Publicado en Oroinformación, 21 de octubre de 2021
En el
Archivo General de Indias se conserva un escrito que contiene reflexiones sobre
el motivo y las causas de la bajada en la labor y acuñación de moneda de plata
durante el año 1790 en la Real Casa de Moneda de México, sin firmar ni datar. De
su lectura se deduce que fue escrito en el mes de agosto, y que la previsión de
la acuñación de ese año en curso rondaría los dieciséis o diecisiete millones
de pesos, una cantidad algo menor que la de los años precedentes. Las razones
aducidas apuntan a dos motivos principales: la remisión de barras de plata sin
labrar a España y la inclemencia climática.
La primera de las causas alegadas es la remesa de un millón y medio de pesos en barras de plata que acababa de hacerse a España, en cumplimiento de las Reales Órdenes. En este sentido, no podemos olvidar que un año antes, en 1789, había estallado la Revolución Francesa, y la Monarquía se preparaba para un conflicto que se preveía inminente. Era importante asimismo la acuciante necesidad de metal argénteo para cubrir la grave crisis monetaria que se había producido tras la guerra con el Reino Unido y de apoyo a la Independencia de los Estados Unidos.
Si bien en 1784 y en los años siguientes el caudal de moneda que había estado retenido en Ultramar durante los cuatro años de guerra, casi cuarenta millones de pesos de ocho reales, llegó a Cádiz, no es menos cierto que los empréstitos contraídos durante el conflicto, la creación de los Vales Reales y del Banco de San Carlos llevaron a que fuera también durante estos años, según Hamilton, cuando se produjo la mayor salida de plata hacia Europa. Este mismo autor afirmaba que la escasez de moneda de plata fue la tónica de estos años.
Junto a esta razón, y posiblemente más importante por sus consecuencias en la producción de la plata, señalaba los años de sequía que se habían vivido en el Virreinato de Nueva España. Y, efectivamente, entre los años 1766 y los años noventa del siglo XVIII, un “meganiño” de gran duración e intensidad afectó al Caribe con virulencia, y por ende a todo el mundo atlántico. A los destrozos provocados por los frecuentes y devastadores huracanes en el área del Caribe, se sumaron las importantes sequías sufridas en Nueva España, no solamente por sus implicaciones para el propio territorio, sino por su carácter de granero tradicional de las grandes Antillas españolas.
Según el autor, estos años habían sido tan escasos en agua en las Provincias Interiores, donde se concentraba la producción y el beneficio de la plata, que en muchas partes las presas y depósitos se habían secado. El agua era absolutamente imprescindible para hacer funcionar los ingenios, que aunque disponían de abundante mineral rico, debieron parar la producción por imposibilidad de molerlo y continuar las sucesivas labores por esta causa.
Se recoge el caso del “opulento” Real de Minas de Guanajuato y algunos otros de los principales del reino, en el que había que ir a buscar el agua para beber muy lejos y donde el maíz, alimento básico para los mineros y trabajadores, alcanzó precios hasta entonces desconocidos. Igualmente, se habían secado los pastos y los ríos, hasta el extremo de no poder mantener al ganado durante el transporte. Todo ello, finalmente, había llevado a la suspensión de las actividades mineras.
La situación había mejorado en el mes de mayo, cuando comenzó a llover abundantemente, reverdecieron los campos y se condujeron a la Real Casa de Moneda los metales que habían sido beneficiados durante el final del año anterior y principios de 1790. Con el régimen de lluvias normalizado, se habían vuelto a poner al corriente los trabajos de las minas y los ingenios de moler, fundir y beneficiar metales, pero todavía no se había recibido la producción en la ceca. Como nunca llueve a gusto de todos, el crecimiento de los ríos imposibilitaba el tránsito de los caminos.
El análisis concluye con una visión optimista de la producción en el año siguiente, cuando se conocerían en la Real Casa de la Moneda los efectos de la fertilidad de los campos, el buen estado de las minas del reino, la regular provisión de azogue, la abundancia y buen precio de los granos y el suministro de agua de las presas y aguaces. Por todo ello se estimaba que la producción de plata y su amonedación podrían ser de las más cuantiosas que en Nueva España se hubiesen visto.
Fuente:
Acuñación de moneda en la Real Casa de México – Archivo General de Indias, ESTADO, 40, N.75.
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