Publicado en Oroinformación, 5 de marzo de 2019
En el
mundo científico consta que el primer conocimiento que se tuvo de este metal
precioso fue a través de una muestra traída por el ensayador Wood desde Jamaica
pero procedente de Cartagena de Indias. El sevillano Antonio de Ulloa y de la
Torre-Giralt, buen ejemplo de la España Ilustrada, dado que fue naturalista,
astrónomo, militar que llegó al grado de Almirante, Gobernador de la Luisiana y
prolífico escritor, ha pasado a la Historia por la relación que hizo de este
metal, la platina, en 1748. A pesar de ello, como ha estudiado Espinosa, con
anterioridad a esta noticia el platino no solamente era conocido, sino apartado
en las Casas de Moneda de Nueva Granada y tratado como un subproducto no
deseado, posiblemente ya en el siglo XVII.
El platino o platina, como era conocido, se
encontraba de forma natural en las minas de oro del Nuevo Reino, adherido al
oro, del que era muy difícil de separar, junto a otros minerales como el rodio,
el paladio, el iridio y el osmio. En el caso de que abundase, las minas se
abandonaban, dado que era más caro separar el oro del platino mediante mercurio
o azogue que lo que se obtenía por el mineral, y ese fue el caso de algunas
explotaciones de Chocó y Barbacoas, en el Alto Atrato y en el Alto San Juan.
El alto contenido en platina llevó al
abandono de las minas de Condoto-Chocó y Barbacoas-Nariño. Para la labra del
oro y su amonedación, el principal destino del metal áureo en esa época, las leyes eran estrictas en cuanto a la
pureza requerida, por lo que si venía mezclado con platina su introducción en
las Casas de Moneda se consideraba un delito contra la Real Hacienda.
Es innegable que el platino era un metal
ampliamente conocido en la Nueva Granada a comienzos del siglo XVIII, como lo
testimonian gran número de documentos de las tres Casas de Monedas operativas
en el virreinato, Santa Fe, Popayán y Mariquita, así como por algunas
referencias bibliográficas. Y no solamente por las autoridades virreinales,
sino también por las metropolitanas. Espinosa cita una Real Cédula de 1726,
conservada en el Archivo Departamental de Cauca, en la que Felipe V confirma la
decisión de la Junta General de Tribunales de 19 de agosto, referente a “…el
pernicioso abuso que había en mezclar los oros con el metal de la platina”.
Su utilización con fines suntuarios parece
quedar demostrada por una afirmación de Fages Virgili citada por Espinosa, que
indicaba que el virrey Jorge Villalonga recibió en 1730 en Santa Fe de Bogotá
como regalo una vaina para su espada y unas hebillas de platino.
Dicha documentación muestra cómo el platino
entraba en las Casas de Moneda en los lingotes de oro. Tras tratarlos
posiblemente con agua regia tras su fundición, una mezcla de ácido nítrico y
ácido clorhídrico, se almacenaba en las propias cecas bajo llave. Una vez que
la cantidad custodiada se consideraba suficiente, se arrojaba el platino a los
ríos Bogotá o Cauca, en una ceremonia llena de solemnidades en la que
participaban los funcionarios reales, se levantaba acta y se cumplían los
formalismos debidos a la protección del patrimonio real.
En uno de estos documentos, contenido en el
Volumen V de las Minas de Tolima, Sección Colonia, folios 330-331, el ensayador de Popayán,
Joseph Sánchez de la Torre y Armas, detalla la fundición y el uso de la técnica
del apartado para el beneficio de seis barras de oro mezcladas con platina, de
las que se obtuvieron de 5.958 castellanos, 5.006 castellanos de oro puro y 894
castellanos de merma de platina calcinada, de fecha 15 de junio de 17267.
Primero se fundieron las barras, para posteriormente añadir plata y separar el
platino con agua fuerte.
Otro documento del mismo archivo recoge la
contestación proposición de la Junta
General de Tribunales del 19 de agosto de 1726 para la fundición de los oros, que realizó el
tesorero de la ceca de Santa Fe, don Joseph Salvador de Ricaurte, defendiendo
que las operaciones de purificación debían ir precedidas de la separación de la
platina contenida en el mismo, y de su enunciado se desprende que dicho
apartado se venía haciendo desde hacía mucho tiempo. Esta comunicación fue
provista por el gobernador y capitán general de Santa Fe, don Antonio Mario
Maldonado.
Las monedas áureas procedentes del Nuevo
Reino tienen un característico color pálido, que en un primer momento se pensó
que era debido a la aleación con platino. Los análisis realizados en Bogotá
muestran que el platino no estaba presente en estas monedas, y otros análisis
posteriores realizados con neutrones muestran que estas monedas tienen elevadas
cantidades de iridio, un metal del grupo del platino. Craig afirma que hay
ejemplos de onzas batidas en platino en las propias cecas.
Según
los análisis realizados por Morrison y Morrison, la moneda batida en el Nuevo
Reino contiene generalmente trazas de platino. Sus análisis muestran que el oro
de esta procedencia tiene un contenido en platino de entre el 1,6 y el 2%, y
con base en sus estudios se ha concluido
que el oro acuñado en Inglaterra anterior a 1703 contiene más platino que el
francés del mismo período, y que después de 1703 tanto el oro francés como el
inglés tienen un alto contenido en platino.
Por
ello, podemos suponer que o bien el contrabando de oro con el Nuevo Reino debió
de suponer una importante fuente de metales preciosos para su acuñación tanto
para la Gran Bretaña como para Francia a comienzos del siglo XVIII, o bien que
se habría producido una fundición masiva de la moneda áurea española acuñada en
las cecas neogranadinas en ambos países.
En la obra de
Humboldt, aunque posterior, se recogía
que tras la declaración de libre navegación del río Atrato se había
incrementado mucho el contrabando de oro. En vez de remitirse el oro en barras
o en polvo a las cecas de Santa Fe y Popayán, parte del mismo se dirigía a
Cartagena y Portobelo, y desde allí a las colonias inglesas. Los llamados rescatadores, que realizaban el comercio
de oro en polvo en Popayán, Buga, Cartagena y Mompox, sacarían de contrabando
según sus cálculos unos 2.500 marcos de oro del Chocó, Barbacoas, Antioquía y
Popayán. Y esta práctica se reprodujo igualmente cuando se instauró el
monopolio de la Corona sobre la producción del platino.
Desde
aproximadamente 1730-1740 se produjo según Morrison y Morrison una extracción
sistemática del platino mediante el método de la amalgamación con mercurio, lo
que concuerda con la documentación citada por Espinosa. Estos autores analizaron varias monedas
españolas, de las cuales las siete anteriores a 1741 tenían un alto porcentaje
de platino, y las seis acuñadas entre 1769 y 1793 muy bajo, debido a la
extracción del platino en las Casas de Moneda.
Bibliografía:
Cano Borrego, P.D., “El interés de la
Corona española por el beneficio del platino y su comercialización a finales
del siglo XVIII”, De Re Metallica,
27, 2016, pp. 47-56.
Craig, A.K. 2000. Spanish colonial
gold coins in the Florida Collection, Gainesville, Florida.
Espinosa Baquero, A. 1986. Nuevos datos
sobre el descubrimiento del platino, nota preliminar. Revista de la Academia Colombiana de Ciencias Exactas, Físicas y
Naturales, Vol. XVI, No 60, marzo 85- 90.
Humboldt, A. von, Ensayo Político sobre la
Nueva España, T.III, Paris, 1827
Morrison, C., Barrandon, J.N., y
Morrison, C. 1999. Or du Brésil, monnaie
et croissance en France au XVIIIe siècle, Paris.
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