miércoles, 5 de junio de 2013

Los reales Vambas, según Nougués Secall

Publicado en Numismático Digital, 5 de junio de 2013

http://www.numismaticodigital.com/noticia/6564/Articulos-Numismatica/Los-reales-Vambas-segun-Nougues-Secall.html



Conocemos bien la historia de la moneda circulante en Canarias en el siglo XVIII, gracias a los magníficos estudios de Jesús Manuel Lorenzo Arrocha, basados principalmente en las obras de Viera y Clavijo y de Lorenzo Rodríguez. Otra buena fuente de información es el libro del jurisconsulto y erudito zaragozano Mariano Nougués Secall, Cartas historico-filosofico-administrativas sobre las islas Canarias, publicado en 1858, en muchas ocasiones coincidente con el de Viera, a quien cita reiteradamente.

En la carta 20 del libro, fechada en Santa Cruz de Tenerife el 5 de junio de 1858 y dirigida al vicepresidente del Consejo Provincial de Zaragoza, don Manuel Cantin, daba noticia de las monedas, pesos y medidas de las islas. También hacía mención de las turbaciones que con motivo de la moneda hubo en el archipiélago, y defendía  la conveniencia de que se recogiese en ella la moneda columnaria circulante. A esa fecha se utilizaban en las islas como monedas de cuenta el peso, con un valor de 15 reales de vellón, y el real de plata de 16 cuartos, y como monedas circulantes los tostones, medios tostones, las fiscas- las pesetas, medias pesetas y reales columnarios- y los napoleones franceses. Habían existido igualmente ducados de plata, de valor desconocido para el autor, pesos de 128 cuartos divididos en 10 reales cada uno, y las famosas vambas.

Los tostones portugueses, que circulaban desde la Unión de las Coronas en el siglo XVI, recibían un valor de 4 cuartos más en Portugal que en las islas, por lo que fueron sacados durante el siglo XVII por los comerciantes extranjeros, que asimismo se llevaban los reales peruleros y de nuevo cuño de pilares, según recogía Nougués citando a Viera, fechando esta práctica en 1685. Por ello sólo quedaron en circulación algunos reales antiguos vambas y los falsificados en gran parte por los mercaderes. 

Los reales vambas ya no circulaban en la época en la que Nougués escribía esta carta, pero a su entender protagonizaron una página muy triste en la historia de las islas.  Afirmaba que eran reales utilizados en la época de los Reyes Católicos en la Península, que tenían en su anverso un haz de flechas y en su reverso una coyunda con los nombres de los monarcas y el lema TANTO MONTA. Se conocía asimismo por este nombre según el autor a unos reales que mandó batir Carlos V a trueque de trigo con las armas de Castilla y León en su anverso con la leyenda CAROLUS ET JOANNA, y en su reverso las columnas coronadas con el lema PLUS ULTRA y en la orla la leyenda HISPANIARUM ET INDIARUM.


Ambas monedas eran de plata limpia, y se componían de diez cuartos imaginarios. Según Viera, no se había llevado moneda de plata desde España, y no circulaba la de vellón, al usarse para el comercio menudo los medios reales de plata que se retiraron de la circulación en la Península el 1 de enero de 1726 y que se llevaron en bastante cantidad al archipiélago. Según Nougués, también circulaban los reales batidos en 1707 por Felipe V, seguramente los acuñados en el Real Ingenio de Segovia  con 10 dineros de ley y talla de 75 piezas el marco en reales sencillos y de a dos, precursores de las pesetas provinciales. 

 
La afirmación de que no circulaba moneda de vellón en el archipiélago se contradice con lo expresado en una Real Cédula de 20 de noviembre de 1700, que encontramos en el Archivo General de Indias, Santo Domingo, 251, que aseguraba que la moneda provincial de vellón de la Isla Española se remitía en importantes cantidades a Canarias, donde se cambiaba a diez piezas por real de plata, con lo que se obtenía un beneficio del 400%. También se hacía referencia a ella en la Pragmática de 1776 de retirada de todo el circulante anterior que luego veremos, por la qual se extinguen absolutamente todas las monedas antiguas de plata y de vellon, que como peculiares han corrido hasta ahora en mis Islas Canaria   

Siguiendo a Viera, recogía que a comienzos del siglo XVIII comenzaron a aparecer en las islas unos realillos contrahechos y faltos de peso, cuya introducción se atribuyó a un tratante holandés que había transmutado en esta moneda un barril de arenques. Hacia 1720 se advirtió que esta mala moneda inundaba las islas, y como afirmaba Viera de cada onza de plata los falsarios sacaban de 35 a 40 reales falsos. Nougués recogía una anécdota que afirmaba que Viera o bien no conocía o que no quiso contar, y que transcribo íntegramente:

 
Estos realillos se introducían en toneles que se decían ser de tachuelas. Un comerciante del pormenor fue al Puerto a comprar un tonel de tachuelas: el mancebo por equivocación se lo dio de realillos Vambas: el tendero volvió inmediatamente por otro tonel y el mancebo le dijo con gracia y socarronería: de aquellos que V. se llevó uno no hay más.

 
Un comerciante holandés en 1734 declaró en Santa Cruz de Tenerife a unos arrieros del interior de la isla que esa moneda no valía, lo que alborotó las islas, hizo cesar la contratación y se cerraron las tiendas. El Comandante General, el Marqués de Vallehermoso, ordenó que la moneda corriese hasta nueva orden, hasta que el 7 de julio de ese mismo año el Cabildo General acordó que los vecinos presentasen los reales, para cortar los de mala ley y resellar los buenos. El resello consistía en un leoncillo como lenteja prolongada, y como era muy fácil de falsificar volvieron las turbaciones en 1735. Aunque su sucesor don Francisco Emparán ordenó nuevamente la manifestación de toda la moneda de este tipo y que se cortase la falsa, no se consiguió acabar con el mal hasta la retirada de toda la moneda provincial de Canarias y su sustitución por la de la Península, por Real Pragmática de 20 de abril de 1776.

Fuente:


NOUGUÉS SECALL, M., Cartas Histórico-Filosófico-Administrativas sobre las Islas Canarias, Santa Cruz de Tenerife, 1858, pp. 177-182.


Bibliografía recomendada:

LORENZO ARROCHA, J.M., Las monedas en las Islas Canarias, “La Bamba”, Santa Cruz de la Palma, 1991.
LORENZO ARROCHA, J.M., "Una moneda provincial para las Islas Canarias", Crónica Numismática, junio 2003, pp. 48-49.
LORENZO RODRÍGUEZ, J.B., Noticias para la Historia de La Palma, Tomo I, La Laguna, 1975.
PÉREZ ALMEIDA, H.C., “Moneda y medios de pago en las Islas Canarias durante los siglos XVI Y XVII”, en MUÑOZ SERRULLA, M.T. (Coord.),  Estudios de Historia Monetaria, Ab initio, Núm. Extr. 1 (2011), pp. 69-91.
RÉGULO PÉREZ, J., “Contribución a la Historia de la palabra “BAMBA”. Africanismo léxico adoptado por el canario en el siglo XVII”, en 2º Simposio Internacional de Lengua Española, Las Palmas de Gran Canaria, 1984.
VIERA Y CLAVIJO, J. de, Noticias de la Historia General de las Islas de Canaria, Tomo II, Libro VII, Madrid, 1773.
VIERA Y CLAVIJO, J. de, Noticias de la Historia General de las Islas de Canaria, Tomo III, Libro XVL, Madrid, 1776.







 

jueves, 2 de mayo de 2013

Los dólares de Hong Kong

Publicado en Numismático Digital, 1 de mayo de 2013

Antes de su cesión por el Tratado de Naking a la corona británica en 1842, la isla de Hong Kong estaba poco poblada y era una de las bases para la introducción del opio en China, y pasó bajo su mandato a ser una de los principales enclaves británicos en el Pacífico. Pocos años después, en 1848, está documentada en la misma la preferencia de sus habitantes chinos por los reales de a ocho españoles sobre cualquier otra moneda, que contramarcados siguieron circulando hasta el siglo XX.

En el volumen XXXII de la publicación The Dublin University Magazine, a Literary and Political Journal de 1848 encontramos una magnífica fuente para conocer la circulación monetaria de Hong Kong en los primeros años de la colonia. Su capítulo XIV viene dedicado al circulante en China, y se recogía en el mismo que la única moneda propia de China era la de cobre, conocida como cash, de forma circular y con un agujero cuadrangular en su centro, que servía para unir las monedas con cuerdas en paquetes de cientos de ellas.

Muchas de las que se encontraban en circulación eran según esta revista falsas, e incluso se afirmaba en ella que en algunas regiones del interior de China el circulante se componía exclusivamente de moneda espuria. Si bien las piezas falsas eran fácilmente identificables, incluso cuando estaban atadas junto a numerario legal, era normal que sobre un 20% de las monedas de estos paquetes fuesen falsas, y su aceptación aún a sabiendas de ello era según esta publicación una costumbre china. Si eran de buena ley, ochocientas de ellas se valoraban a un real de a ocho de cuño español, mientras que si estaban mezcladas con piezas falsas equivalían mil de ellas a cada peso fuerte.

Si bien existían en circulación los tael y los sycee de plata, piezas oblongas las primeras y en forma de zapato las segundas, eran recurrentemente ensayados para comprobar su fineza, y tenían una valoración diaria por su peso. El circulante de plata estaba compuesto por reales de a ocho novohispanos y mexicanos, comúnmente aceptados, si bien los de cuño español eran siempre preferidos.

Entre ellos los más apreciados eran los Carolus, y dentro de los mismos había incluso varias estimaciones. El valor de los pesos españoles variaba entre 4 chelines y 2 peniques y 4 chelines y seis peniques, mientras que los acuñados en el México independiente nunca alcanzaban una estimación superior a 4 chelines.

El gobierno local de Hong Kong emitió una Ordenanza igualando el valor de todos los pesos en 4 chelines y dos peniques, pero la misma sólo obligaba a los funcionarios y a los militares, que venían obligados a aceptar los pesos mexicanos a esta valoración, si bien los comerciantes chinos no los admitían más que por 4 chelines, y si los tomaban a la cotización oficial incrementaban el precio de sus mercancías.

A los chinos según esta revista no les agradaban los pesos mexicanos y detestaban las rupias hindúes. Los funcionarios y los militares recibían sus sueldos en rupias, de estimación variable, de acuerdo con la valoración gubernamental, de entre 220 a 227 para cada 100 coronas españolas. Los chinos, si las aceptaban, lo hacían sólo por un valor de entre 1 chelín y seis peniques a 1 chelín y 7 ½ peniques, pero muchos comerciantes no las querían a ningún cambio. La moneda de plata inglesa era aceptada ocasionalmente, pero nunca por su valor nominal.

Recogía asimismo esta publicación la costumbre del resello de cada peso que caía en sus manos por los comerciantes y contables, lo que hacía que usualmente la moneda se quebrase, si bien los trozos resultantes seguían en circulación, aceptados por su peso, llegando incluso a ser tan menudos que hacían falta cuarenta de ellos para llegar al peso de un único real de a ocho.

Años más tarde, a partir de 1863, el gobierno británico intentó batir un numerario propio en y para la colonia, pero las monedas acuñadas acabaron fundiéndose y la maquinaria se vendió a Japón, quedando en circulación a partir de 1868 los reales de a ocho novohispanos y los pesos mexicanos. Para su circulación en el territorio se procedió a introducir y resellar monedas extranjeras en chino y en caracteres latinos con el nombre de la colonia, siendo comunes estas marcas en los pesos batidos para Filipinas en tiempos de Alfonso XIII. El dólar sigue siendo hoy en día la unidad monetaria de la Región Administrativa Especial de Hong Kong, siendo la novena divisa más intercambiada del planeta.  

Fuente

The Dublin University Magazine, a Literary and Political Journal, Vol. XXXII, July to December 1848, Dublin, 1868, pp. 311-313.

 Bibliografía para los acontecimientos posteriores:

FUENTE, J.A. de la, La plata de la Nao de la China, Museo de Arte Oriental de Salamanca, imprenta comercial Segovia, 2008.
Artículos Hong Kong y Dólar de Hong Kong de Wikipedia.
 

miércoles, 3 de abril de 2013

Gibraltar y las pesetas de Cataluña

Publicado en Numismático Digital, 3 de abril de 2013


http://www.numismaticodigital.com/noticia/6440/Articulos-Numismatica/Gibraltar-y-las-pesetas-de-Cataluna.html


El 4 de agosto de 1704, tras tres días de combates, se rindió la plaza de Gibraltar, defendida por cien soldados y cuatrocientos civiles contra una flota aliada de cuarenta y cinco barcos ingleses y dieciséis holandeses que habían partido de Lisboa el 9 de mayo para tomar Barcelona, y retornaba sin haber conseguido su objetivo por la resistencia de la ciudad. Desde este momento, el Peñón se convirtió en el puerto neurálgico de los ejércitos aliados en la Península, y el lugar desde donde se introdujo moneda austracista en Andalucía.

Un año después, el 22 de agosto de 1705, una nueva flota aliada llegó a las aguas de Barcelona con 25.000 marineros y 9.000 soldados, y tras un largo asedio y enconada lucha rindieron la ciudad el 9 de octubre. Con ello el enfrentamiento internacional se transformó también en una Guerra Civil, que no concluyó hasta la toma de Barcelona por Felipe V en 1714 y la de Mallorca un año después, en la que buena parte de los súbditos de los reinos de la Corona de Aragón se alinearon en el partido del Archiduque Carlos de Austria, y los de la de Castilla en el de Felipe de Anjou.

En este largo y fratricida conflicto, en el que se sucedieron campañas que llegaron hasta los mismos centros del poder de ambos contendientes, la moneda fue uno de los principales instrumentos de difusión de la imagen de los pretendientes en disputa, y el más claro ejemplo en ambos casos de la instauración efectiva de su poder en el territorio controlado. No es por ello de extrañar que la posesión de moneda acuñada o usada por el enemigo fuese considerada delito, y por tanto perseguida.

En la ceca de Barcelona se acuñaron entre 1707 y 1714 pesetas, reales dobles de metrología castellana y peso de unos cinco gramos para su circulación en toda España, que tomaron como modelo los acuñados en Segovia en 1682 a nombre de Carlos II. En su anverso aparece el nombre del pretendiente en monograma coronado  y debajo el numeral III dentro de una gráfila, y la leyenda HISPANIARUM REX, y en su reverso el escudo de España y la leyenda CAROLUS III D.G.

En 1706 se acuñaron en Madrid reales de talla de 4 piezas el marco, acordes con la reforma de la plata de 1686, pero el año siguiente se rebajó la talla a 75 piezas el marco y la ley a 10 dineros, y se acuñaron en gran cantidad en este año y en el siguiente en el Real Ingenio de Segovia, conforme a un ensayo realizado por Jean Castaing. Estos reales llevan en su anverso escudo cuartelado y coronado, con lises en escusón, y leyenda PHILIPPVS V D.G. HISPANIARVM REX, y en el reverso el monograma del soberano coronado, la leyenda DEXTERA DOMINI EXALTAVIT ME y la fecha de emisión. Por el perjuicio que suponían para el comercio, por su baja ley y peso en relación a la moneda circulante anterior del reino, se ordenó finalmente suspender su labra. 

El contenido en fino de las emisiones de ambos era similar, como afirmaba Pierre Vilar, al de la libra tornesa después de su estabilización en 1726, al posteriormente adoptado en España como moneda provincial y al del franco germinal, el utilizado en Francia durante el siglo XIX, por lo que en estas emisiones, con el precedente también catalán de 1674, se encontraría el origen de la moneda de plata más clásica de la Europa contemporánea.

La plaza de Gibraltar fue durante toda la Guerra de Sucesión, como hemos comentado, un importante punto estratégico para los aliados del Archiduque, y fue defendido contra importantes contraataques de las tropas borbónicas, como el que se produjo pocos días después de su toma, el 24 de agosto, con la batalla de Málaga, el último enfrentamiento naval de envergadura del conflicto, y con los asedios de septiembre de ese mismo año y de marzo del siguiente. En este último los austracistas contaron como aliados para su defensa con Muley Ismail, rey de Marruecos, y con los gobernantes de Túnez y Argel, lo que extendió el conflicto al norte de África, e incluso se llegaron a remitir 5.000 ducados a los presidios norteafricanos para favorecer su obediencia al Archiduque.   

A pesar del constante estado de guerra, muchos comerciantes iban a la ciudad a vender sus frutos, dado que al correr en ella la moneda austracista, ganaban el veinte por ciento de su reducción a moneda legítima al introducirla en el territorio dominado por Felipe V. Por ello y por evitar su difusión por motivos políticos se ordenó a los justicias recogerla para su remisión al superintendente general y su fundición, así como el castigo de aquellos comerciantes que la introdujesen. Estas prácticas están documentadas muy adelantado el conflicto, en 1712.

Los avances y retrocesos de ambos ejércitos estuvieron jalonados de bandos y cédulas autorizando en los territorios dominados la circulación de la moneda propia y de sus aliados u ordenando la prohibición y recogida de la del Intruso Gobierno. Pero, como tantas veces ha sucedido en nuestra historia monetaria, una cosa era lo que el rey disponía y otra la realidad. Las pesetas y reales batidos durante este enfrentamiento cainita por ambos contendientes tuvieron una larga vida, circulando hasta bien entrado el siglo XIX, tan gastados que en muchos de ellos se habían borrado las improntas totalmente y habían sufrido una considerable merma del metal en el que habían sido acuñados.

Bibliografía

BACALLAR Y SANNA SAN FELIPE, V., Comentarios de la Guerra de España, e historia de su rey Phelipe V el animoso, desde el principio de su reynado hasta la Paz General del año de 1725, T.I., Génova, 1725.
GARCÍA GONZÁLEZ, F. (coord..), La Guerra de Sucesión en España y la batalla de Almansa, Madrid, 2009.
GONZÁLEZ CRUZ, D., Propaganda e información en tiempos de Guerra, España y América (1700-1714), Madrid, 2009.
MATEU Y LLOPIS, F., "Notas para el estudio de los orígenes del sistema monetario español", Nvmisma, Año XIV, nº 67, Marzo-Abril 1964, pp. 19-61.
PARADALTAS Y PINTÓ, F., Tratado de monedas: sistema monetario y proyectos para su reforma, Barcelona, 1847.
SANTIAGO FERNÁNDEZ, J. de ,“Legislación y reforma monetaria en la España Borbónica”, en VI Jornadas sobre Documentación Borbónica en España y América  (1700-1868), Madrid, 2007, pp. 403-436.
VILAR, P., Oro y Moneda en la Historia (1450-1920), Barcelona, 3ª ed., 1974

 
 

miércoles, 6 de marzo de 2013

La moneda macuquina venezolana y su circulación en Puerto Rico

Publicado en Numismático Digital, 6 de marzo de 2013


     A pesar de lo prevenido en la Real Orden Reservada de 18 de marzo de 1771 para la extinción de toda la moneda anterior, y a la específica mención en la misma de que el virrey de Nueva España debía informar a los gobernadores de las Antillas y de la Capitanía General de Venezuela de la recolección de la moneda macuquina a cambio de Situados en la nueva especie a labrar, no se consiguió su extinción. Durante las guerras de independencia de Venezuela, los realistas refugiados en Puerto Rico trajeron gran cantidad de este numerario a la isla, cuyo uso fue autorizado en 1813 y circuló hasta 1857. 

     La crónica escasez de numerario en Venezuela y otros territorios había hecho que, a petición de los gobernadores del área antillana, por Real Orden de 25 de mayo de 1786 se autorizase la labra de una nueva especie para su circulación como moneda provincial en Caracas y en las Islas de Barlovento, que si bien fue acuñada en la ceca de México en 1787, fue refundida antes de entrar en circulación por Real Orden de 1787. Tras nuevos intentos, esta nueva moneda provincial no llegó a acuñarse. 

     La escasez afectó asimismo a la moneda macuquina, al ser la que servía para la circulación interior de la Capitanía. Por ello el intendente de Caracas prefería enviar los situados a las provincias de Guayana y Trinidad en los pocos pesos fuertes disponibles antes que dejar el territorio sin moneda cortada o corriente, lo que no era posible por la falta de moneda fuerte, en la cuantía de diez mil pesos, necesaria para hacer frente al situado de Trinidad.

     A juicio de Francisco de Saavedra, principal valedor de la solicitud de una moneda provincial, la diferencia entre los valores intrínsecos y extrínsecos de la moneda macuquina dificultaba su extracción. Estimaba que en el territorio no se había introducido moneda falsa, ni en grandes lotes ni paulatinamente, para retirar la de buena ley, y afirmaba que se trataba principalmente de piezas de bajo facial, de medios reales, reales sencillos y escasos reales de a dos.
     Durante las guerras de emancipación de Venezuela, tanto los insurgentes como los realistas batieron moneda de necesidad de tipo macuquino a imitación de los reales limeños, según los tipos de cruz y columnas previos a las reformas de la moneda en la época borbónica y con valor facial de reales sencillos y dobles. Vidal i Pellicer fecha las emisiones de los insurgentes entre agosto de 1813 y julio de 1814, y fueron a su parecer batidas en Caracas, muchas con fechas imposibles y signos falsos. Al ser ajustadas en peso y ley, los realistas las habrían seguido acuñando hasta 1817. Otros autores adelantan el comienzo de las emisiones al año 1811.
     En cuanto a las monedas acuñadas por el partido realista, conocidas como lanzas por su forma, habrían sido emitidas en Maracaibo entre los años 1813 y 1814 por orden del Capitán General Fernando Miyares, si bien y debido a que este numerario era muy defectuoso, dado que era de labor muy tosca y con graves faltas de peso y ley, se ordenó su retirada de la circulación por Real Orden de 13 de mayo de 1816.

     Simultáneamente, en el tramo final del siglo XVIII la escasez de numerario había sido la nota dominante en la circulación monetaria en Puerto Rico, siempre dependiente de los situados de Nueva España y de los pocos tributos –alcabalas, renta del papel sellado, diezmos…- que se recaudaban en la isla. El recurso a la emisión de papeletas sin el respaldo de moneda corriente fue una práctica común desde los violentos huracanes de 1766 hasta principios del siglo XIX, lo que llevó a la falta de su aceptación, a la generalización de su falsificación y a una espiral inflacionaria, que llevó a la valoración de un peso en moneda metálica en diez en papel.

    Fue para la amortización de estas papeletas por lo que por Decreto de 18 de junio de 1813 se autorizó por el gobernador Salvador Meléndez Bruna, por recomendación del intendente Alejandro Ramírez, la entrada y circulación legal de la moneda macuquina procedente de los refugiados venezolanos, como un mal menor necesario para garantizar la circulación monetaria en la isla.

    Este numerario estaba compuesto tanto de moneda legal batida con anterioridad a la de cordoncillo como por las emisiones antes vistas de los insurgentes y realistas, y era según este Decreto aceptada por su valor nominal para todo tipo de pagos, entendiendo por el mismo el que tuviese en sus improntas o el comúnmente aceptado, Con ello se consiguió amortizar papel moneda en la cuantía de medio millón de pesos, y se dotó a la isla de un circulante que se mantuvo durante años y evitó las anteriores tensiones monetarias sufridas.

    La entrada de la moneda macuquina, sin embargo, tuvo también consecuencias negativas, como fueron los problemas derivados de su falta de peso y ley, que hicieron que, contraviniendo las órdenes antes citadas, muchos se negaran a su aceptación. Asimismo, se introdujo en la isla moneda macuquina falsa fabricada en los Estados Unidos, lo que agravó esta situación. Para resolver estos problemas, la Sociedad Económica de Amigos del País creó una comisión especial para el estudio de las medidas a tomar para su extinción.

    En sus conclusiones de 8 de marzo de 1855 se hacía referencia a la necesidad de retirarla de la circulación, lo que finalmente se ordenó por Real Decreto de 5 de mayo de 1857, sustituyéndola por moneda de cordón de cuño español. En el momento de la retirada, según Coll y Toste, se cambiaron 1.565.466 pesos y 40 centavos de moneda macuquina a cambio de 1.350.000 pesos en moneda de nuevo cuño. Los tenedores de moneda macuquina recibieron siete reales de moneda fuerte por cada peso de ocho reales macuquino, por lo que la merma real para la población fue de un 12½% del valor de la moneda antigua.

Bibliografía

COLL Y TOSTE, C., Reseña del Estado Social, Económico e Industrial de la Isla de Puerto Rico al tomar Posesión de ella los Estados Unidos, San Juan, Puerto Rico, 1899.
CORDOVA, P.T. de, Memorias Geográficas, Históricas, Económicas y Estadísticas de la Isla de Puerto Rico, 6 vol., 1832.
CRESPO ARMÁIZ, J., Fortalezas y Situados. La geopolítica española y sus efectos sobre el desarrollo económico y monetario de Puerto Rico (1582-1809), Puerto Rico, 2005.
CRUZ MONCLOVA, L., Historia de Puerto Rico. Siglo XX, Tomo I (1808-1868), Madrid, 1970.
DASÍ, T, Estudio de los Reales de a Ocho llamados Pesos — Dólares — Piastras — Patacones o Duros Españoles, Valencia, 1950-1951, T. III.
MAGO DE CHÓPITE, L., El Cabildo de Caracas (1750-1821), CSIC-Dpto. de Publicaciones, 2002.
STOHR, T., El circulante en la Capitanía General de Venezuela, Caracas, 1998.
TIERNO GARCÍA, J., “La Moneda en Guerra: Los procesos independentistas hispanoamericanos (1808-1826)”, Ab Initio, Núm. Ext. 2 (2012).
VIDAL I PELLICER, J., “Acuñaciones de tipo macuquino columnario de ceca problemática y fecha ficticia”, Acta Numismàtica 10, 1980, pp. 165-170.

miércoles, 6 de febrero de 2013

Algodón, té y plata española: La conquista británica de la India



Publicado en Numismático Digital, 6 de febrero de 2013

http://www.numismaticodigital.com/noticia/6320/Articulos-Numismatica/Algodon-te-y-plata-espanola:-La-conquista-britanica-de-la-India.html

La India no tenía minas de plata, por lo que toda la que se amonedaba llegaba vía comercio. El volumen del tráfico a finales del siglo XVIII alcanzó tal dimensión que, según los cálculos de Humboldt, en 1795 los comerciantes británicos habían desembolsado 4.410.000 pesos en géneros pagados en la propia India a comerciantes chinos en estaño, algodón y opio, además de los 6.614.000 pesos en moneda para su comercio directo con China.

La plata que llegaba a la India por la Nao de la China, por el comercio con los países occidentales, del Golfo Pérsico y de Arabia, así como de China y de Japón antes del embargo decretado en este último país en 1668, sirvió para la monetización del Imperio Mongol, si bien también hizo que se sufriesen los efectos de la inflación y el incremento de los precios, que lo desestabilizaron y ayudaron a la posterior expansión británica.

La moneda de plata de la India, la rupia, era universalmente aceptada y de buena calidad. Su circulación se circunscribía a su año de emisión, por lo que anualmente los particulares debían llevarla a las numerosas cecas abiertas para que fuesen nuevamente batidas, y cualquiera podía adquirir moneda en estos establecimientos con un pequeño coste de un 5,6%. Esto hizo que el circulante se mantuviese estable, tanto en calidad como en cantidad, si bien no se pudo adecuar al importante incremento que se produjo en la población.

La colonia francesa de Pondichéry, actual Punducherry, era un importante centro emisor de estas rupias y de los fanon, la moneda circulante en la costa de Coromandel, siendo su materia prima los reales de a ocho españoles. Dado que por su origen eran las que menor riesgo tenían de ser aleadas con otros metales, corrían libremente por todo el subcontinente, siendo recogidas por los tesoreros de los Rajás y Nababs, tanto gentiles como musulmanes, e incluso los comerciantes de otras naciones, especialmente daneses y holandeses, llevaban a esta ceca sus pesos fuertes para que fuesen convertidos en rupias.

Su lucrativa actividad se llevó a cabo hasta 1837. El 3 de marzo de este año, el Consejo de la ciudad propuso que, ante la medida tomada por motivos económicos del cierre de la Casa de Moneda, y para convertir en moneda local los reales de a ocho sin pérdida, no se debían de pagar más de 216 rupias por cada 100 reales de a ocho, pero que esto era imposible de conseguir, dado que en la isla Borbón, la actual Reunión, el precio de estas piastras era de 218 rupias.

Durante el siglo XVIII la Compañía Británica de las Indias Orientales había llevado a cabo operaciones comerciales de alto riesgo. Se utilizaba la plata española para la compra de productos textiles en la India, que a su vez eran cambiados en Indonesia por nuez moscada, clavo y pimienta. Estas especias se remitían a las Islas Británicas, donde eran vendidas necesariamente en moneda de plata, que nuevamente se remitía a Oriente para alimentar el comercio de índigo, té, café y seda con China, en un periplo con una duración total de dieciséis meses.

En la primera mitad del siglo, y ante la imposibilidad de desbancar las manufacturas locales con su propia producción, el comercio británico siguió basándose en la demanda de prendas de algodón hindú y de té chino en Europa, intentando a su vez reducir las remesas de metales preciosos hacia estos territorios. Durante todo el siglo se abrieron en numerosas poblaciones costeras del subcontinente establecimientos para la producción de prendas estampadas destinadas a la exportación.

Dado que su mayor producción se daba en Bengala, los británicos se concentraron en esta área, y su influencia de incrementó en ella día a día. Al principio ejercieron su jurisdicción en nombre del Gran Mongol, e incluso emitieron moneda a su nombre, una vez que controlaron la ceca y que forzaron el transporte del Tesoro Real desde Murshidabad a Calcula, donde se encontraba bajo su directo control.

Los fondos obtenidos se utilizaron no sólo para el comercio de la Compañía, sino también para la ulterior conquista de toda la India, y la extracción de gran cantidad de plata que había sido introducida en siglos anteriores para la compra de  té en China produjo una gran escasez de circulante. Los británicos quisieron establecer un numerario uniforme, para lo que desmonetizaron las monedas locales, pero la emisión de nuevo cuño no cubría las necesidades de la circulación, y menos a finales del siglo, por efecto de las caídas de precios y las convulsiones en el comercio a causa de las Guerras Napoleónicas.

Asimismo, los británicos fijaron cambios nada ventajosos entre la moneda de plata y las existentes en cobre y los cauríes, utilizados para las transacciones corrientes. Para la labra de nueva moneda, a comienzos del siglo XIX se batieron en la ceca de Madrás piezas de dos rupias y ½ coronas sobre cospeles de moneda española procedente de las Indias. Y fue la India igualmente la que suplió de numerario a otras colonias británicas, como fue el caso de los 400.000 reales de a ocho remitidos desde Bombay, vía Madrás, a la Colonia de Australia en 1812, origen de los famosos Holey Dollars.

Si bien ya desde 1701 se había prohibido en Inglaterra la importación de telas estampadas y se comenzó a importar algodón en rama para su manufactura en la propia isla, no fue hasta la segunda mitad del siglo, con la mecanización que dio comienzo con la Primera Revolución Industrial y con la política de reducción de la producción hindú tras tomar el control directo del país, cuando la industria textil británica comenzó su definitivo despegue. Entre 1803 y 1815 dominó el territorio central del subcontinente, regido por los marathas, y en el siguiente medio siglo se fue anexionando el resto del país. Tras la rebelión de los cipayos de 1857 se abolió oficialmente el Imperio Mongol.

El té pasó de considerarse un bien de lujo a un producto de primera necesidad en los países anglosajones durante el siglo XVIII, y su estanco en uno de los principales ingresos de la Corona, hasta un 10% de todos los del Tesoro. Para su pago en China, desde el Edicto del Emperador Tao Kuang, sólo se aceptaba en teoría moneda de plata, si bien desde la década de los años 30 del siglo XIX China pasó de ser el primer receptor al principal exportador de plata, por mor del comercio del opio.

Bibliografía:
BERNSTEIN, W.J., The Birth of plenty: how the prosperity of the Modern World was created, McGraw-Hill, Companies, Inc., 2004.
BHATTACHARYA., S., “Regional Economy (1757-1857), Eastern India”, in The Cambrigde Economic History of India, Vol. 2, c.1757-c.1790, Cambridge, 1983.
BROADBERRY, S. y GUPTA, B., “Monetary and real aspects of the great divergence between Europe and Asia, 1500-1800”, Department of Economics, University of Warwick, 23 August 2005.
CAIN, P.J. y HOPKINS, A.G., “The political economy of British expansion overseas, 1750-1914”, The Economic History Review, 2nd series, Vol. XXXIII, no. 4, November 1980.
CHEVALIER. M., On the Probable Fall in the Value of Gold: The Commercial and Social Consequences which may ensue, an the Measures which it invites, Translated from the French, with preface, by Richard Cobden, Esq., New York: D. Appleton and Co.,1859.
FOERSTER, G.H., “Plata hispanoamericana en circulación mundial del siglo XVI hasta el siglo XX. Monedas de una exposición numismática”, Gaceta Numismática 141, junio 2001, pp. 41-59.
HUMBOLDT, A. von, Ensayo Político sobre la Nueva España, T.III, Paris, 1827.
ROTHERMUND, D. An economic history of India; from pre-colonial times to 1991, New York, 1988.
ZAY, E., Histoire Monétaire des Colonies Françaises, Paris, 1892.
The Sydney Gazette and New South Wales Advertiser, 28 November 1812.