Publicado en Numismático Digital, 2 de julio de 2014
http://www.numismaticodigital.com/noticia/7422/
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Este conflicto, simultáneo a la Guerra de Sucesión
Española, enfrentó entre los años 1700 y 1721 a la práctica totalidad de los
estados del norte, centro y este europeo, y en su momento álgido los combates
se extendieron desde el Mar Báltico hasta el Mar Negro. Tan largo y enconado
enfrentamiento tuvo importantes repercusiones en el circulante de los
diferentes países beligerantes.
El origen de esta larga guerra se encuentra en la alianza firmada por los
reinos de Dinamarca-Noruega, Rusia, Polonia-Lituania y Sajonia contra la
supremacía sueca en el Báltico y el norte de Alemania. Los primeros teatros de
operaciones se situaron en Dinamarca, los territorios bálticos de Ingria y
Curlandia, en Polonia y en Sajonia, sucediéndose las victorias suecas.
Las alianzas cambiaron durante el curso del conflicto. La coalición aliada se
rompió finalmente por las resonantes victorias suecas, pero se restableció en
1709 con el fracaso de la invasión sueca de Rusia. Los enfrentamientos se
extendieron a Finlandia, Alemania, los actuales estados bálticos e incluso a
Ucrania y a la Moldavia otomana. Hannover y Prusia se sumaron a los aliados en
1715.
Suecia no estableció alianzas militares sólidas con ninguna potencia
extranjera, y las victorias aliadas predominaron en la segunda mitad del
conflicto. Tras la firma en 1719 por Jorge I de Gran Bretaña de alianzas con
Prusia y con Suecia, la estrategia del gobierno sueco fue la de firmar la paz
con todos sus enemigos, exceptuando a Rusia, creando nuevas alianzas que le
permitieran alcanzar una paz definitiva con Pedro I en las mejores condiciones
posibles.
Por el Tratado de Estocolmo de 9 de octubre de 1719, Suecia cedió los
ducados alemanes de Verden y Bremen a Hannover, y por el firmado en la misma
ciudad el 21 de enero siguiente se cedió a Prusia la Pomerania sueca al sur del
río Peene y al este del Oder. Por el firmado el 3 de junio de 1720 en Frederiksborg
con Dinamarca Suecia dejó de apoyar al ducado de Holstein-Gottorp, que volvió a
dominio danés, y se comprometió al pago de 600.000 riksdaler, si bien recuperó los territorios ocupados por los
daneses en Pomerania y Wismar.
El conflicto terminó con la firma el 30 de agosto de 1721 del Tratado de
Nystad, que supuso la elevación de Rusia a la categoría de potencia mundial de
primer orden y le convirtió en el estado más influyente del norte de Europa y en
el entorno del Mar Báltico. Suecia cedió a Rusia toda la provincia de Ingria, Výborg y el sur de Kexholm, si bien pudo conservar la práctica totalidad de
Finlandia. Hubo de entregar asimismo Livonia y Estonia, incluidas las islas de
Ösel y Dagö. Pedro I fue nombrado en 1721 Zar de todas las Rusias, y continuó
con su obra modernizadora y su política expansionista.
Ya en 1703 el ejército ruso había ocupado parte de Letonia, Ingria y
Carelia, fundando la que sería su nueva capital, San Petersburgo, ese mismo año.
En estas campañas Pedro I utilizó fuerzas cosacas procedentes de la actual
Ucrania, territorio este último que a pesar de su amplia autonomía tuvo que
soportar la presencia del ejército ruso, que fue acusado de saquear las
ciudades y vejar a la población en las que estaba acantonado.
Por todo ello el atamán cosaco Iván Mazepa se alió con los polacos y
suecos, si bien no fue secundado por la mayor parte de la población ucraniana, y
fue con ellos derrotado en Poltava. Entre los escasos apoyos que recibió se
encontró el de la Sich de Zaporozhia,
magistralmente descrita por Nikolái Gogol en su obra Taras Bulba, bastión de una república pirata cosaca que se
convirtió en una potente entidad militar, civil y política que desafió durante
siglos el poder de la Mancomunidad Polaco-Lituana, del Imperio Otomano y del
Imperio Ruso, y que por este apoyo fue destruida por el ejército zarista
en 1709.
En Suecia se siguieron batiendo en el siglo XVII las placas rectangulares o
palt-mynt con el cobre de las ricas
minas de Dalarma, para suplir la falta de plata, de las que algunas de llegaron
a pesar 19,71 kilos. La práctica del cercén estuvo tan extendida que en el canto
de las emisiones de ocho marcos de
1692 se encontraba la leyenda latina manibus
ne laedar avaris, que se perpetuó durante el siglo XVIII.
Las continuas depreciaciones, la penuria del numerario causada por la
guerra y la presencia de moneda de necesidad, los daler de Carlos XII de 1714, produjeron una grave situación económica
de la que se acusó al barón Georg Heinrich von Görtz, su ministro
plenipotenciario y de finanzas, oriundo de Holstein-Gottorp.
En cuanto a sus enemigos daneses, siguieron acusando los mismos problemas
heredados del siglo XVII, con bellas y ricas piezas acuñadas con la plata de
Kronsberg, lugar donde se trasladó la ceca de Cristianía, y la presencia de
abundante moneda menuda, que presentaba serios problemas para ser cambiada por
la de mayor valor. La moneda de polaca sufrió asimismo un constante deterioro y
un progresivo empobrecimiento, situación que se mantuvo durante el siglo XVIII,
debido principalmente a sus enfrentamientos con Rusia.
En el emergente Imperio Ruso Pedro I el Grande reformó su sistema monetario
para adecuarlo al vigente en la mayor parte de Europa, basándolo desde 1701 en
el rublo, moneda argéntea semejante al thaler
y al real de a ocho español. Acuñado con un peso de 28,44 gramos, módulo de 49
mm. y ley de 729 milésimas, fue dividido en cien kopeks. Es de destacar que con ello Pedro el Grande fue pionero en
la introducción del sistema decimal, adoptado posteriormente por todos los
sistemas monetarios del mundo.
Esta denominación de rublo venía referida originariamente a un trozo de
plata de unos 200 gramos, y apareció por primera vez en una moneda de plata, yefimki, en el siglo XVII. Los rublos se
comenzaron a batir regularmente a partir de 1704, y en los mismos se representó
el retrato del zar, realizado por Fedor Alexeiev, al modo occidental. La plotina de medio rublo tenía 14,18
gramos, y se retiró de la circulación el antiguo numerario de cobre, sustituyéndolo
por divisores del kopek marcados con
puntos para indicar su valor.
Además de estas modificaciones también se alteraron las leyendas,
abandonándose el latín y utilizándose el idioma ruso y el alfabeto cirílico. La
reforma alcanzó asimismo al numerario áureo, con la emisión de chervónets de 3,47 gramos y ley de 986 milésimas, equivalentes a los
ducados húngaros en circulación. Como curiosidad, hubo una emisión ad hoc de marcos llevada a cabo para el
pago de los que incumplían la obligación de recortar sus barbas a la manera
occidental.
La adopción del rublo fue consecuencia lógica de la situación monetaria no
sólo europea, sino mundial. Los reales de a ocho españoles compartieron en el
norte de Europa su papel de divisa internacional con otras macromonedas de
plata equivalentes a ellos, como los talhers
o táleros y los riksdaler o rix-dólares holandeses de Leeuwen. Está
documentada la presencia de los pesos
en el siglo XVII en Narva, Nyen, Riga y Reval
y Pernau, en el entorno del Báltico, y eran asimismo gustosamente aceptados
por los rusos.
Con ellos Rusia alimentaba su activo comercio con Persia, donde se
adquirían tejidos de algodón, tafilete, seda, satén, incienso y otros bienes, a
cambio de pieles, cuero y cristal moscovita, sirviendo la plata española para saldar
su deficitaria balanza comercial. En su camino hacia Oriente, los pesos fuertes
españoles eran la moneda preferida de los pueblos integrados en el Imperio
Otomano y en Persia, así como entre los mongoles y tártaros, sobre otras como
los reichsthalers.
Es curioso como el rublo, en sus casi setecientos años de historia, no había
sido utilizado nunca como divisa fuera del Imperio Ruso, de la extinta Unión
Soviética y de la actual Federación, y sólo hace muy poco la libre circulación
del rublo se instauró por vez primera en el extranjero, en la ciudad china de
Suifenhe, cerca de la frontera de ambos países. Quizá sea esta la razón por la
que el Banco de Rusia ha aprobado recientemente un nuevo símbolo del rublo, con
la intención de introducir su moneda en los mercados internacionales.
Bibliografía:
·
BELTRÁN, A., Introducción a la Numismática universal, Madrid, 1987.
·
BLACK, J., La Europa del siglo XVIII, Madrid, 1997.
·
CIPOLLA, C.M., La odisea de la plata española. Conquistadores, piratas y mercaderes,
Barcelona, 1999.
·
MANAEV, G. ,
“Breve historia del rublo”, en Russia
beyond the headlines, 22 de diciembre de 2013.