Publicado en Crónica Numismática, 6 de mayo de 2022
https://cronicanumismatica.com/la-introduccion-de-la-acunacion-a-volante-en-napoles-durante-el-reinado-de-carlos-ii/El desorden monetario
y financiero napolitano a comienzos del reinado de Carlos II fue debido en gran
parte a la enorme contribución que este reino hubo de hacer al sostenimiento de
la Monarquía durante el reinado de su predecesor Felipe IV, en base al
principio de la política solidaria según la cual las partes menos expuestas de
la misma debían hacerse cargo de parte de los gastos de los reinos más
afectados por los conflictos. De forma simultánea a la capital reforma monetaria
llevada a cabo en Castilla, desde el año 1683 se procedió a la reforma de la
moneda con el uso de ingenios de acuñación, una práctica que en este reino
había tenido como precedente la emisión del tari de 20 granos conocido como
Radiante hacia 1620.
Entre los años 1621 y 1660 los reinos de
Nápoles y Sicilia contribuyeron de manera masiva al esfuerzo bélico de la
Monarquía española, y muy especialmente durante la Guerra de los Treinta Años y
hasta la Paz de los Pirineos, con ingentes cantidades de moneda, soldados,
armas, municiones y víveres que tuvieron como destino la defensa del
Milanesado. Por ello, como afirma Davide Maffi, Nápoles
se convirtió en la caja fuerte italiana de la Monarquía. Durante el
gobierno del virrey Conde de Moneterrey, entre 1631 y 1637, dicha aportación se
tradujo en la salida de 3.500.000 ducados y en un importante esfuerzo bélico, y
durante el virreinato del duque de Medina de las Torres, entre 1637 y 1643, se
recaudaron unos 14.600.000 ducados en donativos para el sostenimiento de la
Monarquía.
Las
peticiones se incrementaron con las sublevaciones de Portugal y Cataluña, por
las que los reinos italianos debieron de hacerse cargo del mantenimiento del
frente lombardo y ayudar en la campaña de Cataluña. Todo ello llevó al recurso
del incremento de la deuda pública del Reino, que en 1646 alcanzó los ciento
cincuenta millones de ducados, y a una crisis financiera que a partir de
finales de 1642 llevó a la quiebra a varios importantes hombres de negocios.
Las sublevaciones de los años 1647 y 1648 paralizaron estas aportaciones, que
se volverían a producir tras la llegada del virrey conde de Oñate en 1650. Las
contribuciones en la década de los 60 de este siglo, si bien no llegaron al
monto de las anteriores, fueron preciosas para el sostenimiento del esfuerzo
bélico de la Monarquía.
En
contraposición a la tradicional visión del carácter depredador de la fiscalidad
hispana, los estudios de Regina Grafe, en paralelo a sus estudios relativos a
los territorios ultramarinos de España, muestran cómo los distintos reinos de
la península itálica conservaron un amplio margen de maniobra para pactar con
el monarca su contribución al esfuerzo bélico de la corona, y que vieron una
cierta recuperación económica al final de la centuria, más evidente en el de
Milán que en los de Nápoles y Sicilia.
Los
problemas derivados del desorden monetario intentaron ser atajados durante el
gobierno del marqués de Astorga y la regencia de Mariana de Austria, si bien
hacia 1675, como afirman Aurora Martino y Patricia Rodríguez, la circulación de
la moneda era un completo desorden, y cuando el virrey propuso una nueva
acuñación de plata, no fue adoptada por diferencias entre los distintos consejos
y organismos involucrados. En 1677 seguía incidiendo en dicha acuñación, que
debía ser en moneda de “giro redondo y puntos que en
letra diga el valor della, para que no se pueda retallar”, e
informaba a Madrid de la orden dada a la ceca pantenopea de batir moneda de
cobre entre 12.000 y 15.000 ducados y de la prohibición de la circulación de
moneda falsa.
En agosto de este año el Rey mandó
formar la Junta de Moneda de Nápoles, con el
mandato de evaluar los informes y presentar su parecer. Se comenzaron a cambiar
los tarines falsos por moneda argéntea de plata buena, y se prohibió la
retallada mientras se acuñaba numerario de cobre. Entre 1678 y 1679 el virrey
informaba de la pretensión de la ciudad de participar en la elección del peso,
la ley y la asistencia a la acuñación de la nueva moneda, a pesar de que la
misma era una regalía en este Reino y por tanto la ciudad no tenía derecho a lo
que pretendía. Por indicación de la Junta, la ciudad envió al monarca un
Memorial en 1679 en defensa de sus derechos, que la propia Junta calificó lleno
de malicia y fundado en “supuestos flacos e falsos”.
En
cuanto al valor de la moneda a batir, la ciudad solicitó fabricarla con valor
de diez onzas de plata de copela y dos de cobre por libra, en vez de las once
onzas y tres esterlines de plata y diecisiete de cobre que contenía, procurando
que la misma tuviese un valor superior al de las monedas propias de menor valor
y semejante al de Roma, Venecia, Florencia y Génova, con lo que el problema
quedó irresoluto. Y dado que en 1680 se incrementó la acuñación de la nueva
moneda de cobre, del mismo valor que la anterior que circulaba retallada, por
un monto global de 411.000 libras entre este año y 1683, solucionando los
problemas derivados de su circulación hasta el siglo siguiente.
Sin embargo, y dado que el circulante de cobre se incrementaba y el de plata iba
disminuyendo, el premio de esta última alcanzó el 32%. Con la
llegada del nuevo virrey, Gaspar de Haro, marqués de Carpio, el 16 de enero de
1683, convencido de la necesidad de atajar estos males, se ordenó la
convocatoria de una nueva Junta, y el 17 de julio aprobó una Pragmática por la
que se estableció que la nueva moneda de plata con una liga de 11/12 de fino y
el establecimiento de una nueva tasa para su financiación.
El 30 de junio de 1684 se dieron nuevas
Instrucciones a la Casa de Moneda para la acuñación de moneda con el ingenio
fabricado a expensas de la Real Cámara para evitar su falsificación, si
bien se conservan ejemplares de tari fechados en 1683 que claramente
fueron batidos a volante. Considerado en Nápoles como uno de sus
virreyes más importantes y estimados, como recoge Francesco di Rauso, durante
los cuatro años de su gobierno y hasta su muerte en Nápoles en 1687 se
acuñaron en módulo de ducati, mezzi ducati, tari y carlini 352.388 libras de
plata, por un valor de 5.604.309 ducados napolitanos.
Entre 1683 y 1700, año de la muerte de
Carlos II, se labró en la ceca napolitana moneda de cobre por valor de 3
cavalli, tornesi, grani, y 3 tornesi. En plata se batieron piezas de 8 grani,
carlini de tres tipos diferentes, tari también en tres diferentes tipos, mezzi
piastri, tres modelos de mezzi ducati e igualmente otros tres tipos de
ducati. Afirma di Rauso que el volumen de acuñación de
estas monedas hace que las mismas sean relativamente abundantes en la
actualidad en el mercado numismático, destacando especialmente por
su magnífico grabado las piezas de mayor módulo, especialmente los ducados y
medios ducados fechados en 1683 y 1684.
En el anverso de estos ducados, también
conocidos como piastras, con un valor de 132
grana, peso de 28 gramos y una ley de 895 milésimas, se representa el busto del
rey a la romana, con Toisón de Oro al cuello, y su titulación como Rey de España y Nápoles. En su reverso se representa un
cetro coronado situado entre dos hemisferios, claros precedentes de los orbes
de los míticos columnarios de mundos y mares, y la leyenda en cartel UNVS NON
SUFFICIT –uno no es suficiente-. Esta bella pieza fue grabada por Iovanni Montemein, representado en su anverso por su
monograma IM, siendo las siglas de ensayador AG A, que se corresponden con el
nombre del maestro de ceca , Andrea Giovane, y del ensayador Marco Antonio
Ariani, todos ellos operativos también durante el comienzo del reinado de
Felipe V.
A partir de 1689 se cambiaron los
motivos de los ducados, también conocidos como escudos, y un peso de 25 g,
ligeramente inferior a las emisiones anteriores, con valor nominal de 100
grana. Manteniendo el retrato del monarca en el anverso pero coronado, en su
reverso se incluyó un escudo con las armas del monarca e incluyendo las propias
del reino. Nuevamente en 1693 se cambiaron los tipos y el peso de la moneda,
que pasó a 21,60 g, incluyendo en su reverso una
representación del Toisón de Oro.
Los
medios ducados acuñados entre 1863 y 1684 llevan como motivo del reverso una
figura togada y tocada con corona de laurel, con palma en su mano izquierda y
escudo con los blasones napolitanos en la derecha, recostada sobre un papa de
Europa en el que es visible la Península Itálica, y la leyenda RELIGIONE ET
GLADIO –religión y espada-. Su peso se vio reducido en las emisiones
correspondientes a los años 1689 y 1693, que portan los mismos motivos arriba
descritos, desde los 14 gramos iniciales a los 12,75 g y 10,90 g de las últimas
emisiones.
Propio es también el grabado que tienen
los tari acuñados entre los años 1683 a 1687, con un valor de 20 grana y
un peso de 5 gramos. En su anverso se representa nuevamente el orbe occidental coronado, encontrándose entre la corona
y el mundo una cornucopia y un fascio entrecruzados. Los correspondientes a las
siguientes emisiones, que coinciden cronológicamente con las anteriormente
vistas e igualmente en su tipología, tienen un peso de 5 y 4,25 gramos.
También
son propios los motivos de los carlinos de la primera emisión de 1683-1687, con
la representación de un león sentado junto a los atributos del monarca,
cetro y corona cerrada rematada por cruz, y la leyenda MAIESTATE
SECVRVS (Majestad segura). Los acuñados correlativamente a los dos tipos
de los ducados o escudos citados anteriormente portan los mismos tipos. Existe
una variante acuñada entre los años 1688 y 1690, que recoge en su reverso una cruz
ancorada.
Para saber más:
GRAFE, R., Distant Tyranny. Markets, Power, and Bakwardess in Spain, 1650-1800, Princeton &
Oxford, 2012.
LUCA G. de y SABATINI G. (eds): Growing in the shadow of an empire. How Spanish colonialism affected
economic development in Europe and in the World (16.-18. cc.), Milan, 2012.
MAFFI, D., “Tiempos de
calamidades. Las Haciendas de Milán, Nápoles y Sicilia frente a la crisis
(1630-1660), Stud. his., H.ª mod.,
41, n. 1,2019, pp. 29-63.
MAGLIOCCA, P., La moneta napoletana
dei Re di Spagna nel periodo 1503-1680, Nomisma, 2020.
MARTINO, A. y
RODRÍGUEZ REBOLLO, P., “Fernando Joaquín Fajardo, Marqués de Los Vélez, Virrey
de Nápoles (1675-1683)”, en Los señoríos
en la Andalucía Moderna: el marquesado de los Vélez, 2007, pp.
321-335.
RAUSO, F. di, “Le monete napoletane di Carlo II e un inedito tari del
1683”, Cronaca Numismatica, nº 231,
2010, pp. 50-57.
VICENTI, J.A., Catálogo General de Moneda Española. Imperio
español (Europa), Madrid, 1976.