintuni y Guaiquilef, ofreciéndose a combatir contra el “vil invasor colorado” en defensa de Buenos Aires, en nombre de dieciséis caciques de los pampas y cheguelchos, llegando para esa cooperación a firmarse tratados de paz entre tribus rivales que se encontraban en guerra.

 A pesar de la resistencia de las autoridades virreinales a su uso directo contra los invasores, y de que la ayuda ofertada no era nada desdeñable, dado que consistía en 20.000 guerreros y 100.000 caballos, su sola oferta de paz y ayuda permitió que se destinaran a la reconquista de la ciudad y a repeler las nuevas intentonas, así como a la defensa de la Banda Oriental,  los efectivos militares destacados en los fuertes del interior del territorio, como los Cuerpos de Voluntarios de Caballería de la Frontera  y a los Blandengues. Un Batallón de Naturales y un Batallón de artillería de Indios, Pardos y Morenos combatió asimismo, junto a los tercios de infantería, húsares de caballería y demás unidades y milicias peninsulares y criollas, en los enfrentamientos de 1807.

 Como recoge Medina literalmente y copiamos íntegramente, por Acta de 29 de diciembre del Cabildo de Buenos Aires:

 «Avisó el portero que los caciques capitanes Epugner, Errepuentu y Turuñamgui pedían permiso para entrar; y, habiéndoseles franqueado, tomaron asiento y expusieron por intérprete que instruidos por los caciques pampas capitanes Chuli Laguini, Pailaguán, Cateremilla, Negro, y por los caciques Marcuiy, Lorenzo, Guaycolán, Peñascal, Luna, Quintuy, del mucho agasajo que había hecho este Cabildo á sus personas y agrado con que había admitido sus ofertas, querían manifestar del mismo modo los deseos e tenían de ayudarlo contra los colorados ó ingleses, y ofrecía el cacique capitán Epugnén dos mil ochocientos sesenta y dos de sus soldados, gente de guerra, bien armados de chuzo, espada, bolas y honda, con sus coletos de acero, que mantenía en la Cabeza del Buey, donde los sostendría á su costa hasta el primer choque ó hasta que le avisasen no ser ya precisos, pues querían pelear unidos con los nuestros; y los otros dos caciques capitanes Errepuentu y Turuñamguí hicieron igual oferta por siete mil de sus soldados, que mantenían en Tapalquén, armados como los anteriores. Los señores admitieron la oferta, los abrazaron, como lo habían ejecutado con los anteriores, les hicieron otras varias demostraciones de cariño y de gratitud y comisionaron al caballero síndico procurador para que los gratificase y obsequiase á su satisfacción y á todos los de su comitiva, mandando se les diese á los caciques un escudo con las armas de la ciudad en fe de la unión que le juran y señal de haberla admitida, cuyo escudo se dé también á los anteriores caciques.»

 Para, posteriormente, por Acuerdo de 18 de febrero del año siguiente, se tuvo presente haber entregado a don Manuel Martín de la Calleja treinta y siete pesos corrientes para el pago de las medallas de plata con las armas de la ciudad que se habían encargado para obsequiar a los caciques.

 Como consta expresamente en el Acta, la medalla entregada llevaba grabado como motivo el escudo de la ciudad. El mismo, en esta fecha, era muy similar al actualmente utilizado por la Ciudad de Buenos Aires. El que utilizamos para el presente artículo es el que fue aprobado por este municipio en fecha 3 diciembre de 1923, y que estuvo vigente hasta el año 2012.

 En el mismo se representa una paloma blanca volando sobre el mar, y dos barcos sobre el mismo: un galeón del siglo XVI y una fragata. En ambas naos aparecen tres banderas: la bandera naval de Castilla, con castillos y leones cuartelados, la Cruz de San Andrés sobre fondo blanco, bandera tradicional de la Monarquía Hispánica desde Carlos I, y una bandera (dos en el galeón de la izquierda) con el águila de San Juan, estandarte de los Reyes Católicos. El campo inferior está ocupado por el Río de la Plata, y en su parte inferior aparece un ancla con uno de sus brazos sumergido. 

Hay constancia de una medalla muy similar, que fue labrada con motivo de la Acción de Perdriel, el día uno de agosto de 1806 uno de los hitos que llevó a la reconquista de Buenos Aires. Once días después, los británicos capitularon. La misma no está especialmente bien labrada, pero es un importante documento sobre esta época. En la misma se representa el escudo de la ciudad en relieve y la leyenda V.o T.s R. C.o q.s Td.s de B.s A.s. (Voluntarios Reconquistadores de Buenos Aires) sobre la medalla oblonga en la que se representa el escudo de la ciudad antes descrito, de un peso de una onza. Aunque se conocen ejemplares de bronce, para esta emisión se labraron al parecer 25 ejemplares de plata y 5 de oro.

 Otra coincidencia, además de los motivos, es el día en que fueron entregadas, en la tarde del 23 de diciembre de 1806, solamente seis días antes de que se adoptase la medida de entregar medallas con los mismos tipos a los principales caciques pampas. Por tanto, es más que probable que se reutilizasen para esta emisión, que no diferiría mucho de la medalla de Perdriel.

 Curiosamente, como recoge Pérez Ruiz, el equilibrio entre los pueblos indios y la Corona se rompió durante las Guerras de Independencia que acabaron con la presencia tricentenaria de España en el continente americano. Y así sucedió en la actual Argentina tras el pronunciamiento de mayo de 1815. En este sentido, es cuanto menos curioso el comentario vertido y recogido en el Proyecto de Ley 1299-D-2010 del diputado Adrián Camps, sobre la bandera de la Ciudad de Buenos Aires, pidiendo la derogación de la Ordenanza N° 49.669 del 31 de agosto de 1995, que establecía como bandera de la ciudad la réplica del escudo creado por Juan de Garay el 20 de octubre de 1580.

 En su justificación alega, literalmente, que:

 “La actual bandera de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires no refleja en absoluto el contenido de la Constitución ni el pensamiento de los habitantes de la Ciudad de Buenos Aires. Quienes vivimos en esta gran ciudad, cosmopolita y democrática, no nos merecemos tener una bandera que contiene símbolos autoritarios y monárquicos o que refleja mediante una “cruz sangrante” un odio religioso que nada tiene que ver con la convivencia pacífica de todos aquellos que profesan sus credos con absoluta libertad.

 Tampoco se merecen esta bandera colonial los pueblos originarios que habitaron y habitan nuestra ciudad y el territorio argentino, masacrados por el poder colonial en uno de los genocidios más atroces de la historia de la humanidad”.

 Personalmente estimo que las celebraciones del Segundo Bicentenario de la Independencia de las actuales Repúblicas Iberoamericanas deberían servir de pretexto para volver nuevamente a estudiar estos importantes momentos históricos con la debida reflexión, liberando a nuestra historia común de este tipo de mantras que por mil veces repetidos no dejan de ser igualmente falsos. Ni Leyenda Negra ni Leyenda Rosa.- Historia, con mayúsculas, con sus grandezas y con sus vilezas. Y la numismática y la medallística nos pueden ayudar a ello.     

 Bibliografia

 GREGORIC, F.,“La Bandera de la Ciudad de Buenos Aires”, Proceedings of the 24th International Congress of Vexillology, 2011, pp. 291-352.

MEDINA, J.T., Medallas coloniales Hispano-Americanas, Santiago de Chile, 1900.

PÉREZ RUIZ, L., “Reacción de los pueblos y ayuda de los aborígenes del virreinato del Río de la Plata ante las invasiones”, Revista de Historia Jerónimo Zurita, 1965, pp. 261-274.

El colapso del papel moneda y los reales de a ocho en las colonias británicas de Norteamérica a mediados del siglo XVIII /The collapse of Bills of Credit and the Spanish dollars in the British colonies of North America in the mid-18th century

 Publicado en UNAN Numismática nº40, enero-febrero 2021



Continuamos con el estudio del circulante en las colonias norteamericanas donde lo habíamos dejado, con la emisión generalizada de billetes, Bill of Credit, que llevaban su facial expresado o bien en moneda inglesa o esterlina, o bien en reales de a ocho o dólares. Una relación coetánea en castellano de la circulación del papel moneda en Boston se encuentra en la Relación de Jorge Juan y Ulloa, que referían que la misma se reducía a dos hojitas redondas pegadas y selladas por las dos caras con las armas correspondientes, de todos los valores, y la existencia de casas donde se reponían las estropeadas y otras en cada pueblo para su distribución. Su administración estaba cargo de los jueces, y su equidad venía debida según los autores a que el establecimiento de estas colonias se debió en gran parte a los cuáqueros.

Como afirma Alexander del Mar, un Acta para la reducción de estos billetes firmada por el rey el 28 de junio de 1749  conllevó un auténtico desastre para la economía de las colonias. Los billetes de Massachusetts en circulación desde 1742, que ascendían a 420.000 libras, fueron retirados de la circulación a cambio de 40.000 libras en moneda, lo que llevó a la ruina de la población, que quedó imposibilitada de pagar sus impuestos y vio cómo se vendían sus propiedades en subasta pública a una décima parte de su valor previo.

We continued the study of the circulator in the American colonies where we had left him, with the widespread issuance of Bills of Credit, which bore his face expressed either in English or sterling currency, or in Spanish pieces of eight or dollars. A contemporaneous reference in Spanish of the circulation of paper money in Boston is found in the Relationship of Jorge Juan and Ulloa, which meant that it was reduced to two round leaves glued and sealed by the two sides with the corresponding coat of arms, of all values, and the existence of houses where the damaged ones were replaced and others in each town for distribution. His administration was the responsibility of the judges, and their fairness was due according to the authors that the establishment of these colonies was largely due to the Quakers.

As Alexander del Mar states, an Act for the Reduction of these Bills of Credit signed by the King on 28 June 1749 led to a real disaster for the economy of the colonies. Massachusetts bills in circulation from 1742, amounting to 420,000 pounds, were withdrawn from circulation in exchange for 40,000 pounds in currency, which led to the ruin of the population, which was unable to pay its taxes and saw their properties sold at public auction at one-tenth of its previous value.

Gouge recogía la propuesta de que el importe concedido por el parlamento británico fuese remitida en reales de a ocho españoles y aplicada a la redención de los billetes tan pronto como fuese posible. En el futuro, los pagos podrían hacerse en metal o en reales de a ocho, con una valoración de seis chelines, que serían la única moneda legal en Massachusetts.

El Parlamento inglés aprobó el 29 de septiembre de 1751 una ley para regularizar el papel moneda en Nueva Inglaterra. Los gobernadores de las colonias se enfrentaron a las asambleas de las mismas por este tema, al no autorizar las emisiones. Finalmente, el 1 de septiembre de 1773 el Parlamento aprobó una ley por la que se autorizaba a las asambleas de las colonias a aprobar leyes para la emisión de papel moneda con respaldo público, procedente de los fondos del tesoro de cada una de ellas.

Gouge collects in his work the proposal that the amount granted by the British parliament be sent in Spanish dollars and applied to the redemption of Bills of Credit as soon as possible. In the future, payments could be made in silver or in Spanish dollars, with a valuation of six shillings, which would be the only legal currency in Massachusetts.

On 29 September 1751, the English Parliament passed a law to regularize paper currency in New England. The governors of the colonies faced their assemblies on this issue, by not authorizing emissions. Finally, on 1 September 1773, Parliament passed a law authorizing the assemblies of the colonies to approve laws for the issuance of publicly supported paper currency from the treasury funds of each of them.

Este Colonial Paper Money era fabricado en Dublín y enviado a las colonias para ser distribuido mediante agentes. El mismo fue falsificado, especialmente en Jersey, donde hacia el año 1763 un tal Ford y su socio King comenzaron a introducirlo en la circulación, creándose una red de falsarios coaligados que operaba en Woodbridge, Amboy y otras plazas. En 1768 Ford,  King y un tal Cooper robaron el Tesoro del Estado en Amboy, por un importe  de £6.000. El incremento en las falsificaciones llevó a un mayor control por parte de los magistrados, y en 1774 muchos falsificadores fueron aprehendidos, entre ellos un magistrado y un diácono. Según Lluís, también se falsificaron reales de a ocho en Rhode Island y Connecticut.

This Colonial Paper Money was manufactured in Dublin, Ireland, and sent to the colonies for being dispatched by agents. It was forged, especially in Jersey, where around 1763 a certain Ford and his partner King began to introduce it to circulation, creating a network of coalition fakes operating in Woodbridge, Amboy and other places. In 1768 Ford, King and a certain Cooper stole the State Treasury in Amboy, amounting to £6,000. The increase in forgeries led to greater control by magistrates, and in 1774 many counterfeiters were apprehended, including a magistrate and a deacon. According to Lluís, they were also fake real eight in Rhode Island and Connecticut.

Pérez describe un ejemplo de la circulación de los reales de a ocho para el pago de recompensas durante la guerra que sostuvieron los colonos de Pensilvania contra los indios Delaware en 1755. En el acuerdo en el que se les declaraba la guerra, se contiene la provisión de las recompensas que se pagarían por cada indio llevado a prisión, 150 pesos en moneda española.  Por cada mujer india mayor de doce años, 130 pesos, y por su cabellera, con evidencia de que había sido asesinada, la cantidad de 50 pesos. Si se rescatase a un prisionero inglés y se le trajese a Filadelfia, se pagaría la cantidad de 150 pesos, y nada por su cabellera.  Los oficiales y soldados a sueldo de la provincia solamente recibirían la mitad de estas recompensas.

Perez describes an example of the circulation of the Spanish dollars to pay rewards during the war held by Pennsylvania settlers against the Delaware Indians in 1755. The agreement declaring war on them contains the provision of the rewards to be paid for each Indian taken to prison, 150 dollars in Spanish currency. For every Indian woman over the age of twelve, 130 dollars, and for her hair, with evidence that she had been killed, the amount of 50 dollars. If an English prisoner were rescued and brought to Philadelphia, the amount of 150 dollars would be paid, and nothing for his hair. The province's officers and paid soldiers would only receive half of these rewards.

Con la nueva reforma de la plata española de 1772, la equivalencia con el chelín colonial quedaba fijada en 52,66 peniques de plata esterlina, si bien el contenido real se acercaba más a los 51,8 peniques. Robert Morris y Hamilton, en los primeros años de la Independencia, mandaron realizar exámenes de su contenido, concluyendo que si bien su peso se hallaba bien ajustado, 417,75 granos o 27,07 gramos, el contenido en fino variaba considerablemente.

With the new reform of Spanish silver in 1772, equivalence with the colonial shilling was fixed at 52.66 pence of sterling silver, although the really content was closer to 51.8 pence. Robert Morris and Hamilton, in the early years of Independence, had their contents tested, concluding that while their weight was well adjusted, 417.75 grains or 27.07 grams, the fine content varied considerably.

Bibliografía/ Bibliography 

GOUGE, W.M., A short History of paper Money and banking in the United States, Philadelphia, 1833.

JUAN, J., ULLOA, A., Relacion historica del viage a la America Meridional hecho de orden de S. Mag. para medir algunos grados de meridiano terrestre y venir por ellos en conocimiento de la verdadera figura y magnitud de la tierra, con otras observaciones astronomicas y phisicas, 2ª parte, T. 4, Madrid, 1748.

LLUIS Y NAVAS-BRUSI, J., "Las características y tendencias generales de la política penal monetaria en la Corona de Castilla durante la Edad Moderna", NVMISMA, nº 36, enero-febrero 1959, pp. 9-24.

MAR, A. del, Barbara Villiers, or a history of monetary crimes, Hawthorne, California, 1899.

PÉREZ, G.S. “Manila galleons and Mexican pieces of eight (Mexico’s Contribution to the Financial and Commercial Development of the Philippines)”, NVMISMA 18, enero-febrero 1956, pp. 39-54.

WATSON, J.F., Annals and occurrences of New York City and State, in the olde time, Philadelphia, 1846. 

lunes, 1 de febrero de 2021

Doña Gracia Mendes Nasí en la medallística y la numismática

 Publicado en El Eco Filatélico y Numismático, febrero de 2021


Cuando en 1492  los Reyes Católicos firmaron el decreto de expulsión de los judíos de Castilla y Aragón, buena parte de ellos se dirigieron a los vecinos reinos de Portugal y Castilla, además de a otros países europeos como Italia, así como al norte de África si bien, finalmente, muchos de ellos se establecieron en el Imperio Turco Otomano. El Edicto de Expulsión de 31 de marzo de 1492 supuso la salida, según los historiadores Luis Suárez y Joseph Pérez, de entre cincuenta y cien mil judíos de estos reinos. De entre los que ocuparon importantes cargos en la administración, las finanzas, el comercio, la medicina y la vida cultural de este imperio destaca especialmente la poderosa y rica doña Gracia Mendes Nasí, también conocida como Beatriz de Luna Miques o simplemente La Señora, nacida en Lisboa en el seno de una familia judeoconversa de origen aragonés.

 Portugal fue en un primer momento uno de los destinos principales de los desterrados, y su monarca Juan II exigió el pago de una gran suma de dinero para otorgarles una residencia permanente. Esta tolerancia religiosa terminó cuando en 1497 en Portugal y en 1498 en Navarra se decretó la conversión forzosa al cristianismo de los judíos que en ellos residían. Entre los emigrados a Portugal se encontraban los padres de Beatriz de Luna, Samuel Nasí y Felipa de Luna, oriundos de Aragón, Su abuelo había sido Abraham Benveniste, rabino de la Corte de Juan II y responsable de la administración y de la justicia de todas las aljamas juderías de Castilla.   

 Beatriz de Luna Miques nació en Lisboa el 20 de junio de 1510. Si bien recibió bautismo cristiano,  fue criada en secreto en las tradiciones judías de su familia, dado que, al no instaurarse la Inquisición en este reino hasta 1536, numerosos conversos mantuvieron sus costumbres y creencias, alimentando un crecido número de judaizantes, también conocidos como marranos o anusim, los forzados, en hebreo. 

 Beatriz se casó en la catedral de Lisboa en 1528 con Francisco Mendes, que, junto con su hermano Diego, era el administrador del monarca lusitano de todas las mercancías y las especias que llegaban a Portugal desde África, la India y Brasil, y estaba encargado de su redistribución por toda Europa. Su éxito comercial fue tan grande que ambos hermanos fundaron el que llegó a ser el segundo banco más importante de toda Europa en esta centuria, en directa competencia con la familia florentina Medici.

 La situación de los conversos portugueses se complicó tras la instauración de la Inquisición en Portugal. Tras la muerte de su marido Francisco en 1535, Beatriz se trasladó con su hija Ana y con su cuñado Diego a Amberes, el centro financiero más importante de la época. Fue allí donde cambió su nombre a Gracia, la traducción castellana de su nombre hebreo Hannah o Ana, y Nasí, el apellido judío de su padre.

 Los Países Bajos eran una posesión del monarca Carlos I de España y V de Alemania. La Casa Mendes acumulaba hacia 1540 unos beneficios de más de 400.000 ducados, y se convirtió en prestamista de los principales monarcas de la época, entre ellos el propio Emperador, Enrique II de Francia, Juan III de Portugal o el duque de Ferrara. Paralelamente, Beatriz de Luna utilizó la infraestructura comercial de la compañía para ayudar a los judíos portugueses a escapar de la Inquisición. Sus barcos los transportaron de Lisboa a Amberes, de allí a Italia y finalmente al Imperio Otomano. Sus bienes y propiedades eran adquiridos por su firma en Portugal, y liquidados a sus propietarios una vez que llegaban a destino.  

 Tras la muerte de su cuñado Diego en 1540, Gracia Nasí trasladó la sede de sus negocios a Venecia. En 1550 se instaló en Ferrara y participó activamente en la vida cultural de la comunidad sefardita de la ciudad, convirtiéndose en mecenas de importantes artistas y escritores como Alonso Núñez de Reinoso, Samuel Usque o Bernardim Ribeiro. Pero su mayor contribución fue sin duda su apoyo a la edición y publicación de la Biblia de Ferrara en 1553, traducción al castellano de Samuel Usque y Jerónimo de Vargas utilizada durante dos siglos por los sefarditas para poder participar en la liturgia judaica y seguir el precepto diario del meldar, la recitación y aprendizaje de los textos sagrados. 

 Las tensiones con el Papado y la influencia de la Inquisición en Italia hicieron que, en 1553, nuestra protagonista accediese a la invitación del sultán otomano Solimán el Magnífico, el mayor enemigo de Carlos V.  Sus magníficas relaciones con el Serrallo hicieron que desempeñase los cargos de consejera del Sultán y prestamista del Imperio. Pero destacó especialmente por dedicar parte de sus beneficios al auxilio de la población sefardita y a la construcción de escuelas talmúdicas, sinagogas y hospitales, recibiendo por ello el nombre de Ha-Gevirah, La Señora.

Gracia Nasí es unánimemente recordada hoy en día por el pueblo judío por la concesión que recibió de Solimán para el asentamiento de familias sefarditas en la región de Tiberíades, en las orillas del mar de Galilea, a cambio del pago anual de mil ducados de oro. Con ello la ciudad de Safed se convirtió en el centro cultural y espiritual de la diáspora sefardita. Gracia falleció en 1569, sin que haya registro del lugar de su defunción y enterramiento. Con ello los desterrados españoles perdieron a la dama que tanto trabajó por su pueblo y por su añorada Tierra Prometida, protegiendo a sus correligionarios y siendo un ejemplo de Tzedaká, beneficencia.  

 La medalla de 1558

 En el año 1558 el famoso medallista Pastorino de Pastorini,  uno de los más prolíficos y hábiles medallistas del Renacimiento italiano, dado que se conocen alrededor de 200 medallas con su autoría, y que fue protegido por las cortes italianas de Ferrara, Bolonia y Florencia, realizó una medalla en bronce a nombre de Gracia Nasí La Chica, o la joven.  Si bien durante muchos años se había considerado que la protagonista de la misma había sido doña Gracia Mendes, hoy en día está claro que esta medalla representa a su sobrina Beatriz Mendes Beneviste, esposa de Samuel Nasí, nacida en 1540, y así se muestra, como una rica dama joven, en la misma.

 Esta bella medalla, considerada por muchos autores como la obra cumbre de la medallística de tema judaico, grabada a una sola cara, muestra la leyenda en caracteres hebreos Gracia Nasí, y en caracteres latinos A[nno] AE[tas] XVIII, a sus dieciocho años. Se piensa que la misma se encargó para la celebración de su matrimonio, y no deja de ser curioso que sea contraria al precepto hebraico de prohibición de representación de la figura humana. Esta imagen ha servido, a pesar del notorio error en su adscripción, de base para todas las representaciones posteriores de doña Gracia.

 Se conservan copias de dicha medalla en el Musée National de Moyen Age de París y en el Jewish Museum de Nueva York. Un ejemplar apareció también en la subasta de Morton & Eder Ltd. de 28 de noviembre de 2019, lote 301, que posiblemente sea una copia realizada del original a comienzos del siglo XVII. También se ha relacionado a doña Gracia con el cuadro Una mujer joven y su niño pequeño, pintado por el famoso autor manierista Agnolo Bronzino hacia 1540, siendo otro de los referentes iconográficos para su representación posterior.

 Medallas y sellos contemporáneos

 Un primer ejemplo de su importancia para el pueblo hebreo lo encontramos en la emisión realizada en el año 1969 por la Judaic Heritage Society de 120 protagonistas, lugares y sucesos de la historia del pueblo judío, en platino, plata y bronce. En la misma, que en la emisión inicial compartió cartón con el cabalista Isaac Luria, la imagen de doña Gracia es fiel trasunto de la imagen de la medalla de Pastorini, y en la misma aparecen nueve personajes más vestidos de época. En su reverso lleva la leyenda en inglés: Nacida en Portugal, dedicó su vida y gran fortuna a ayudar a los marranos fugitivos… líder de la comunidad judía turca, construyó sinagogas, ayudó a los sabios judíos.

 El 2 de diciembre de 1991 el Estado de Israel emitió un sello conmemorativo, dentro de su serie dedicado a personajes históricos, con un valor facial de 1,10 nuevo Shekel. El sello muestra el retrato de la moneda de Ferrara de 1558, y en su pestaña inferior reproduce un grabado de Tiberíades basado en una litografía del artista holandés Cornelis de Bruyn en 1681.

 Con motivo del 500 aniversario de su nacimiento, el Estado de Israel emitió igualmente una serie de medallas, que fueron fabricadas por la ICMC Mint de Estados Unidos. Su diseño fue realizado por Michal Hamawi, bajo la supervisión de Zvi Schaick. Se realizaron tres versiones, la primera de ellas en oro de 14 quilates, de 30,55 mm. de diámetro y 17 gramos de peso, La segunda fue realizada en plata pura, con una tirada de 500 ejemplares, de 39 mm. de diámetro y 31,1 gramos de peso. La última fue realizada en bronce, con una tirada de 1.510 piezas, con también 39 mm. de diámetro y 26 gramos de peso.

 En su anverso nuevamente se reproduce la estampa de la medalla de 1558 mirando a Tiberíades, la Biblia de Ferrara y las puertas de la ciudad. Tras ella, se reproducen las palmeras típicas de esta región, el sello del sultán Solimán el Magnífico y un barco del siglo XVI. En las velas de este último se reproducen las letras P, de Portugal, y la A de Amberes, la ciudad a la que emigró. En su reverso se reproduce la puerta de la Casa de doña Gracia, el museo-hotel dedicado a su memoria en Tiberíades, reminiscencia de la puerta de su residencia en Estambul. En su leyenda se reproduce Los años de doña Gracia, 1510-1569, el emblema del Estado de Israel, el metal en el que está labrada y su número de serie.