Publicado en UNAN Numismática nº 46, enero 2022
https://www.academia.edu/72458129/El_control_de_la_producci%C3%B3n_de_moneda_en_1793_seg%C3%BAn_la_documentaci%C3%B3n_del_Archivo_General_de_Indias
En el Archivo General de Indias encontramos una
serie de documentos que nos muestran el control llevado a cabo por la Real
Hacienda de las emisiones de las nuevas monedas mandadas labrar con nuevos
cuños en el año 1792. Para ello, analizamos cuatro documentos que muestran la
correspondencia cruzada entre don Diego de Gardoquí,
Secretario de Estado de Hacienda, y el Virrey del Perú don Francisco Gil de
Taboada y Lemos, que nos
revelan la remisión de troqueles y muestras de las nuevas monedas y el
posterior envío desde el Perú de los ejemplares de las monedas acuñadas durante
el año 1793 en tres navíos distintos.
El primero de los documentos analizados es
un escrito del Virrey del Perú, fechado en Lima el 20 de julio de 1793, en el
que acusa el recibo de la Real Orden de 12 de febrero de 1792, en la que se
cursaba la remisión de un cajón de troqueles y muestras de plata y estaño para
la Real Casa de Moneda de Lima. En la misma informaba a Diego Gardoquí que
procedía a pasarle todo al superintendente de la Real Casa de la Moneda,
y la disposición de que desde ese momento se tomase razón de dicha Real Orden.
Los otros tres documentos, fechados el 4 de
marzo del año siguiente, recogen el envío de las muestras de monedas de oro y
plata enviadas bajo partida de registro en tres buques distintos, la fragata de
guerra Santa Gertrudis
, la fragata de Libre Comercio Princesa y el navío de Libre Comercio Levante.
La carga remitida en todos los casos era exactamente la misma, un cajoncillo rotulado a su nombre,
conteniendo según le había expuesto el superintendente de la Real Casa de
Moneda ciento tres partidas de plata y tres de oro, acuñadas en el año 1793.
Igualmente, se recoge en ambas misivas que
se remitían el adjunto conocimiento en cada uno de los envíos, firmados por el
Maestre de la Princesa, don Francisco
Xavier de Ederra, del Levante, don Francisco
Ignacio de Arrechavala, y del de la Santa Gertrudis, don Andrés de Olabe. Andrés
Asencio de Olabe había sido nombrado Maestre de la Plata por Real Orden de 18
de octubre de 1792.
Ambas fragatas habían formado parte de la
expedición que don Juan Francisco de Bodega y Cuadra había comandado, desde el
apostadero californiano de San Blas, de descubrimiento de la costa norte del
Pacífico, en la que se levantaron las cartas marítimas y geográficas de los
territorios situados en el actual norte de California y Oregón. En la misma fecha encontramos otra
comunicación en la que el virrey informa a Gardoquí que la fragata Santa Gertrudis había partido de El
Callao protegiendo un convoy de barcos de comercio, siendo su punto de reunión para
dirigirse a su destino final en Cádiz el puerto de Buenos Aires.
Los documentos anexos son las Partidas de
cada uno de estos cajoncillos, firmadas el 22 de febrero de 1794. Previamente
impresas, muestran en su parte izquierda la representación de un navío con las
velas desplegadas, distinto para cada uno de los buques, el número de la
partida asignado y bajo el símbolo de pesos, escrito a pluma, “Un cajoncito de
Partidas de Plata, y oro, Amonedadas en la R. Casa de Moneda”. Mientras que en
el Levante y la Princesa se afirmaba en la parte previamente impresa que el navío
se encontraba en el puerto de El Callao y próximo a regresar a Cádiz, en el de
la Santa Gertrudis se recogía que la
nao se hallaba en el mismo puerto, “próxima a regresar a los Reynos de España,
con Registro de Oro, y Plata…”.
En pluma vienen recogidos los motivos del
envío:
Que he recibido de los Sres. Ministros de la Real
Hacienda: Un cajoncillo que dice contiene ciento y tres partidas de plata, y
tres de oro, por principal, rotulado à el Rey Nuestro Señor, en manos del Exmo.
Señor D. Diego Gardoquí, Secretario de Estado, y del Despacho de Hacienda.
También se recogen en las mismas que se había
de entregar al Juez de Arribadas de Cádiz, para que los dirigiera a su destino.
No aparecen rellenados los portes, por ser de cuenta del Rey, y están fechadas
y firmadas. Curiosamente, Francisco Xavier de Ederra, el Maestre de la Plata de
la Princesa, antepone a su firma el
comentario “Ygnoro el contenido”.
Las
monedas de 1793 y el cambio del busto del monarca
Por lo expuesto en esta documentación, los
troqueles y muestras del nuevo busto del monarca se recibieron en Lima en el
año 1793. Si bien Carlos IV accedió al trono el 14 de diciembre de 1788, las
primeras emisiones de las cecas ultramarinas se siguieron emitiendo a su nombre
pero con el busto de su padre Carlos III. En la moneda acuñada en plata,
encontramos hasta tres tipos de busto diferentes, en uso en diferentes años
según el facial batido.
El diseño de los nuevos troqueles fue el
realizado por Pedro González de Sepúlveda, que sustituyó a Tomás Francisco
Prieto como Grabador General de las Casas de Moneda de España e Indias.
Conforme a lo prevenido en la Pragmática de 1772, se diferenció el busto
destinado a las Casas de Moneda de las Indias, una auténtica obra de arte que
representa el retrato regio a la romana con peluca, lazo e ínfulas, y clámide
que deja ver el guardabrazo, la hombrera de cuero de la armadura. Mientras que
las emisiones con el busto de Carlos III tienen el numeral romano IV, las de
nueva labra llevan el numeral IIII.
En los cuartillos, aparecen ejemplares de
busto entre los años 1792 y 1795, con siglas de ensayador IJ,
las comunes a todas las emisiones que vamos a ver. En cuanto a los medios
reales, llevan el busto de Carlos III con el ordinal IV entre los años 1789 y
1791. Desde este año hasta 1793 encontramos un primer tipo de busto propio, que
se verá sustituido en 1794 por un nuevo tipo. En cuanto a los reales sencillos
y las pesetas, el busto de Carlos III aparece igualmente hasta 1791. Un nuevo
tipo fue únicamente utilizado en 1791, y desde este año un nuevo busto se usará
para labrar moneda hasta 1793. Desde este año, encontramos un tercer tipo, que
será el utilizado hasta 1808.
La distribución cambia nuevamente en las
emisiones de 4 reales, dado que si bien comparten con las piezas anteriores el
busto de Carlos III hasta 1971, el primer tipo de busto propio se batió entre los
años 1791 y 1792, y el segundo desde
1793 hasta 1808. En el caso de los pesos o reales de a ocho, en 1791 el busto
de Carlos III se sustituyó por un único tipo vigente durante todo su reinado.
En cuanto a las emisiones áureas, los
escudos con busto de Carlos III se sustituyeron en 1792 por un primer busto
propio, en uso en este año y el siguiente, hasta su cambio por un nuevo tipo
definitivo del que curiosamente hay ejemplares desde 1792. En las piezas de dos
escudos, la sustitución en 1792 fue a un único tipo vigente todo su reinado, al
igual que los cuatro escudos, con la salvedad de que hay moneda fechada en 1791
que tiene ya el nuevo busto. Igual sucede con las onzas de ocho escudos, salvo
que la moneda con el busto de Carlos IV aparece en las emisiones desde 1792.
El juego de troqueles y muestras enviado por
Diego Gardoquí al virrey fueron sin duda los conformes a los diseñados por
Pedro González de Sepúlveda. A falta de mayor información sobre los mismos, es
posible aventurar, por la distribución de tipos anteriormente vistos, que se
trataban de los diseños definitivos para acuñar moneda de plata, dado que, como
hemos visto y salvo que se emitiesen piezas predatadas, lo que no fue fijado
legalmente hasta unos años más tarde,
las monedas de oro siguieron manteniendo sus anteriores diseños. Otro dato que
apoya esta hipótesis es la enorme proporción de muestras de monedas de plata
enviadas sobre las de oro, en una ceca en la que la producción áurea era muy
importante, y habitualmente superior incluso a la de moneda de plata.
La documentación analizada nos muestra
igualmente el especial cuidado que se tenía en el control de las emisiones
ultramarinas, tanto en su cualidades estéticas como en sus cualidades
intrínsecas. Interesaba que la moneda, como representación máxima de la
Monarquía, fuese perfecta tanto en su ejecución como en su peso y ley, por lo
que era revisada por los grabadores y ensayadores mayores del Reino. Y, como
era habitual, se enviaban muestras en varios navíos diferentes, en previsión de
naufragios, conflictos o pérdida de alguna de las naves.
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