domingo, 26 de febrero de 2023

Los proyectos de una moneda provincial para Venezuela y las Islas de Barlovento de finales del siglo XVIII

 Publicado en Puerto Rico Numismático, Volumen XLVIII, marzo, 2023

Francisco Saavedra, por Francisco de Goya y Lucientes, 1798.

El 19 de diciembre de 1785 el Intendente de Caracas, Francisco de Saavedra, remitió un informe a José de Gálvez solicitando una moneda provincial para su territorio, y el 7 de diciembre de 1786 Ignacio Peñalver, Intendente de la Habana, realizó una petición similar para Cuba. En base a estas reiteradas peticiones de los gobernadores de los territorios caribeños, por Orden de 25 de mayo de 1786 se aprobó por la Corte la acuñación de una moneda con la ley usual, reduciendo su tamaño para que circulase como moneda provincial en Caracas y las islas de Barlovento. Estas nuevas especies monetarias, que llegaron a acuñarse en la Casa de Moneda de México, fueron retiradas una vez que ya se había remitido parte de esta nueva moneda a sus destinos, ordenando una nueva acuñación que no llegó a producirse. Las mismas, en formato de reales sencillos, dobles y ocho reales acuñadas en 1786 y 1787, se encuentran catalogadas como moneda de emergencia en el Catálogo de Áureo & Calicó.  

El primero de estos Informes fue elaborado por Francisco de Saavedra y Sangronis, importante funcionario, militar y diplomático que entre otros cometidos fue Comisario Regio Plenipotenciario en el Caribe durante la guerra Anglo Española, Intendente Militar de la Capitanía General de Venezuela, Secretario de Hacienda y posteriormente de Estado y Presidente de la Junta Suprema Central de España e Indias durante la invasión napoleónica. En el mismo estimaba la moneda presente en la Capitanía de Venezuela en 600.000 pesos, de los que solamente un cuarto de millón se encontraba en circulación, dado que el resto se dedicaba a financiar los situados de Guayana, Trinidad y Margarita. La falta de moneda causaba graves problemas tanto al público como a la Real Hacienda, por lo que proponía la creación de una moneda provincial con un contenido en plata entre un 37 y un 40% menor, lo que se podía conseguir o bien acuñándola o bien sacando de la fuerte un bocado, como se hacía en los territorios caribeños franceses y británicos. 

Peso resellado con valor de 10 Bits para Dominica. Heritage Auctions, Sale 3085, Lote 30110

Para Saavedra la suma de la moneda a acuñar debía de ser de dos millones de pesos, suficiente para mantener la moneda en el territorio y necesaria para evitar la saca, y debía hacerse en las cecas de Santa Fe o de México. También serviría para amortizar la moneda macuquina, como pago a los comerciantes peninsulares o invirtiéndola en frutos que podían remitirse a España. El 22 de marzo del año siguiente llegó la contestación del monarca, avisando de que se había dado orden de enviar moneda provincial española a las Islas de Barlovento, y solicitaba más información sobre la reducción en el peso, que parecía exagerada. La Corona proponía o bien enviar plata provincial española para que circulase a un valor de cinco reales de vellón cada peseta y prohibiendo su salida del territorio, o bien encontrar y labrar plata en la propia intendencia. 

 

Peseta provincial de 2 reales, Madrid, 1785. Tauler & Fau, Subasta 60, lote 412

 A la vista de ello el Intendente convocó una Junta, que estudió el tema y consideró inoportuno la remisión de moneda provincial española, dado que la misma sería muy probablemente sacada, al producir un 12% de beneficio en su cambio por la moneda holandesa de Curazao, y sería igualmente introducida por comerciantes peninsulares para sacar con ello un beneficio de un 25%. Saavedra comunicó el parecer de la Junta al rey, recordándole también que en Venezuela ya habían circulado estas pesetas provinciales hasta que se ordenó su recogida en 1754 y 1756, quedando parte de lo recogido en las Tesorerías del territorio. Esta nueva moneda debía ser redonda y de cordoncillo, de tamaño diferente a las de plata nacional, y debía enviarse la mitad en moneda gruesa, para favorecer el comercio, y la otra mitad en cuatro partes, siendo las mismas reales sencillos, medios, cuartos y octavos, utilizándose estas dos últimas especies para acabar con las fichas que utilizaban los pulperos. 

 

2 reales México FM 1786. Áureo& Calicó, Subasta 347, lote 269

En el ínterin, José de Gálvez comunicó a Saavedra por carta de 2 de julio que en la ceca de Sevilla se iban a labrar un millón de pesos con destino a la Capitanía, con un 40% menos de peso en plata que las de España pero no en la aleación, sino en el grueso o tamaño de la moneda, una emisión que finalmente no se produjo por la falta de metal y las epidemias que afectaron a la ciudad. Las peticiones de Saavedra sufrieron varias dilaciones. El Ministro de Hacienda determinó que el Rey debía ser informado de todos los pormenores de las peticiones de moneda provincial, y en el expediente resultante se reiteraba la orden dada a los virreyes de batir entre 300.000 y 400.000 pesos en estos tipos. Simultáneamente, la escasez de numerario había llevado a que el 7 de diciembre de 1786 el Intendente de la Habana remitiese un informe a la Península, detallando la necesidad que había en la isla del establecimiento de una moneda provincial. 

Ignacio Peñalver remitió un nuevo Informe desde Cuba el 13 de agosto de 1787, con motivo del rechazo a la aceptación de las nuevas monedas provinciales acuñadas en México. En el mismo proponía que la nueva moneda debía tener una quinta parte menos de valor intrínseco que la nacional, y estimaba las necesidades de circulante en cuatro millones de pesos. Entre varios escritos remitidos a la península, envió una Comunicación Reservada al Conde de Floridablanca el 14 de agosto, afirmando que era del dominio público que en la ceca de la capital virreinal se estaba batiendo moneda provincial con un 40% menos de valor intrínseco que la fuerte, y que por los tipos y leyendas utilizados, iguales a los comunes en la moneda nacional, estas nuevas especies podrían fácilmente ser sacadas hacia Europa como moneda de ordenanza. 

 

8 reales México FM 1786. Áureo& Calicó, Subasta 317, lote 73 

La moneda provincial que ya se estaba batiendo terminó siendo recogida y refundida poco después de comenzar a ser distribuida, por Real Orden de 20 de agosto de 1787. Mientras llegaban las noticias, el 27 de agosto de 1787 el Superintendente de la ceca novohispana remitió una Carta a la Corte, informando sobre la acuñación realizada con destino a Caracas y a las islas de Barlovento. En fecha 21 de octubre de 1787 se produjo una Comunicación del virrey de Nueva España acerca de lo que se había batido en la ceca, y de la remisión de parte de la moneda batida a la isla de Trinidad. En diciembre de ese mismo año el virrey remitió la Real Orden de 20 de agosto a la Casa de Moneda de México, y se procedió a la recolección de las ya remitidas a los territorios de destino, si bien en la misma se indicaba que debían acuñarse nuevamente monedas provinciales con las anteriores, suprimiendo las Columnas de Hércules para evitar confusiones con las piezas de plata fuerte. 

En fecha 5 de noviembre de 1787 el Virrey-Arzobispo de Nueva Granada comunicó a Saavedra la imposibilidad de batir esa moneda, dado que todo el virreinato estaba en la misma o peor situación. Por Real Orden de 8 de mayo de 1788 dispuso que en la Casa de Moneda de México se labrasen con destino a Caracas e islas de Barlovento reales de a dos, sencillos y medios, en la cuantía de 300.000 pesos, suprimiendo en sus tipos las columnas de Hércules, Un año más tarde, el 13 de febrero de 1789, el virrey de Nueva España recibió la orden de emitir y despachar 450.000 pesos sin dilación. Finalmente, las mismas nunca llegaron a acuñarse. A pesar de ello, Saavedra no cejó en sus intentos, y en fecha 31 de diciembre de 1790 emitió un Dictamen sobre el establecimiento de moneda provincial en varios parajes de los dominios de Indias, y especialmente en la Capitanía de Venezuela y en las islas de Cuba, Santo Domingo y Puerto Rico. 

Para Saavedra era indispensable que las monedas provinciales de Cuba y de Venezuela fuesen diferentes. Entre ambos territorios había un activo comercio, pero, como afirmaba el autor, el realizado desde Caracas a la Habana era activo, mientras que el contrario era puramente pasivo. De Caracas se remitían a la Habana cacao y tasajo de carne, pero de la Habana solamente se recibía plata. Hasta esa fecha, la moneda recibida en pago era de plata fuerte o nacional, pero si la moneda provincial de ambos territorios fuese común, el autor suponía que se producía un flujo de esta misma moneda provincial desde la Habana hacia Caracas, con lo que en la primera escasearía y en la segunda habría redundancia de numerario. Debido a estas razones entendía que las monedas provinciales que deberían acuñarse para el área caribeña deberían de ser de dos tipos muy diferentes, para evitar la confusión. Una de ellas debía servir para la circulación interior en las Islas de Barlovento, y otra para Caracas y las cuatro provincias y dos islas de su dependencia. 

Fuentes: 

Archivo General de Indias, Indiferente, 1770.

Archivo General de Indias, Caracas, leg. 501.

Archivo General de la Nación, Venezuela, Intendencia, Tomo XXXVI. 

Para saber más: 

Áureo & Calicó, Numismática Española. Catálogo de todas las monedas emitidas desde los Reyes Católicos hasta Felipe VI, 1474 a 2020, Barcelona, 2019.

DASÍ, T, Estudio de los Reales de a Ocho llamados Pesos- Dólares - Piastras - Patacones o Duros Españoles, Valencia, 1950-1951, T. III.

HAMILTON, E.J., “Monetary Problems in Spain and Spanish America, 1751-1800”, The Journal of Economic History, Vol.4, nº 1, May, 1944, pp. 21-48.

LÓPEZ CANTOS, A., Don Francisco de Saavedra: Segundo Intendente de Caracas, CSIC-Dpto. de Publicaciones, 1973.

STOHR, T., El circulante en la Capitanía General de Venezuela, Caracas, 1998.

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