miércoles, 2 de diciembre de 2015

La circulación de la moneda macuquina en la República de Colombia

Publicado en Numismático Digital, 2 de diciembre de 2015
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La antigua moneda macuquina, acuñada durante siglos en las cecas de los Reinos de las Indias y que tantas veces se había intentado recoger por las autoridades españolas, seguía todavía en circulación en grandes cantidades en el Virreinato de Nueva Granada a comienzos del siglo XIX. Tras la independencia de las nuevas repúblicas, se intentó nuevamente amortizarla en varias ocasiones, pero siguió a pesar de estas medidas igualmente en circulación hasta su definitiva retirada en Colombia en el año 1847.

Los gobiernos insurrectos de las actuales Venezuela, Colombia y Ecuador, que entre 1821 y 1831 formaron la Gran Colombia, habían mandado acuñar monedas de varios tipos. Las primeras de ellas fueron batidas en cobre, con valor de ½ y dos reales, por la Junta de Defensa de Cartagena y, siendo este numerario de necesidad insuficiente, también se recurrió al papel moneda. En 1814 la ceca de Santa Fe, controlada por una Junta de Defensa independentista, batió también moneda con la Libertad en el anverso y una granada en el reverso. La necesidad de numerario hizo que se batiese moneda de necesidad también en los territorios controlados por las fuerzas realistas, en Santa Marta y Popayán.
Entre estas monedas de necesidad se encontraban imitaciones de los antiguos tipos de cruz y columnas de las piezas macuquinas limeñas, sin leyenda circular y con valores de 1 y 2 reales. La fecha que consta en ellas es ficticia y de tres dígitos, si bien se conservan algunas monedas con fecha de cuatro dígitos e incluso con solamente dos.

 Entre ellas, según Vidal i Pellicer, habría dos grupos principales, atendiendo a su ley y a su calidad artística. El primero de ellos se compondría de aquellas piezas de esmerado diseño, contorno casi circular y cospeles uniformes, de ley y peso adecuados. El segundo, muy heterogéneo, se compone de piezas de tosca labor, de contornos y cospeles irregulares, y faltas en peso y ley.
Para este autor, las del primer grupo serían emisiones de los insurrectos batidas en Caracas entre agosto de 1813 y julio de 1814, que al ser ajustadas al peso y ley siguieron siendo acuñadas por los realistas desde esta fecha hasta 1817. Las segundas, conocidas como lanzas por su forma, habrían sido batidas en Maracaibo entre los años 1813 y 1814 por orden del capitán general de esta provincia, Fernando Miyares, y fueron posteriormente retiradas de la circulación por Real Orden de 13 de mayo de 1816, al ser muy defectuosas.

En la ceca de Santa Fe se ordenó por el general Santander que, a partir del 11 de noviembre de 1819 se acuñara toda la plata mala en pesos fuertes y pesetas de a cuatro, con busto de India en anverso, y ley de 0,666 milésimas, lo que fue ratificado por Bolívar por Decreto dado en Sábana Larga el 21 de noviembre de 1819, para todas las monedas del sistema, desde los reales sencillos a los fuertes.
El año siguiente Santander, por Decreto de 21 de febrero de 1820, ordenó que la moneda antigua macuquina y la sellada de cordoncillo con busto del rey debían seguir circulando en el Departamento de Cundinamarca, lo cual fue recordado por Orden de 24 de noviembre del mismo año, obligando a admitirlas siendo legítimas bajo pena de pérdida del doble de su valor y, en caso de reincidencia, multa a discreción de los gobernadores políticos.

El Congreso de Villa del Rosario, creador de la República de la Gran Colombia, dicto la Ley de 1 de octubre de 1821, por la que exclusivamente reconocía la circulación de la moneda legítima macuquina o de cordoncillo de cuño español, ordenando la recogida y reacuñación de toda moneda de otra especie, así como las macuquinas de ley 0,903, y su afinamiento a la ley y peso dado por el gobierno español, batiéndose con ella medios reales, reales sencillos y pesetas de a dos. Por Ley de 13 de marzo de 1826, se decretaba la labra de nuevos tipos de moneda de oro y plata, ajustándose la ley de las emisiones áureas al peso y ley que tenían bajo gobierno español.

Con la creación de la República de la Nueva Granada y el fin de la Gran Colombia en 1831 no acabaron los problemas derivados de la escasez de circulante, por lo que la moneda macuquina, que se había ordenado amortizar y reacuñar a ley de 8 dineros por Ley en 1826, fue nuevamente autorizada a circular en 1831, aunque estuviese recortada y por su valor nominal, con obligación de ser aceptada sin excusa en las transacciones y contratos. Durante el año 1833, en el que se había adquirido nueva maquinaria, se amortizaron 4.175 marcos de plata en moneda macuquina.

En 1834 se acuñaron, según José Manuel Restrepo, pesos colombianos de la misma ley y peso que los españoles, en corta cantidad al no haber minas de plata en labor. El artículo 1º de la Ley de 20 de abril de 1836 ratificaba que la ley de las monedas de plata seguiría siendo la de la moneda española desde 1772, 0,902 milésimas o diez dineros y veinte granos, y su peso el de la onza española.
Dos años después, el 29 de mayo de 1838, y por los quebraderos de cabeza que al Gobierno le producía la circulación de moneda macuquina, se ordenó la emisión de billetes para su amortización, junto con las demás monedas que no tuviesen el sello de la Nueva Granada o de Colombia y todavía circulantes.

Se ordenó que la moneda recogida fuese reacuñada en reales, cuartos y medios reales, pagándose hasta cinco pesos en metálico y en adelante a plazo, mediante billetes o pagarés amortizables. En su artículo 10º prohibía expresamente la entrada temporal en Colombia de moneda provincial española de vellón y moneda macuquina, bajo pena de su decomiso.

La larga vigencia de este numerario en la actual Colombia concluirá con el Decreto del general Mosquera de 17 de julio de 1847. La moneda macuquina seguía siendo introducida desde México y Perú, con ley normalmente superior a las 900 milésimas, con lo que las anteriores normas no habían acabado con su circulación. En el mismo se prohibía su circulación desde el 31 de agosto de 1848 en la provincia de Bogotá, y desde el 1 de septiembre solamente se admitía en pago de deudas o contribuciones en esta especie por mil reales, mientras que las cantidades que excediesen de este importe serían canjeables por billetes de Tesorería, reembolsables en dos meses en moneda de ley de 0,900.

Bibliografía recomendada
LASSER, J.L., “The silver cobs of Colombia, 1622-1748”, en BISHOFF, W.L., The Coinage of el Perú The American Numismatic Society, Nueva York 1989, pp. 121-140
RESTREPO, J.M., Memoria sobre amonedación de oro i plata en la Nueva Granada desde el 12 de julio de 1753 hasta 31 de agosto de 1859, Bogotá, 1860.
TEMPRANO, L., Monedas de Colombia, 1810-1992, Bogotá, 1993.
VIDAL I PELLICER, J., “Acuñaciones de tipo macuquino columnario de ceca problemática y fecha ficticia”, Acta Numismàtica 10, 1980, pp. 165-170.

III Encuentros Científicos de la Cátedra de Epigrafía y Numismática de la UCM

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Los pasados días 26 y 27 de noviembre se celebraron en Madrid, en sendas sesiones en la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense de Madrid y en el Auditorio de la Casa de la Moneda, los III Encuentros Científicos de la Cátedra de Epigrafía y Numismática de la UCM, con un soberbio programa que cumplió con todas las expectativas creadas.
 
Ante un público mayoritariamente compuesto por estudiantes universitarios, los intervinientes fueron desgranando una variada temática centrada en la conmemoración del cuarto centenario del establecimiento de la Casa de Moneda de Madrid, y en el devenir de su ininterrumpido servicio a la Monarquía y al pueblo español.
 
Tras la apertura de los encuentros por los doctores José María de Francisco Olmos, decano de la Facultad de Ciencias de la Documentación de la Universidad Complutense de Madrid, Rafael Feria y Pérez, director de Relaciones Institucionales de la Real Casa de Moneda de Madrid, y Javier de Santiago Fernández, catedrático de Epigrafía y Numismática de la Universidad Complutense de Madrid, dio comienzo la primera sesión.
 
 
 “El oro y la plata de Indias en el imaginario de la Edad Moderna”
 
La primera intervención corrió a cargo de la doctora Carmen Sanz Ayán, académica de Número de la Real Academia de la Historia y catedrática de Historia Moderna de la Universidad Complutense de Madrid. El tema de su intervención fue “El oro y la plata de Indias en el imaginario de la Edad Moderna”. La primera parte de la misma la dedicó al estudio de la llegada masiva de los metales preciosos a una Europa hambrienta de plata, perpleja de que esta situación se estuviese produciendo, y a una vehemente y muy bien fundamentada crítica a la Leyenda Negra que, por desgracia, sigue tiñendo la obra de muchos estudios científicos que aún hoy en día siguen publicándose.
 
Otros interesantes temas abordados por ella fueron la producción de plata, la minería y el importante papel que tuvo la amalgamación por mercurio. El Ciclo de la Plata continuaba con las remesas de metales indianos que llegaban a España y, por ende, a Europa, haciendo referencia a los clásicos estudios de Hamilton, Morineau y a las correcciones posteriores, incluyendo la imposible cuantificación del contrabando. Como la doctora Sanz Ayán afirma, “está demostrado que una gran parte de los ingresos de la Real Hacienda, de un modo creciente, fueron reinvertidos en los propios Reinos de las Indias, poniendo el claro ejemplo de los lugares Patrimonio de la Humanidad de la época virreinal que hoy en día son el orgullo de la nación mexicana”. La última parte de la intervención estuvo dedicada al siempre interesante tema de los caminos de la plata, desde Europa a Extremo Oriente, pasando por Alepo, el Mar Rojo y Rusia o directamente por el Galeón de Manila, y los interiores de Tierra Adentro y el que unía el Caribe con Buenos Aires.
 
Política monetaria y hacendística en el siglo XVII
 
La segunda intervención fue realizada por el doctor Javier de Santiago Fernández, y vino dedicado al tema en cuyo estudio lleva muchas décadas enfrascado y del que es seguramente la máxima autoridad académica, la política monetaria y la política hacendística en el siglo XVII, y al papel de las cecas. Durante la misma explicó las sucesivas alteraciones que se produjeron en la moneda de vellón castellana, el numerario menudo utilizado por las capas populares para el tráfico diario, y su relación con los avatares políticos de la monarquía hispánica, en un contexto en el que los enfrentamientos en Europa fueron continuos y la agonía monetaria requería una financiación que se hizo efectiva con las masivas emisiones y con las sucesivas inflaciones y deflaciones que en el circulante de vellón se sucedieron.
 
Trató el doctor de Santiago asimismo el tema de las distintas Casas de Moneda durante el periodo, y de la apertura de otras nuevas, con única la finalidad en algunos casos de resellar el vellón en circulación. La ubicación de alguna de ellas se debió a motivos muy concretos, como fue la financiación del intento de recuperación de Portugal y el establecimiento de la ceca de Trujillo, o la fundación de una ceca en Linares para aprovechar el mineral encontrado en sus inmediaciones. Como no podía ser menos, dedicó parte de su exposición al estudio de las Casas de Moneda de Madrid, y a las trascendentales reformas llevadas a cabo en el reinado de Carlos II, una operación quirúrgica que estabilizó el numerario y sin la cual no se podría haberse llevado a cabo la estabilización monetaria de la centuria subsiguiente. Igualmente, hizo referencia a la importancia que tuvo para la financiación de la Monarquía el señoreaje de la plata, especialmente cuando no había emisiones de vellón.
 
Producción de la ceca de Madrid entre 1615 y 1868
 
La última intervención de esta primera jornada fue dirigida por el doctor Glenn Stephen Murray Fantom, presidente de la Asociación Amigos de la Casa de Moneda de Segovia. El doctor Murray dedicó su exposición a un tema en el que lleva más de veinte años trabajando, la producción de la ceca de Madrid entre 1615 y 1868, y que se ha venido plasmando en artículos científicos publicados en “Nvmisma”, en nuestra añorada “Crónica Numismática”, y en su último libro publicado el año pasado. Su exposición comenzó con el estudio comparativo de las acuñaciones realizadas en las distintas Casas de Moneda de la Corona de Castilla, entre las que siempre destacó la producción de la capital hispalense.
 
El doctor Murray hizo también un detallado estudio comparativo de los montantes globales de las emisiones, en kilogramos en vez de en marcos, como en los estudios anteriores, con las circunstancias políticas y económicas que los produjeron. La exhaustiva descripción que en su obra hace de las cantidades acuñadas por faciales y años tiene entre otras finalidades, como el mismo autor puso de manifiesto, dar a conocer a los coleccionistas numismáticos el grado de rareza que cada uno de estos faciales tiene. Hizo asimismo referencia a otro de sus proyectos que ahora mismo está pendiente de publicación, sus estudios sobre la producción de la Casa de Moneda de Segovia, y de sus futuros trabajos, para los que se desplazará en breve a Lima y Potosí, cuyos resultados esperamos expectantes.
 
Segunda Jornada, Real Casa de la Moneda
 
La segunda jornada, celebrada en el Auditorio de la Real Casa de la Moneda de Madrid, comenzó con la intervención de la doctora María Teresa Muñoz Serrulla, profesora del Departamento de Ciencias y Técnicas Historiográficas y de Arqueología de Universidad Complutense de Madrid, dedicada a la Casa de Moneda de Madrid y la política monetaria en el siglo XVIII. La doctora Muñoz fue explicándonos los sucesivos hitos que marcaron la política monetaria del ochocientos, comenzando por la época de Felipe V, en la que, como magníficamente expuso, hay tres fases diferentes: una primera, muy breve, marcada por el continuismo, la Guerra de Sucesión, y una última en la que se llevaron a cabo las principales reformas monetarias de su reinado.
 
Entre los interesantes temas analizados se encontraron las emisiones de la Plaza de las Descalzas, la acuñación de plata provincial desde 1716, las Ordenanzas de 1718 y 1730 y la creación de los veintenes. La doctora Muñoz hizo asimismo referencia a las fundaciones de nuevas Casas de Moneda que se produjeron durante esta centuria, como fueron las de Guatemala, Santiago de Chile, Popayán y la fallida de Canarias. En su exposición analizó el “Memorial” de Ignacio de Luzán de 1753, las secretas reducciones de la ley de la moneda de 1771 y 1786, la Pragmática de Aranjuez de 1772 y la creación de la Escuela de Grabado.
 
“Colecciones y coleccionistas en el Madrid de los siglos XVIII al XX”
 
La segunda intervención de la mañana vino de la mano de la doctora Fátima Martín Escudero, profesora del Departamento de Ciencias y Técnicas Historiográficas y de Arqueología de la Facultad de Ciencias de la Documentación de la Universidad Complutense de Madrid y de Lara Nebreda Martín, doctoranda de la Facultad de Ciencias de la Documentación de la Universidad Complutense de Madrid. El más que interesante tema estudiado por ambas fue el de las “Colecciones y coleccionistas en el Madrid de los siglos XVIII al XX”.
 
Comenzó su exposición la doctora Martín Escudero haciendo un recorrido por los principales fondos documentales que sirven para hacer el seguimiento de la nueva vida que las monedas han tenido desde su descubrimiento o aparición en las colecciones públicas y privadas hasta la actualidad, entre ellos el Museo Arqueológico Nacional, la Real Academia de la Historia y los diferentes archivos de los monetarios de las instituciones. Destacó entre otras muchas la importante obra del padre Flórez, las figuras de Bernardo de Estrada y Livinio Leyrens, la primera subasta pública realizada en España en 1847 y la obra de Delgado, capital para el estudio de la numismática arábigo española.
 
La exposición de ambas continuó con el estudio del coleccionismo en el siglo XIX, cuando en un primer momento hubo preferencia por la moneda romana y con posterioridad, con el auge del nacionalismo, se comenzaron a apreciar las monedas indígenas. Destacaron que a finales de la centuria, en una época de crisis económica, se incrementó el número de monedas en el mercado. Esta magnífica intervención, que no podemos detallar más por motivos de espacio, analizó la forma en la que las monedas salían al mercado, la legislación y las principales colecciones (la del Marqués de Cerralbo, la de José Lázaro Galdiano, la del Instituto Valencia de don Juan y la de Antonio Vives). Asimismo se destacó el papel de importantes personajes como Romualdo Nogués, Manuel Gómez Moreno, Archer Huntington o Francisco Otín y Duaso
 
“Las cuentas de Don García de Silva y Figueroa. Un laberinto numismático”
 
La última intervención de la mañana fue magistralmente llevada a cabo por Carlos Martínez Shaw, académico de Número de la Real Academia de la Historia y catedrático de Historia Moderna de la Universidad Nacional de Educación a Distancia, y vino dedicada a un estudio de una inminente publicación, “Las cuentas de Don García de Silva y Figueroa. Un laberinto numismático”. En base a nueva documentación inédita encontrada en Zafra, la biografía de este notable personaje y el conocimiento que de él se tenía han quedado totalmente modificados. La base de este estudio, que con impaciencia esperamos, se encuentra en el año y medio de registros contables que han aparecido de su embajada al Imperio Safávida de Abbas el Grande de 1614, que arrojan una nutrida información sobre la vida material, la toponimia y la moneda en la India Portuguesa y en Persia.
 
El profesor Martínez Shaw fue relatando los motivos de dicha embajada, principalmente la lucha contra el enemigo común otomano, el comercio de perlas, seda y caballos y la evangelización de las cristiandades armenias y georgianas. Fue describiendo el periplo que le llevó a Goa, capital de la India Portuguesa, a la que llegó en 1617, su estancia en territorio persa y los dos cortos encuentros con el monarca, que acabaron en fracaso y decepción. Tras muchos años de espera y un intento fallido de volver, salió de Goa en 1624 y murió de escorbuto antes de llegar a las Azores.
 
La base de su estudio es el “Libro Diario de Gastos” de la embajada, que cubre desde el mes de enero de 1619 a marzo de 1620. El mismo está redactado por un contable italiano y está escrito en portuñol, con gran cantidad de localismos de las Indias Orientales portuguesas, ortografía arcaica y grafías discordantes. Con la reciente bibliografía en lengua inglesa a su disposición, Carlos Martínez ha podido estudiar el hambre de plata del Imperio Safávida y su dependencia de la plata española, así como las monedas de referencia en el imperio y su valoración y premio con respecto a los reales de a ocho, dado que se ha podido confeccionar una tabla completa de sus equivalencias.
 
“La Casa de Moneda de Madrid de la acuñación a martillo a la moneda del siglo XX: 1718-1925”
 
La primera intervención de la tarde fue conducida por José María Pérez García, conservador del Museo Casa de Moneda, y vino dedicada a “La Casa de Moneda de Madrid de la acuñación a martillo a la moneda del siglo XX: 1718-1925”. Durante la misma nos fueron explicadas las diferentes tecnologías de acuñación que se han ido sucediendo en los cuatro siglos de ininterrumpido servicio de la ceca madrileña y sus principales características. Las mismas, en sucinto resumen, fueron la acuñación a martillo, por laminación, con volante al aire, con volante con virola, con máquina automática con motor a vapor y, finalmente, con máquina de tracción eléctrica.
 
En su clara exposición pudimos comprobar los distintos trabajos que con los metales nobles debían realizarse antes de su acuñación, como eran la fabricación de los cospeles, el tallado de los cuños y la labra de los punzones, entre otras actividades. Con su gráfica exposición pasamos de las deficientemente estampadas monedas macuquinas de la primera época a la laminación por rodillos, al uso de las cerrillas y al de los volantes en la Plaza de las Descalzas y posteriormente los de Diego de Cosá en 1729. Con el volante con virola entramos en el siglo XIX, con la acuñación movida a vapor en la nueva Casa de Moneda de Colón y terminamos con la maquinaria moderna y los tornos de reducir. Su intervención acabó con una invitación: hay mucho que estudiar en los fondos documentales para quien quiera y pueda hacerlo.
 
“La propaganda política en la moneda castellana de la Casa de Austria”
 
La penúltima de las intervenciones fue llevada a cabo por el doctor José María de Francisco Olmos, y versó sobre un tema que le apasiona y que por ende maneja a la perfección, “La propaganda política en la moneda castellana de la Casa de Austria”. De mano del ilustre decano y académico nos sumergimos en las intrigas de Felipe I y su suegro Fernando el Católico, en sus acuñaciones, de los Países Bajos el primero y de las Indias y Granada del segundo, y en las bulas papales que consiguió Carlos I para desplazar del gobierno a su madre Juana, la legítima reina.
 
Una vez que llegó el rey Carlos a España, se analizó la primera época de saqueo llevado cabo por los miembros de la corte borgoñona del monarca, el cambio de rumbo de 1522 y la permanencia de las emisiones a nombre de los Reyes Católicos durante su reinado en Castilla. La moneda que se batió en las Indias lo fue a nombre de Juana y Carlos, y en ellas aparecieron la divisa del soberano, las columnas de Hércules, que con el tiempo se convirtieron en el blasón de los Reinos de las Indias, y el título de Reyes de España. Se estudió también la aparición de los escudos, en los que ya aparecen los blasones de Navarra y Nápoles, en litigio con el monarca franco.
 
También describió pormenorizadamente las emisiones de Felipe II, del vellón con castillos y leones, el uso en las monedas del gran escudo de la monarquía y la inclusión del escusón de Portugal desde 1580, el Real Ingenio de Segovia y el uso de la corona cerrada. Asimismo, la primera emisión con leyenda en castellano, “Don Philipe II, rei de España”, en el vellón de 1580. De Felipe III destacó los barrocos centenes y cincuentines, y de Felipe IV los problemas del gran fraude de Potosí, las alteraciones del vellón y la aparición del retrato del rey en dicha moneda. Terminó su intervención con el estudio de la reforma de Carlos II y la aparición de los reales “María”, un tipo que podría hacer referencia según el doctor de Francisco a la Inmaculada Concepción, y a la desaparición del escusón de Portugal del escudo de la monarquía.
 
 
 “De la Peseta al Euro: 1868-2002”
 
 El doctor Rafael Feria y Pérez cerró el ciclo de intervenciones con el tema “De la Peseta al Euro: 1868-2002”. Comenzó con una breve síntesis de la época anterior, para pasar al estudio de la Casa de Moneda de Colón, sede de la ceca madrileña hasta 1964, a su siempre elocuente punto de vista la primera instalación digna de su historia. Explicó que el aumento de la labra se debió realmente a la reacuñación de la gran variedad de moneda circulante, y pasó al estudio del Gobierno Provisional, a la reforma de Laureano Figuerola, a la instauración de la peseta como unidad monetaria y a la aparición del motivo de Hispania.
 
En 1893 se fusionaron las emisiones de monedas, sellos y timbres en la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre. Refirió como entre 1913 y 1925 no se batió moneda, al no ser necesaria para la circulación, y que tras la I Guerra Mundial, con el fin del patrón oro, comenzaron las emisiones de moneda en metales fiduciarios. Su análisis continuó con la moneda de la Segunda República, que volvió a recuperar a Hispania y cuyo escudo tiene una clara referencia numismática, dado que se hizo expresa referencia a la moneda del Gobierno Provisional.
 
 El estudio del doctor Feria continuó con las emisiones de ambos contendientes en la Guerra Civil, deteniéndose en el análisis de los cincuenta céntimos de 1937 del Gobierno de Burgos y de la rubia republicana. Continuó con las emisiones de billetes, desde 1940, y monedas realizadas durante el franquismo, con las sucesivas acuñaciones de 1946, 1957 y 1966. Del reinado de Juan Carlos I destacó el mantenimiento del cono monetario y de los símbolos del Estado hasta 1981, la serie del Mundial 1982, el cambio del cono monetario de 1988 y la serie del V Centenario. El final de su intervención se centró en el estudio del Euro.
 
 Los encuentros se cerraron con la intervención del actual presidente de la Real Casa de Moneda, Jaime Sánchez Revenga, y la tradicional entrega de diplomas a los asistentes. Fueron, como se puede apreciar, dos días muy intensos, conducidos por un soberbio elenco de investigadores y profesores universitarios. Días grandes para los estudios de numismática, que esperemos pronto se vuelvan a repetir. Por mi parte, sólo me queda agradecer a todos y cada uno de los intervinientes el compartir con nosotros tanto y tan variado conocimiento.

viernes, 27 de noviembre de 2015

La minería en las Indias españolas y la Mita de minas

Publicado en Revista de la Inquisición, nº 19, 2015, pp. 199-217


https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=5274956

Resumen: Como afirmaba Carlo Maria Cipolla España, un país mayoritariamente pobre en recursos materiales y humanos, se convirtió gracias a la extraordinaria cantidad de plata que produjeron sus posesiones ultramarinas en el país más poderoso del mundo durante más de un siglo. La importancia de las actividades mineras fue asimismo capital en los Reinos de las Indias, y el laboreo de estas explotaciones un importante factor de hispanización de la población indígena. Dicha preeminencia explica la supervivencia del sistema prehispánico de trabajo forzoso remunerado, conocido como mita, hasta bien entrado el siglo XVIII.

Palabras clave: Plata, Derecho, Minería, Mita.

miércoles, 25 de noviembre de 2015

El tratamiento del mineral de plata en la América española

Publicado en Numismático Digital, 25 de noviembre de 2015
http://www.numismaticodigital.com/noticia/9009/el-tratamiento-del-mineral-de-plata-en-la-america-espanola.HTML

El presente artículo es el primero de una serie dedicada a las actividades industriales que mediaban entre la extracción del mineral en las minas y su acuñación o labra en las Casas de Moneda durante los tres siglos de presencia española en los Reinos de las Indias.

   La producción argéntea fue con diferencia la principal actividad económica de la América española, al ser su primordial manufactura, su más importante producto de exportación y la base de su activo comercio. La llegada de los españoles al continente coincidió con una capital mejora de los procesos productivos y de organización del trabajo, que mantuvieron una producción creciente que prácticamente alimentó las necesidades monetarias de todo el orbe, y que no pudieron ser mantenidos con la misma intensidad una vez alcanzada la independencia las distintas repúblicas iberoamericanas.
   Pese a la fama de retraso en cuanto a las técnicas mineras, según Lockhart y Schwartz totalmente inmerecida, las actividades industriales relacionadas con la producción de metales preciosos se llevaron a cabo a gran escala y con métodos muy eficientes para la época. Además de la técnica de la amalgamación también se realizaron otros avances, como los depósitos construidos en Potosí para asegurarse el necesario suministro de energía hidráulica, o la sustitución de esta última fuente de energía por mulas en el árido norte mexicano. Todo ello, y las adecuaciones realizadas por la propia práctica diaria, hicieron que estas actividades no necesitasen, incluso en el siglo XIX, de mejoras técnicas.
   Una vez descubiertos los yacimientos, y agotados los ricos depósitos situados en la superficie, se comenzaba a buscar el mineral en pozos que, con el tiempo, alcanzarán una gran profundidad. Los problemas técnicos derivados del drenaje o los accesos se solían solucionar con pozos horizontales que se cruzaban con el principal, con cabrestantes. En un principio, se encontraron veneros de mineral que, aunque ricos, no podían tratarse con las técnicas y recursos de la época. Bakewell afirma que cuando la independencia permitió el acceso a las legendarias zonas mineras a los extranjeros y en las décadas de 1820 y 1830 afluyó el capital británico a las minas mexicanas y andinas, las empresas se derrumbaron, mostrando a los decepcionados accionistas
 
cuán difícil resultaba arrancar los metales preciosos de las entrañas de América, y la magnitud de la hazaña española al superar las dificultades.
 
  Como recogía Alexander del Mar, desde finales del siglo XVIII la escasez de numerario a nivel mundial se acrecentó con las oleadas revolucionarias en Europa, Norteamérica y la América Hispana y con el cierre de las minas de México y Sudamérica, lo que llevó a la emisión de gran número de billetes de banco convertibles y a su circulación en sustitución de la moneda metálica, lo que marcó la historia monetaria a nivel mundial entre los años 1797 y 1821.
   En un principio, los procedimientos metalúrgicos para su obtención fueron los de oxidación del mineral en los llamados hornos castellanos, donde se activaba la combustión por medio de fuelles, o en las guairas prehispánicas peruanas. En este último procedimiento, se alternaban las capas de mineral con otras de carbón u otro combustible, como la waikuna o excremento de llama, en un horno provisto de muchos agujeros de ventilación, que se activaban en los días de fuerte viento, en sucesivas fundiciones, lo que suponía un alto coste en combustible y transporte. Los hornos castellanos, de planta cuadrada o circular, se construían de cal y canto, o bien con adobes, cuidando que en su construcción se utilizasen materiales resistentes al calor y a los procesos químicos que iban a soportar. En los mismos había una chimenea para la salida de humos, y vanos para introducir el combustible y el metal troceado o reducido a polvo, y para aplicar los fuelles. Con ello se conseguía una mezcla de plata con plomo, que era necesario separar por copelación.
   Otros tipos de hornos que se utilizaron profusamente fueron los de pachamanca o reverbero, fabricados en adobe y del tamaño de un horno de pan, cuya ventaja principal era el que unía la fundición a la copelación, y además permitía el uso del mineral en polvo y su tueste. El suelo del horno se preparaba con una mezcla de huesos, ceniza, arena y carbón, que absolvía el óxido de plomo y que era renovada en cada carga, normalmente de cincuenta quintales. Bajo el horno o a un lado se encontraba el hornillo, donde ardía la leña. Las llamas entraban en el horno, que estaba asimismo dotado de una chimenea.
   Según relataba Capoche, en el área de Potosí, en un primer momento, muchos indios ventureros se contrataban voluntariamente y concertaban con los dueños de las minas para trabajar un número determinado de varas de las mismas, de donde recibieron el nombre de indios varas. Los dueños de las minas les facilitaban las barretas, y los indios ponían las velas. De esta manera, en la época en que las vetas de mineral eran ricas,

los indios poseyeron toda la riqueza del reino, porque de esta contratación estaba pendiente, ni en él había otro socorro más que la plata que beneficiaban los indios por guaira.

  Capoche informaba de en los años anteriores a 1585 los asientos de guairas o guayrachinas llegaron a 6.497. Los indios trituraban el mineral en molinos de piedra, y se obtenía su fusión en pequeños hornos de arcilla alimentados de hierba seca, icchu, o excrementos de llama, de los que había unos 6.000 en actividad en Potosí.
   La mejora en la producción fue consecuencia de la aplicación a la industria minera de la obtención de plata mediante la amalgamación con mercurio, patentada por Bartolomé de Medina en 1555 en Pachuca, México, con el nombre de beneficio de patio. Este método de amalgamación fue hasta 1784 de uso exclusivo en la América española, hasta que en este año se estableció el primer beneficio de mercurio fuera del continente, en Schemnitz, Hungría. Cipolla citaba el precedente del uso del mercurio y la sal en el tratado de Vannoccio Biringuccio llamado La Pirotechnia, publicado en Venecia en 1540, y que si bien no sabía si Medina había leído esta obra, afirmaba que con toda certeza había tenido noticia del uso del azogue para el beneficio de la plata.
   La amalgamación vino a desplazar al sistema prehispánico de fundición antes visto del mineral en hornos o guairas, dado que permitirá aprovechar minerales de más baja calidad, posibilitando el beneficio de casi todos los sulfuros de plata. Fue el motor del rápido desarrollo económico de los Virreinatos de Nueva España y del Perú, tras su adopción en este último por el llamado beneficio de cajones, de Pedro Fernández de Velasco, en 1572. Otras mejoras técnicas parciales se fueron realizando, entre las que destaca el beneficio de cazo y conocimiento de Álvaro Alonso Barba.
  En las minas peruanas el metal el bruto se sacaba de las vetas con picos y barretas en las galerías, a la luz de candelas de sebo, para ser posteriormente conducido al exterior de la mina por indios cargadores, que lo llevaban a sus espaldas en sacos de piel de llama con una capacidad de dos arrobas, por escaleras de tiento o crizneja. Aún después de haber obtenido todo el metal posible del mineral, con las técnicas aplicadas, se ordenaba por ley que no se desperdiciasen los desmontes y escoriales que se sacaban del ensayado, fundición, lamas y lavados realizados por los dueños de ellos. Todos ellos habían de recogerse y guardarse, y así controlados quedar en beneficio y utilidad de sus dueños y aumento de la Real Hacienda. Los escoriales y terreros, si eran beneficiados, solamente tributaban a la Real Hacienda entre una décima y una quinceava parte de la plata que se obtuviese, en vez del quinto real. Se utilizó para ello el método de amalgamación, cuando los minerales eran de una ley menor de tres o cuatro marcos por quintal.
   El proceso para su fundición se iniciaba con la quema de los minerales en los hornos, para separar los metales preciosos de otros minerales presentes en el mineral en roca, como el azufre, el amoniaco, el antimonio, la caparrosa y el alumbre. Una vez retirado del horno, el metal era molido y convertido en harina. Esta molienda se realizaba en varios tipos de morteros. Podía realizarse con el llamado quimbalete, un pesado instrumento de piedra con dos brazos de madera, y que se levantaba por dos hombres y se golpeaba contra una solera de piedra. Otro de estos morteros era la llamada rastra o tahona, una muela de piedra redonda en posición horizontal que se complementaba con otra gran piedra en situación vertical, la volandera, con un eje de madera que se movía por mulas.
   Los lugares en los que se aplicaban los morteros anteriores eran conocidos como trapiches. Los ingenios eran aquellos en los que se contaba con molinos hidráulicos para estas labores. Se trataba de una enorme rueda circular con paletas en forma de cajón, para ser movidas por la fuerza de una corriente de agua. Esta gran rueda estaba situada entre dos gruesas paredes, el cárcamo o castillo, y con su movimiento hacía girar un eje en el que se encontraban unos mazos, compuestos de una almadeneta y una cabeza de hierro, que batían sobre los morteros y con ello se pulverizaba el mineral.
    La molienda del mineral se realizaba hasta que el mismo adquiriera una suave consistencia, y el polvo de mena o harina obtenido se vertía en unos cajones, los buytrones, y se mezclaba con sal, el salmorado, y con otras sustancias, como piritas o azufre molido, y con mercurio. Para el incorporo del azogue se le hacía pasar por un lienzo, para que así se incorporase a la mena en finas gotas, y la cantidad a utilizar estaba en función de la ley de la harina a tratar. Esta mezcla se extendía y trillaba, en un proceso que podía durar entre tres y ocho semanas. Posteriormente se lavaba en tinas de madera, donde se decantaban los lodos y las piñas o pellas. El mineral decantado se pasaba a otras tinas donde era agitado por un molinete, y se procedía tras ello a exprimirlo utilizando lienzo o cañamazo. El mineral extraído, una vez molido y tratado, se preparaba en panes o piñas que habían de entregarse al Ensayador Mayor, a cambio de un comprobante donde aparecía el peso y la calidad de la plata recibida. Por destilación y fundición se separaba la plata del mercurio, que era reutilizado, al ser un producto caro. De cada 200 marcos, o 46 kilogramos, de pella se conseguía finalmente un beneficio de 40 marcos de plata en piña, siendo el peso medio de las piñas de plata estos 9,2 kilogramos.
  Para el tratamiento del mineral hacía falta mucho equipamiento, como bombas, trapiches y cubas, lo que hizo que se situasen secciones distintas, las refinerías, normalmente cerca de los cursos de agua, para el tratamiento del metal. Estas refinerías, auténtico centro neurálgico de las explotaciones, constaban de varios edificios donde normalmente residían el propietario y el personal, y fueron conocidas en Nueva España como hacienda de minas y en Potosí con el nombre de ingenio. En cualquier momento de la historia de las Indias es probable que contasen con 400 a 700 refinerías en activo, variando la cantidad según las condiciones imperantes de auge o depresión.
  Los ingenios o trapiches de Potosí, que suponían el más importante equipamiento industrial para estas labores en el mundo, estaban compuestos de una rueda horizontal o tupa, que medía unos dieciocho pies, mazos, en número variable y que eran levantados por el llamado árbol, traídos desde los bosques de Tucumán, y otros aperos como tinas para lavar metales y morteros. Se agrupaban en torno a una construcción conocida como el castillo, que contenía la o las ruedas hidráulicas que movían los ejes que accionaban los mazos o almadenetas para la molienda del mineral, que iban forrados con unas garras de hierro. Los morteros donde se molía el mineral eran rellenados y vaciados día y noche. Los pedazos más grandes o granza debían ser molidos otra vez en los llamados ingenios de sutil, que utilizaban una rueda horizontal y muelas del tipo de las almazaras, o simples piedras.
    Para la obtención del agua necesaria para hacerlos trabajar, se construyeron un conjunto de presas, comunicadas entre sí en el macizo del Cari-Cari, y un acueducto de veinticinco kilómetros de largo desde la laguna natural de Chalviri o Tabacoñuño, que fue recrecida. Este sistema requería un mantenimiento cuidadoso y un control eficaz para poder disponer del agua necesaria para las labores durante el mayor tiempo posible. Según Capoche, si el año era lluvioso, la molienda duraba seis o siete meses. En los complejos mineros también existían otras variadas labores, no directamente relacionadas con la extracción y tratamiento del mineral, como eran la producción de alimentos y la cría de ganado para la alimentación y transporte, así como el suministro de combustible, lo que hacía que su área de influencia se extendiese por un ámbito espacial considerablemente amplio.
 

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