sábado, 10 de diciembre de 2022

Murray, Draper, Fairman & Co., grabadores de los billetes de Puerto Rico de 1815

 Publicado en Numiexpo, 2022

https://www.academia.edu/92542634/Murray_Draper_Fairman_and_Co_grabadores_de_los_billetes_de_Puerto_Rico_de_1815

Eminentes autores e investigadores numismáticos boricuas se han acercado al estudio de esta sin duda bella y poco longeva emisión de billetes llevada a cabo en el año 1815 por el felizmente recordado Intendente de la Isla, don Alejandro Ramírez. Entre los mismos, a cuyos trabajos me remito para que cualquier interesado pueda profundizar en el estudio de la numismática puertorriqueña en esta época, encontramos a don Humberto Costa[1], a don Jorge Crespo[2] y a don Luis Antonio Rodríguez[3]. Por supuesto, no podemos dejar de mencionar el excelente trabajo monográfico sobre el tema de don Ángel Navarro[4], que incluye como apéndices documentales la transcripción de los documentos sobre el tema y dos tiras de los propios billetes obrantes en ese templo de cualquier historiador que quiera acercarse al estudio de la historia de la América española que es el Archivo General de Indias. 

Por tanto, y para cumplir con la palabra dada a doña Dámaris Mercado (primera mujer presidente de la Sociedad Numismática de Puerto Rico), la aportación que puedo hacer al estudio de esta emisión, como consta en la propia documentación “un arbitrio provisional, y por ensayo”[5], es la relativa a la firma que los fabricó, la norteamericana Murray, Draper, Fairman & Co., radicada como la primera Casa de Moneda de los Estados Unidos en la ciudad de Filadelfia y predecesora de la prestigiosa firma American Bank Note, Co.[6]. 

Una breve historia de la compañía en los Papeles de Thomas Jefferson 

En una carta fechada en Filadelfia el 25 de febrero de 1813, Joseph Delaplaine y Murray, Draper, Fairman & Co. expresaban su satisfacción por haber recibido las suscripción de Jefferson a su Biblia Macklin[7]. En la edición de la Universidad de Princeton de 2004 se incluye una breve historia de dicha compañía. Esta firma de grabado se fundó en Filadelfia según este estudio hacia 1810 por George Murray, John Draper y Gideon Fairmain. Draper, natural de esta ciudad, había aprendido el oficio en Scot & Allardice, y había abierto su propia tienda con William Carr hacia 1801. Hacia 1809 se había asociado con los otros dos miembros, en un negocio que expandieron al grabado e impresión de los billetes de banco en 1811. 

Una noticia en un periódico de Filadelfia de 5 de junio de 1813 

Al autor de este artículo se le permitió examinar el establecimiento de Murray, Draper, Fairman & Co. para realizar grabados y preparar las planchas para los billetes de banco[8]. Tras afirmar que quería compartir con los lectores la inmensa satisfacción que sintió contemplando los grandes avances que suponían un establecimiento tan honorable para el país, relataba que dado que las instituciones bancarias eran muy numerosas, era sin duda un asunto de la mayor importancia idear algunos métodos para evitar la falsificación. 

La experiencia había probado, según sus palabras, que todas las medidas tomadas en este sentido, incluyendo el papel, las firmas, las marcas de agua, etc., no habían sido suficientes para el común de los que observadores. Para el autor, la única manera de prevenir el crimen y evitar las falsificaciones estribaba en utilizar a talentos de primer nivel para la ejecución de los billetes, especialmente en los departamentos de grabado, habiendo una diferencia muy llamativa entre los mayores esfuerzos en su arte y los intentos comunes de los falsificadores, que el ojo menos inexperto no podía dejar de percibir.   

Para ello, la firma había procedido a dividir las operaciones entre estos eminentes artistas, por lo que cada uno de ellos trabajaba en una parte de la plancha, en el campo en el que cada uno destacaba, con lo que se consumaba un acabado exquisito y uniforme, más allá de la capacidad de un solo artista de realizarlo y muy lejos de la posibilidad de un falsificador de imitarlo. A la habilidad del grabador se sumaba la inclusión por esta compañía en el proceso de la oportuna maquinaria, bajo la dirección del muy ingenioso señor (Jacob) Perkins de Newburyport. Según sus palabras, en este departamento se requeriría el trabajo de muchos meses para producir cualquier imitación tolerable de estos troqueles, y era imprescindible maquinaria de gran potencia para imprimir los grabados en las placas. 

Por ello, el autor estimaba que los propietarios de esta compañía habían prestado a su país el importantísimo servicio de producir billetes de banco totalmente imposibles[9] de falsificar, sin necesidad de invertir importantes sumas de dinero, con el concurso de talentos de primer nivel con artistas y mecánicos. Este era un beneficio público del que ningún otro país, en su opinión, podía jactarse, y por ello era un honor que este primer establecimiento y consecuentemente la salvaguardia que suponía contra los angustiosos efectos de uno de los crímenes más execrables estuviese reservado a América, y una justa causa para la alegría de todos sus ciudadanos. 

En este sentido, destaca igualmente el testimonio del famoso cartógrafo escocés John Melish, que afirmaba, poniendo el ejemplo a esta compañía, que los trabajos de grabado que se llevaban a cabo en América eran iguales o incluso superiores a los que se llevaban a cabo contemporáneamente en Europa[10].  Este autor aseveraba que los billetes impresos por esta compañía eran muy admirados por la belleza y la elegancia de su trabajo, y que sobrepasaban a cualquiera que él había visto nunca en Europa. Dicha compañía llevaba según su testimonio dos años operativa, y había grabado billetes para 42 bancos, de los que ninguno de ellos había sido falsificado.   

El uso del torno geométrico en un artículo del Instituto Franklin 

En el segundo volumen del Journal of the Franklin Institute de 1826 se incluye una noticia relativa al grabado de los billetes de banco, con una plancha, perteneciente a esta compañía[11]. Comienza su estudio afirmando que el tipo de trabajo que mostraba había sido durante mucho tiempo utilizado con éxito para evitar las falsificaciones. La totalidad de los tipos, exceptuando las letras, estaban realizadas en el torno, por lo que el proceso era puramente mecánico. El utensilio utilizado era conocido como torno geométrico[12], que había sido inventado por don Asa Spencer de Connecticut, que se encontraba en ese momento en esta población, si bien había prevalecido la creencia errónea de que había sido producto del genio de don Jacob Perkins, un inteligente caballero de la misma ciudad que Spencer. 

Spencer habría sugerido a Perkins la aplicación del mismo a los billetes de banco, como una medida de seguridad contra las falsificaciones. Ambos viajaron a Filadelfia en 1816, el año en el que el grabado se aplicó por primera vez a los billetes de banco de los Estados Unidos por la compañía Murray, Draper, Fairman & Co. Fairman y Perkins viajaron a Londres en el año 1819, y su trabajo fue adoptado y seguía siendo el usado por los banqueros y bancos del Reino Unido. 

El torno geométrico difería mucho de cualquier máquina hasta entonces utilizada. La única que era aparentemente similar era la conocida como Rose engine, que trabajaba con placas de esfera metálicas, que era solamente capaz de copiar patrones que anteriormente se habían realizado sobre guías, mientras que el torno geométrico formaba sus propios patrones, siendo todos ellos originales, variados y en número ilimitado, como los producidos por un caleidoscopio. 

 Las figuras formadas por el torno geométrico en el grabado eran de línea continua, que volvía sobre sí misma. Según los estudios realizados, el inventor del torno era incapaz de reproducir un patrón particular, excepto si había guardado un registro exacto de los arreglos utilizados para su producción original. Y bajo cualquier nuevo arreglo, el patrón resultante era conocido como una mera prueba. En una inspección detallada de los ejemplares, se podía ver que en algunas de las figuras las líneas eran blancas y el fondo negro, lo que se lograba mediante la llamada transferencia, que guardaba ciertas similitudes con la impresión de un sello. 

Cuando se fabricaba una matriz de acero, en la misma estaban grabadas las líneas, como si hubiesen sido grabadas en cobre, y con la suficiente potencia para producir una impresión completa, así como la matriz del reverso. Esto desafiaba cualquier esfuerzo de la mano más capaz de producir una imitación exacta. Por todo ello, los autores estimaban que todo lo que se podía tener por cierto, en la prevención de las falsificaciones,  era producir unos trabajos que necesitaban una pericia consumada y aparatos costosos, por lo que una imitación tolerable debería ser igualmente difícil de realizar e improductiva. 

A modo de conclusión 

Como podemos concluir a la vista de los testimonios de la época, la firma elegida por el Intendente para llevar a cabo esta emisión de treinta mil billetes para Puerto Rico ofrecía las máximas garantías de que los mismos no podían ser falsificados, por lo que se evitaban los gravísimos problemas de las emisiones que se habían hecho localmente en la isla anteriormente. 

Y no podemos dejar de poner de manifiesto que los mismos, a pesar de su corta vida útil, como también hemos visto en las publicaciones norteamericanas contemporáneas, pueden considerarse como un precedente de las masivas y longevas emisiones posteriormente llevadas a cabo por el Banco de los Estados Unidos, solamente un año después, y del Banco de Inglaterra a partir de 1819.


[1] COSTA, H., Los Billetes de la Isla de Puerto Rico, Colección Humberto Costa, Mayagüez, 2007.

[2] CRESPO ARMAIZ, J.L., Fortalezas y Situados. Sociedad Numismática de Puerto Rico, First Book Publishing of Puerto Rico, 2005; Panorama Monetario y Numismático de Puerto Rico, Lulu Press, 2017.

[3] RODRÍGUEZ VÁZQUEZ, L.A., Catálogo del Papel Moneda de Puerto Rico, Lulu Press, 2011; Historia de las monedas, contramarcas y fichas que circularon en Puerto Rico de 1508 a 2013, Lulu Press, 2013. 

[4] NAVARRO ZAYAS, A.O., “Documentos relativos a la fabricación de los billetes de 3 y 5 pesos del Intendente Alejandro Ramírez (1815)”, NUMIEXPO, 2016.  

[5] Archivo General de Indias, SANTO DOMINGO, 2417, Fol. 1. 

[6] ALCÁNTARA ALEJO, C., Diccionario de Integración latinoamericana, Plaza Valdés, 2008, p. 146.

[7] JEFFERSON, T. & JEFFERSON LOONEY, J., The Papers of Thomas Jefferson: 1 May 1812 to 10 March 1813, Vol. 5, Princeton University Press, 2004, p. 654.

[8] BREWSTER, A., An appeal to banks in particular and the public in general, Sheldon & Goodwin, 1815.

[9] En cursiva en el texto.

[10] MELISH, J., Travels though the Unites States of America, in the years 1806 & 1807, and 1809, 1810 & 1811 …, John Melish, 1819, pp. 282-283.

[11] Journal of the Franklin Institute, Vol. 2, Pergamon Press, 1826, pp. 106-108. El mismo artículo se reproduce entre otras revistas contemporáneas en  Mechanic's Magazine, Museum, Register, Journal & Gazette, Knight & Lacery, 1827, pp. 508-509.

[12] Geometric Lathe.

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