Publicado en Crónica Numismática, 28 de febrero de 2022
José Pascual Domingo de Ribas y Boyons, almirante de la
Armada Imperial rusa y fundador de la ciudad ucraniana de Odesa, nació en
Nápoles en una fecha indeterminada, entre los años 1749 y 1754. Fue hijo del
barcelonés Miguel de Ribas y Bouyens, mariscal y director del Ministerio de
Fuerzas Navales y Armadas del Reino de Nápoles tras la reconquista del mismo
por las tropas de Felipe V en 1735, y de la irlandesa Margaret Plunkett. Tras
trasladarse al Imperio Ruso e ingresar en su ejército, participó en las guerras
ruso-turcas y en la conquista de Crimea, recibiendo la orden de Catalina la
Grande de fundar Odesa. Vicealmirante del Imperio, recibió numerosas
condecoraciones y reconocimientos, y ha
dado su nombre a la avenida principal de la actual ciudad ucraniana.
José de Ribas comenzó su carrera militar en el
ejército napolitano, donde alcanzó el grado de mayor a los veinte años. En esta
época conoció a Aleksey Orlov, hermano del amante de Catalina la Grande, que se
encontraba en Italia, y que le llevó en su campaña contra el Imperio Otomano
como intérprete y ayudante. Tras participar en la batalla naval de Chesme, fue
enviado a Rusia como instructor del conde Bobrinski, hijo ilegítimo de Catalina
la Grande con su amante y hermano de su protector, Gregori Orlov.
En San Petersburgo ingresó en el
Cuerpo de Cadetes de Infantería con el grado de capitán, como miembro de la
nobleza española, y se casó con Anastasia Ivánovna Sokolova, dama de compañía
de la zarina, que fue posteriormente madrina de sus dos hijas. En 1783 entró al
servicio del príncipe Grigori Potemkin, siendo sucesivamente ascendido a
coronel y brigadier y participando en la conquista de Crimea y en la formación
de la nueva flota en el Mar Negro y el puerto de Sebastopol.
Nombrado comandante de una flotilla,
tomó la fortaleza de Ochakov, en la estratégica isla de Berezán y fue ascendido
a general. En 1789 tomó igualmente la estratégica población de Hadjibei,
emplazamiento de la presente ciudad de Odesa. Un año después consiguió tomar la
inexpugnable fortaleza de Ismail, a orillas del Danubio. En 1792 fue uno de los
tres plenipotenciarios que firmaron el Tratado de Jassy, por el que el Imperio
Otomano cedió al ruso toda la orilla septentrional del Mar Negro.
Nombrado contraalmirante y
posteriormente vicealmirante, propuso la aprobación de la Bahía de Hadjibei
como lugar de ubicación de una nueva ciudad, que Potemkin deseaba fuese la San
Petersburgo del Sur, frente a otras posibles ubicaciones. Finalmente, un
decreto personal de la zarina le encomendó su construcción, que llevó a cabo en
solo dos años y que se convertiría en el siglo XIX en la tercera ciudad del
Imperio.
Tras la muerte de Catalina la
Grande, su hijo Pablo hizo llamar a Ribas a San Petersburgo, acusado de
malversación en la construcción de la nueva urbe. Tras un juicio absolutorio se
le devolvieron todos sus cargos y posesiones, pero se le ordenó permanecer en
la capital imperial. Contrario a la aproximación del nuevo zar a Napoleón
Bonaparte, cayó en desgracia y conspiró para su derrocamiento. Murió el 2 de
diciembre de 1800, aquejado de fiebres crónicas y, según algunos autores,
envenenado por algunos de sus compañeros de conspiración. Su nieta, Catalina
Mijáilovna Dolgorúkova, conocida como Princesa Yúrievskaya, fue amante y esposa
morganática del zar Alejandro II de Rusia.
Las medallas de José
de Ribas
Por sus méritos, José de Ribas
recibió numerosos reconocimientos, entre los que se encontraron las principales
condecoraciones del Imperio Ruso. La primera de ellas fue la Orden imperial y
militar de San Jorge, mártir y victorioso, instituida el 26 de noviembre
de 1769 por Catalina II para premiar las acciones de sus oficiales y soldados.
La misma estaba formada por cuatro
clases de caballeros y sus colores distintivos eran el naranja y tres barras
negras. Suprimida por Lenin en 1918,
esta condecoración, actualmente una de las más prestigiosas del ejército ruso,
fue reinstaurada por Boris Yeltsin el 20 de marzo de 1992.
Igualmente recibió otra de las
condecoraciones creadas por la zarina en 1782 como reconocimiento tanto para
civiles como para militares, la Orden de San Vladimiro, la de primera clase,
con una cruz roja con bordes negros y dorados. La insignia de la Orden pendía
de una banda colocada sobre el hombro derecho, con una estrella de ocho rayos de
oro y plata en la parte izquierda del pecho.
Fue igualmente una de las
doscientas cincuenta personas que recibió la Orden de San Alejandro Nevski
durante el reinado de Catalina II. Tercera Orden civil y militar del Imperio,
fue creada el 21 de marzo de 1725 por Catalina I por expreso deseo de su padre,
Pedro I, para reconocer a aquellas personas que habían defendido Rusia con
honor en los campos tanto políticos como militares. La banda de la Orden de San Alejandro Nevski
era roja y se colocaba desde el hombro izquierdo del uniforme militar o traje
de la Corte.
La condecoración constaba de una
cruz de oro con esmalte rojo en ambos lados, con águilas bicéfalas con corona
imperial en sus cuatro extremos. En medio de la cruz, en un cuadro de esmalte
nublado, aparece la imagen de San Alejando Nevski a caballo. La misma fue
suprimida tras la Revolución de Octubre y sustituida por la Orden de Alejandro
Nevski en 1942, con carácter exclusivamente militar, una de las más altas de la
extinta Unión Soviética.
José de Ribas fue igualmente
distinguido con la Orden de San Juan de Jerusalén, creada el 13 de noviembre de
1798 por el nuevo zar Pablo I. Considerado el más importante premio militar del
país, su insignia era una cruz de Malta de oro cubierta con una capa de esmalte
blanco, con lirios estilizados en sus extremos. Tuvo una existencia exigua,
dado que su sucesor Alejandro I renunció a ser el Gran Maestre de la Orden, y
en 1810 se emitió un decreto para dejar de otorgarla.
Curiosamente, la falta de
reconocimiento de Carlos IV de España de Pablo I como Gran Maestre de esta Orden,
por los derechos de su hermano Fernando III de Sicilia, fue el casus
belli para la guerra hispano-rusa de 1799-1801, en la que nunca se llegaron
a romper hostilidades. En las circunstancias actuales, no podemos menos que
desear la inmediata conclusión de un enfrentamiento fratricida entre dos
pueblos hermanos.
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