viernes, 23 de septiembre de 2016

La moneda en la Guerra de Sucesión Española (II). Los primeros años de conflicto

Publicado en Panorama Numismático, 22 de septiembre de 2016
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Tras el comienzo de las hostilidades, las flotas inglesas y holandesas, aliadas del Archiduque Carlos, intentaron hacerse con las Flotas de la Plata procedentes de las Indias y, tras la entrada en guerra de Portugal en su partido, la guerra se extendió a los reinos peninsulares. El numerario de los aliados de ambos bandos, Portugal y Francia, entró en circulación en los territorios controlados por cada uno de los pretendientes.
La guerra comenzó formalmente con su declaración por Inglaterra y Holanda el 15 de mayo de 1702, si bien ya en el verano de 1701 los austriacos habían entrado en el norte de la península itálica, con el ataque a los Países Bajos y el envío en el verano de 1702 de una potente escuadra conjunta a Cádiz, que se retiró tras varias semanas sin haber conseguido su propósito: abordar a la flota de la plata que tenía que llegar de las Indias. Dicha flota partió de Veracruz el 11 de junio, y estaba compuesta por 56 barcos, 22 españoles y 34 franceses y llegó a Vigo el 22 de septiembre.

Toda vez que se había de esperar a la llegada de los tasadores, inspectores y oficiales, la descarga de los barcos se retrasó considerablemente, hasta que el Consejo de Indias comisionó a Juan de Larrea para que sacase los metales preciosos de las naos, y un nuevo retraso se produjo al constatarse que no había suficientes medios de transporte, con lo que las labores se demoraron un mes. Estas comenzaron con el desembarco de la plata, que se envió a Lugo, en el interior de Galicia, remitiéndose posteriormente a Segovia. La documentación de la época habla de mil carros de bueyes venidos desde Pontevedra utilizados para el transporte de la plata a Madrid. Sin embargo, no se dieron prisa en desembarcar las mercaderías, que excedían en valor a la plata transportada.

El día 4 de octubre otra flota inglesa, al mando del almirante Cloudesly Shovel, había partido para interceptar a los barcos españoles. La armada anglo-holandesa de Rooke, muy superior a los medios hispano-franceses en barcos y artillería, entró en la ría de Vigo el día 23 de octubre. Château-Reanult ordenó abandonar e incendiar las naves, pero en la refriega los atacantes capturaron tres barcos franceses, trece españoles y los tres galeones, que fueron saqueados e incendiados. Tres de las naos capturadas fueron valoradas posteriormente por la oficina de recompensas inglesa en 3.281 libras, 17 chelines y 8 peniques. El día 27 de octubre la escuadra de Shovel llegó a la ría, completando la destrucción de las fortificaciones y navíos restantes.

La victoria fue recibida con alegría en Inglaterra, y considerada como un duro golpe a España y Francia. No obstante, los que más perdieron con este suceso fueron los comerciantes, que eran los propietarios de la plata, mientras que el gobierno español solamente era el propietario de dos de los galeones que se perdieron. Asimismo, hay que tener en cuenta que gran parte de la mercancía y un tercio del botín pertenecía a comerciantes holandeses e ingleses, que en mayo de 1703 elevaron sus quejas al Almirantazgo inglés por el grave perjuicio que este ataque les había producido. Ese mismo año, Felipe V ordenó asimismo la confiscación de los cuatro millones de pesos fuertes que habían llegado en la flota.

En 1703 Leopoldo I nombró en Viena a su hijo Carlos Rey de España, y la unión de Portugal a la Gran Alianza le proporcionó a los aliados una crucial base de operaciones para lanzar ataques en el territorio peninsular. Su rey, Pedro II, explicó las razones de la ruptura de los Tratados firmados en 1701 con Luis XIV en la Justificación de Portugal, siendo la principal de ellas ayudar a la ínclita Nación Española a sacudirse el yugo francés. Como monarca de una parte de España, la Lusitania, solicitaba con ello la libertad de todo el nombre Español.

El día 6 de marzo de 1704 la escuadra de Rooke desembarcó en Lisboa al Pretendiente Carlos junto a un contingente de 8.000 soldados ingleses, 4.000 holandeses y 300 alemanes, a los que se añadieron 15.000 portugueses y 13.000 soldados de milicias. Ante este peligro, Felipe V declaró el 30 de abril la guerra a Austria y a Portugal. Frente al ejército aliado, Felipe V contaba con 30.000 soldados españoles y 12.000 efectivos enviados por su abuelo. En mayo salió de Madrid con 18.000 infantes y 8.000 jinetes hacia la frontera, tomando Salvatierra tiro el día 8 de ese mismo mes. Las tropas borbónicas se internaron en Portugal, alcanzado algunos éxitos importantes, pero la llegada del verano trajo la estabilización de los frentes, por lo que Felipe V volvió a Madrid el día 16 de julio.
 
Mientras, el 9 de mayo de 1704 una flota aliada con cuarenta y cinco barcos ingleses y dieciséis holandeses salió de Lisboa con destino a Barcelona para intentar abrir un nuevo frente de guerra en el Levante. Unos días después, el 27 de ese mismo mes, la flota ancló en aguas de la Ciudad Condal, pero ante la resistencia del virrey Velasco se optó por regresar a Portugal.
 
El día 1 de agosto, en su viaje de vuelta atacaron la plaza de Gibraltar, defendida por cien soldados y cuatrocientos civiles armados, el día 1 de agosto, tomando la ciudad el día 4, convirtiéndose así en la primera plaza española que cayó en manos de Carlos III.

Para su recuperación se envió una flota francesa desde Tolón, a la que se unieron doce galeras españolas en Barcelona y algunas galeras genovesas, que se enfrentaron con la flota aliada en la batalla de Málaga el 24 de agosto, en el último enfrentamiento naval de envergadura de todo el conflicto. No hubo un claro vencedor, y las bajas y las pérdidas fueron cuantiosísimas en ambos contendientes, si bien no se perdió ni una sola nao. Gibraltar fue desde entonces el punto de entrada de la moneda del Archiduque en Andalucía, por lo que se ordenó el castigo de todos los comerciantes que la introdujesen en los territorios controlados por Felipe V, y a los justicias recogerla para su remisión al Superintendente y posterior fundición. Gran parte de este numerario, según afirmaba Francisco Manrique, tenía su origen en la venta de frutos en la plaza, donde acudía mucha gente que recibía moneda sellada a nombre del Archiduque,  porque los mercaderes della llevan veinte por ciento por la redución a moneda lexítima.

En este marco, durante el año 1705 los aliados decidieron abrir un nuevo frente en el Levante peninsular. En marzo, algunos catalanes partidarios de la causa austracista negociaron con Inglaterra, y fue a Barcelona donde se dirigió la flota aliada, con 25.000 marineros y 9.000 soldados. Tras una parada en Denia, la flota llegó a las aguas de la Ciudad Condal el 22 de agosto.

Tras varios meses de asedio, y la rendición o adhesión de Gerona, Lérida, Tarragona, Tortosa y otras plazas, Barcelona se rindió tras dura lucha el 9 de octubre de ese mismo año. El 16 de diciembre los aliados entraron en Valencia y la mayor parte del Levante quedó en manos del Archiduque Carlos.

La respuesta de Felipe V no se hizo esperar, y a finales de ese mismo año las tropas acantonadas en la frontera portuguesa fueron enviadas a Levante. El 23 de febrero del año siguiente el rey en persona salió de Madrid en esa dirección, y tras la llegada al frente catalán el 14 de marzo ordenó que la mayor parte de sus tropas fuese conducida a Barcelona por mar.

Simultáneamente, un ejército francés traspasó la frontera, estancándose ante Gerona. El 19 de marzo las naves de Felipe V llegaron a Barcelona, y el 3 de abril llegó el grueso del ejército borbónico. La ciudad fue sitiada hasta que el 8 de mayo llegó una flota aliada, por lo que Felipe optó por retirar sus tropas, que pasaron a Francia y volvieron a entrar en España por Navarra. El día 6 de junio, Felipe volvió a Madrid.

Mientras esto sucedía, un ejército aliado comandado por Lord Galloway y el Marqués de las Minas entró en España desde Portugal en abril de ese mismo año. En fecha 25 de junio de 1706 las tropas anglo-portuguesas tomaron posesión del Alcázar de Madrid, y unos días después, el 6 de julio, proclamaron a Carlos III Rey de España en la capital. En los Países Bajos, mientras tanto, la derrota de Ramillies supuso la pérdida para el monarca Borbón de todos los Países Bajos españoles.
Al mismo tiempo, la reina María Luisa de Saboya se había trasladado a Burgos, con parte del aparato administrativo, y Felipe V estableció su campamento en Jadraque, para trasladarlo posteriormente a Atienza. El pueblo de Madrid era decididamente partidario del Borbón, y su falta de colaboración con los miembros del partido austracista fue una de las principales causas para la evacuación de la capital y la vuelta de Felipe V el 10 de octubre del mismo año.

El profesor José María de Francisco supone que en la salida de los monarcas de la capital es posible que algunos operarios de la ceca madrileña acompañasen a las tropas borbónicas, dado que la acuñación de moneda para el pago de las soldadas era absolutamente necesaria para el éxito militar. Entre estas monedas se batirían las de facial medio-alto, como sería el caso de los escudos, y se mantendría la marca de ceca, la de Madrid, por motivos de prestigio.

En estas condiciones, encontramos la rara emisión de un escudo, con marca de ceca Madrid, fechable en 1706, que apareció en la Subasta de Jesús Vico el 9 de mayo de 2005, y marca de ensayador F. La particularidad de esta moneda estriba en que mientras que conserva el anverso tradicional de las emisiones áureas desde la Nueva Estampa de 1566, las Armas Reales con el escusón de Lises en su centro, su reverso no contiene la Cruz de Jerusalén, sino el cuartelado de escudos y leones propio de las emisiones argénteas. A su juicio, esta curiosa emisión, que podría clasificarse de necesidad, pudo ser batida o bien por los operarios que acompañaron en su retirada al monarca, o bien tras la vuelta del soberano a la Corte en octubre. A su entender, es probable que la ceca madrileña hubiese sido desmantelada, y pone como prueba de ello la falta de emisiones a nombre del Archiduque Carlos en el periodo que controló la capital, lo cual no es lógico, dado que el reino de Castilla era el principal de todos los de la Monarquía.

Para saber más:

BACALLAR Y SANNA SAN FELIPE, V. Comentarios de la Guerra de España, e historia de su rey Phelipe V el animoso, desde el principio de su reynado hasta la Paz General del año de 1725, T.I., Génova, Mathéo Garvizza, 1725.
BARREIRO, .R. 'El mito del tesoro de Rande es precioso, pero sin pruebas', Faro de Vigo, martes 23 de julio de 2002.
CARDIM, P. “Portugal en la guerra por la sucesión de la Monarquía española”, en GARCÍA GONZÁLEZ, F. (coord.), La Guerra de Sucesión en España y la batalla de Almansa, Madrid, Sílex, 2009.
FRANCISCO OLMOS J. M. de, “Propaganda política en la moneda de los Borbones”, en VI Jornadas sobre Documentación Borbónica en España y América (1700-1868), Madrid, 2007.
GONZÁLEZ CRUZ, D., Propaganda e información en tiempos de Guerra, España y América (1700-1714), Madrid, 2009.
MORENO Y CASANOVA: “La batalla de Rande”, Crónica Numismática, septiembre 1996, pp. 38-39.
PÉREZ AGUILERA, C. “La batalla de Rande y sus consecuencias monetarias”, Crónica Numismática, abril 2004, pp. 44-46.

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