viernes, 23 de diciembre de 2022

El proyecto de implantación del Ingenio de la Tijera en las cecas de los Reinos de las Indias

Publicado en Revista Numismática Hécate, nº 9, 2022


http://revista-hecate.org/numeros/hecate-n-9.html

Resumen

 Tras realizarse una prueba en 1589  y varias emisiones en las cecas de Segovia y Toledo y en un taller improvisado en Madrid con una nueva forma de acuñar moneda, conocida como Ingenio de la Tijera, en 1598 se dispuso que esta nueva forma de producirla fuese utilizada en las Casas de Moneda de los Reinos de las Indias, mediante un asiento firmado con el clérigo Baltasar Vellorino. En el presente artículo se analiza la copiosa documentación y el expediente obrante en el Archivo General de Indias sobre su prevista implantación que, a la vista de las monedas acuñadas durante el siglo XVII, no fue finalmente llevada a cabo. Se apunta asimismo la posibilidad expresada por algunos autores de que este Ingenio esté en el origen de algunas emisiones de excepcional belleza, conocidas como Royals en el mundo anglosajón y Redondos y Galanos en el hispánico.

 Palabras clave: Casas de Moneda, Ingenio de la Tijera, Miguel de la Cerda, Baltasar Vellorino, acuñación de moneda, Galanos, macuquina.

 Abstract

 After carrying out an examination in 1589 and several coinages in Segovia and Toledo mints and in an improvised workshop in Madrid of a new way of coining, known as Ingenio de la Tijera, in 1598 the Crown decided that this new way of minting would be used in the Mints of the Kingdoms of the Indies, through a contract signed with the clergyman Baltasar Vellorino. This article analyses the copious documentation and a file in the General Archive of the Indies on its planned implementation, which, in view of the coins minted during the 17th century, was not finally carried out. It is also pointed out the possibility expressed by some authors that this Ingenio is in the origin of some issues of exceptional beauty, known as Royals in the Anglo-Saxon world and Redondos and Galanos.

 Keywords: Spanish Mints, Ingenio de la Tijera, Miguel de la Cerda, Baltasar Vellorino, coinage, Royals, cob.

domingo, 11 de diciembre de 2022

Las emisiones de vellón de la ceca de Trujillo

 Publicado en Asociación Filatélica y Numismática Pacense, Hoja Informativa nº82, 2022

https://es.calameo.com/read/007154910961ca140c665

Durante la conocida en Portugal como Guerra de Restauración, largo conflicto que comenzó con el levantamiento del 1 de diciembre de 1640 y acabó con el reconocimiento de la independencia del país luso por el Tratado de Lisboa de 1668, se asistió a la emisión de moneda de cobre en la ciudad de Trujillo y en otras cecas castellanas. Estas emisiones a gran escala de vellón de molino, con liga de plata, comenzaron en 1660, y tuvieron una corta existencia, dado que por su fácil falsificación se dejaron de producir en 1664. 

El comienzo del conflicto se produjo durante el convulso periodo en el que tanto Portugal como Cataluña, Aragón, Andalucía y Nápoles se negaron a colaborar en la conocida como Unión de Armas, produciéndose movimientos secesionistas. Asimismo, coincide con la Guerra de los Treinta Años que asoló Europa, así como con la de los Ochenta Años en Flandes. Mientras que el levantamiento de Cataluña fue visto como una amenaza directa y a este conflicto se dedicaron grandes cantidades de moneda plata, en el caso de Portugal se consideró un conflicto doméstico. 

Este dilatado enfrentamiento, en el que muchos portugueses se mantuvieron fieles a los monarcas Habsburgo, consistió en una serie de escaramuzas fronterizas e incursiones pequeñas a ambos lados de la Raya. El esfuerzo bélico, financiero y tributario en el lado castellano recayó sobre las áreas fronterizas, que abarcaban desde Galicia hasta Ayamonte,  y muy especialmente sobre Extremadura y sus milicias locales. Las asignaciones a las tropas eran satisfechas, salvo en un ínfimo porcentaje de un dos a un tres por ciento en plata, en moneda de vellón. 

En estas circunstancias se creó la Casa de Moneda de Trujillo, la única de nueva planta creada durante la dinastía de los Austrias, para el resello de moneda. La misma comenzó a operar el día 2 de abril de 1641, dedicada al resello de moneda de ocho maravedíes acuñada a martillo, cesando sus actividades el 6 de marzo del mismo año. Posteriormente volvió nuevamente a estar operativa con motivo de los resellos realizados en 1651, 1654 y 1658. La misma emitió moneda de molino en 1660, y sus últimas labores se llevaron a cabo en 1680, siendo clausurada un año después.   

Durante el periodo que estuvo operativa se produjeron importantes alteraciones monetarias en el circulante de vellón castellano. El 11 de noviembre de 1651 se incrementó el facial de la calderilla a su valor de 1642, lo que produjo, además de protestas, numerosos fraudes y resellos ilegales. Con las monedas que se quebrasen con el resello se acuñaron piezas de vellón grueso de dos maravedíes, con motivos de un castillo en una de las caras y un león en la otra y una talla de 280 maravedíes por marco, con un peso de 1,64 gramos. 

Igualmente, por Real Pragmática de 29 de octubre de 1660, se ordenó la labra de una nueva especie monetaria de cobre ligado con plata, sustituyendo la acuñación a martillo por la realizada por molinos hidráulicos en Segovia, Cuenca y Granada, y molinos de sangre movidos por mulas en los demás. Estas últimas fueron las de Burgos, Sevilla, Valladolid y Trujillo. Se abrieron asimismo nuevas cecas para esta labra en la Puerta de Alcalá de Madrid y en  Córdoba. 

Esta moneda contendría un 7% de plata, y una talla de 816 maravedíes por marco, con una liga de 20 granos de plata. El beneficio por marco de la misma era de 17 reales y 31 maravedíes, de los que se tendrían que descontar el braceaje, mermas y regalía. Se acuñó moneda de dos, cuatro, ocho y dieciséis maravedíes de facial, con visto del rey a derecha en su anverso y la leyenda PHILIPPVS IIII D.G. En su reverso se incluye el escudo de la Monarquía, incluyendo el escusón de Portugal, la leyenda HISPANIARUM REX, el año 1661, la marca de ceca y la del facial de la moneda. Las emisiones posteriores, de valor artístico muy vario, se sucedieron hasta que el 14 de octubre de 1664 se paralizó la emisión de moneda de molino, reduciendo su valor nominal a la mitad, y se prohibió la circulación de la calderilla y de la moneda de cobre puro. 

Para saber más: 

ALMENARA, E., “Las monedas olvidadas. La acuñación del numerario de cobre durante el resello de Felipe IV”, NVMISMA, nº 251, enero-diciembre 2007, pp. 295-317.

ALMENARA, E., “Una ceca para Extremadura. Trujillo (1641-1681)” NVMISMA, nº 253, enero-diciembre 2009, pp. 101-115.

GARCIA CAVALLERO, J., Breve cotejo, y valance de las pesas y medidas de varias Naciones, Madrid, 1731.

MATEU Y LLOPIS, F., "Las acuñaciones iconográficas de vellón de Felipe IV (1661-1664)”, NVMISMA, nº 14, enero-marzo 1955, pp. 99-106.

MURRAY, G., La mecanización de las cecas españolas: desde Segovia (1585) hasta Potosí (1767), Conferencia dictada en el I Congreso Centroamericano de Numismática, San José, Costa Rica, Museos del Banco Central, 18-21  de septiembre de 2002, disponible en www.SegoviaMint.org

OROL PERNAS, A., "La Real Casa de Moneda de Trujillo", NVMISMA, nº 231, enero-diciembre 1992, pp. 205-223.

PÉREZ SINDREU, F. de P., " El vellón durante los Austrias y la Casa de Moneda de Sevilla", NVMISMA, nº 248 - Enero-Diciembre 2004, pp. 49-63.

SANTIAGO FERNÁNDEZ, J. de, Política monetaria en Castilla durante el siglo XVII, Valladolid, 2000.

SANTIAGO FERNÁNDEZ, J. de, “Monedas de vellón circulantes en Castilla durante el Reinado de Carlos II (1665-1700)”, Revue Numismatique, nº 165, 2009, pp. 339-356.

SANTIAGO FERNÁNDEZ, J. de, “El desmantelamiento de los ingenios de Molino en las cecas castellanas en los primeros años del reinado de Carlos II”, Cuadernos de Investigación Histórica, nº 27, 2010, pp. 209-236

VILAR, P., Crecimiento y Desarrollo, Barcelona, 2001.

sábado, 10 de diciembre de 2022

La moneda de fraile. El cobre de Santo Domingo como moneda circulante en las Islas del Caribe

 Publicado en Numiexpo, 2022

https://www.academia.edu/92543120/La_moneda_de_fraile_El_cobre_de_Santo_Domingo_como_moneda_circulante_en_las_Islas_del_Caribe

Presentación realizada durante la Reunión Mensual de Socios de la Sociedad Numismática de Puerto Rico en fecha 13 de enero de 2022

En la trascendental obra Diccionario de Moneda Hispanoamericana del ilustre numismático argentino Humberto Francisco Burzio se recoge que en Puerto Rico se utilizó para las transacciones menudas la moneda de vellón batida en la ceca de Santo Domingo en el siglo XVI, y que la misma era conocida como moneda de fraile o moneda de los pobres. Como se va a analizar en base a diversa documentación y hallazgos arqueológicos, esta moneda seguía en circulación hasta bien entrado el siglo XVIII, en todas las grandes Antillas –La Española, Cuba, Puerto Rico y Jamaica- e incluso en las Islas Canarias. 

Esta situación no es obviamente un caso aislado en la historia de la circulación monetaria. Una vez que una moneda fue acuñada por la autoridad emisora, su presencia en el circulante de distintos territorios ha sido generalmente mucho más dilatada que la inicialmente programada, e incluso su presencia sobrevivió muchos años a los intentos de las autoridades para su amortización y retirada de la circulación. Como estudia Bernard Traimond para el caso de la España peninsular a comienzos del siglo XIX, en las provincias solamente se encontraba en circulación la moneda de cobre, una situación que con ligeros matices se podría extender a todo el continente europeo y, como en el caso que estudiamos, en el área caribeña. 

Durante toda la Edad Moderna e incluso durante el siglo XIX, la moneda en circulación fue muy heterogénea, coexistiendo las emisiones más antiguas con las más modernas, recibiendo cada especie o tipo de ellas una valoración diferente en función de su peso y contenido en metal independientemente de su valor facial. Mientras que las emisiones de moneda fuerte, acuñadas en oro y plata de gran formato o doble, no eran más que monedas accesorias para la mayor parte de la población, debido tanto a su escasez como  al necesario trato diario de bienes y servicios, por lo que el circulante  utilizado por el común de la población estaba compuesto por plata de menos facial, de medios reales a pesetas o reales de a dos, y de moneda de vellón o cobre.    

Hay igualmente dos causas suplementarias que contribuyeron a esta situación, como fueron que las piezas batidas en metales nobles fueron utilizadas por la población como instrumento de ahorro y no para los pagos diarios, dado que no permitían los pagos diarios en una sociedad donde los pagos menudos, el trueque o incluso los medios alternativos de pago, como las fichas o riles, eran más importantes que los intercambios monetarios propiamente dichos. En cuanto a la diversidad de monedas en circulación y a su larga vigencia, fueron sus propios usuarios los que desempeñaron un papel esencial en su difusión, conservación y estimación, escapando con ello a las funciones monetarias que podemos encontrar en los manuales de historia económica. 

La población apreciaba las monedas a las que estaban acostumbradas, por lo que las mismas seguían circulando incluso cuando estaban muy gastadas y habían desaparecido prácticamente los motivos grabados en sus cuños, dado que su antigüedad hacía parte de su valor, validando sus cualidades intrínsecas y garantizando su autenticidad, peso y precio. La moneda menuda recibió asimismo distinta estimación en unos territorios que en otros, por lo que se convirtieron en instrumentos de especulación, con su transporte a aquellos lugares donde se sabía que eran más apreciadas.  

Las primeras monedas acuñadas para el Nuevo Mundo y las Leyes Monetarias de los Reinos de las Indias 

La Isla Española, actual Santo Domingo, fue el destino de la primera acuñación realizada específicamente para circular en el Nuevo Mundo, por un valor de cuatro maravedíes, que se llevó a cabo en la ceca de Sevilla en 1504. Junto a la misma,  Fernando el Católico hizo fabricar moneda de oro y plata para La Española, interviniendo en estas operaciones la Casa de Contratación. La orden para esta emisión, firmada en Toro el 15 de abril de 1505, establecía que se acuñasen un millón de piezas, medio de plata y medio de vellón. 

La primera remesa de esta moneda llegó a Santo Domingo en 1506. Con ello, y a cambio de entregar el oro obtenido de los rescates y explotaciones, los nuevos habitantes de La Española recibieron numerario menudo para sus transacciones. Estas monedas se siguieron acuñando hasta 1535, normalmente en la ceca de Sevilla, aunque esporádicamente también se batiese moneda para este fin en Burgos. Los envíos que escalonadamente se realizaron desde 1506 hasta 1531 fueron insuficientes para mantener una economía de base monetaria en los Reinos de las Indias, pero mantuvieron entre sus nuevos pobladores la memoria de la moneda castellana. 

Esta práctica se desveló desde muy pronto insuficiente para nutrir de numerario a áreas cada vez más extensas, debido a los rápidos progresos de los descubrimientos  que se produjeron tras el comienzo de la penetración en los territorios continentales. Por ello la alternativa que acabó adoptándose fue la labra de moneda en las propias Indias, pese a los recelos de la Corona, que temían que en las cecas ultramarinas se reprodujesen los problemas que habían aquejado a la moneda castellana en la Baja Edad Media. 

Por ello, en fecha 11 de mayo de 1535 se ordenó la apertura de Casas de Moneda en México, Santa Fe del Nuevo Reino de Granada y Potosí, así como que en Santo Domingo se labrase moneda de vellón cuando se diese para ello licencia especial. Todas ellas debían guardar las leyes de las Casas de Moneda de los Reinos de Castilla que trataban de la labor del oro y la plata, en lo que no estuviese dispuesto en las leyes del Titulo 23 de la Recopilación de las Leyes de los Reinos de las Indias. Por tanto, como en todo lo demás, el derecho castellano era supletorio del producido en los Reinos de las Indias. 

Poco después, el 18 de noviembre de 1537, se ordenó que en las Indias se pudieran labrar reales de a ocho, de a cuatro, de a dos, sencillos y medios, como en los Reinos de Castilla. Desde el 10 de mayo de 1544, se ordenó asimismo que toda la moneda de plata debía ser de la misma ley, valor, peso, cuños, punzones y armas que los de los Reinos de Castilla, salvo en Potosí y el Nuevo Reino, donde debía guardarse lo ordenado en cuanto al cuño de Columnas. 

Igualmente, se reprodujeron las previsiones para los dueños de los metales, en el sentido de que, por Ley de 19 de marzo de 1550, se ordenó que la moneda de oro y plata labrada debieran ser entregadas a sus dueños por el mismo marco y peso recibido. En 1565 se mandó que en las Indias se labrase moneda de plata, y no de oro o vellón, si no estuviese permitido o no se permitiese. Por supuesto, una cosa es que no se pudiese acuñar y otra muy distinta que no pudiese circular la moneda de oro y plata. 

La labra de moneda de vellón en Santo Domingo 

El 3 de noviembre de 1536 se abrió en Santo Domingo, en la isla Española, la segunda Casa de Moneda en territorio indiano, que tuvo una vida efímera y escasa producción monetaria. En la misma encontramos acuñaciones de cobre del patrón maravedí. Hay dos variantes de monedas de cuatro maravedíes acuñadas desde 1542 a 1566 a nombre de Carlos y Juana, con el motivo de las columnas de Hércules coronadas, y una emisión que, siguiendo el modelo de la Real Cédula de 1544, presenta un castillo en el anverso y un león en el reverso, y la leyenda KAROLVS QVINTVS INDIARVM REX. 

Otra acuñación sin fechar a nombre de ambos soberanos presenta en su reverso el escudo de la Monarquía, incluyendo en sus cuarteles los escudos de los demás reinos no castellanos, siendo una excepción a lo observado en las monedas americanas de la época. También hay una emisión sin fechar de una moneda de once maravedíes. La moneda de vellón se siguió batiendo en Santo Domingo durante el reinado de Felipe II, pero se hubieron de cambiar los cuños en 1558, sustituyéndolos por los tipos castellanos, debido a que las piezas con motivos propios eran sacadas para la Península. 

Fue la necesidad la que hizo que se batiese circulante de vellón en la isla Española. Si bien, y a causa de su mala calidad, se prohibió su labor, posteriormente, en época de Felipe II, se permitió la labra en la ciudad de Santo Domingo de piezas de dos maravedíes. Su paridad con otras monedas circulantes quedó fijada en 450 maravedíes o 225 cuartos el peso de plata ensayada, y 400 maravedíes el escudo de oro. Se fijó asimismo la obligatoriedad de su aceptación en contratos y cobros. 

Hallazgos monetarios y tesorillos encontrados en el área caribeña 

Este tema ha sido estudiado por Antonio Roma, que detalla varios tesorillos de moneda encontrados en el área caribeña: 

. En la República Dominicana, en las orillas del río Ozama, aparecieron en la década de 1990 unos 250 cuartos. Entre ellos, había más de 250 ejemplares de Santo Domingo a nombre de Juana y Carlos sin contramarca, tres con contramarca en forma de llave, otros tres ejemplares de 4 maravedíes de Sevilla u cuatro de dos maravedíes de Burgos acuñados en tiempos de los Reyes Católicos para su circulación en la isla.

. Cita un tesorillo encontrado en Puerto Rico, con algo más de cien ejemplares, de los que nueve estarían acuñados en Santo Domingo y con contramarca de llave. 

. Otro tesorillo encontrado en Río Cobre, Jamaica, en 1976, de varios cientos de cuartos acuñados en Santo Domingo. Muchos de ellos llevaban una o varias contramarcas: una S sencilla, un ancla o una llave. 

Estos resellos y otros más conocidos han sido relacionados por algunos autores a varios documentos conservados, como los emitidos en Santo Domingo el 25 de junio de 1577 sobre los cuartos, para recibir el valor de dos maravedíes de Castilla, posiblemente la llave, y otros dos realizados en Jamaica en los años 1581 y 1611, sobre unos 100.000 ejemplares. 

La moneda de cobre habría circulado en la parte oriental de Cuba, en Santiago, Bayamo, Baracoa y Puerto Príncipe. La misma habría recibido un resello consistente en una roseta. En cuanto a la que circuló en las Canarias, en las islas de Lanzarote y Gran Canaria, se encuentra un resello en forma de palma. Se conocen asimismo otros dos resellos, uno en forma de II y una pequeña estrella de 6 puntas. 

Como afirma Antonio Roma, el único apoyo a estos resellos sería la supuesta necesidad de retener la moneda de cobre en esas islas, toda vez que ni la moneda peninsular ni las de Santo Domingo o Méjico necesitaban habilitación ninguna para circular en todos los territorios de la Corona. 

La circulación de esta moneda como moneda provincial 

La circulación de esta moneda en esta isla fue estudiada por Fray Cipriano de Utrera, un sacerdote capuchino español que recopiló importantes datos y transcribió numerosos documentos en su estancia en la República Dominicana, Venezuela y Cuba, y cuyo trabajo salió por primera vez a la luz en 1951. Dicha trascripción, realizada a mano por él mismo, fue volcada a ortografía moderna, lo que facilita su lectura para el público en general. 

Sobre la base de la norma de Felipe II citada anteriormente, que fue incluida en la Recopilación de las Leyes de las Indias, en el año 1684 la Ciudad de Santo Domingo abrió un expediente para su aplicación, por acuerdo unánime de su Cabildo. Las primeras deliberaciones, de fecha 17 de abril, se dirigieron a poner de manifiesto la necesidad de reducir la moneda corriente de vellón, que entonces circulaba a 34 maravedíes y ¼ el peso de plata, al valor señalado por el Rey, toda vez que este cambio era el motivo de la saca de moneda de la isla. 

Se afirma que ello suponía que la moneda corriente era atraída a otros lugares donde tenía curso ordinario, con lo que se obtenía un beneficio superior al 50% o incluso más. En este sentido, entendían que gran parte de ella era fundida por los caldereros y fundidores, dado que cada tres libras de cobre, que equivalían a un peso de 8 reales, les salían a tres reales. Ello hacía que, de los ochenta mil pesos en moneda de vellón que estimaban habían entrado en la isla o se habían producido en ella, solamente quedasen en circulación nueve mil. 

La moneda que circulaba en la Española seguía siendo, según el alcalde ordinario don Tomás de las Bastidas y Ávila, la misma que se había acuñado en 1595, y que no constaba que hubiese habido ninguna alteración en su valor ni resello sobre la misma, en contra del parecer del fiscal de la Audiencia, que entendía que era formalmente distinta y que por ello debía acudirse al Consejo de Indias, órgano competente para la reducción de su valor. Para comprobar estos extremos se pidió al Escribano del Cabildo que sacase traslado de la Real Cédula de 15 de julio de 1595, que fue encontrada en el expediente. 

Los situados, que llegaban irregularmente, llevaron moneda novohispana y barras de plata, así como alguna moneda perulera sencilla a la isla. Los mismos sólo daban para el pago de los funcionarios y los gastos de administración, y la masa del mismo se ponía en circulación entre los vecinos que tenían deudas con la Real Hacienda. Esta moneda circulaba temporalmente hasta que era nuevamente recogida por los comerciantes y la Real Hacienda, haciéndose escasa, y arrastrando el valor y la propia moneda de cobre de la isla hacia el exterior, especialmente a Puerto Rico, donde tenía mayor estimación. 

En un Memorial redactado por el licenciado don Gregorio Semillán Campuzano, Relator propietario y Fiscal interino, fechado en Santo Domingo el 16 de agosto de 1687, y relativo a los problemas derivados de la moneda de vellón, se expresaba que la isla carecía de numerario de vellón, que había sido extraída y consumida, y que la Corona debía a los vecinos y militares de la misma más de un millón en concepto de situados, y de otros gastos de la Real Hacienda, por lo que pedía que se remitiesen lo que valiesen cuatro situaciones atrasadas para ir adelantando pagos. Asimismo, se solicitaba que la moneda remitida quedase en La Española provincial y estancada, recogiendo la antigua y remitiéndola a la isla de Puerto Rico, en concepto de ayuda de situación, para que allí circulase a su verdadero valor. 

Según una Consulta realiza al Consejo de Indias en 1692, en relación a la labra de una nueva moneda de vellón, la moneda recogida en Santo Domingo, en caso de que se le concediese la nueva labor y cuño, debía remitirse a Puerto Rico en concepto de situado, para que allí permaneciese, al ser una y con el mismo resello, o que si fuese consumida, se labrase en Santo Domingo la cantidad de 50.000 pesos más de la misma moneda, pagando de su situado lo que hubiese de remitir en moneda antigua. Esto, a su entender, favorecería el comercio entre ambas islas, al contar con el mismo circulante.

En una Real Cédula de 1700 se afirmaba que, además de en La Española y en Puerto Rico, dicha moneda fue sacada en grandes cantidades hacia las Canarias, donde se cambiaba a diez piezas un real de plata, con un beneficio de un 400%, y aunque se mandó recoger, seguía circulando en algunas partes de las Islas Afortunadas. Toda vez que esa moneda de vellón, semejante a la calderilla, fue acuñada con metal fino y mezcla de oro, se ordenaba que se remitiesen al Consejo de Indias piezas ensayadas y otras por ensayar. 

La trascendental reforma operada por la Real Cédula de 18 de marzo de 1771, por la que se ordenó la recogida de toda la moneda anterior y su sustitución por otra de nuevo cuño, tuvo lógicamente su reflejo en la modificación del valor de la moneda circulante en la Isla Española. Unos años antes, en 1768, ya se había producido un intento de modificación de la paridad del circulante de cobre con respecto al real, fijándolo en 34 maravedíes el real de plata, si bien esta norma parece que realmente venía referida a la moneda de Puerto Rico. 

En sendas Reales Cédulas remitidas al Inspector General de Cuentas del distrito de Barlovento, con sede en la Habana, don José Antonio Gelabert, y al Contador del Consejo y Gobernador de Santo Domingo, se solicitó que se remitiese al Consejo de Indias información sobre la variación de la moneda de vellón en la isla. Sobre la base de los datos obtenidos, el Contador General del Consejo de Indias emitió un Informe dos años después, reconociendo un error de procedimiento, dado que a su entender en este asunto debería de haberse convocado por el Gobernador de Santo Domingo una Junta en la que estuviesen presentes el oidor decano, el fiscal de la audiencia y los oficiales reales, para informar al soberano sobre dicho aumento del valor del vellón. 

En dicho informe encontramos una valiosísima fuente para analizar la situación de la moneda provincial de vellón en la isla en estas fechas. Nos indica que el monto total estimado del circulante de dicha especie estimado para la ciudad de Santo Domingo era de unos 24.000 pesos, y que la misma no era estimada en el resto del territorio. Para este contador, la retirada de esta moneda supondría, de darse un valor de 136 cuartos al peso fuerte, o 17 cuartos y dos maravedíes el real de plata, en vez del corriente de 408 cuartos, un beneficio para la Real Hacienda de 48.000 pesos. A su entender, la contaduría estaría de acuerdo en aumentar el valor del circulante de vellón en Santo Domingo y en la adyacente isla de Puerto Rico, dado que de ello no se derivaría un grave perjuicio para la población. 

También analiza en este informe el problema derivado de la diferente estimación que tenía la moneda de vellón en ambas islas, siendo de la misma especie, derivados de la aplicación de la reforma de 1768 anteriormente vista. Ello hacía que la estimación superior de la moneda en Santo Domingo, 51 cuartos el real, que en Puerto Rico, donde se habían reducido los cuartos a maravedíes y venía fijado en 34, supusiese un beneficio en la saca de una isla a otra de un 51%. Ello le lleva a proponer una homogeneización de la moneda provincial de ambas islas, fijando el cambio del real de plata para ambas en 17 cuartos de dos maravedíes, los 34 maravedíes que la Real Cédula de 6 de mayo de 1768 había fijado. Según Utrera, este asunto no tuvo resolución. 

Bibliografía utilizada: 

BELTRÁN VILLAGRASA, P., "El vellón castellano desde 1474 a 1566", NVMISMA, nº 7, abril-junio 1953, pp. 9-29.

BURZIO, H.F., Diccionario de la moneda hispanoamericana, Santiago de Chile, 1958, vol. 2.

CESPEDES DEL CASTILLO, G., "Las cecas indianas en 1536-1825" en Las Casas de Moneda en los Reinos de Indias, Vol. I., Madrid, 1996.

CIPOLLA, C.M., La Odisea de la plata española. Conquistadores, piratas y mercaderes, Barcelona, 1996.

CRESPO ARMÁIZ, J., Fortalezas y Situados. La geopolítica española y sus efectos sobre el desarrollo económico y monetario de Puerto Rico (1582-1809), Puerto Rico, 2005.

GIL FARRÉS, O., Historia de la moneda española, Madrid, 1976.

LORENZO ARROCHA, J.M., “Hallazgos monetarios en la Isla de la Palma”, Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, Núm. 0, 2004, pp. 447-452.

MOYA PONS, F., “La Casa de Moneda de Santo Domingo”, en  Las Casas de Moneda en los Reinos de Indias, Vol. II, Cecas de fundación temprana, Madrid, 1997.

Recopilación de las Leyes de los Reinos de las Indias. Libro IV. Título XXIV. Ley VIII.

ROMA VALDÉS, A., “El resello en forma de llave a la luz de un tesorillo de moneda provincial procedente de Santo Domingo”, Gaceta Numismática 160, marzo 2006, pp. 19-28.

TRAIMOND, B., "Monedas americanas y moneda plural en la España del siglo XIX (1825-1836), Anuario Americanista Europeo nº 4-5, 2006-2007, pp. 105-117.

UTRERA, C., La Moneda Provincial de la Isla Española, Edición facsímil del original de 1951, Santo Domingo, 2000.

Murray, Draper, Fairman & Co., grabadores de los billetes de Puerto Rico de 1815

 Publicado en Numiexpo, 2022

https://www.academia.edu/92542634/Murray_Draper_Fairman_and_Co_grabadores_de_los_billetes_de_Puerto_Rico_de_1815

Eminentes autores e investigadores numismáticos boricuas se han acercado al estudio de esta sin duda bella y poco longeva emisión de billetes llevada a cabo en el año 1815 por el felizmente recordado Intendente de la Isla, don Alejandro Ramírez. Entre los mismos, a cuyos trabajos me remito para que cualquier interesado pueda profundizar en el estudio de la numismática puertorriqueña en esta época, encontramos a don Humberto Costa[1], a don Jorge Crespo[2] y a don Luis Antonio Rodríguez[3]. Por supuesto, no podemos dejar de mencionar el excelente trabajo monográfico sobre el tema de don Ángel Navarro[4], que incluye como apéndices documentales la transcripción de los documentos sobre el tema y dos tiras de los propios billetes obrantes en ese templo de cualquier historiador que quiera acercarse al estudio de la historia de la América española que es el Archivo General de Indias. 

Por tanto, y para cumplir con la palabra dada a doña Dámaris Mercado (primera mujer presidente de la Sociedad Numismática de Puerto Rico), la aportación que puedo hacer al estudio de esta emisión, como consta en la propia documentación “un arbitrio provisional, y por ensayo”[5], es la relativa a la firma que los fabricó, la norteamericana Murray, Draper, Fairman & Co., radicada como la primera Casa de Moneda de los Estados Unidos en la ciudad de Filadelfia y predecesora de la prestigiosa firma American Bank Note, Co.[6]. 

Una breve historia de la compañía en los Papeles de Thomas Jefferson 

En una carta fechada en Filadelfia el 25 de febrero de 1813, Joseph Delaplaine y Murray, Draper, Fairman & Co. expresaban su satisfacción por haber recibido las suscripción de Jefferson a su Biblia Macklin[7]. En la edición de la Universidad de Princeton de 2004 se incluye una breve historia de dicha compañía. Esta firma de grabado se fundó en Filadelfia según este estudio hacia 1810 por George Murray, John Draper y Gideon Fairmain. Draper, natural de esta ciudad, había aprendido el oficio en Scot & Allardice, y había abierto su propia tienda con William Carr hacia 1801. Hacia 1809 se había asociado con los otros dos miembros, en un negocio que expandieron al grabado e impresión de los billetes de banco en 1811. 

Una noticia en un periódico de Filadelfia de 5 de junio de 1813 

Al autor de este artículo se le permitió examinar el establecimiento de Murray, Draper, Fairman & Co. para realizar grabados y preparar las planchas para los billetes de banco[8]. Tras afirmar que quería compartir con los lectores la inmensa satisfacción que sintió contemplando los grandes avances que suponían un establecimiento tan honorable para el país, relataba que dado que las instituciones bancarias eran muy numerosas, era sin duda un asunto de la mayor importancia idear algunos métodos para evitar la falsificación. 

La experiencia había probado, según sus palabras, que todas las medidas tomadas en este sentido, incluyendo el papel, las firmas, las marcas de agua, etc., no habían sido suficientes para el común de los que observadores. Para el autor, la única manera de prevenir el crimen y evitar las falsificaciones estribaba en utilizar a talentos de primer nivel para la ejecución de los billetes, especialmente en los departamentos de grabado, habiendo una diferencia muy llamativa entre los mayores esfuerzos en su arte y los intentos comunes de los falsificadores, que el ojo menos inexperto no podía dejar de percibir.   

Para ello, la firma había procedido a dividir las operaciones entre estos eminentes artistas, por lo que cada uno de ellos trabajaba en una parte de la plancha, en el campo en el que cada uno destacaba, con lo que se consumaba un acabado exquisito y uniforme, más allá de la capacidad de un solo artista de realizarlo y muy lejos de la posibilidad de un falsificador de imitarlo. A la habilidad del grabador se sumaba la inclusión por esta compañía en el proceso de la oportuna maquinaria, bajo la dirección del muy ingenioso señor (Jacob) Perkins de Newburyport. Según sus palabras, en este departamento se requeriría el trabajo de muchos meses para producir cualquier imitación tolerable de estos troqueles, y era imprescindible maquinaria de gran potencia para imprimir los grabados en las placas. 

Por ello, el autor estimaba que los propietarios de esta compañía habían prestado a su país el importantísimo servicio de producir billetes de banco totalmente imposibles[9] de falsificar, sin necesidad de invertir importantes sumas de dinero, con el concurso de talentos de primer nivel con artistas y mecánicos. Este era un beneficio público del que ningún otro país, en su opinión, podía jactarse, y por ello era un honor que este primer establecimiento y consecuentemente la salvaguardia que suponía contra los angustiosos efectos de uno de los crímenes más execrables estuviese reservado a América, y una justa causa para la alegría de todos sus ciudadanos. 

En este sentido, destaca igualmente el testimonio del famoso cartógrafo escocés John Melish, que afirmaba, poniendo el ejemplo a esta compañía, que los trabajos de grabado que se llevaban a cabo en América eran iguales o incluso superiores a los que se llevaban a cabo contemporáneamente en Europa[10].  Este autor aseveraba que los billetes impresos por esta compañía eran muy admirados por la belleza y la elegancia de su trabajo, y que sobrepasaban a cualquiera que él había visto nunca en Europa. Dicha compañía llevaba según su testimonio dos años operativa, y había grabado billetes para 42 bancos, de los que ninguno de ellos había sido falsificado.   

El uso del torno geométrico en un artículo del Instituto Franklin 

En el segundo volumen del Journal of the Franklin Institute de 1826 se incluye una noticia relativa al grabado de los billetes de banco, con una plancha, perteneciente a esta compañía[11]. Comienza su estudio afirmando que el tipo de trabajo que mostraba había sido durante mucho tiempo utilizado con éxito para evitar las falsificaciones. La totalidad de los tipos, exceptuando las letras, estaban realizadas en el torno, por lo que el proceso era puramente mecánico. El utensilio utilizado era conocido como torno geométrico[12], que había sido inventado por don Asa Spencer de Connecticut, que se encontraba en ese momento en esta población, si bien había prevalecido la creencia errónea de que había sido producto del genio de don Jacob Perkins, un inteligente caballero de la misma ciudad que Spencer. 

Spencer habría sugerido a Perkins la aplicación del mismo a los billetes de banco, como una medida de seguridad contra las falsificaciones. Ambos viajaron a Filadelfia en 1816, el año en el que el grabado se aplicó por primera vez a los billetes de banco de los Estados Unidos por la compañía Murray, Draper, Fairman & Co. Fairman y Perkins viajaron a Londres en el año 1819, y su trabajo fue adoptado y seguía siendo el usado por los banqueros y bancos del Reino Unido. 

El torno geométrico difería mucho de cualquier máquina hasta entonces utilizada. La única que era aparentemente similar era la conocida como Rose engine, que trabajaba con placas de esfera metálicas, que era solamente capaz de copiar patrones que anteriormente se habían realizado sobre guías, mientras que el torno geométrico formaba sus propios patrones, siendo todos ellos originales, variados y en número ilimitado, como los producidos por un caleidoscopio. 

 Las figuras formadas por el torno geométrico en el grabado eran de línea continua, que volvía sobre sí misma. Según los estudios realizados, el inventor del torno era incapaz de reproducir un patrón particular, excepto si había guardado un registro exacto de los arreglos utilizados para su producción original. Y bajo cualquier nuevo arreglo, el patrón resultante era conocido como una mera prueba. En una inspección detallada de los ejemplares, se podía ver que en algunas de las figuras las líneas eran blancas y el fondo negro, lo que se lograba mediante la llamada transferencia, que guardaba ciertas similitudes con la impresión de un sello. 

Cuando se fabricaba una matriz de acero, en la misma estaban grabadas las líneas, como si hubiesen sido grabadas en cobre, y con la suficiente potencia para producir una impresión completa, así como la matriz del reverso. Esto desafiaba cualquier esfuerzo de la mano más capaz de producir una imitación exacta. Por todo ello, los autores estimaban que todo lo que se podía tener por cierto, en la prevención de las falsificaciones,  era producir unos trabajos que necesitaban una pericia consumada y aparatos costosos, por lo que una imitación tolerable debería ser igualmente difícil de realizar e improductiva. 

A modo de conclusión 

Como podemos concluir a la vista de los testimonios de la época, la firma elegida por el Intendente para llevar a cabo esta emisión de treinta mil billetes para Puerto Rico ofrecía las máximas garantías de que los mismos no podían ser falsificados, por lo que se evitaban los gravísimos problemas de las emisiones que se habían hecho localmente en la isla anteriormente. 

Y no podemos dejar de poner de manifiesto que los mismos, a pesar de su corta vida útil, como también hemos visto en las publicaciones norteamericanas contemporáneas, pueden considerarse como un precedente de las masivas y longevas emisiones posteriormente llevadas a cabo por el Banco de los Estados Unidos, solamente un año después, y del Banco de Inglaterra a partir de 1819.


[1] COSTA, H., Los Billetes de la Isla de Puerto Rico, Colección Humberto Costa, Mayagüez, 2007.

[2] CRESPO ARMAIZ, J.L., Fortalezas y Situados. Sociedad Numismática de Puerto Rico, First Book Publishing of Puerto Rico, 2005; Panorama Monetario y Numismático de Puerto Rico, Lulu Press, 2017.

[3] RODRÍGUEZ VÁZQUEZ, L.A., Catálogo del Papel Moneda de Puerto Rico, Lulu Press, 2011; Historia de las monedas, contramarcas y fichas que circularon en Puerto Rico de 1508 a 2013, Lulu Press, 2013. 

[4] NAVARRO ZAYAS, A.O., “Documentos relativos a la fabricación de los billetes de 3 y 5 pesos del Intendente Alejandro Ramírez (1815)”, NUMIEXPO, 2016.  

[5] Archivo General de Indias, SANTO DOMINGO, 2417, Fol. 1. 

[6] ALCÁNTARA ALEJO, C., Diccionario de Integración latinoamericana, Plaza Valdés, 2008, p. 146.

[7] JEFFERSON, T. & JEFFERSON LOONEY, J., The Papers of Thomas Jefferson: 1 May 1812 to 10 March 1813, Vol. 5, Princeton University Press, 2004, p. 654.

[8] BREWSTER, A., An appeal to banks in particular and the public in general, Sheldon & Goodwin, 1815.

[9] En cursiva en el texto.

[10] MELISH, J., Travels though the Unites States of America, in the years 1806 & 1807, and 1809, 1810 & 1811 …, John Melish, 1819, pp. 282-283.

[11] Journal of the Franklin Institute, Vol. 2, Pergamon Press, 1826, pp. 106-108. El mismo artículo se reproduce entre otras revistas contemporáneas en  Mechanic's Magazine, Museum, Register, Journal & Gazette, Knight & Lacery, 1827, pp. 508-509.

[12] Geometric Lathe.

Spintriae, as fichas eróticas da Roma Antiga

Publicado en Revista Numismática Brasileira, Vol.XXVI, nº2


https://www.academia.edu/92433982/Spintriae_as_fichas_er%C3%B3ticas_da_Roma_Antiga

Resumo: Como afirma Oswaldo Rodrigues, muitas formas diferentes vinculam dinheiro e sexo, sendo as fichas conhecidas como spintriae usadas na Roma Antiga um exemplo claro dessa relação. As tesseras, utilizadas na época republicana para fins militares e na época imperial para setores muito diversos, tinham, como assinala David Martínez, uma clara função de propaganda, ainda maior do que a da própria moeda. Desde o século XIX, existem teorias sobre o seu uso, desde fichas de jogo ou fichas de entrada para os banhos até os mais defendidos, sua emissão expressamente para uso em bordéis. Sua iconografia, muito realista, é muito variada, o que dificulta a sistematização, e incluem cenas comuns a outras representações que se encontram em inúmeros objetos contemporâneos como afrescos, frascos de unguentos, objetos do cotidiano como xícaras ou lanternas, ou mesmo em sarcófagos, dentro do extenso mundo do erotismo romano. 

Palavras-chave: Spintriae, arte erótica, tesseras, Império Romano, Arqueologia.

 

Abstract: As Oswaldo Rodrigues states, many different ways unite money and sex, being the tokens known as spintriae used in ancient Rome a clear example of this relationship. The tesserae, used in the republican era for military purposes and in the imperial for very diverse sectors, had as David Martinez collects a clear propaganda function, even greater than that of the currency itself. Since the nineteenth century there have been theories about its use, from game chips or entrance to the hot springs to the most defended its issuance expressly for use in brothels. Its iconography, very realistic, is very varied, which makes it difficult to systematize, and collects scenes common to other representations that are found in countless contemporary objects such as frescoes, jars of ointments, useful of everyday life such as cups or skylights or even in sarcophagi, within the vast world of Roman erotica. 

Keywords: Spintriae, erotic art, teasers, Roman Empire.

 

 

Independentemente do uso que se possa dar, com várias teorias que analisaremos mais adiante, é importante fazer uma introdução sobre a importância da sexualidade em Roma, como estudou Juan Francisco Bermúdez. Na sociedade romana, segundo este autor, era proibida qualquer prática sexual em que os instrumentos passivos do ato, fossem escravos, escravas ou mulheres livres, se tornassem elementos sexualmente ativos, tanto heterossexuais quanto homossexuais. 

Segundo esse autor, embora houvesse certo tipo de liberdade sexual, ela só poderia ser exercida por homens livres e, embora certas práticas sexuais fossem permitidas e outras proibidas, ambas eram praticadas regularmente por pessoas diferentes de qualquer categoria social, principalmente na prática da prostituição. As posições e práticas, tanto heterossexuais como homossexuais, exercidas pelas prostitutas e seus clientes romanos estão representadas em inúmeros tipos de suportes, como candelabros ou lamparinas, em diferentes tipos de louças, em afrescos, pinturas e mosaicos, em grafites e inscrições nas paredes, nas próprias spintriae e nos escritos de autores gregos e latinos. 

Existe uma grande variedade destas fichas e dos motivos eróticos que nelas estão representados, a grande maioria dos quais ostenta no verso um numeral circundado por uma orla pontilhada, laureadas ou ambas, variando de I a XVI, portanto equivalente à moeda de bronze romana, o asse, 16 delas fizeram um denário, a moeda de prata. Para David Martínez, os artistas que deviam fazer as spintriae devem ter sido os trabalhadores da Casa da Moeda de Roma, encarregados de fazer os cunhos das moedas, baseando esta afirmação nos paralelos iconográficos que mostram com outros tipos de emissões. 

Em relação à sua composição metalográfica, o metal mais utilizado é o oricalco, uma liga de cobre, zinco e chumbo com alguns traços de ouro, prata ou estanho, sendo o principal metal da liga o cobre. Este metal era de jurisdição praticamente imperial, devido à sua valiosa composição, como atesta o fato de ser a liga usada para a cunhagem dos famosos dupôndios durante o Alto Império. Juntamente com sua arte requintada, que denota o trabalho de gravadores profissionais, isso parece sustentar que eles foram oficialmente cunhados na própria Casa da Moeda de Roma. 

O primeiro autor que se referiu a essas fichas como spintriae em um tratado de Numismática foi o filólogo, diplomata e numismata Ezechiel Spanheim, baseado em uma citação de Tácito e Suetônio, e embora tenha feito referência aos jogos depravados do imperador Tibério, em sua opinião, essas tesseras foram usadas como ingressos de teatro. Para os autores numismáticos do século XIX, seu destino não poderia ser outro senão estar inequivocamente relacionado ao sexo, exceto no caso de Mowat, que defendia sua produção para o uso recreativo da plebe romana. 

Já no século 20, Rostovtzeff relacionou diretamente esses tokens ao seu uso exclusivo como meio de pagamento nos bordéis romanos, ainda hoje a interpretação favorita dos colecionadores europeus. A prostituição era um negócio poderoso na Roma imperial, registrando até 32.000 prostitutas oficiais em menos de meio século na cidade de Roma, sem contar aquelas que praticavam seu ofício sem registro oficial. 

Igualmente importante era a relação das tesseras com as milícias, as legiões romanas, razão pela qual também se argumentou que a sua utilização poderia estar relacionada com prémios ou pagamentos especiais a soldados, uma espécie de medalha que poderia ser utilizada para o efeito, guardada como lembrança ou mesmo pendurado, já que são preservadas cópias com furo. Isso foi parcialmente verificado, por dois spintriae com os numerais de duas Legiões que realmente participaram da conquista da Britânia. 

Uma explicação que pode ser plausível é a dada por Bateson, que defende como hipótese que os numerais que aparecem em uma de suas faces fariam deles algum tipo de jogo semelhante aos nossos atuais jogos de cartas. Outras interpretações relacionam-nas a ingressos  para espetáculos e locais públicos, como termas, a brindes ou mesmo à prática de algum tipo de jogo erótico. 

Acredita-se que foram cunhadas exclusivamente na Roma de Tibério, imperador famoso por seu apetite carnal exorbitante, e, portanto, tinham uma circulação muito limitada na época. Esta é uma das razões pelas quais é duvidoso que seu destino fosse ser usado como moeda de pagamento em bordéis. Outra circunstância que parece negá-lo é que, sendo meio de pagamento para este tipo de estabelecimento, as sínteses não foram encontradas nos prostíbulos dos sítios arqueológicos de Pompeia e Herculano, mas nas casas dos indivíduos e misturadas com outros objetos da vida cotidiana, e também em outros achados arqueológicos. 

Estas fichas, um magnífico espelho da sociedade romana que as emitiu, são muito procuradas no mercado numismático, onde se pagam preços exorbitantes. Como em qualquer moeda ou ficha que se sabe ser desejado, deve-se ter muito cuidado para evitar ser enganado com uma falsificação. E, igualmente, deve-se levar em conta que durante o Renascimento foram feitas cópias das coleções que foram encontradas. 

Referências bibliográficas: 

Bermúdez Calle, Juan Francisco, “Sexo, prostitución y las fichas eróticas de la Antigua Roma. Dentro del lupanar”, Epigrafía y Numismática, 30 de diciembre de 2013.

Martínez Chico, David, “Sexo y erotismo en las llamadas spintriae, las supuestas y problemáticas tesserae de lupanar de la Antigua Roma”, Athenaeum. Studi di Letteratura e Storia dell'Antichità 106/2, 2018, pp. 533-557

Martínez Chico, David, “Tesserae frumentariae, nummariae et ‘Spintriae’ Hispaniae. Hallazgos y nuevas perspectivas”, Revue numismatique, 6e série - Tome 176, 2019 pp. 107-138

Rodrigues Jr., Oswaldo M., “Sexo, amor e dinheiro”, Revista Brasileira de Sexualidade Humana, Setembro 2020, pp.. 485-500.