viernes, 1 de febrero de 2019

Las reformas monetarias en la época de Carlos II y los reales María

Publicado en El Eco Filatélico y Numismático, Febrero 2019, pp. 44-46




La característica principal de la política monetaria de la época de Carlos II, sobre todo en su primera época, es que estuvo muy marcada por la catastrófica herencia de los reinados precedentes, y muy especialmente del de su antecesor, Felipe IV. Para paliar esta situación, los sucesivos ministros tuvieron de llevar a cabo una serie de difíciles y profundas reformas, que llevaron finalmente a la estabilización del sistema, pero no a su total saneamiento, labor que fue completada con las medidas reformistas tomadas en el siglo siguiente por la nueva dinastía reinante, la de los Borbones, y que seguramente no podrían haberse llevado a cabo sin este precedente.
Las medidas que se tomaron para lograr la estabilidad y el saneamiento de la moneda en el último tercio del siglo XVII son sintetizadas por el profesor de Santiago en dos: por un lado, en cuanto a la moneda de vellón, se llevó a cabo una deflación radical del circulante anterior, y muy especialmente de la moneda con liga de plata, y se acuñó una nueva especie monetaria de cobre; en cuanto a la moneda de plata, e intentando que las monedas batidas en este noble metal volviesen a la circulación, se le otorgó un mayor valor facial, creándose asimismo un nuevo tipo, conocido popularmente como real María, para la circulación interior del Reino.
El sistema monetario vigente al advenimiento de Carlos II seguía siendo en sus líneas fundamentales el establecido por la Pragmática de Medina del Campo, salvo el caso del oro, que había sido reformado en tiempos de Carlos I, que establecía como unidad el escudo. En 1665 circulaban el escudo y sus múltiplos, el doblón de dos escudos, el doblón de a cuatro o media onza y la onza de ocho escudos.  Su ley venía fijada en 916,6 milésimas, 22 quilates, y su talla en 68 piezas el marco, equivalente a 230 gramos. Por tanto, cada escudo tenía un peso legal de 3,38 gramos.
La unidad vigente para el metal argénteo era el real, y su ley venía expresada en dineros. Mientras que la plata pura tenía 12 dineros, 288 granos, la moneda circulante tenía una ley de 11 dineros y 4 granos, 268 granos o 930,5 milésimas. Su talla era de 67 piezas por marco, con un peso legal para cada real de 3,34 gramos, y se emitían tanto divisores, como el medio real, como múltiplos, reales de a dos, de a cuatro o de a ocho.
La moneda corriente de vellón circulante en la época era la comúnmente conocida como de molino, de vellón rico o de cobre ligada, acuñada según la Pragmática de 29 de octubre de 1660, con 20 gramos de plata fina, o ley de 69,5 milésimas y talla de 24 reales por marco, o 51 piezas. Como en 1665 se había reducido el valor de las piezas a la mitad del facial, las piezas batidas por valor de 16 maravedíes, vulgarmente denominadas carillas, 8, 4 y 2 maravedíes circulaban a 8, 4, 2 y 1 maravedíes, siendo el valor del marco de vellón ensayado de 12 reales.
Las equivalencias entre estas especies monetarias, según Collantes y Merino, serían a comienzos del reinado de Carlos II las siguientes:


 1 escudo de oro

14 reales de plata

21 reales de vellón

 714 maravedíes
 1 doblón de oro

28 reales de plata

42 reales de vellón


 1 real de a ocho

12 reales de vellón




 1 real de a dos

3 reales de vellón




 1 real de plata

51 maravedíes

(con un premio del 50%)






Los autores antes citados mencionan como precedente de la reforma de 1686 la acuñación de medios reales y reales con talla de 83 ½ por marco en 1642, medida que no prosperó. La existencia del premio sería para ellos una de las principales causas de que se labrasen en las cecas asiduamente piezas de gran módulo, de cuatro y ocho reales, conocidos como moneda de plata doble. Se preveía asimismo que se aumentase el precio de la plata del real de a ocho a diez reales de a treinta y cuatro maravedíes, y que se pudiese labrar la plata en vajilla.
La Real Pragmática de 14 de octubre de 1686 incrementó el valor del marco de plata en metal a 81 reales y un cuartillo, pasando la talla a 84 reales por marco, lo que suponía 2,73 gramos el real y 21,84 el real de a ocho, en proporción con las piezas europeas similares. En este incremento de una cuarta parte de su valor facial se tuvieron en cuenta el coste del señoreaje y de la labor, 2 reales y 3 cuartillos, que quedaban en beneficio de los propietarios del metal. Si el metal llevado a las Casas de Moneda lo era en monedas antiguas o en vajilla, el señoreaje que hubiese correspondido a la Corona quedaría en manos de los propietarios, que recibirían un total de 82 reales de plata nueva por marco.
No se prohibía por esta Pragmática el uso de las monedas antiguas, que seguirían circulando con un incremento de un 25% de su valor nominal. El antiguo real de a ocho pasó a valer diez reales, y recibió el nombre de escudo de plata. El nuevo real de a ocho pasó a valer 12 de vellón, y el escudo o antiguo real de a ocho 15. Se encargó a las Casas de Moneda de Segovia, Sevilla y Madrid la labra de estas nuevas monedas, que deberían estar acuñadas  a molino y ser redondas, para evitar que fuesen cercenadas. La financiación de estos ingenios, en un coste estimado de 320.000 reales, se pensaba realizar con los beneficios obtenidos por la nueva moneda, pero su entrada en funcionamiento se retrasó hasta el año 1700, precisamente por falta de dicha financiación. 
En la ceca de Sevilla, donde los molinos habían sido desmantelados, se autorizó la acuñación por la técnica del martillo, para evitar el colapso del comercio por falta de moneda, pero no que la misma fuera realizada según la talla antigua. También se observa a partir de esta fecha la desaparición de las emisiones de vellón, que no se volverán a realizar de forma regular hasta la última década de la centuria.
Tras la reforma, la nueva moneda tendrá tipos diferentes a los de las anteriores emisiones en plata. En su anverso vendrá labrado un escudo  contracuartelado de castillos y leones, con granada en punta, y en las piezas de a ocho un toisón de oro rodeándolo, y la leyenda CAROLUS II D G HISPANIAR REX. En su reverso se incluye una auténtica novedad tipológica, el monograma de la Virgen, la leyenda PROTECTIONE VIRTUTE alrededor y la fecha.  Este reverso será la causa de que vulgarmente esta nueva especie monetaria sea conocida como María.
Como recoge Pérez Sindreu, desde 1686 hasta el final del reinado la ceca hispalense sólo emitió piezas grandes de esta nueva especie, y su valoración a 12 reales de vellón, 408 maravedíes, contenía un premio de un 20% nominal sobre los antiguos reales de a ocho, que en realidad era mucho más elevado, dado que los 12 reales de vellón se equiparaban a este nuevo real de a ocho reducido, maría, labrado con un peso de 8/10 del anterior.
Según afirmaba Marien a finales del siglo XVIII, los reales de a ocho de la fabricación de 1642 se llamaron desde entonces Pesos de María o simplemente Pesos, mientras que desde esta época se ajustaron en relación a los reales de plata antigua, convertida en moneda imaginaria, los cambios entre España, Francia, Inglaterra, Portugal e Italia, mientras que los cambios con Holanda, los Países Bajos y Hamburgo se fijaron sobre el ducado de oro antiguo.
Tras las reformas realizadas durante el reinado de Carlos II, las equivalencias de las monedas circulantes a partir de 1686 fueron, según Collantes y Merino, las siguientes:

Metal
Moneda
Peso teórico gr.
Equiv. en mrs.
Otras equivalencias
Nombre usual
Oro
Onza
27,05
8.192
16 pesos fuertes

Oro
Media onza
13,52
4.096
80 reales plata nueva
Doble doblón
Oro
2 escudos
6,76
2.048
40 reales plata nueva
Doblón
Oro
Escudo
3,38
1.024
30 reales vellón + 4 mrs.

Plata
8 reales plata vieja
27,46
512
10 reales plata nueva
Escudo plata/Peso fuerte
Plata
4 reales plata vieja
13,73
256
5 reales plata nueva
Medio escudo de plata
Plata
2 reales plata vieja
6,87
128
2,5 reales plata nueva

Plata
1 real plata vieja
3,43
64
16 cuartos

Plata
½ real plata vieja
1,71
32
8 cuartos

Plata
8 reales plata nueva
21,9
408
12 reales de vellón
Peso María
Plata
4 reales plata nueva
10,95
204
6 reales de vellón

Plata
2 reales plata nueva
5,47
102
3 reales de vellón
Peseta
Plata
1 real plata nueva
2,73
51
1,5 reales de vellón
Real María
Cobre
Pieza nueva 2 maravedíes
6,05
2

Ochavo
Cobre
Carilla-12 maravedíes nominal
4,51
4

Cuarto
Cobre
8 maravedíes nominal
2,26
2

Ochavo
Cobre
4 maravedíes nominal
1,13
1

Maravedí
Cobre
2 maravedíes nominal
0,57
½

Blanca



Las reformas monetarias de 1680 a 1686 tuvieron como consecuencia la estabilidad del sistema monetario, quedando los valores intrínseco y extrínseco de todas las monedas ajustados. A pesar de ello, los súbditos de la Corona siguieron padeciendo hasta finales del siglo graves problemas derivados de la falta de moneda circulante, como pusieron de manifiesto la Junta de Comercio y el Consejo de Castilla en la última década del siglo.
Para el ilustre hispanista Pierre Vilar, la deflación de los años 1680 a 1682 supuso para Castilla los años más negros desde las epidemias de pestes de la Edad Media. A su entender, esta situación fue la que llevó a Luis XIV a invadir los Países Bajos, con lo que la historia de los precios se entrecruza aquí, de una manera inmediata, con la historia militar y diplomática. Tras ellos se sucedieron catorce años de estabilidad monetaria. 
Estas medidas produjeron a los súbditos de la Corona de Castilla por tanto muchos sufrimientos y penalidades, pero su firme mantenimiento supuso que el sistema monetario alcanzase una cierta tranquilidad, que le había estado vedada en épocas anteriores por las alteraciones monetarias realizadas por en reinados anteriores. Asimismo, la estabilidad monetaria y el equilibrio entre precios y moneda contribuyeron a la superación de la fase de contracción económica y a la progresiva recuperación económica de los territorios del centro y sur peninsular. 


Bibliografía:

COLLANTES PÉREZ-ARDÁ, E. Y MERINO NAVARRO, J.P, “Alteraciones al sistema monetario de Castilla durante el reinado de Carlos II”, Cuadernos de Investigación Histórica nº 1, 1977, pp. 72-98.
GARCIA CAVALLERO, J., Breve cotejo, y valance de las pesas y medidas de varias Naciones, Reynos, y Provincias, comparadas y reducidas à las que corren en estos Reynos de Castilla…, Madrid, 1731.
GARCÍA GUERRA, E., “Moneda en España en los siglos XVI-XVIII”, en Historia de España XIV, Historia Moderna, La economía en la España Moderna, Madrid, 2006, pp. 201-240.
MAGRO ZURITA, S., Indice de las proposiciones de las Leyes de la Recopilacion, con remission a los DD. que las tocan, Avtos Acordados, y Pragmaticas, hasta el Año de mil setecientos y veinte y quatro, Alcalá, 1726.
MARIEN Y ARRÓSPIDE, T.A. de, Tratado General de Monedas, Pesas, Medidas y Cambios de todas las naciones, reducidas a las que se usan en España, Madrid, 1789.
MORETTI, Conde de, Manual alfabético razonado de las monedas, pesos y medidas de todos los tiempos y países, con las equivalencias españolas y francesas, Madrid, 1828.
PÉREZ SINDREU, F. de P., " El vellón durante los Austrias y la Casa de Moneda de Sevilla",  NVMISMA, nº 248 - Enero-Diciembre 2004, pp. 49-63.
SANTA CRUZ, M.G., Dorado Contador, Arithmetica especulativa, y practica. Contiene la fineza, y reglas de contar Oro, y Plata, y los aneages de Flandes, por moderno, y compendioso estilo, Madrid, 1769.
SANTIAGO FERNÁNDEZ, J. de, Política monetaria en Castilla durante el siglo XVII, Valladolid, 2000. 

VILAR, P., Crecimiento y Desarrollo,  Barcelona, 2001.

miércoles, 23 de enero de 2019

Las Casas de Moneda de Lima y Potosí en los reinados de Felipe V y Carlos III

Publicado en Gaceta Numismática, 196, diciembre 2018, pp. 99-110.


https://www.academia.edu/38206725/Las_Casas_de_Moneda_de_Lima_y_Potosí_en_los_reinados_de_Felipe_V_y_Carlos_III


La importancia relativa de la producción argéntea en Perú cayó gradualmente desde el 53% en 1700 a un 30% en 1800, dado que la producción de Potosí se estancó a partir de 1740, en un nivel que se encontraba entre los tres y los cuatro millones de pesos anuales. La creación del Virreinato del Río de la Plata en 1776 privó al virreinato de un 63% de su producción minera, la de los centros de Potosí, Oruro, Chucuito o Carangas. La guerra anglo-española de 1779-1783 afectó a la producción, al depender en gran medida del azogue importado para el refinado de la plata, pero tras el fin del conflicto la producción creció gradualmente con los aportes de las minas de Pasco y Hualgayoc, en el Bajo Perú.

martes, 18 de diciembre de 2018

La moneda navarra en el siglo XVIII

Publicado en Revista Numismática Hécate, nº 5 (2018), pp. 118-129.

http://www.revista-hecate.org/numeros/hecate-n-5.html

Resumen: Durante el siglo XVIII, la Casa de Moneda de Pamplona siguió operativa, aunque las emisiones que se llevaron a cabo lo fueron exclusivamente de moneda de vellón, la necesaria para el comercio al por menor y el tráfico diario, que como sucedió en otros reinos de la Monarquía escaseó en muchas ocasiones. Navarra no fue ajena a los problemas derivados de las distintas valoraciones de las diferentes monedas provinciales de cobre y vellón, y, como Aragón, se vio inundada de dieciochenos valencianos, dada la escasez de emisiones de plata propias. A pesar de mantener su capacidad emisora durante toda la centuria e incluso durante la primera parte del siglo XIX, y teóricamente su circulante propio, a finales del setecientos la mayor parte del numerario de oro y plata en circulación estaba compuesta de moneda castellana.

Palabras clave: Moneda, maravedí, cornado.

domingo, 9 de diciembre de 2018

Un expediente de don Juan de Bolivar y Cruz sobre falsificacion de moneda en las Islas Filipinas en el siglo XVII

Publicado en Ab Initio, Año VI, nº 12, diciembre 2018, pp. 58-79
http://www.ab-initio.es/numero-12/

Resumen: En el Archivo General de Indias se conserva un expediente de mediados del siglo XVII sobre una petición de don Juan de Bolívar y Cruz, fiscal de la Audiencia de Manila, acerca de la circulación de moneda falsificada en el Archipiélago filipino y falta de peso procedente de Nueva España, que fue atendida, ordenándose su retirada y fundición, y la entrega de la plata en pasta a sus tenedores.
Abstract: In the Archivo General de Indias is preserved a file of the mid-seventeenth century, referring to a request from Don Juan de Bolivar and Cruz, prosecutor of the Audiencia of Manila, on the circulation of counterfeit currency in the Philippine archipelago and underweight  coins from New Spain, which was compiled,  and ordered their removal, melt down and delivery of the silver paste to their holders .
Palabras clave: Barrillas, pesos, falsificación de moneda, sangleyes, Galeón de Manila, circulación monetaria.
Key words: Barillas coin, counterfeiting, sangleys, Manila Galleon, monetary circulation.

Las Monedas de la Tierra en la América hispánica

Publicado en El Sitio. Boletín electrónico nº29, Año VIII, diciembre 2018, pp. 11-15
http://iunuy.org/flop01/wp-content/uploads/elsitio/ElSitioNº29.pdf

Ya desde 1493 los Cabildos indianos presionaron a los soberanos para crear Casas de Moneda en las Indias. El mayor obstáculo fue la falta de personal especializado, dado que aquellos que cruzaban el Océano preferían dedicarse a la platería, actividad mucho más lucrativa, que a batir moneda. La Corona además desconfió de las licencias a particulares, dado el pésimo resultado que esta práctica había dado en las emisiones bajo medievales castellanas. Esto supuso, como afirmaba Céspedes del Castillo, que gran parte de las transacciones se hiciesen a crédito, compensando deudas y liquidando los saldos con oro y plata al peso, sin amonedar.
La escasez de numerario, que debió ser importado desde la Península en la primera mitad del siglo XVI, hizo que los reales de plata que llegaban a territorio indiano desapareciesen rápidamente de la circulación, al ser atesorada por las clases pudientes, o retornaran como pago de las transacciones comerciales. El real acuñado tenía una valoración en las Indias superior a la de la Península en un 30%, dado que valía 44 maravedíes en vez de 34.
Carson afirmaba que se encuentran numerosas quejas por esta sobrevaloración en Santo Domingo, incluso tras el periodo en el que Antonio de Mendoza, gobernador de Nueva España, introdujo una producción regular de plata. Citando a Herrera, recogía que antes de 1510 no se encontraba moneda de oro circulando en Santo Domingo, pero que se encontraban castellanos y ducados falsos. La existencia de este premio, que se correspondía con los gastos de transporte, fue uno de los motivos, junto con la desconfianza de la monarquía por las causas antedichas, del retraso en el establecimiento ultramarino de Casas de Moneda.
Por su alto valor intrínseco, destacó el uso como moneda del oro nativo encontrado en los placeres  auríferos de las Grandes Antillas y la plata encontrada en el continente, que circulaba habitualmente en pasta, lo que supuso una adaptación flexible del sistema monetario vigente en Castilla. Con ello surgieron los obvios problemas para determinar el verdadero valor de estos trozos de oro y plata sin quintar, normalmente aleado con otros metales e incluso fraudulentamente falsificado con aleación de cobre al convertirlo en barras.
Los castellanos llamaron guanín al oro bajo de ley, aleado con cobre en proporciones cercanas al 50 %, que recibía lo nombres de tuob entre los taínos y caracoli entre los caribes. También se utilizaba para los rescates el latón, una aleación variable de oro y plata obtenida en las minas, y la chafalonía, aleación de cobre con poco oro. Hay que tener en cuenta que para los indios del Caribe el cobre era el más valioso de los metales, en un importe estimado para antes del Descubrimiento de 1 a 4 con respecto al oro.
Desde sus áreas de extracción en el norte del actual Chile su comercio se extendía hacia Centroamérica y el área caribeña, que sufría escasez de este metal por el monopolio ejercido por los incas sobre su transporte y comercialización. Su masiva introducción por parte de los españoles, en forma de moneda de vellón, vasijas o quincallas, la explotación de los yacimientos del río de las Balsas a partir de 1524 y su comercialización por todo el área conllevaron la rápida e irreversible depreciación de este metal.
El sistema prehispánico estaba basado en las tajaderas, piezas metálicas en forma de T, el  oro en polvo contenido en los cañones transparentes de las plumas de aves, en los granos de cacao, objetos de algodón, conchas u otros bienes. En el área mexicana los indios utilizaron para sus relaciones comerciales con los españoles esas tajaderas, hachuelas o cinceles fabricados con láminas de cobre. Su fragilidad, y el hecho de que se han encontrado en grupos de hasta un centenar en los enterramientos del área de Oaxaca, han hecho que algunos autores consideren que tenían la función de medio de cambio, opinión discutida por otros.
Estas formas de pago tenían el grave inconveniente de las grandes alteraciones en su valor, y no pueden considerarse realmente moneda, toda vez que no cumplen el requisito de medida común de valor. En estos sistemas se llevaron a cabo los llamados rescates. Estas monedas de la tierra fueron también en ocasiones bienes y productos manufacturados en Europa, como es el caso de los animales domésticos o los llamados cuchillos de rescate.
La gran diversidad existente entre monedas de la tierra y su distinta valoración hacía que estar al corriente de su valor fuese imprescindible para el comercio. Como ponía de manifiesto Burzio, las monedas de la tierra fueron las habituales en los tratos particulares y en el comercio en los siglos XVI, parte del XVII y en algunas regiones en el XVIII, y que en la parte que posteriormente constituyó el Virreinato del Río de la Plata  la moneda sellada en curso, compuesta mayoritariamente por moneda macuquina potosina, era de notoria escasez, como se puede observar en las Actas de los Cabildos de Asunción de Paraguay, Corrientes, Santa Fe o Córdoba. Igualmente sucedía en otras regiones, citando Burzio… El cacao en Nueva España, la coca en el Perú, las perlas y esmeraldas en Venezuela, las plumas de Ave Rica en Guatemala, la yerba mate, el tabaco y el lienzo de  algodón en el Paraguay…
Los granos de muchos tipos de cacao eran utilizados como moneda en Nueva España, Yucatán y Guatemala, e incluso se falsificaban rellenándolos con tierra, y si bien una Ordenanza de 1527 prohibió su uso monetario, en 1536 se volvió a permitir. Entre los españoles doscientos granos equivalían a un real. Covarrubias afirma que el año 1555 puede ser considerado como el en que la Corona aceptó plenamente el uso del cacao para los pagos menudos, dado que por Orden de 17 de junio se reguló que 140 bayas de cacao equivalieran a un real de plata, y que con ello se evitaban las oscilaciones de su valor en el comercio menudo y el contraste que se daba entre su valoración entre el comercio al por mayor y en el menudeo.
De acuerdo con Chacón, entre finales del siglo XVII y principios del XVIII se produjo una difícil situación económica que llevó a la ausencia de moneda de plata para las transacciones internas en Costa Rica, por lo que se solicitó y se consiguió en 1709 la autorización de la Corona para el uso monetario del cacao. Los granos de cacao en la actual Venezuela se contabilizaban a 140 el real en 1555, y en 1590 un escudo de oro valía 1.600. En el actual litoral venezolano la abundancia de perlas hizo que se utilizasen con fines monetarios, y así fue decidido por el Cabildo de Caracas, y su uso se perpetuó hasta que las ventas de cacao comenzaron a cobrarse en moneda mexicana ya en el siglo XVII.
Para las transacciones, los españoles usaron también las varas de algodón, utilizadas como moneda en toda la América tropical y subtropical, desde el actual México hasta los Andes y desde el Atlántico al Pacífico,  y con un valor de dos reales la vara en el área del Río de la Plata en fecha tardía. Los aztecas utilizaban las llamadas mantas pequeñas, mientras que en otras áreas se contabilizaban por varas de lienzo con una anchura más o menos uniforme y con un valor variable según su calidad, si bien había un valor estándar, conocido como lienzo común.
Aranda y Bello recogen que en el siglo XVII entre los grupos nahuas del Altiplano Central las mantas blancas o quauchtli eran la principal moneda en circulación, según León Pinelo. Las mantas eran utilizadas como principal moneda en los mercados mexicas, y los hombres recién casados daban quauchtli a sus esposas para adquirir en el mercado víveres, chiles, sal o leña. Los quauchtli eran, para estos autores, una forma conveniente de acumular riqueza.
Otras monedas de la tierra fueron los haces de tabaco, que en tiempos de Felipe III recibieron la calificación de dinero oficial en las áreas del Plata, Tucumán y Paraguay. La arroba de hierba mate en Paraguay recibía un valor de doce reales. En la ciudad de Córdoba, gobernación de Tucumán, llegaron a emplearse cabras como moneda. Beltrán recogía que a finales del siglo XVI en Buenos Aires se carecía de moneda metálica, por lo que se establecieron equivalencias de las distintas mercancías, como en Paraguay y en el Perú, y así un becerro de un año valía dos varas de lienzo de algodón, unas espuelas cuatro varas y unas botas dos.
En el actual Paraguay, la extrema escasez de moneda metálica hizo que los pagos se realizasen en objetos metálicos importados de Europa, como fueron los anzuelos, los cuchillos de rescate, los escoplos y las cuñas de ayunque. El metal recibido o reciclado era transformado por los herreros en estos objetos, quedando parte del metal en su poder como pago de su trabajo, dos onzas por libra trabajada. En el área del Plata, por tanto, las herrerías funcionaron como rudimentarias Casas de Moneda.  La moneda conocida como azuelo de mallas o de rescate fue creada por el gobernador de Paraguay Domingo de Yrala en 1511, hecha la primera con las mallas de acero de los soldados y un valor de un maravedí y la segunda con un valor cinco veces superior.

Bibliografía

Aranda Kilian, L., y Bello Chávez, G., "La moneda tejida: manta como moneda en el mundo prehispánico", NVMISMA, nº 247, enero-diciembre 2003, pp. 39-53.
Beltrán Martínez, A., "Numismática hispanoamericana", NVMISMA, nº 156-161, enero-diciembre 1979, pp. 157-174.
Beltrán Martínez, A., La Moneda. Una introducción al estudio de la Numismática, Madrid, 1983.
Carson Brevoort, J., Early Spanish & Portuguese Coinage in America, Boston, 1885.
Cespedes Del Castillo, G., "Las cecas indianas en 1536-1825" en Anes y Álvarez De Castrillón, G., y Céspedes del Castillo, G., Las Casas de Moneda en los Reinos de Indias, Vol. I., Madrid, 1996.
Chacón Hidalgo, M.B., "El cacao como moneda oficial en la Costa Rica del siglo XVIII", NVMISMA, nº 252, enero-diciembre 2008, pp. 137-147.
Covarrubias, J.E., La moneda de cobre en México, 1760-1842, un problema administrativo, México, Instituto de Investigaciones Históricas de la Universidad Nacional Autónoma de México e Instituto de Investigaciones doctor José María Luis Mora, 2000.
Dinero Exótico. Una nueva colección del Museo Arqueológico Nacional, Colección Cayón, Catálogo de la exposición, 2001, pp. 82-83.
Ginocchio, M.F., "Medios de cambio en el Perú prehispánico", NVMISMA, nº 102-107, enero-diciembre 1970, pp. 9-54.
Muñoz Serrulla, Mª. T., “Legislación monetaria: La moneda de los Reinos de Indias en época moderna”, en Muñoz Serrulla, Mª. T., Coord., La Moneda: Investigación numismática y fuentes archivísticas, Madrid, Asociación de Amigos del Archivo Histórico Nacional y Departamento de Ciencias y Técnicas Historiográficas de la UCM, 2012, pp. 116-153.
Romero, E., Historia Económica del Perú, Lima, 2006 

sábado, 24 de noviembre de 2018

La labra de moneda de cordoncillo en Lima en el siglo XVIII

Publicado en Onoinformación, 19 de noviembre de 2018
https://oroinformacion.com/la-acunacion-de-moneda-de-cordoncillo-en-la-lima-del-siglo-xviii/

Los punzones para la labra de los nuevos cuños llegaron de Madrid el 31 de octubre de 1750, pero venían tan enmohecidos que no se pudieron usar, con lo que Morales de los Ríos tuvo que utilizar los que había traído consigo desde la capital novohispana. En la memoria del virrey José Antonio Manso de Velasco, conde de Superunda, se muestra su optimismo con respecto a la producción de esta nueva moneda, estimando que,  una vez concluidos los trabajos de los volantes y el molino, la moneda había salido a la perfección.  

  Tras la construcción del molino y de tres volantes, las primeras piezas batidas en oro fueron remitidas a la Península por Morales de los Ríos junto con una carta de fecha 25 de mayo de 1751, y en fecha 8 de agosto confirmó que se habían batido en la ceca seis mil marcos de oro, la cantidad inicialmente estipulada. A final del mismo año la producción alcanzó los 13.863 marcos y tres ochavas en moneda de oro, y algunos marcos de plata.
  Una carta de 21 de mayo de 1753 acusó recibo de las cartas remitidas por el virrey y de la recepción de las muestras. Las monedas, según esta misiva, estaban bien labradas en redondez, limpieza, lustre, tamaño e impresión, pero afirmaba que se habría de tener más cuidado con la estampa y la colocación de los sellos en ambos lados.           Asimismo, se informaba de que no se había utilizado el cordoncillo que debían tener las monedas de oro, y que se remitían al virrey los punzones de los retratos, sellos, matrices y el cordoncillo a utilizar. También se afirmaba que las onzas remitidas tenían tres cuartos de grano de ley, y las medias onzas tres cuartos de grano escasos, y se recomendaba tener más cuidado con los ensayes y la fundición de los que se encontrasen en falta.
   Las nuevas matrices llegaron al Callao en dos cajones en fecha 31 de octubre de 1751, y en esa misma fecha fueron remitidas por el conde de Superunda a Morales de los Ríos. La falta de operarios que conocieran las nuevas labores en moneda esférica de oro dificultaba la perfección en el diseño de las nuevas monedas, a juicio del virrey. Asimismo, los propietarios de los metales solicitaban que se les entregase a cambio moneda de oro, y no se conformaban con que se hiciesen las entregas en plata.
   Los oficiales fueron aprendiendo las nuevas técnicas, y desde ese mismo año quedaron remachados los antiguos cuños de oro. Las acuñaciones de plata esféricas comenzaron casi al mismo tiempo, pero la falta de oficiales hizo que se batiese sólo una pequeña parte, aumentándose la producción en 1752. Para que el comercio no se resintiese se siguió batiendo simultáneamente moneda de cuño antiguo, hasta que en 1753, concluidos los tres molinos y seis volantes y habilitados los suficientes operarios, se remacharon los cuños antiguos, batiéndose solamente moneda de cordoncillo.
   La producción de esta Casa de Moneda, según la Memoria del virrey, ascendió desde mayo de 1748 hasta finales de junio de 1756 a 1.910.122 marcos, siendo los derechos cobrados por la Corona, a razón de 3 reales y 32 maravedíes, de 941.016 pesos, 1 real y 29 maravedíes.  En estos años se acuñaron en oro 85.121 marcos, 10.640 marcos anuales, que produjeron unos ingresos de 670.957 pesos, 6 reales y 33 maravedíes.
         Con ello, el volumen total de lo ingresado por la Real Hacienda fue de 1.611.974 pesos y 28 maravedíes, a pesar de que, desde que se erigió nueva Casa de Moneda en Santiago de Chile, las partidas de oro de esa procedencia, anteriormente muy importantes, dejaron de batirse en la ceca capitalina. Colmeiro afirmaba que con los datos aportados por Humboldt, entre 1754 y 1791 se acuñaron en esta ceca 209.926 marcos de oro y 14.570.506 de plata, o 154.379.471 pesos fuertes. Asimismo recogía los cálculos de Canga Argüelles de 1792 a 1813, 10.231.887 pesos en moneda de oro y 100.256.138 en moneda de plata, o 110.488.025 pesos fuertes en 22 años. 
   En fecha 5 de septiembre de 1759 la reina regente, Isabel de Farnesio, remitió una Real Cédula al superintendente de la ceca, comunicándole que con motivo del advenimiento del monarca Carlos III, se había ordenado fabricar nuevos sellos con las Armas Reales a su nombre para remitirlos a las Audiencias y Tribunales de los Reinos de Indias, y que asimismo se debía labrar moneda a nombre del nuevo soberano.
   Las piezas de plata de tipo columnario se comenzaron a labrar en el mismo año de la recepción de la noticia, que llegó en un navío de permiso al Callao el 24 de mayo de 1760. En cuanto a la moneda de oro, la producción se demoró un año, hasta que llegaron los nuevos cuños con el retrato del monarca.
   Con Carlos III comenzó en el Perú la costumbre de batir medallas de proclamación a nombre del nuevo monarca. En fecha 21 de agosto de 1760, el virrey arrojó desde una galería del Cabildo al pueblo gran cantidad de medallas batidas en la ceca de Lima, que en un lado tenían el retrato del monarca y en el reverso las armas de la ciudad sobre el mar, y la leyendas SUP. UND. y OPTIMO PRINCIPI PUBLICUM FIDELITATIS JURAMENTUM. 
   En una carta de febrero de 1777 don Felipe Colmenares y Fernández de Córdoba, Marqués de Zelada de la Fuente, que ocupaba la superintendencia de la ceca de Potosí desde el 16 de marzo de 1772, informaba que, siendo contador de la ceca, estaba al corriente de las devaluaciones secretas ordenadas por la Corona, y se le ordenó fundir las cizallas de oro y la plata en manos del fiel, que no estaba al corriente de las instrucciones, para batirlas en moneda.
   Colmenares debió abrir un libro reservadísimo, donde debía anotar todo de su puño y letra, para contabilizar las utilidades de los cuatro granos de plata y el medio grano de oro de la rebaja. Afirmaba en la carta que el virrey no había tomado medidas para controlar las cuentas presentadas por el tesorero y el fiel de la ceca, por lo que la diferencia era notable entre los libros del fundidor mayor y las de los libros públicos de la ceca, por lo que peligraba el sigilo ordenado por el monarca.
   Colmenares detallaba en la carta los aumentos producidos por la medida entre los años 1772 y 1775, en un total de 30.275 marcos, 4 onzas, 5 ochavas y cuatro tomines en la plata y 320 marcos, 2 onzas, 2 tomines y un grano en el oro:

Metal
Bienio
Marcos fundidos
Aumento
Plata
1772/1773
971,239.3.6.5
14,942.1.1.4
Plata
1774/1775
996,023.3.5.7
15,323.3.4
Oro
1772/1773
11,344.(ilegible)
196.5.6.4.7
Oro
1774/1775
7,123.4.1.3.6
123.4.1.3.6

   El 14 de enero de 1779 el visitador José Antonio de Areche informó a Estanislao Landázuri, superintendente de la ceca, que había encontrado en las Cajas Reales la suma de 158.341 pesos y 2 reales en moneda macuquina, y unos doscientos y tantos mil pesos en las Cajas de la Real Aduana de Lima, y que deseaba que fueran llevadas a la Casa de Moneda para ser batidos en moneda de nuevo cuño.
   Asimismo, Areche intentó que en la ceca limeña se formase una oficina de apartado, a semejanza de la que existía en México, donde separar el oro que pudiese venir ligado en el mineral de plata. En 1780 pidió para ello que viniesen maestros hábiles en la fundición, y el virrey novohispano mandó a dos operarios, siendo uno de ellos el experto Demetrio Guasque. Guasque recibía un salario de 100 pesos mensuales, más 500 pesos anuales que eran entregados a su familia, que seguía residiendo en México.
   Los estudios para poner en práctica la oficina comenzaron el 19 de septiembre de 1783, pero el sistema no pudo aplicarse en el Perú, donde el contenido de oro en los minerales de plata era muy bajo. Además, hubo problemas para fabricar en este territorio los vasos, cornamusas y otros recipientes necesarios para realizar dicho trabajo.
   Por tanto, no se obtuvieron los resultados esperados, y la Real Hacienda hubo de desembolsar una suma muy importante de dinero. Areche fue finalmente destituido en 1789 y castigado a vivir fuera de Madrid, y con una jubilación de sólo medio sueldo.
   Una vez recibida la Real Orden de 21 de febrero de 1784 de recogida de moneda macuquina y labra de cuartillos de plata, el virrey Teodoro de Croix informó al superintendente de su contenido. El encargado de la fielatura contestó al virrey que  no había problema ni en reacuñar la moneda macuquina ni en evitar la remisión a España de moneda menuda, pero en el asunto de la labra de cuartillos la cantidad ordenada, informaba de que ya había batido moneda menuda en mayor cantidad que la comprometida en el remate de su oficio.
   No obstante lo anterior, estaba dispuesto a batir los cuartillos si se rebajaba la cantidad que se había obligado a acuñar en plata menuda, de veintisiete a veinte mil marcos. Si esta propuesta se aceptaba, podrían acuñarse anualmente cuatrocientos marcos en monedas de cuartillos. Asimismo, se informaba que la labra de moneda menuda era más costosa por el instrumental, la fundición de cizallas, las escobillas, etcétera. Los primeros cuartillos se batieron en 1792.

Bibliografía:

CERDAN DE LANDA SIMON PONTERO, A., Memorias de los vireyes que han gobernado el Perú durante el tiempo del coloniaje español, T. IV, Lima, 1859.
COLMEIRO, M., Historia de la Economía Política en España, Tomo II, Madrid, 1863.
DARGENT CHAMOT, E., “La Casa de Moneda de Lima”, en ANES Y ÁLVAREZ DE CASTRILLÓN, G., Y CÉSPEDES DEL CASTILLO, G. (directores), Las Casas de Moneda en los Reinos de Indias, Vol. II, Cecas de fundación temprana, Madrid, 1997.