Publicado en Oroinformación, 12 de junio de 2018
https://www.oroinformacion.com/es/OroInformacion/70/1681/El-Thaler-alemán-origen-del-real-de-a-ocho-español-y-precursor-del-dólar.htm
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La aparición del thaler supuso el tránsito de la moneda medieval a
la moneda moderna en Europa. En la segunda mitad del siglo XV se
descubrieron en Erzebirge y en los Alpes, especialmente en Schwaz, en el Tirol,
y en Scheeberg, en Sajonia, ricos yacimientos de plata. La abundancia del metal
argénteo, que según Carlo Maria Cipolla inundó diversas cecas de la época, fue
el origen de una importante reforma monetaria que cambió la faz de la
amonedación europea, española y mundial.
Desde la época de
Carlomagno y durante todo el Medievo las monedas habían sido pequeños discos de
oro, plata y vellón con una delgadez que permitía doblarlas fácilmente con los
dedos de una mano, y con influencia del arte gótico en sus tipos. Los primeros
atisbos del Renacimiento llegaron, según Antonio Beltrán, con la magnificación
del retrato y la ampliación de los módulos, que permitió un mejor tratamiento
de los tipos.
El primer lugar donde
se acuñó una moneda de un grosor considerable, seis o siete veces mayor que el
de las emisiones medievales, fue en la Florencia de 1472. Esta moneda, conocida
como lira Tron, era una pieza que incluso en sus aspectos externos se
distinguía de las anteriores, al portar el retrato del dux veneciano, el dogo
Nicolo Tron, de perfecto estilo renacentista. Su peso era de 6,5 gramos, con
una ley de 948 milésimas, un fino de 6,16 gramos y un valor nominal de 20
sueldos. Dos años más adelante, en 1474, y siguiendo el ejemplo de
Venecia, Milán acuñó una moneda de plata pura de un espesor considerable,
incluso más pesada que la veneciana, con una hermosa representación del duque
Galeazzo Maria Sforza en su reverso. Con un valor nominal de 29 sueldos, tenía
un peso de 9,8 gramos y un fino de 9,44, y una ley de 963 milésimas.
La razón para que
ambas ciudades italianas fueran pioneras en la emisión de estas monedas de un
grosor hasta entonces desconocido fue según Cipolla que ambas mantenían
importantes relaciones financieras y comerciales con Alemania, con una balanza
comercial desfavorable para esta última, por lo que la plata de las minas
arriba mencionadas afluía a estas ciudades estado en pago de dicho déficit
comercial. Ambas emisiones recibieron el nombre de testones, al llevar
como motivo una efigie de medio busto o cabeza del príncipe, y fueron acogidas
con gran entusiasmo por el mercado, y fueron muy imitadas tanto por los otros
estados italianos como en otros países. Como pone de manifiesto Beltrán, frente
al retrato medieval se inició el uso de una galería de retratos que enlazaron
con la tradición romana.
En los Países Bajos se
comenzaron a acuñar en 1487 monedas con un peso de 7,2 gramos y una ley de 935
milésimas, en Inglaterra en 1509 con un peso de 9,33 gramos y ley de 925
milésimas, y en Francia en 1513 con 9,6 gramos de peso y ley de 938 milésimas,
que fueron los primeros testones franceses, con un valor nominal de 10 sueldos
torneses y que incorporaron a Francia al sistema renacentista italiano.
El archiduque
Segismundo de Austria tuvo, influido por el éxito de estas monedas, la idea,
considerada por muchos extravagante en su época, de acuñar una moneda de plata
que equivaliese a la moneda de oro que en aquel momento dominaba el mercado
germánico, conocida como Rheinischer Gulden. En 1477 se batieron dos
macromonedas de un peso muy superior a cualquier otra que se hubiese acuñado en
Europa: el Guldiner de 31,93 gramos, con un fino de 29,92 gramos, y su fracción
el Halbguldiner, con un peso de 15,96 gramos y un fino en gramos de 15,96. Este
Guldiner o Unzialis es en el origen del Thaler. Al parecer, según
Cipolla, ambas monedas no tuvieron mucho éxito y se utilizaron sobre todo como
medallas, a pesar de que fueron imitadas en los cantones suizos, como por
ejemplo en Berna en 1493, y en Sajonia en 1500.
En Bohemia, durante
los últimos años del siglo XV, los condes de Schilick, propietarios de las
minas de Sankt Joachimstal, mandaron labrar una macromoneda de 27 gramos de
peso y ley de unas 900 milésimas, que contenía algo más de 24 gramos de plata
pura. Cuando la ceca recayó en manos de Fernando de Austria en 1528, el peso de
esta moneda se redujo a 26,39 gramos. La misma recibió el nombre de
Joachimstaler, por el lugar en que se acuñaba, el Valle de San Joaquín, para
más tarde llegar a conocerse simplemente como Taler, Thaler, Tahler o su castellanización,
tálero, haciendo referencia al lugar de donde procedía el metal argénteo en la
que estaba acuñada.
Los primeros thaler o
táleros acuñados por los condes de Schilck tuvieron, como en el caso de los
guldiner del archiduque Segismundo, poca acogida como moneda corriente y más
como medallas, si bien unos años después, a partir de comienzos del siglo XVI,
tuvieron un increíble éxito en el ámbito monetario germánico e incluso
internacional, como muestra el hecho de que diese nombre al daalder holandés,
al dalar noruego, al daler danés o sueco o al dólar estadounidense. Los
soberanos de la Casa de Austria en España y Alemania, Hungría, Silesia, así
como los ducados de Sajonia y Brunswick mantuvieron su autoridad sobre una
moneda de plata relativamente unificada, que a finales del siglo XVI era de 2/3
de thaler= 1 gulden= 2 marcos=32 chelines.
El emperador
Maximiliano puso especial cuidado en la acuñación de estos Guldiner o Thaler,
dotándolos de motivos históricos y propagandísticos, así como los Schautalher o
thaler medalla, con magníficos cuños de Ulrich Usentaler y excelentes retratos
de tipo renacentista. En la historia de
la moneda en la Edad Moderna en el Sacro Imperio Romano Germánico el papel del
Thaler fue fundamental. Durante los primeros años del reinado de Carlos V hubo
una pugna entre los defensores de la moneda de oro del tipo florín con los
propietarios de las minas de plata, que acabaron imponiéndose. En 1524 una
Ordenanza estableció en la base del sistema monetario el marco de Colonia, de
233,85 gramos, una moneda de oro, el florín de 22 quilates, y el Guldiner de
plata de 21 grosos, de 29,23 gramos y 973 milésimas con sus divisores en plata,
y como motivo en el anverso el águila bicéfala imperial.
Esta medida fue
combatida y no acatada en algunas partes del Imperio, como en Sajonia y,
paradójicamente, en Austria, donde diversas ciudades pactaron una alianza
monetaria basada en un Guldiner de 60 Kreuzer. Todo ello ocasionó que en 1551,
por la Ordenanza de Augsburgo, el Emperador fijase como unidad un Guldiner más
pesado pero de inferior ley, lo que produjo descontento. Su hermano Fernando I
fijó la emisión de un gundertaler de 24,62 gramos, y su sucesor Maximiliano II
el thaler imperial de 68 kreuzer mediante un edicto de 1566.
Fernando I, hermano de
Carlos V, unificó toda la moneda de sus dominios patrimoniales sobre el thaler,
tanto en Austria como en Hungría, Silesia y Bohemia. Los retratos de los
sucesivos emperadores figuraron en esta moneda, como en la de oro, con gran
prestancia, destacando los cuños realizados por Antonio Abondio. Gracias a su
gran módulo, el thaler permitió utilizar la moneda para la propaganda de las
distintas autoridades emisoras, con una notable calidad artística y en muchas
ocasiones con valor de piezas conmemorativas. En este sentido, Beltrán cita
como excepcionales los löser de Brunswick, los dobles thaler de Münster, el
Gulden groschen de Sajonia y los Portugaleser.
En la Italia del
quinientos se acuñaron talleri en la Saboya de Carlos Manuel I. Venecia no
acuñó moneda de estas características hasta 1562, cuando se labraron ducados de
plata de 32,89 gramos y 948 milésimas, con un valor de 125 sueldos. Tras la
anexión de Milán por Carlos V se batieron en esta plaza los bellísimos
ducatones de 33,7 gramos, con cuños de Leone Leoni, que fueron imitados en toda
la península. Entre ellos, por el tema que nos ocupa, destaca especialmente el
que porta en su anverso un retrato del Emperador con la leyenda
CRIST.RELIG.PROPUGNATOR y las columnas de Hércules con la leyenda PLVS
VLTRA.
El thaler llegó
también a los Países Bajos en el reinado de Carlos V, con el karolus o florin
de plata, de 22,85 gramos y 833 milésimas. En 1557 Felipe II ordenó la
acuñación de un thaler o daldre de 34,29 gramos con retrato de Gianpaulo
Poggini, y en 1567 apareció un tipo que tuvo una larga vigencia, el daldre de
Borgoña con la cruz de Borgoña, y el conocido como de los Estados, acuñado a
nombre del monarca. Posteriormente, el daldre siguió siendo la unidad monetaria
de las Provincias Unidas, y si bien el daldre de los leones de 38 stuiver de
1575 tenía únicamente 750 milésimas gozó de gran fortuna.
El sistema llegó
igualmente, aunque tardíamente, a los países escandinavos. La introducción del
daler fue tardía en Dinamarca, debido a la escasez de plata para acuñar moneda
de gran módulo, con el speciaedaler o corona de oro o lata de Federico II, con
29,5 gramos y 881 milésimas y el retrato del rey. En 1625 el consejo real fijó
el valor de las monedas con el daler en 6 marcos o 96 skillinge. En Suecia Juan
III batió dobles daler.
En Polonia se intentó
organizar el sistema por Esteban Barthory de Transilvania por una ordenanza de
1578 en un thaler de 35 groschen, 28,24 gramos de peso y un fino de 875
milésimas, si bien esta reforma fracasó. Los thalers y groschen de plata se
acuñaron asimismo en la Transilvania independiente y en Moldavia. Asimismo, en
la Rusia de los primeros Romanof la circulación de moneda extranjera de buena
calidad hizo que la misma circulase como metal, con una tasación basada en los
jefimko o thalers de 64 kopecks.
La situación monetaria
en España a la muerte de Enrique IV el 11 de diciembre de 1474 era caótica, por
lo que los Reyes católicos promulgaron sucesivas reformas monetarias desde el
20 de febrero de 1475 que culminaron en la Pragmática de Medina del Campo de 13
de junio de 1497.
Con esta reforma se fijó el valor de toda la
moneda en circulación, con su ley, peso valor y cantidades a acuñar, así como
la equivalencia entre cada una de ellas. Según Cipolla, en el momento de
promulgación de la misma aún no habían llegado al sistema monetario castellano
las tendencias antes citadas de la labra de pesadas monedas de plata.
La moneda de plata
siguió siendo el real, una moneda nacida en tiempos de Pedro I que era un
finísimo disco de plata cuyo peso en el momento de esta Pragmática quedó fijado
en unos 3,4 gramos. Esta norma previó la acuñación de divisores del real en
medios, cuartos y octavos, pero en la misma no se encuentra ninguna referencia
a sus posibles múltiplos. Se conservó la ley precedente de 11 dineros y 4
granos y un peso de 3,53 gramos, con talla de 67 piezas por marco. Su
equivalencia quedó fijada en 34 maravedíes, un valor que permaneció inalterable
tres siglos y medio. En cuanto a sus tipos, se conservaron hasta el año 1566,
batiéndose con los mismos los primeros reales de a ocho de las cecas
castellanas.
El éxito del sistema
monetario de los Reyes Católicos hizo que se mantuviese vigente durante el
reinado de los monarcas de la Casa de Austria, y, con pocas modificaciones,
también en épocas posteriores. La moneda fuerte de esta reforma, la áurea, se
vio posteriormente sustituida por la acuñada en plata, el real de a ocho, en
cantidad suficiente para hacer frente a los gastos militares de la Corona, así
como para equilibrar la balanza comercial con otros países europeos.
Bibliografía:
BELTRÁN MARTÍNEZ, A., Introducción a la
Numismática universal, Madrid, 1987.CIPOLLA, C.M., La Odisea de la plata española. Conquistadores, piratas y mercaderes, Barcelona, 1996.
LÓPEZ GONZÁLEZ, C., “Desde las reformas monetarias de los Reyes Católicos hasta fines del siglo XVII”, en HERNÁNDEZ ANDREU, J., Historia Monetaria y financiera de España, Madrid, 1996.
MARTÍN ACOSTA, Mª E., El dinero americano y la política del Imperio, Colección Realidades Americanas, Mapfre, Madrid, 1992.
PÉREZ SINDREU, F. de P., “El real de a ocho y el thaler”, Gaceta Numismática, 152, I-04, 5ª época, marzo 2004, pp. 39-48.
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