Publicado en Numismático Digital, 6 de noviembre de 2013
http://www.numismaticodigital.com/noticia/6893/Articulos-Numismatica/Greenock-y-el-resello-de-los-reales-de-a-ocho.html
A ello se sumó la escasez generalizada de numerario en las islas durante las Guerras Napoleónicas, lo que llevó al Consejo de Ministros a ordenar el resello entre los años 1797 y 1804 de las importantes reservas del Banco de Inglaterra, compuestas principalmente de reales de a ocho españoles, y la circulación forzosa del papel moneda durante 33 años.
A ello se unieron los resellos realizados por particulares y empresas en la moneda de plata extranjera circulante, a pesar del Acta del Parlamento de 1813 prohibiendo la circulación de los tokens o fichas de plata y oro que no hubiesen sido emitidos por los bancos de Inglaterra e Irlanda, de los que según Foerster en Escocia se conocen sesenta contramarcas, en Inglaterra cinco y en Irlanda dos.
Es en esta situación cuando un habitante de esta ciudad de la desembocadura del Clyde, firmando una carta al editor del periódico Greenock Advertiser de fecha 20 de diciembre de 1803 con el apellido y posible pseudónimo de Shopkeeper- en inglés, tendero o almacenero-, propuso el “arbitrio” del resello de la moneda española que llegase a este puerto con el concurso de los principales comerciantes y proveedores de la ciudad, o incluso de sus bancos.
La carta comenzaba con una descripción de los muchos inconvenientes con los que convivían los habitantes de esta población debido a la escasez de moneda de plata, que eran visibles por cualquiera, y llamaba a que cada uno pusiese su granito de arena para darles solución. El señor Shopkeeper estimaba que todos eran responsables de la situación, toda vez que si hacía poco tiempo en un momento de tensión con los bancos gran cantidad de reputados comerciantes de la población habían hecho el esfuerzo de adelantar dólares –reales de a ocho- a 4 chelines y 9 peniques, esta iniciativa no había tenido éxito por la ignorancia de algunos y la avaricia de otros.
En su misiva apunta directamente al proceder de los joyeros, que cuando los dólares circulaban a 4 chelines y 6 peniques encontraron un pingüe, lucrativo y a su parecer imprudente negocio en acapara los pesos para posteriormente remitirlos a Londres y otras plazas para obtener un precio mucho más alto. Este proceder había supuesto que desde que se recurrió a la valoración de 4 chelines y 9 peniques no se había vuelto a ver ni un dólar, y encontrar cambio para un billete se había convertido en algo prácticamente imposible.
Las consecuencias de esta penuria monetaria habían sido muy gravosas para cada familia de esta ciudad, dado que debían de llevar molestas, innumerables e insignificantes a cuentas con el panadero, el cervecero, los tenderos, las pescadoras y todos los demás comercios minoristas, lo que era motivo de innumerables inexactitudes y fastidios. Para los comerciantes y trabajadores asalariados la situación era aún mucho peor, dado que al recibir al final de la semana su bien ganado jornal, normalmente pagado en guineas de oro, además de las deudas arriba indicadas debían para cambiar esta moneda o bien adquirir el doble o triple de la cantidad de algunos artículos que se podían permitir comprar, o bien verse obligados a la infinita pérdida alternativa que suponía gastarse dos o tres chelines de esa guinea en una casa de bebidas para adquirir cambio.
La solución que el autor proponía era volver a intentar incrementar el valor de los reales de a ocho españoles a 4 chelines y 9 peniques o incluso a 5 chelines, la valoración ya adoptada en prácticamente todas las plazas de comercio del país. Mientras que su valoración se mantuviese en 4 chelines y 6 peniques su valor estaría por debajo del fijado para el metal, y tan pronto como aparecían en la ciudad eran recogidos por los joyeros y otros, que o bien los convertían en objetos de plata o bien eran remitidos a Londres, encontrando según sus palabas a través del Canal su camino hacia el continente, o a las Indias Orientales.
Con este proceder los ciudadanos de Greenock se privaban del privilegio que gozaban por su situación local y por sus lazos comerciales con América y las Indias Occidentales, que según el autor podrían siempre asegurar un suministro regular para hacer frente a todas sus necesidades de circulante. Asimismo, el remanente podría utilizarse para el pago en efectivo en otras plazas, en vez de utilizar letras de cambio, con un mayor coste. Finalmente, al fijar un valor igual al de la valoración en otras plazas suponía que los acaparadores de dólares podrían estimar que, siendo fluctuante su valoración la misma podría bajar, y esta inseguridad favorecería su salida al mercado.
Para ello propugnaba el resello de los reales de a ocho por los bancos o por algunos de los más reputados comerciantes de la ciudad a ese valor, y para evitar su falsificación recomendaba la convocatoria de una junta de los principales ciudadanos por parte de los magistrados municipales, que diesen peso y estabilidad a las resoluciones de la reunión. Si como el autor esperaba la reunión supusiese un acuerdo unánime, podrían asimismo colocarse hojas en el café y otros lugares públicos para que los principales proveedores y comerciantes lo firmasen comprometiéndose a cumplirlo.
Los resellos realizados por empresas privadas en todo el condado de Renfrewshire, y muy en particular en Greenock, fueron muy abundantes, citando Manville diez empresas que resellaron pesos fuertes, si bien sólo se conocen ejemplares de nueve de ellas, a caballo de los siglos XVIII y XIX. La mayor parte de estas monedas debieron circular en los años 20 del diecinueve, a un valor de 4 chelines y 6 peniques.
Cita un único espécimen de James Watt & Company, una cervecería, en un peso mexicano de 1797 con un valor resellado de cinco chelines. Esta moneda posteriormente recibió otro resello G.P. para su circulación en las Azores en 1887. Recoge también un aviso en el Greenock Advertiser de 10 de septiembre de 1816 informando de su redención por esta empresa en el término de catorce días, y asimismo de la existencia de una burda falsificación del resello realizado por esta compañía, y 17 días después otro anuncio del mismo periódico ofrecía una recompensa de diez guineas a quien diera cualquier información tendente a localizar a los falsificadores.
La ciudad escocesa de Greenock fue durante el siglo XVIII el principal
puerto comercial del Reino Unido con sus colonias de las Indias Orientales, y
con los Estados Unidos tras su independencia. A pesar de ello, sufrió en los
primeros años del siglo XIX una grave escasez de moneda de plata, por lo que
hubo propuestas para el resello y la elevación de la estimación de los reales
de a ocho españoles.
Greenock poseía además de esta importante actividad
comercial astilleros, refinerías de azúcar e industrias textiles. No podemos
olvidar que fue el lugar de nacimiento de James Watt, hijo de un constructor de
barcos, cuyos inventos fueron claves para la expansión británica y la Primera
Revolución Industrial. El comercio con Ultramar proporcionaba un constante
flujo de moneda de plata española, que, sin embargo, salía en grandes
cantidades hacia Londres y otras plazas sin permanecer en la ciudad.
A ello se sumó la escasez generalizada de numerario en las islas durante las Guerras Napoleónicas, lo que llevó al Consejo de Ministros a ordenar el resello entre los años 1797 y 1804 de las importantes reservas del Banco de Inglaterra, compuestas principalmente de reales de a ocho españoles, y la circulación forzosa del papel moneda durante 33 años.
A ello se unieron los resellos realizados por particulares y empresas en la moneda de plata extranjera circulante, a pesar del Acta del Parlamento de 1813 prohibiendo la circulación de los tokens o fichas de plata y oro que no hubiesen sido emitidos por los bancos de Inglaterra e Irlanda, de los que según Foerster en Escocia se conocen sesenta contramarcas, en Inglaterra cinco y en Irlanda dos.
Es en esta situación cuando un habitante de esta ciudad de la desembocadura del Clyde, firmando una carta al editor del periódico Greenock Advertiser de fecha 20 de diciembre de 1803 con el apellido y posible pseudónimo de Shopkeeper- en inglés, tendero o almacenero-, propuso el “arbitrio” del resello de la moneda española que llegase a este puerto con el concurso de los principales comerciantes y proveedores de la ciudad, o incluso de sus bancos.
La carta comenzaba con una descripción de los muchos inconvenientes con los que convivían los habitantes de esta población debido a la escasez de moneda de plata, que eran visibles por cualquiera, y llamaba a que cada uno pusiese su granito de arena para darles solución. El señor Shopkeeper estimaba que todos eran responsables de la situación, toda vez que si hacía poco tiempo en un momento de tensión con los bancos gran cantidad de reputados comerciantes de la población habían hecho el esfuerzo de adelantar dólares –reales de a ocho- a 4 chelines y 9 peniques, esta iniciativa no había tenido éxito por la ignorancia de algunos y la avaricia de otros.
En su misiva apunta directamente al proceder de los joyeros, que cuando los dólares circulaban a 4 chelines y 6 peniques encontraron un pingüe, lucrativo y a su parecer imprudente negocio en acapara los pesos para posteriormente remitirlos a Londres y otras plazas para obtener un precio mucho más alto. Este proceder había supuesto que desde que se recurrió a la valoración de 4 chelines y 9 peniques no se había vuelto a ver ni un dólar, y encontrar cambio para un billete se había convertido en algo prácticamente imposible.
Las consecuencias de esta penuria monetaria habían sido muy gravosas para cada familia de esta ciudad, dado que debían de llevar molestas, innumerables e insignificantes a cuentas con el panadero, el cervecero, los tenderos, las pescadoras y todos los demás comercios minoristas, lo que era motivo de innumerables inexactitudes y fastidios. Para los comerciantes y trabajadores asalariados la situación era aún mucho peor, dado que al recibir al final de la semana su bien ganado jornal, normalmente pagado en guineas de oro, además de las deudas arriba indicadas debían para cambiar esta moneda o bien adquirir el doble o triple de la cantidad de algunos artículos que se podían permitir comprar, o bien verse obligados a la infinita pérdida alternativa que suponía gastarse dos o tres chelines de esa guinea en una casa de bebidas para adquirir cambio.
La solución que el autor proponía era volver a intentar incrementar el valor de los reales de a ocho españoles a 4 chelines y 9 peniques o incluso a 5 chelines, la valoración ya adoptada en prácticamente todas las plazas de comercio del país. Mientras que su valoración se mantuviese en 4 chelines y 6 peniques su valor estaría por debajo del fijado para el metal, y tan pronto como aparecían en la ciudad eran recogidos por los joyeros y otros, que o bien los convertían en objetos de plata o bien eran remitidos a Londres, encontrando según sus palabas a través del Canal su camino hacia el continente, o a las Indias Orientales.
Con este proceder los ciudadanos de Greenock se privaban del privilegio que gozaban por su situación local y por sus lazos comerciales con América y las Indias Occidentales, que según el autor podrían siempre asegurar un suministro regular para hacer frente a todas sus necesidades de circulante. Asimismo, el remanente podría utilizarse para el pago en efectivo en otras plazas, en vez de utilizar letras de cambio, con un mayor coste. Finalmente, al fijar un valor igual al de la valoración en otras plazas suponía que los acaparadores de dólares podrían estimar que, siendo fluctuante su valoración la misma podría bajar, y esta inseguridad favorecería su salida al mercado.
Para ello propugnaba el resello de los reales de a ocho por los bancos o por algunos de los más reputados comerciantes de la ciudad a ese valor, y para evitar su falsificación recomendaba la convocatoria de una junta de los principales ciudadanos por parte de los magistrados municipales, que diesen peso y estabilidad a las resoluciones de la reunión. Si como el autor esperaba la reunión supusiese un acuerdo unánime, podrían asimismo colocarse hojas en el café y otros lugares públicos para que los principales proveedores y comerciantes lo firmasen comprometiéndose a cumplirlo.
Los resellos realizados por empresas privadas en todo el condado de Renfrewshire, y muy en particular en Greenock, fueron muy abundantes, citando Manville diez empresas que resellaron pesos fuertes, si bien sólo se conocen ejemplares de nueve de ellas, a caballo de los siglos XVIII y XIX. La mayor parte de estas monedas debieron circular en los años 20 del diecinueve, a un valor de 4 chelines y 6 peniques.
Cita un único espécimen de James Watt & Company, una cervecería, en un peso mexicano de 1797 con un valor resellado de cinco chelines. Esta moneda posteriormente recibió otro resello G.P. para su circulación en las Azores en 1887. Recoge también un aviso en el Greenock Advertiser de 10 de septiembre de 1816 informando de su redención por esta empresa en el término de catorce días, y asimismo de la existencia de una burda falsificación del resello realizado por esta compañía, y 17 días después otro anuncio del mismo periódico ofrecía una recompensa de diez guineas a quien diera cualquier información tendente a localizar a los falsificadores.
Fuente
Apéndice
A, Un llamamiento para resellar dólares, del Greenock Advertiser, viernes, 23
de diciembre de 1803 (Reproducido en Allen 1984, y Brunk 1989, p. 9; texto
corregido y argumentación de los párrafos), en MANVILLE, H.E., Tokens of the Industrial Revolution, Foreign
Silver Coins Countermarked for use in Great Britain, c.1787-1828, British
Numismatic Society Special Publication No. 3, London, 2001, pp. 241-242.
Bibliografía
BORDEAUX, P., ”Los falsos reales de a ocho de Birmingham. La
fabricación en Birmingham el año 1796, de falsos reales de a ocho, y la
imposición en China de contramarcas sobre el numerario extranjero”, Boletín de la Real Academia de la Historia,
cuaderno 6º T. 57, 1910, pp. 488-499.
FOERSTER, G.H., “Plata hispanoamericana en circulación mundial del
siglo XVI hasta el siglo XX. Monedas de una exposición numismática”, Gaceta Numismática 141, junio 2001, pp.
41-59.
FOERSTER, G.H., “Los “trillizos” mexicanos de 1783”, Crónica Numismática, diciembre 2002, pp.
50-51.
MAZARD, J., “Las contramarcas de la Banca de Inglaterra en los
reales de a ocho españoles”, Nvmisma
8, julio-septiembre 1953, pp. 39-41.