lunes, 23 de enero de 2023

Propaganda y uso con fines bélicos de los billetes durante la Guerra Civil española

 Publicado en Crónica Numismática, 23 de enero de 2023


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Los billetes, como las monedas o los sellos de correos, son fiel reflejo tanto de las concepciones estéticas, religiosas y sociales del estado que los emite, así como de su situación política. Por ello, durante la Guerra Civil ambos bandos seleccionaron la iconografía presente en sus  emisiones notafílicas que mejor encarnase aquellos valores  que querían publicitarse y convertirse en señas de identidad nacional en un soporte, los billetes, que forman parte de la vida cotidiana de los ciudadanos y que ejercen una labor divulgativa muy importante. Por otro lado, el billete fue una importante arma de guerra para el bando nacional, toda vez que buena parte de la masa monetaria que fue siendo capturada a partir del 18 de julio de 1936 fue utilizada para financiar las redes de inteligencia y para compras de equipo y divisas. 

Con ello se perseguía y se consiguió el hundimiento de la cotización del circulante republicano y se imposibilitaron las relaciones comerciales de su gobierno. Este último, aunque al comienzo de la guerra controlaba el 80% de la producción industrial y el 40% de la agrícola, ante el hundimiento de la producción producido entre otras razones por las colectivizaciones, recurrió a la financiación del conflicto con las reservas de oro del Banco de España, las cuartas del mundo al comienzo de la guerra, que se agotaron en 1938. Este expolio llevó a una inflación desatada de los precios, con un incremento de los mismos en un 1.500%. Si en el verano de 1936 una peseta republicana equivalía a un 90% del valor de la nacional, a finales de 1938 se estimaba solamente en un 10%, y en un 5% a comienzos del año siguiente. 

Al poco tiempo de estallar el conflicto, por Decreto de 12 de noviembre de 1936, las autoridades nacionales negaron la validez de los billetes emitidos por la República con posterioridad al 18 de julio del mismo año, procediendo a su resellado, y los republicanos negaron validez a los emitidos por el Gobierno de Burgos por Decreto de 29 de noviembre del mismo año. La moneda metálica prácticamente desapareció de la circulación, en especial la de plata batida durante el periodo monárquico, y fue retirada de la circulación en la zona republicana por Decreto de 13 de octubre de 1936 y sustituida por certificados provisionales de papel. Su atesoramiento y la crónica escasez de moneda llevó a la emisión de vales y sustitutos de billetes por un sinfín de municipios, instituciones regionales, sindicatos, partidos o pequeños comerciantes. Estas emisiones locales, aunque fueron prohibidas por Decreto de 6 de enero de 1938, siguieron circulando hasta finales de ese mismo año. 

Los billetes circulantes en la zona republicana 

La masa monetaria de la época inmediatamente anterior a la proclamación de la República estaba basada principalmente en la moneda metálica, y abundaba la moneda de plata, careciendo el papel moneda de valor intrínseco. En la tipología de las primeras emisiones republicanas hubo una línea continuista, en el sentido de que carecieron de connotaciones políticas y se utilizaron improntas relativas al pasado glorioso de España. En sus anversos se representaron a pintores como Eduardo Rosales o Vicente López, o a personajes como Juan Sebastián Elcano o el Gran Capitán, y en los reversos se usaron temas artísticos. En 1935 se incluyó por primera vez en un billete el escudo de la República.

En este año, ante el atesoramiento que se hacía por los particulares de la moneda de plata se tuvo que emitir papel moneda de bajo facial, de 5 y 10 pesetas, a pesar de la negativa inicial del Banco de España. El 21 de mayo se encargó a la firma británica Bradbury, Wilkinson y Thomas de la Rue la impresión de billetes alegóricos de la República, con una figura femenina con corona mural para los de 10 pesetas y con laurel en las de 5 pesetas. Esta emisión de 120 millones de billetes de 5 pesetas y 70 millones de los de 10 pesetas de facial no fue puesta en circulación hasta 1936, por el Decreto de 13 de octubre antes citado, jugando un papel capital en el circulante republicano de la primera fase de la guerra. 

Durante la guerra se pusieron en circulación o siguieron en la misma algunas emisiones anteriores a la propia proclamación de la República, todas ellas impresas por la firma británica Bradbury. Entre ellas, se encuentra en primer lugar el billete de 1.000  pesetas de la emisión de 1 de julio de 1926, en cuyo anverso se reproducía a Carlos I y en su reverso el Alcázar de Toledo. Una emisión de 50 pesetas de 17 de mayo de 1927, con Alfonso XIII en anverso y una reproducción del cuadro La fundación de Buenos Aires por Juan de Garay, fue resellada por las autoridades republicanas con un sello oval con la leyenda REPUBLICA ESPAÑOLA. De la misma fecha encontramos un billete de 500 pesetas con Isabel la Católica en su anverso y Patio de los Leones, y en su reverso el escudo de los Reyes Católicos, cuya circulación fue prohibida por el gobierno nacional. 

El billete de 25 pesetas de 15 de agosto de 1928, en cuyo anverso viene representado Calderón de la Barca y su monumento en la madrileña Plaza de Santa Ana y en su reverso La devoción de la cruz no se puso en circulación hasta julio de 1936 en la zona republicana. De esta misma serie se pusieron en circulación los ejemplares de 50 pesetas con Velázquez y el Museo del Prado en anverso y La rendición de Breda en reverso en julio de 1938 y en febrero de 1937 los de 100 pesetas con Cervantes y su monumento en la Plaza de España en anverso y Encuentro de Don Quijote con los Duques en su reverso. El billete de 500 pesetas, con Cisneros y la Catedral de Toledo en anverso y La Liberación de los Cautivos de Túnez en su reverso se puso nuevamente en circulación en 1938, y el de mayor valor facial, 1.000 pesetas, con Fernando III el Santo y Catedral de Sevilla en anverso y la Última comunión de San Fernando en reverso, se puso en circulación en junio de 1938. 

Aparte de estos billetes y los impresos durante el periodo republicano que se encontraban en las reservas del Banco de España, hubo algunas emisiones nuevas, como la de 31 de agosto de 1936, en cuyo anverso se representa un autorretrato de Joaquín Sorolla y la torre del Miguelete, y en su reverso el cuadro de este autor Sacando la barca. Su impresión se llevó a cabo en Londres por la firma Thomas de La Rue. Debido a la escasez de moneda fraccionaria, en 1937  y 1938 se emitieron certificados provisionales de moneda fraccionaria con valores de 1 y 2 pesetas y 50 céntimos. En el de 50 céntimos se reproduce en su anverso una alegoría de la República con gorro frigio, en el de una peseta la Victoria de Samotracia y la Cibeles en su reverso, y en el de dos pesetas una alegoría de la República y en su reverso el Puente de Toledo de Madrid. 

En Barcelona se emitieron el 15 de agosto de 1838 billetes sin figura de 100 pesetas y de 5.000 pesetas de facial el 11 de julio de este mismo año. En este último, fabricado también por Bradbury, se reproduce en su anverso a Mariano Fortuny y en su reverso su cuadro La vicaría. Estas emisiones no llegaron a entrar en circulación, pues las tropas nacionales ocuparon Barcelona el 26 de enero del año siguiente. Tampoco  entró en circulación una emisión de 100 pesetas de facial fabricado por Thomas de La Rue con fecha de emisión 11 de marzo de 1938, con la Dama de Elche y un barco fenicio en anverso y el Huerto del Cura de Elche en reverso. 

Los billetes circulantes en la zona nacional 

Mientras tanto, en la zona nacional se procedió, como antes también se apuntaba, al marcado o resellado de los billetes, para con ello dar liquidez económica a su bando, al hacer necesario para su circulación que la población ingresase los billetes en las entidades bancarias, dado que el uso de billetes no estampillados fue perseguido y castigado ejemplarmente. Para llevar a cabo este resellado se adquirieron setenta máquinas manuales, y el sello se estampó en seco en la parte superior de los billetes. Su diseño constaba de dos círculos concéntricos, de 30 y 17 mm de diámetro, con la leyenda ESTADO ESPAÑOL – BURGOS. La facilidad de su falsificación, que se realizó en suelo galo,  hizo que llegase un  momento en el que ningún banco francés aceptase billetes españoles, por su incapacidad de dilucidar si eran verdaderos o falsos. 

Por ello, el Banco de España radicado en Burgos decidió rápidamente el lanzamiento de emisiones propias, en fecha 21 de noviembre de este mismo año, de billetes de 5, 10, 25, 50, 100, 500 y 1.000 pesetas de facial. Para los mismos se utilizó un papel con marca de agua importado desde Alemania por la imprenta Casa Portella de Zaragoza. Otros ejemplares se fabricaron por la firma alemana Giesecke Devrient, de Leipzig. Su diseño corrió a cargo de José López Sánchez-Toda, que proyectó en su anverso el escudo nacional en el que la corona mural se sustituyó por la real, aunque abierta. En los reversos de los tres billetes de mayor facial se representaron monumentos de ciudades ya tomadas por su bando, en el de mayor facial la representación del Alcázar de Toledo, en el de 500 pesetas la Catedral de Burgos y en el de 100 pesetas la Catedral de Burgos. 

El 9 de marzo de 1937 se ordenó la retirada de los billetes estampillados, y en ese mismo año se realizaron dos emisiones, el 18 de julio y el 12 de octubre. Para las mismas se recurrió a la firma italiana Coen y Cartevalori. En estas emisiones las connotaciones propagandísticas fueron mucho más evidentes, fabricándose billetes de muy bajo valor facial, 1 y 2 pesetas, y utilizándose como motivo el escudo del monarca Carlos III. El billete de 1.000 pesetas recoge la imagen de Carlos I e incluye la leyenda II AÑO TRIUNFAL. 

El escudo de este bando no aparecerá en los billetes hasta la peseta de 28 de febrero de 1938, basado en el de los Reyes Católicos, con la sustitución del cuartel de las armas de Sicilia por las de Navarra y la inclusión del águila de San Juan, el yugo y las flechas y las Columnas de Hércules. La última de las series notafílicas del bando nacional durante la guerra se llevó a cabo el 20 de mayo de 1938. Sus tipos siguieron siendo monumentos arquitectónicos, siendo los elegidos para las 25 pesetas la Giralda de Sevilla, el Castillo de Olite para el de 50 pesetas, la Catedral de Santiago para los billetes de 500 pesetas y la representación del cuadro Defensa del Púlpito de San Agustín en el de 1.000 pesetas. 

Para saber más: 

CORPORALES LEAL, C., “Moneda y Guerra Civil española: Delitos monetarios”, Ab Initio, Núm. Extra. 1, 2011, pp. 169-202.

CORREYERO RUIZ, B., “Propaganda turística y estatal en España a través de sellos y billetes”, Historia y Comunicación Social, Vol. 7, 2022, pp. 31-45.

FRANCISCO OLMOS, J.M. de, “El estampillado de billetes de banco: alteración de un documento económico como medio de propaganda”, Revista general de información y documentación, Vol. 14, Núm. 2, 2004, pp. 59-96.

IGLESIAS RODRÍGUEZ, G. y FERNÁNDEZ GARCÍA, A., La propaganda política durante la guerra civil española: la España Republicana, Madrid, 2005.

MARTÍN-ACEÑA MANRIQUE, P., “Los problemas monetarios durante la Guerra Civil española”, Studia Historica. Historia Contemporánea, nº 3, 1985, PP. 119-126.

RINCÓN CARRASCO, C., “Propaganda política en la Guerra Civil: La emisión de billetes”, Ab Initio, Núm. Extra. 2, 2012, pp. 279-312.

SANTIAGO FERNÁNDEZ, J. de, “Utilización política y propaganda en el papel Moneda Español entre la II República y el Primer Franquismo”, Gaceta Numismática, Nº. 153, 2004, pp. 23-44.

TORTELLA CASARES, Teresa, “El billete español en la Edad Contemporánea. Mucho más que un medio de pago”, en VII Jornadas Científicas Sobre Documentación Contemporánea (1868-2008), Dpto. de Ciencias y Técnicas Historiográficas, Universidad Complutense de Madrid, Madrid, 2008.

VVAA, La moneda a la guerra civil espanyola: art, disseny i propaganda, XXII Curs d’Història Monetària Hispànica, 27 y 28 de noviembre de 2019.

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