viernes, 18 de junio de 2021

Los metales preciosos en la conquista de Hispania durante la Segunda Guerra Púnica

 Publicado en Oroinformación, 17 de junio de 2021


Los combates llevados a cabo durante la Segunda Guerra Púnica contra los cartagineses les proporcionaron un enorme botín en metales preciosos y en moneda de plata acuñada por los bárquidas. Si las primeras operaciones para controlar Cartago Nova tenían como motivo principal privar a Aníbal de los recursos de sus ricas minas de plata, ya desde la batalla de Ilipa, en el 207, Roma ya tenía claro que debía permanecer en Hispania. Desde este momento y durante toda la época republicana, Roma convirtió la Península en una colonia de explotación. La riqueza en metales preciosos explica que a pesar de la gran sangría que sufrieron sus ejércitos no se plantease abandonar la Península, dado que los mismos financiaron a la formación de un sistema económico orientado no al consumo, sino a la obtención de pingües beneficios, procedentes de grandes contribuciones en metálico.

 La conquista de Hispania llevó a que grandes extensiones de terreno pasasen a formar parte del erario romano, y todos los que en ella participaron obtuvieron grandes riquezas, sobre todo los jefes del Ejército, miembros de la clase senatorial, con un poder prácticamente ilimitado. La administración de las provincias de Hispania se convirtió con ello en una fuente de riqueza para estas familias patricias. Ya desde el primer momento explotaron los conquistadores romanos las minas, como sucedió en la actual Cartagena o en Cástulo, las más famosas.

 Las primeras son bien conocidas por la descripción de Polibio, conservada por Estrabón y por los numerosos hallazgos arqueológicos. Los romanos se preocuparon casi exclusivamente de obtener plata y plomo, extrayendo la primera a costa de grandes pérdidas del segundo. Su descubridor, el íbero Aletes, fue divinizado por ello. La extensión de estas minas era de cuatrocientos estadios, unos setenta y cuatro kilómetros, y la moneda acuñada muestra que estuvieron en explotación a gran ritmo durante toda la conquista y hasta finales del siglo III.

 La explotación de las minas era una gran empresa capitalista, que requería grandes masas de esclavos proporcionados por las mismas guerras de la Península. Era necesario además  abundancia de madera en las proximidades para apuntalar las paredes de los filones, una industria accesoria de instrumentos de minero y de cuerdas, sacos de esparto, transportes bien organizados y la distribución de los productos. El centro receptor más importante de los metales preciosos fue, sin ninguna duda, la propia Roma.

 Las riquezas no provenían únicamente de las explotaciones mineras, sino también de los tributos y del botín arrebatado a los distintos pueblos que poblaban Hispania. Tito Livio recoge que en el botín que obtuvieron los Escipiones del ejército púnico entre los años 214 y 212 se encontraban despojos galos –celtas-, collares de oro y brazaletes en gran número. Asimismo, los autores romanos hablan de grandes cantidades en moneda y objetos de oro y plata, como fíbulas, anillos, hebillas, torques, viriae –brazaletes- celtibéricos y escudos cincelados de plata. Igualmente, los romanos obligaron a las poblaciones a entregar todos sus objetos labrados en ambos metales preciosos.

 La economía de guerra romana durante la Segunda Guerra Púnica

 La política romana de ocupación se basó en la obtención de la mayor cantidad posible de recursos sobre el terreno, lo que suponía no traer desde Italia más que aquello que fuese absolutamente necesario y no pudiera conseguirse de ninguna manera en Hispania, para sufragar los costes de la misma. Durante la contienda, el monto mayor de los gastos se correspondió al mantenimiento y pago del propio ejército.

 Esta política supuso la introducción de obvios cambios en la realidad económica del territorio ocupado, con la paralización de muchas actividades productivas, la alteración del valor de los productos y la modificación de los circuitos comerciales tradicionales. Destaca especialmente la generalización del uso de moneda en las transacciones comerciales, lo que tuvo su reflejo en los precios de todos los bienes y servicios.

 La principal fuente de ingresos fue, como hemos comentado, la obtención de botín y la coacción a los habitantes de la entrega de todas sus riquezas, si bien al irse asegurando los territorios la economía productiva, tanto la explotación de las minas como la agricultura, ganadería y comercio fueron cobrando importancia. Aun así, pasaría bastante tiempo antes de que los ingresos de estas últimas superasen los de la pura depredación.

 Tras el final de las hostilidades, Roma controlaba una parte considerable del territorio hispánico, alguna de sus áreas más fértiles y los principales distritos mineros conocidos. Más allá de las necesidades estratégicas, Roma emprendió posteriores guerras de conquista en previsión de la obtención con ellas de importantes beneficios. Ello supuso en los dos siguientes siglos un envío prácticamente constante de tropas y la introducción de medidas administrativas para convertir Hispania en una inversión rentable, y posteriormente segura, para el estado romano.

 Un estudio de un grupo de científicos en Alemania y Dinamarca han demostrado, con pruebas realizadas mediante la perforación de muestras minuciosas de moneda y el análisis de sus firmas isotópicas, utilizando espectrometría de masas, la sustitución de la plata egea, utilizada en las emisiones de las ciudades griegas de Italia y Sicilia hasta entonces por los romanos, por plata procedente de Hispania, con un contenido mucho más alto, desde el 209 a.C. La afluencia masiva de plata hispánica cambió significativamente la economía de Roma, permitiéndole convertirse en la superpotencia de su época.

 El impacto económico de la conquista romana

 La principal característica de la situación económica de la Península anterior a la conquista romana es su gran heterogeneidad y las diferencias existentes entre unas regiones y otras. Mientras que la costa mediterránea y el litoral sudoccidental, los afectados por este conflicto,  mantenían intercambios directos e intensos con los grandes centros económicos del mediterráneo central y oriental desde el siglo VI a.C, en el interior de la Península estos contactos fueron menos intensos y estuvieron mediatizados por otras poblaciones o por fenómenos extraeconómicos, como la guerra o el mercenariado.

 El mundo indígena vivía mucho más estrechamente relacionado con lo que sucedía en el resto del Mediterráneo de lo que las fuentes históricas disponibles nos permiten suponer. Los productos económicos fundamentales durante esta época fueron los metales —especialmente los metales preciosos, oro y plata—, el trigo y, en menor medida, el aceite y el vino. El interés de los romanos por la riqueza minera peninsular de plata, oro, cobre, estaño, plomo y minio está atestiguada ampliamente en las principales fuentes literarias.

 Con la conquista romana las minas, comprendidas como parte del suelo provincial, pasaron a ser propiedad del pueblo romano, que las explotaba directamente o bien las arrendaba a compañías de negotiatores o publicani.  Con ello, desde fecha muy temprana, y en relación principalmente con el abastecimiento del ejército, la compra de botín y la explotación de las minas, se asistió a la penetración y asentamiento de comerciantes itálicos en Hispania. En este sentido, Diodoro recogía que los itálicos se establecieron en gran número en Hispania para explotar las minas.

 Durante la Segunda Guerra Púnica, y en un periodo que se extiende hasta el 132 a.C, con la caída de Numancia, las guerras fueron constantes y, con ellas, una serie de fenómenos que repercutieron negativamente en la actividad económica, como entre otras las muertes, la despoblación, las ventas masivas de prisionero o el abandono de las actividades productivas. Durante este periodo, Roma fue implantando experimentalmente su modelo de gobierno provincial, con importantes consecuencias en los ámbitos de la fiscalidad y la tributación. En lo primero que debió notarse el impacto de la conquista romana fue en el aspecto tributario, siendo el fenómeno económico más importante el establecimiento del sistema fiscal romano.

 La partida fundamental de la recaudación hecha por Roma en Hispania estaba constituida por el stipendium, los recursos que el Senado destinaba a cada magistrado provincial para el ejercicio de su cargo, compuesto por moneda, víveres y vestido. Si durante la Segunda Guerra Púnica los Escipiones lo recaudaron de manera provisional con los botines de guerra, rápidamente se extendió su cobro directo de una manera coactiva más o menos violenta, lo que se ha puesto en relación por algunos autores con la rápida extensión de la amonedación indígena por Cataluña y el valle del Ebro.

 Bibliografía:

 BLÁZQUEZ MARTÍNEZ, J.M., “Explotaciones mineras en Hispania durante la República y el Alto Imperio romano. Problemas económicos sociales y técnicos”, Anuario de Historia Económica y Social de España 2, 1969, pp. 9-68. 

HERNÁNDEZ PRIETO, E., “La “economía de guerra” romana durante la Segunda Guerra Púnica en Hispania, El Futuro del Pasado, nº 1, 2010, pp. 411-423.

ÑACO DEL HOYO, A., “Roma y el impacto de su ejército en la Hispania republicana: un enfoque «total»”, Faventia 32-33, 2010-2011, pp.  297-305

SALINAS DE FRÍAS, M., “El impacto económico de la conquista romana (218-19 a.C.)”, Stvd.hist.,Ha antig. 17,1999, pp. 125-152.

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