viernes, 18 de diciembre de 2015

Naufragios y rescates

Publicado en Panorama Numismático, 18 de diciembre de 2015

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El reciente caso del galeón San José, hundido el viernes 8 de junio de 1708 cerca de Cartagena de Indias durante la Guerra de Sucesión española, y con un tesoro estimado en once millones de monedas de oro y plata, ha vuelto a traer a la palestra el recurrente tema de los descubrimientos de naves españolas naufragadas y las fricciones derivadas de sus expolios. Ya en el año 2011 la justicia de los Estados Unidos  dio la razón al gobierno de Colombia frente a la empresa estadounidense Sea Search Armada, que pretendía cobrar 17.000 millones de dólares por fijar la localización exacta del pecio. El gobierno de España ha pedido recientemente explicaciones al colombiano, en defensa de su patrimonio subacuático, mientras que Colombia considera de su exclusiva propiedad los pecios que se hallen en sus aguas territoriales.

  El viaje anual de las Flotas de la Plata no estaba exento de peligros. Las inclemencias o los ataques de los enemigos y piratas produjeron naufragios, en ocasiones de toda una Flota. Como afirmaba Cipolla, en la historia de la Carrera de Indias se registran furiosas tempestades que dispersaban las naves a los cuatro vientos, rompiendo la cuidada formación defensiva y causando enormes pérdidas y daños. Según este autor, entre 1546 y 1650, de las naves que hicieron un total de 14.456 travesías sólo 402 se hundieron a causa de las tempestades, y de las naos que hicieron 2.221 travesías entre los años 1717 y 1772 sólo se perdieron 85, un auténtico record.
   Por su situación destacaron las labores de rescate realizadas por el puerto de La Habana, situado en la boca del seno mexicano, cerca del canal de las Bahamas y de la parte septentrional del continente y Florida, lugares donde se produjeron importantes pérdidas.
   Otro punto donde se produjeron numerosos naufragios fue el estuario del Río de la Plata, debido a los temporales, al choque contra arrecifes o a los ataques de piratas o de navíos de otras naciones. El número de ellos se incrementó durante el siglo XVIII, debido al aumento del comercio, al convertirse Buenos Aires en destino de numerosos navíos de registro como capital de un nuevo Virreinato y al libre comercio.
   A pesar de los progresos técnicos en el arte de la navegación, la travesía del Atlántico seguía entrañando grandes riesgos en el siglo XVIII, y fueron los devastadores huracanes del Caribe los causantes de tres naufragios a gran escala en el Canal de las Bahamas, siendo casi total el hundimiento de las naves que componían las flotas y cuantiosas las pérdidas materiales y en vidas humanas.
   Valdés, siguiendo la obra de Arrate, hizo una exhaustiva relación de los hundimientos y los rescates que se produjeron en el siglo XVIII. En 1720 naufragó en los cayos de Malacumbe la Nao Almiranta y el galeón La Margarita, de la armada del marqués de Cadereyta, y se consiguió sacar de ellos toda la plata y el oro, por el celo puesto por el habanero Francisco Núñez Milian.
   Antes de 1730 naufragaron frente a la costa de Florida dos galeones del cargo de Antonio de Otayza, y según aparece en un real despacho que cita Valdés, se recuperó hasta parte de la artillería, gracias al auxilio que se prestó por el puerto de La Habana. Este autor hace  también referencia al gran naufragio de finales de 1712, donde en el paraje de Jaimanitas  se perdieron la Nao Almiranta, al mando de Diego Alarcón Ocaña, y cinco navíos mercantes. De su rescate se salvaron un millón setecientos mil pesos.  Dos años después la fragata San Juan, de la Armada de Barlovento, se hundió en los placeres del canal de las Bahamas, con el situado de Puerto Rico y Santo Domingo, recuperándose no solamente los caudales, sino también los pasajeros, los equipajes y los pertrechos.
   Pero el mayor de los desastres se produjo en 1715, con el  naufragio frente a las costas de Florida de la Flota de Nueva España, al mando de Juan Esteban de Uvilla, y de los barcos de don Antonio Echeverz.  La misma conducía las remesas que durante casi tres lustros se habían ido acumulando en las diversas tesorerías de los virreinatos indianos. El día 30 de junio, cuando la flota se encontraba en el canal de las Bahamas, un violento temporal hundió la práctica totalidad de la flota, salvo el bergantín francés Grifón, que huyó hacia el norte. 
  Se perdieron diez buques de la Armada de la Plata, un millar de hombres y el tesoro que transportaban, por un valor declarado de más de catorce millones de pesos fuertes. Los pocos supervivientes se refugiaron en Florida. La Habana volvió a remitir pertrechos, buques, víveres y buzos.  El marqués de Casa Torres convocó a todos los interesados con la primera noticia del naufragio, que  decidieron fletar y armar todos los barcos disponibles, para recuperar los tesoros sumergidos junto a un grupo de bancos llamado Palmar de Aiz, cerca de Cabo Cañaveral.
  Se encomendó la tarea a Juan del Hoyo Solórzano, sargento mayor de La Habana,  que se dirigió al lugar del naufragio con la fragata Soledad y siete balandras armadas. De los buques naufragados Hoyo remesó a La Habana cuatro millones de pesos.  Al observarse un repentino incremento del circulante en la Habana y otras plazas, se sospechó que los que habían ido a recuperar los caudales del naufragio se habían aprovechado de los mismos.  
   En el naufragio del 16 de julio de 1733 de la flota del posteriormente ascendido a teniente general Rodrigo de Torres, que zozobró toda a excepción de un navío, nuevamente en los cayos de Matacumbe  en el canal de las  Bahamas, se salvó a la gente y los caudales que la flota conducía.
  Otro de los puntos negros del Caribe fue la bahía de Mobile, en el actual estado de Alabama. En este lugar se perdió el 22 de septiembre de 1766 el convoy que transportaba el situado para la Gobernación de Luisiana. Poco tiempo después, en 1784, el naufragio del bergantín El Cazador, que transportaba 450.000 reales de a ocho para estabilizar la economía de esta gobernación, contribuyó al debilitamiento del gobierno español en la Luisiana y a su ulterior cesión en 1800 a Francia, que posteriormente la vendió a los nacientes Estados Unidos.
   Los rescates realizados en los barcos hundidos en la costa de Florida y su regulación legal a partir de 1967 han propiciado la formación por este Estado norteamericano de una de las más importantes colecciones numismáticas a nivel mundial, que sólo en moneda áurea alcanzaba la cifra de más de 1.500 monedas en 1999. Entre 1964 y 1974 la compañía Real Eight recuperó gran cantidad de monedas de estos pecios, y la mayor parte de los fondos en moneda de plata de la Colección del Estado de Florida tienen esta procedencia.
   Para evitar expolios el Estado de Florida hubo de promulgar una ley para regular los descubrimientos y la parte de los tesoros que le correspondería por los mismos. Calicó puso de manifiesto el extraordinario valor de los hallazgos, que mostraban que las emisiones mexicanas redondas que anteriormente eran consideradas esporádicas no lo eran como se suponía, sino que se batían al unísono con las irregulares y en ocasiones utilizando los mismos cuños. Citaba asimismo la existencia en el tesoro de doblones de a dos batidos en la ceca de Santa Fe a nombre de Carlos de 1700 a 1707.
   El estudio de la moneda de oro lo comenzó a mediados de los años 70 del pasado siglo Frances Keith, y no terminó hasta 1984. La base de sus colecciones está formada por monedas procedentes del naufragio de la Flota de 1715, 1.504 ejemplares. Esta colección numismática es asimismo la mayor y la más completa del mundo en cuanto a las monedas de oro de las dos primeras décadas del siglo XVIII, y una de las más completas, al menos en números absolutos, en cuanto a los reales de a ocho.


Para saber más

Calicó, F.X. (1980). Del estado actual de los estudios sobre numismática moderna española. NVMISMA, nº 162-164, enero-junio 243-249. Madrid: SIAEN.
Valdés, A.J. (1813). Historia de la Isla de Cuba, y en especial de La Habana. La Habana: Oficina de la Cena.
Cipolla, C.M. (1999). La Odisea de la plata española. Conquistadores, piratas y mercaderes. Barcelona: Crítica.
Craig, A.K. (2000). Spanish colonial gold coins in the Florida Collection. Gainesville, Florida: Florida University.
Craig, A.K. (2000). Spanish colonial silver coins in the Florida Collection. Gainesville, Florida: Florida University.
Lorenzo Arrocha, J.M. (1999). Galeón. Naufragios y Tesoros. Santa Cruz de la Palma: Caja General de Ahorros de Canarias.
García Bernal, M.C. (1983). El Comercio. En Ramos Pérez, D. (Coord.), América en el siglo XVIII. Los Primeros Borbones, Historia General de España y América, Tomo XI-1, 231-232. Madrid: Rialp.

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