Publicado en Numismático Digital, 4 de enero de 2017
Seguimos con el estudio de las labores de la moneda
estudiando la ley, talla, valor y el grabado de las emisiones realizadas en las
Casas de Moneda de Ultramar. Tanto la ley como la talla se mantuvieron
inalteradas en la moneda nacional, la acuñada en los Reinos de las Indias,
hasta las reformas borbónicas del siglo XVIII.
Se conoce como ley al contenido de fino de la moneda. La ley de la
moneda de oro, plata y vellón fueron fijadas por las Ordenanzas de 1497, con un
valor levemente superior al que los metales tenían en el mercado, y la misma se
mantuvo en Ultramar hasta bien entrado el siglo XVIII, dando un valor que se
mantuvo inalterado al real de 34 maravedíes.
No obstante lo anterior, las Indias fueron
productoras principalmente de plata, por lo que el valor del oro, más escaso,
se fue paulatinamente incrementando en relación con el metal argénteo, por lo
que se dispuso la elevación del valor de la moneda áurea y se mantuvo el valor
de la de plata. Finalmente, el coeficiente bimetálico se estabilizó en 1728, en
una relación 1 a 16.
Las variaciones en la ley y el coeficiente
bimetálico, según Céspedes y Mateu y Llopis, fueron las siguientes:
LEY,
VALOR Y COEFICIENTE BIMETÁLICO EN LA MONEDA INDIANA
|
||||||
Años
|
Ley de la moneda
|
Maravedíes por marco
|
Coeficiente bimetálico
|
|||
Plata
|
Oro
|
Plata
|
Oro
|
|||
1497-1728
|
11
dn. 4gn.
|
|||||
1535-1728
|
22
qt.
|
2.278
|
||||
1535-1566
|
23.800
|
1:10,44
|
||||
1567-1609
|
27.200
|
1:11,94
|
||||
1609-1686
|
29.920
|
1:13,13
|
||||
1686-1728
|
36.992
|
1:16,23
|
||||
1728-1772
|
11
dn.
|
|||||
1729-1785
|
2.312
|
1:16
|
||||
1772-1785
|
10
dn. 20 gn.
|
21
qt. 2,5 gn.
|
||||
1786-1825
|
10
dn. 18 gn.
|
21
qt.
|
ídem
|
ídem
|
ídem
|
|
En el siglo XVIII la moneda europea argéntea
se fue envileciendo, y si bien el prestigio de la Monarquía requería que la ley
de la moneda nacional fuese tan alta como la mejor de las extranjeras, se optó
por su devaluación, y esas fueron las razones alegadas en las Pragmáticas en
las que se rebajó su ley, y de las que hablaremos más adelante.
Debido a las limitaciones técnicas de la
época, se admitía en la moneda una tolerancia
o margen pequeño de error, en su ley, peso y desgaste. Las monedas circularon
durante muchos años, siendo habitual que lo hicieran con las improntas
prácticamente borradas y con frecuentes recortes. Estas piezas se retiraron
exclusivamente de la circulación cuando se detectó que su ley era
escandalosamente baja, como sucedió con la moneda perulera de Potosí en los
escándalos del siglo XVII, resellándose para darle su verdadero valor. En
cuanto a la moneda falta de peso, se reguló su entrega en las Casas de Moneda,
si bien la ampliación de los plazos para su recogida se prorrogaron casi
indefinidamente.
En cuanto a la ley, dicha tolerancia, también
llamada remedio, era de un grano por marco en la plata, o 3,472 milésimos, y de
¼ de grano, 2,604 milésimos, en el caso del oro. Este remedio era según Bails
de dos tipos, el remedio de ley y el remedio de peso. El remedio de ley era el
que el monarca perdonaba a los superintendentes de las Casas de Moneda por lo
tocante al valor intrínseco y ley de la moneda, labrándola una cortísima
cantidad menos pura que lo mandado en las Pragmáticas.
En cuanto al remedio de peso, era el que el
Rey disimulaba a los mismos superintendentes en lo tocante al peso, dado que si
bien todas las piezas debían ser de peso igual y una parte determinada del
marco ponderal, atendiendo a la imposibilidad de cortarlas tan cabales de peso. Había asimismo según este autor feblaje tanto
de ley como de peso. El feblaje de ley era lo que le faltaba a la moneda de ley
más de lo que permitía el remedio, e igualmente sucedía con el peso en el
feblaje homónimo. A su entender, el feblaje era una contravención de las
pragmáticas que merecía castigo.
La moneda de ley superior se conocía como fuerte, y la de inferior feble. A partir de 1639, esta última se
ingresaba en la llamada caja de feble,
a disposición del Rey, y se destinaba al pago de la limosna de vino y aceite en
los conventos, si bien posteriormente se utilizó abusivamente en beneficio del
tesorero y los mercaderes de la plata. Tras la incorporación de las cecas, se
reglamentó la contabilidad, la custodia y el destino de esta moneda.
En
relación al peso, la normativa castellana tradicionalmente se había referido
exclusivamente a la talla, o número de monedas por marco, siendo por ello
suficiente que un determinado número de monedas pesase un marco. Hasta la
introducción de la moneda circular, tanto el peso como el diámetro y grosor, e
incluso la forma, de las monedas variaban ostensiblemente. Por ello se
estableció una tolerancia en el peso, que en un principio fue de 1 ½ tomín, 18
granos, en la moneda de plata, y ½ tomín o 6 granos por marco de oro.
En las reformas monetarias del siglo XVIII se
varió la talla, de 67 a 68 reales por marco de plata, si bien el escudo
conservó la suya, de 68 escudos por marco, y estos valores permanecieron
inalterados. En las Ordenanzas de Cazalla se fijó por vez primera la tolerancia
de todas las monedas, y a partir de 1750 aparecieron en las Ordenanzas de las
cecas de las Indias el peso exacto que debía tener cada moneda.
La obra manuscrita Practica de la Gravadura de moneda,
escrita entre 1769 y 1770 por Pedro González de Sepúlveda, nos informa
ampliamente acerca de los pormenores del grabado de los punzones, matrices y
troqueles para la labra de las monedas. Los mismos eran forjados por el herrero
de la Casa de Moneda, en presencia del grabador. Los instrumentos de grabado
eran fabricados por el propio grabador, con el mayor cuidado y delicadeza. Se
solía trabajar con cajas provistas de tornillos que sujetaban la pieza,
apoyándolas sobre almohadillas de cuero para evitar deslizamientos.
Una vez terminada la forja,
comenzaba su trabajo sobre la matriz. El primer paso consistía en dibujar el
motivo principal y posteriormente grabarlo en una lámina de cobre, para
posteriormente calcarlo con un dibujador o punta seca sobre la matriz, que
estaba cubierta de una capa de cera blanca. Seguidamente se procedía a calentar
la matriz, con lo que se derretía la cera y quedaba al descubierto el motivo.
Simultáneamente, se modelaba en cera el motivo y se hacía un vaciado en yeso
del mismo, cuadriculándose para servir de modelo para el relieve y las
dimensiones.
En la matriz se grababa en hueco el
motivo, con buriles de media caña en el caso de retratos y con planos o chaples
los escudos o motivos, para posteriormente retocarlos con codillos, unas limas
curvas muy finas untadas en aceite. También se utilizaban puntas de piedra
Candía, puntas de pizarra untadas de aceite y piedra pómez molida. Cuando se
terminaba el grabado en hueco, la matriz se limpiaba y bruñía desde dentro
hacia fuera con gratas y limas, con lo que su superficie quedaba nítida y
uniforme y preparada para el temple.
El temple consistía en el
endurecimiento del metal, para conseguir que las monedas no se quebraran y
quedasen bien grabadas. Era llevado a cabo por el herrero, en presencia del
Grabador. Los punzones eran probados golpeándolos con martillos y picadores, o
también aplicándoles el ángulo vivo de una lima. Las pruebas de punzones, al
hacerse sobre acero, tenían la ventaja si salían bien de servir posteriormente
como matrices o contrapunzones de los que se fuesen desgastando o se rompiesen.
Los punzones realizados por el
herrero eran retocados por el Grabador, que les daba la necesaria forma convexa
para reproducir en relieve el huecograbado de la matriz, y eran también
templados para resistir el golpe que debían imprimir sobre el troquel.
Finalmente, se templaban también los troqueles para realizar las acuñaciones a
volante.
Bibliografía:
Bails, Benito, Arismética para negociantes, Madrid, Imprenta de la viuda de
Ibarra, 1790.
Céspedes del Castillo, Guillermo, "Las cecas indianas en
1536-1825", en Gonzalo Anes y
Álvarez de Castrillón y Guillermo
Céspedes del Castillo, Las Casas de
Moneda en los Reinos de Indias, Vol. I., Madrid, Museo Casa de la Moneda,
1996.
Duran, Reyes y López de Arriba, Mercedes, “Carlos III y la casa de la
Moneda”, en Carlos III y la Casa de la
Moneda, Catálogo de la exposición celebrada en el Museo Casa de la Moneda,
Madrid, diciembre 1988-febrero 1989, pp.107-109.
Tapia,
Eugenio de, Historia de la
civilización española desde la invasión de los Árabes hasta la época presente,
Volumen 4, Madrid, 1840.
https://www.museodelprado.es/coleccion/artista/gil-jeronimo-antonio/6e77dde1-1a67-4e16-800d-5e75e2a2495d
http://www.segoviamint.org/espanol/technologia.htm
http://www.tesorillo.com/articulos/leon/leon.htm
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