miércoles, 7 de noviembre de 2012

El Tratado de Unión de la Gran Bretaña y sus consecuencias monetarias

Publicado en Numismático Digital, 7 de noviembre de 2012


http://www.numismaticodigital.com/noticia/6118/Art%C3%ADculos-Numism%C3%A1tica/tratado-uni%C3%B3n-gran-breta%C3%B1a-consecuencias-monetarias.html

En 1707 entró en vigor el Tratado de Unión entre Inglaterra y Escocia. Por el mismo, una Escocia arruinada tras el desastre de la expedición de asentamiento en el Darién renunció a su soberanía, a su Parlamento y a su moneda, recibiendo a cambio de una Inglaterra inmersa en la Guerra de Sucesión Española el reembolso de la deuda contraída y la posibilidad de navegar y comerciar con sus colonias.

Si bien desde 1603 ambos estados tenían un monarca común, tras la entronización de Jacobo VI de Escocia como Jacobo I Estuardo de Inglaterra, jurídicamente seguían siendo entres separados, aunque Escocia no tenía representación diplomática y carecía prácticamente de ejército y marina de guerra. Tras la Revolución Gloriosa de 1688 y la caída del último Estuardo, las relaciones entre ambos países entraron en una profunda crisis.

Las Actas de Navegación inglesas restringían el uso de barcos extranjeros, incluidos los escoceses, en el comercio con Ultramar, y las continuas guerras libradas por los ingleses habían roto sus tradicionales rutas comerciales con otros países europeos. A ello se unía el importante crecimiento industrial escocés, que sería en la centuria siguiente la base del poderío económico británico en la Primera Revolución Industrial.

Durante el siglo XVII, los escoceses habían intentado fundar colonias en el Nuevo Mundo, de corta vida, como fueron las de la actual Nueva Escocia, la isla de Cabo Bretón y Carolina del Sur, habiendo sido esta última destruida por los españoles de San Agustín, Florida, en 1686. Los Estados escoceses promulgaron en 1693 una ley que liberalizaba la creación de compañías de comercio para operar en todo el mundo, y dos años después se creó la Compañía Escocesa de África y las Indias, con un capital inicial fijado en 600.000 libras.

De este importe, la mitad se reuniría en Londres, dándose la circunstancia de que se recaudaron a la apertura de libros, en noviembre de 1695, en tan solo nueve días. Pero las Compañías de las Indias Orientales y de África inglesas obligaron a la Cámara de los Comunes a que forzasen a los accionistas a que retirasen sus depósitos. Los escoceses, indignados, redujeron el capital a 400.000 libras, y a pesar de que se consideró su suscripción una cuestión de patriotismo, se tardaron siete meses en reunirlo.

William Paterson, escocés que había vivido en América del Norte y en Jamaica y que había sido uno de los fundadores del Banco de Inglaterra, decepcionado por la negativa inglesa se trasladó a Edimburgo, y persuadió a la nueva compañía de la creación de una colonia en la deshabitada costa del Darién, en el actual Panamá, la Nueva Caledonia. Su proyecto, tras dos intentos de asentamiento, fue desbaratado por los españoles de Cartagena de Indias, y los últimos escoceses salieron del Darién el 11 de abril de 1700, ante la pasividad de las autoridades inglesas.

Inmersa en la Guerra de Sucesión, Inglaterra ofreció a la arruinada Escocia, posible enemigo en su propia isla, el resarcimiento de todas las deudas y el pago de un interés de un 5%, así como la entrada de sus nacionales en el comercio colonial, a cambio de la unión política de ambos reinos, lo que fue aprobado por ambos parlamentos tras arduas negociaciones y entró en vigor el día 1 de mayo de 1707. Por el mismo Escocia conservaba su Iglesia y su derecho, pero perdía los símbolos de su soberanía, y entre ellos el derecho a tener moneda propia.

En virtud de ello, 320.372 libras y 12 chelines de antigua moneda escocesa de plata y otro circulante argénteo del reino fueron reacuñados en Edimburgo según los patrones ingleses hasta 1717, según informaba sir Isaac Newton al nuevo Parlamento unificado el 21 de septiembre de ese mismo año. Las nuevas piezas batidas en plata fueron coronas, medias coronas, chelines y seis peniques, con la leyenda ANNA DEI GRATIA y el busto de la reina en el anverso a derecha, con los hombros cubiertos por un manto.

En su reverso llevan la leyenda MAG. BRI. FR. ET HIB. REG., cuatro campos formando una cruz con las armas de cada uno de los reinos- Inglaterra, Irlanda, Francia y Escocia-, y en su centro la estrella de la Orden de la Jarretera, y debajo el año de emisión. En su canto llevan la leyenda DECVS ET TVTAMEN y el año de reinado, ANNO REGNI … El abundante numerario batido en Edimburgo lleva la marca de ceca E o E con una estrella bajo el busto de la reina, y es en todo similar a las emisiones inglesas y circuló en ambos territorios.

Una de las primeras medidas tomadas por el nuevo Parlamento, y seguramente una de las más importantes de la historia monetaria del Reino Unido, fue la ratificación en 1708 de una Proclamación de 1704, por la que se ordenaba que los reales de a ocho españoles fuesen la unidad monetaria de sus colonias, por lo que ello conllevaba de renuncia a su soberanía emisora. Todavía hoy en día el dólar sigue siendo la moneda nacional de la mayoría de estos países.

Bibliografía
· HENFREY, H.W., A guide to the study and arrangement of English Coins, Londres, 1870.
· LOZANO, A., “Nueva Caledonia. La aventura escocesa en el Caribe (1689-1700)” en Historia 16, año XXII, nº 254, junio 1997.
.  SEALY, H.N., A Treatise on Coins, Currency, and Banking, Londres, 1858.
·  SUMNER, W. G., ““The Spanish Dollar and the Colonial Shilling”, American Historical Review 3, July 1898, pp. 607-19.

viernes, 5 de octubre de 2012

La Flota de 1715 y los corsarios cubanos

Publicado en Numismático Digital, 2 de octubre de 2012



El 31 de julio de 1715 un violento huracán hundió diez buques de la Armada de la Plata, un millar de hombres  y el tesoro que transportaban, reunido durante la Guerra de Sucesión y por un valor declarado de más de catorce millones de pesos fuertes, entre el canal de Bahama y Florida. En su rescate tuvieron un importante papel los corsarios de la isla de Cuba, especialmente el más famoso de ellos, don Juan del Hoyo Solorzano, sargento mayor de la guarnición de La Habana. 

Esta es la fecha oficial y unánimemente reconocida de este importante naufragio. Sin embargo, no coincide con la dada en la crónica de los hechos realizada por Jacobo de la Pezuela, Académico de la Historia, en 1868, que sitúa este episodio en marzo de 1716, dando la cifra de veintidós buques hundidos y quince millones de pesos, y que cita como fuente los cuadernos de la antigua escribanía de la Habana. 

El marqués de Casa Torres, según este autor, convocó a todos los interesados con la primera noticia del naufragio, que unánimemente decidieron fletar y armar todos los barcos disponibles, para recuperar los tesoros anegados junto a un grupo de bancos llamado Palmar de Aiz, cerca de Cabo Cañaveral. Se encomendó la tarea a Juan del Hoyo, corsario que se había ganado una gran reputación combatiendo a los ingleses en la recién terminada guerra, con la fragata Soledad y siete balandras armadas. 

De los barcos hundidos en estos bancos, Hoyo remesó a La Habana cuatro millones de pesos, sin el orden, la cuenta y razón exigida por la Real Hacienda. Se observó un repentino incremento del circulante en esta ciudad y en otras, por lo que se sospechó que los interesados se aprovecharon de los caudales de la flota. De tal manera corrieron las noticias por todas las Antillas que mercaderes de Jamaica y Barbuda armaron una flotilla de cinco naves que al mando del corsario Enrique Jennings se dirigió al lugar del naufragio, a pesar de que había paz entre ambas naciones. 

A primeros de junio de 1716 Jennings desembarcó con trescientos hombres armados y se apoderó de 350.000 pesos que estaban allí reunidos, dirigiéndose rápidamente a Jamaica, y dando caza en su vuelta a un bergantín español que transportaba grana, añil y 3.000 onzas consignadas a La Habana. Con este botín se declaró pirata independiente y se retiró a las islas de Bahama, burlando a los comerciantes que habían costeado su expedición y eludiendo la persecución a la que se vio sometido por los corsarios de La Habana. 

Las consecuencias de este indigno acto no se hicieron esperar. Vicente de Raja, el nuevo Gobernador de Cuba, expidió patentes de corso y dio noticia a los demás gobernadores del Caribe. Durante este año, los corsarios de La Habana, Santiago y Tierra Firme apresaron en la bahía de Campeche veintidós barcos ingleses cargados de palo de tinte. Durante los siguientes meses, los corsarios españoles dieron caza sin tregua a los contrabandistas y corsarios extranjeros, y como los ingleses hacían la guerra no declarada hubo crueles represalias contra los súbditos británicos. 

En los años 60 del pasado siglo fueron rescatados del fondo del mar buena parte de los restantes fondos hundidos en este naufragio, y para evitar los expolios el Estado de Florida hubo de promulgar una ley para regular los descubrimientos y la parte de los tesoros que le correspondería por los mismos. Entre 1964 y 1974 la compañía Real Eight recuperó gran cantidad de monedas de estos pecios, y la mayor parte de los fondos en moneda de plata de la Colección del Estado de Florida, 21.962 monedas, que suponen más de un 95% del total, tienen esta procedencia.

Esta colección numismática es asimismo la mayor y la más completa del mundo en cuanto a las monedas de oro de las dos primeras décadas del siglo XVIII, y una de las más completas, al menos en números absolutos, en cuanto a los pesos fuertes, dado que faltan muchos faciales y fechas de los periodos inicial y final del dominio español de las Indias. Faltan asimismo en la misma los faciales más bajos de las series de plata, dado que su origen está obviamente en las remesas enviadas a España. 

Bibliografía
CRAIG, A.K., Spanish colonial silver coins in the Florida Collection, Gainesville, Florida, 2000.
LORENZO ARROCHA, J.M., Galeón, Naufragios y Tesoros, Santa Cruz de la Palma, 1999.
PEZUELA, J. de la, Historia de la Isla de Cuba, T. II. Madrid, 1868.
TAULER FESSER, R., “La Flota naufragada de 1715 y sus onzas” http://www.panoramanumismatico.com
TAULER FESSER, R., “Buscadores de Tesoros (I)”  http://www.numismaticodigital.com
Gold Cobs from the 1715 Fleet, http://www.goldcobs.com


miércoles, 5 de septiembre de 2012

Será porque aquí no hablamos francés …

Publicado en Numismático Digital, 4 de septiembre de 2012




El historiador hispano-dominicano Fray Cipriano de Utrera transcribió en su magnífica obra sobre la moneda provincial de la Isla Española los documentos del Archivo General de Indias que muestran las objeciones y resistencia que el Cabildo de Santo Domingo opusieron a la orden de Toussaint Loverture de armonizar el valor de la moneda circulante en las partes francesa y española de la isla tras la anexión en 1801. Entre sus escusas, se encuentra la de no haber encontrado en el Cabildo quien pudiera traducir los sucesivos decretos que fueron recibidos en francés.

François Dominique Toussaint-Louverture es una de las figuras capitales de la lucha por la abolición de la esclavitud, e incluso Nelson Mandela le citaba como su modelo. Nacido esclavo en la parte francesa de la Isla Española en 1743, fue animado por su dueño, Baillon de Libertat, para que aprendiese a leer y escribir, y fue liberado en 1776. Tras el estallido de la Revolución Francesa y la revuelta de Bois-Caiman de 1791, paso a la parte española de la Isla en 1793, recibiendo instrucción militar para combatir a los franceses y siendo nombrado general.

El 5 de mayo de 1794 abandonó el servicio de España y combatió a sus fuerzas que, bajo sus anteriores superiores, habían invadido junto con la flota británica la parte francesa de la isla, alcanzando durante el Directorio el grado de general de división. Para dar cumplimiento al Tratado de Basilea de 1795, que cedía Santo Domingo a Francia, en enero de 1801 ocupó en un mes y sin resistencia la parte española de la isla.

Es en estas circunstancias cuando, en fecha 21 de Nivoso del año IX de la República Francesa, 11 de enero de 1801 en nuestro calendario, dictó una Ordenanza en su Cuartel General de Azúa por la que se establecía el nuevo valor de los pesos fuertes, con una valoración anterior de ocho reales, en once reales, el que tenían en la parte francesa, algo que consideraba indispensable para que no hubiese distintos pesos y medidas en un mismo gobierno. Esta Ordenanza debía ser traducida al español, leída y publicada, apercibiéndose contra su incumplimiento.

Los miembros del Cabildo respondieron pocos días después al General, en fecha 2 de febrero del mismo año, poniendo de manifiesto los inconvenientes de dicha reforma. Afirmaban asimismo que debía modificarse en proporción el valor de las demás monedas circulantes, los cuatro reales, las pesetas, los reales sencillos y los medios, dado que de no ser así y si se estimaban únicamente por valor intrínseco se producirían graves perjuicios, especialmente para los tenedores de moneda menuda y para los que se dedicaban al comercio al por menor. Por ello, solicitaban que se les remitiese una relación con el valor de todas las monedas de menor formato.

Ese mismo día, el 13 de Lluvioso del año IX, Loverture indicaba a los Agentes Municipales, el antiguo Cabildo, que dicha medida debía aplicarse, dado que sus soldados estaban acostumbrados a la valoración de los once reales, y si subsistiese la valoración española entenderían que se les dejaba de pagar tres reales por peso, dejando a su leal saber y entender las medidas que estimasen oportunas para paliar los perjuicios que la medida pudiese ocasionar al público.

Dos días después, el Cabildo contestaba que estimaba que el valor del real de a cuatro debía fijarse en cinco reales y medio. En cuanto a las pesetas, afirmaba que el circulante estaba compuesto de piezas de cruz, tan antiguas y desgastadas por el uso que había perdido gran parte de su estimación con respecto a los pesos columnarios, por lo que debería correr con un valor de dos reales y medio. En cuanto a los reales sencillos y medios reales, afirmaba que podrían quedarse en su antiguo valor, dado que no había moneda fraccionaria para completarlo en proporción, y que si bien con ello se producía un quebranto de un 12 ½ % en el cambio de la moneda menuda a la fuerte, la pérdida era menor que el 37 ½ % que se hubiese producido de no estimar la moneda menuda.

Junto a lo anterior, solicitaban que en los tratos y contratos firmados con anterioridad a la Ordenanza se respetase su valor en pesos fuertes, al igual que en sus frutos. Y asimismo, piden excusas por la demora alegando que recibían los decretos en francés, y había que buscar quién entendiese esta lengua. Como en la canción de Juan Luis Guerra, será porque aquí no hablamos francés, vous parlez?, no Monsieur.

La transcripción de esta Ordenanza, la original en francés, puede consultarse en el libro de Zay que mencionamos en la bibliografía. Asimismo, podemos continuar con esta obra las peripecias monetarias de Santo Domingo que el ínclito Utrera no pudo encontrar en el Archivo General de Indias. Así, un año después, el 15 de Nivoso del año X, 5 de enero de 1802, una nueva Ordenanza de Loverture afirmaba que después de mucho tiempo de ver la necesidad de reemplazar el numerario circulante de la colonia, ordenaba batir en la ceca de Santo Domingo moneda de dobles escalines, escalines sencillos y medios.

En una cara debían llevar la efigie de la República con la leyenda Republique française, y en la otra cara el valor de la moneda y la leyenda Colonie de Sª Domingue. A partir de ese día, los dobles escalines, los sencillos y los medios acuñados en Santo Domingo debían ser recibidos por los habitantes, al mismo valor que los que se hallaban en circulación del mismo facial, siendo el valor de once escalines por cada pieza de a ocho, grueso o gourde.

Mientras que el circulante de la antigua parte francesa de la isla seguiría circulando como hasta ese momento, el de la parte española debía ser fundido para transformarlo en la nueva moneda menuda, por lo que se invitaba a sus poseedores a llevarla al Tesoro Público, siéndoles entregado un gourde por cada once escalines. Se prohibía taxativamente la saca de moneda de la colonia, bajo pena de confiscación de la que se encontrase a bordo de los barcos antes de su expedición. Se renovaban asimismo las penas previstas en las Ordenanzas anteriores.

Zay describe asimismo las diferentes piezas. La moneda de dos escalines, con un diámetro de 23 milímetros y un peso de 3 gramos 600, tiene la leyenda arriba indicada, y una representación de la República a izquierda, vestida con un vestido atado a la cintura con un cordel. En su mano derecha lleva un fascio atravesado por una hacha y en la izquierda una pica que porta un gorro frigio. En su reverso está la leyenda arriba indicada y en el campo, el valor DEUX ESCALIN. Su canto, como en todas las demás monedas de la serie, era estriado.

El escalín sencillo, de 19 milímetros y peso de 1 gramo 710, tiene similares tipos, salvo que en exergo tiene tres globos y en el reverso la leyenda UN ESCALIN. En cuanto al medio, de 16 milímetros y peso de 0 gramos 810, en su anverso lleva un florón, y en su reverso la leyenda DEMY ESCALIN. Estas monedas habían sido según Zay descritas en 1849 por Bonneville como haitianas.

Recoge asimismo la afirmación del general Kervesau, hecha desde la parte española de la isla, de que Toussaint Loverture quería establecer la fábrica en Santo Domingo, y que las piezas batidas, escalines y gourdes, llevasen en el anverso a la República y en su reverso su propio nombre. Las labores habrían sido encomendadas a un francés llamado Tixier. Estas afirmaciones, según Zay, no se encontraban justificadas ni por las piezas puestas en circulación ni por el hecho de que Loverture no hiciese mención en su Ordenanza de los gourdes, y no se conoce documentación que pueda sostenerlas.

Por su calidad se ha defendido por algunos autores que las mismas fueron acuñadas o bien en Inglaterra, que mantenía buenas relaciones con Loverture, como afirma Miguel Estrella Gómez, o incluso en los recién creados Estados Unidos. Pero hemos de tener en cuenta que la elección de la labra en Santo Domingo venía avalada por el hecho de que en la misma ciudad había una Casa de Moneda desde 1542, y tenía los materiales y los equipos necesarios para llevar a cabo la labor. En cuanto a la materia prima, ya hemos comentado que contaba con la fundición de la antigua moneda de plata española circulante para llevar a cabo su reforma.  

La obra de Zay prosigue, pero ya sin nuestro protagonista. Habiendo capitulado el 2 de mayo de 1802, fue hecho prisionero el 7 de junio de 1802 y enviado a Francia, donde murió en Fort de Joux, en las montañas del Jura, enfermo y sin cuidados, el 7 de abril de 1803. Su historia se trasformó en leyenda, siendo vilipendiado por los autores franceses coetáneos y enaltecido por los británicos. Tampoco acabó con él el sufrimiento de Santo Domingo, que retornó a España, sufrió dos invasiones haitianas, volvió nuevamente a ser española y no alcanzó su definitiva independencia hasta 1865.


Bibliografía

DUBROCA, L., La Vie de Toussaint-Loverture, chef des noirs insurgés de Saint-Domingue, Paris, 1802.
STEPHEN, J., History of Toussaint Loverture, London, 1814.
UTRERA, C., La Moneda Provincial de la Isla Española, Edición facsímil del original de 1951, Santo Domingo, 2000.
ZAY, E., Histoire Monétaire des Colonies Françaises, Paris, 1892.
« La monnaie de Toussaint Loverture », en L’escalin, Journal de la Societé Haïtienne de Numismatique, Volumen I, nº 1, Junio 200.

viernes, 3 de agosto de 2012

El papel moneda, problema heredado en la Luisiana española

Publicado en Numismático Digital, 1 de agosto de 2012

http://www.numismaticodigital.com/noticia/5866/Artículos-Numismática/papel-moneda-problema-heredado-luisiana-española.html

Desde que en 1723 el papel moneda se había introducido en la Luisiana francesa, éste no dejó de depreciarse. Cuando por el Tratado de Fontainebleau de 3 de noviembre de 1762 España reciba el territorio, entrará en contacto con un problema al que había sido ajeno en sus territorios, que le producirá inestabilidad política y que abrirá la puerta a las posteriores emisiones de papeletas en otros de sus dominios.

Luisiana fue un vastísimo territorio sin apenas población blanca que ocupaba gran parte de la cuenca del Misisipi y sus afluentes principales, y que estaba nominalmente bajo soberanía francesa desde el último año del siglo XVII, si bien la fundación de Nueva Orleans se produjo en 1718. Como hemos comentado antes y a semejanza de lo que sucedía en Canadá, circuló profusamente el papel moneda durante el periodo francés.

Este sistema, como igualmente sucedía en las colonias británicas, se basaba en las monedas de cuenta de la metrópoli y así se reflejaba en sus valores faciales. Pero, como también sucedía en las Trece Colonias, el dinero metálico circulante estaba compuesto por el real español y sus múltiplos, especialmente el real de a ocho, y con cambios fijados oficialmente en las monedas de cuenta.

 La crónica escasez de moneda metálica había hecho que en 1736 se emitiesen para subvenir las necesidades de la colonia doscientas mil libras en papel moneda. Los billetes de esta emisión eran de cinco, diez, quince y veinte libras de facial, y había otros de menor facial de cincuenta, veinticinco, doce y medio y seis y un cuarto sueldos.

Esta emisión tuvo consecuencias nefastas para el circulante, dado que retiró la moneda metálica de la circulación y produjo una severa y rápida inflación. A pesar de ello, se produjeron nuevas emisiones de billetes, y en el año 1743 se emitieron también bonos del tesoro, que debían ser aceptados para el pago de tributos. Los problemas se agravaron en 1756, con el estallido de la Guerra de los Siete Años contra Inglaterra.

Si bien en 1762 se entregó el territorio a España, no fue hasta marzo de 1766 cuando se tomó oficialmente posesión del mismo por el gobernador don Antonio de Ulloa, una de las figuras más preclaras del Siglo de las Luces español, que venía de administrar desde su nombramiento el 11 de julio de 1754 la estratégica mina de mercurio y la población de Huancavelica, la provincia de Angaraes y sus Cajas Reales.

A la llegada de Ulloa, se le comunicó que el papel moneda circulante se había depreciado en una cuarta parte de su facial, siendo la deuda global de la nueva Gobernación estimada entre seis y ocho millones de libras, y se le solicitó que se aceptase que el mismo corriese a la par. Ulloa no solamente no transigió con esta petición, sino que ofreció a los residentes que el papel moneda se valorase únicamente a un 65% de su facial.

Los fondos recibidos de México fueron en los primeros tiempos insuficientes, incluso para hacerse cargo con ellos de los gastos corrientes, y la situación se complicó con la pérdida en la bahía de Mobile el 22 de septiembre de 1766 del convoy en el que se remitía el situado para la Gobernación. A ello se unió un periodo de gran inestabilidad atmosférica asociado al fenómeno del Niño, que trajo numerosos huracanes a todo el área caribeña, con sus secuelas de devastación y pérdida de cosechas.

En los dos años posteriores Ulloa informó a sus superiores de que los pagos estaban suspendidos, y avisaba del peligro que corría la Gobernación. Los destrozos producidos en la temporada de huracanes de 1768, llevaron a que en octubre de ese año se sublevase la población de origen francés e hiciese que el gobernador huyese del territorio, situación que se controló con el envío de algo más de dos mil soldados desde La Habana.

El año siguiente hubo grandes hambrunas en Nueva Orleans. La llegada de Alejandro O’Reilly en agosto y la remisión de setenta mil pesos contribuyeron a normalizar la situación. Por Acuerdo del Consejo de 1769 se redujo el valor de los bonos del tesoro a un 60% de su facial, y se pagaron las letras de cambio que el gobierno francés había emitido en 1765. Asimismo, el gobierno español asumió los  débitos que el gobierno había contraído en el territorio.

A pesar de los esfuerzos de O’Reilly, no se pudo reducir la dependencia de los comerciantes británicos, sobre todo en alimentos, debido a las sucesivas catástrofes naturales, si bien en 1776 se permitió por decreto el comercio con Francia y sus colonias. Ese mismo año Luisiana  se convirtió en el proveedor del estanco de tabaco de Nueva España, lo que supuso un compromiso de envío de ochocientos mil reales de a ocho anuales desde las factorías reales en México, y vivificó la vida económica del territorio.

A ello tenemos que añadir la remisión de un importante situado para el pago de los gastos corrientes y para paliar en lo posible los efectos de los virulentos huracanes. Uno de los navíos que lo transportaron era el famoso bergantín Cazador, que se hundió en 1784 con una carga de cuatrocientos cincuenta mil reales de a ocho.

Bibliografía.-
. CLARK, J. G., New Orleans, 1718-1812: An Economic History, Louisiana State University Press, Baton Rouge, 1970.
. FOERSTER, G.H., “Los “trillizos” mexicanos de 1783”, Crónica Numismática, diciembre 2002, pp. 50-51.
. GAYARRE, C., History of Louisiana, New York, 1867.
. McCUSKER, J. J., Money and Exchange in Europe and America, 1600-1775: A Handbook, UNC Press Books, 1992
. JOHNSON, S. , Where Has All the Flour Gone? El Niño, Environmental Crisis, and Cuban Trade Restrictions, 1768-1778, Prepared for the Conference of the Program in Early American Economy and Society, Library Company of Philadelphia, September 19, 2003.